26.11.10

Eppur si muove - Sobre la tolerancia

A las 12:16 AM, por Eleuterio
Categorías : General, Eppur si muove
 

La tolerancia es la virtud del débil.” (Marques de Sade)

La tolerancia es la puerta de entrada del mal.

La tolerancia es un mal menor.

Cuando hace unos cuantos días publiqué en InfoCatólica el artículo titulado “Intolerancia” más de una voz escrita quiso hacer patente su disconformidad para con la tolerancia. Al parecer, no es nada buena para la fe porque da la impresión de que supone dejar de lado a la misma en aras de no se qué relativismo.

También se sostiene, al respecto de lo dicho arriba, que Si los Apóstoles, San Francisco Javier o cualquier misionero hubiesen sido tan tolerantes con las ideas y creencias ajenas, se habrían quedado en sus casas.

Entonces, llegado a este momento y teniendo en cuenta las aportaciones tipo cita que encabezan este artículo y que no son excesivamente favorables a la tolerancia, quisiera tratar de discernir si la misma es, o no, importante para la fe y para una forma de ver el mundo o si, al contrario, supone un lastre tanto para una como para otra.

Las cuatro acepciones que el Diccionario de la lengua de la Real Academia Española encargada de tal menester, son las siguientes:

1.-Sufrir, llevar con paciencia.

2.-Permitir algo que no se tiene por lícito, sin aprobarlo expresamente. 3.-Resistir, soportar, especialmente un alimento, o una medicina.

4.-Respetar las ideas, creencias o prácticas de los demás cuando son diferentes o contrarias a las propias.

Al respecto de lo aquí se trata bien podemos descartar la segunda y la tercera y ceñirnos a las otras dos.

Benedicto XVI, como era de esperar, también ha dicho lo que piensa al respecto. Básicamente es que “Cuando el relativismo moral se absolutiza en nombre de la tolerancia, los derechos básicos se relativizan y se abre la puerta al totalitarismo.

Por lo tanto, en principio no es contrario a la tolerancia sino, en todo caso, a una extralimitación de su absolutización por parte del relativismo. Y esto ya debería decirnos algo porque, no siendo el Santo Padre muy partidario que digamos del relativismo es lo contrario lo cierto decir que admite la tolerancia religiosa en cuanto no sea mediatizada por aquel.

Es más, cuando en septiembre de 2006 recibió, en el Vaticano, al nuevo embajador en la Santa Sede de Alemania, dijo que “La tolerancia no puede confundirse con el indiferentismo”. Es decir que tolerar no es hacer como si nada me importase porque Toda forma de indiferencia es radicalmente contraria al profundo interés cristiano por el hombre y su salvación. La verdadera tolerancia presupone siempre el respeto del otro, del ser humano, que es criatura de Dios.

Y, siguiendo con el razonamiento anterior, demuestra Benedicto XVI ser partidario de la tolerancia cuando entiende que para tolerar hay que respetar, en cuanto ser humano creado por Dios, al prójimo.

Entonces, un católico, al respeto de las ideas ajenas pero, sobre todo, al respecto de las creencias religiosas ajenas, ha de mantener una actitud paciente y, en lo que quepa, saber sufrir las consecuencias de tal respeto porque sólo así demostrará un respeto hacia lo que, en definitiva, puede ser muy contrario a su doctrina o, en general, a lo que piensa de la vida y sus circunstancias.

A este respeto, podemos imaginarnos lo que tuvo que sufrir Benedicto XVI al respecto del famoso discurso de Ratisbona del que se derivó una dura campaña contra su persona por haber manifestado su disconformidad con ciertos comportamientos del Islam.

Ahora bien, eso no quiere decir, ni se puede entender que eso signifique, que bajo el instituto espiritual de la tolerancia no se tenga que distinguir entre el bien y el mal. Esto sería llevar las cosas demasiado lejos.

Por eso, Benedicto XVI, cuando el 25 de junio de 2008 dedicó su catequesis a San Máximo Confesor (monje del siglo VI) se vio obligado a decir que “una tolerancia que no supiese distinguir el bien del mal sería caótica y autodestructiva“.

Por tanto, al contrario de lo dicho por el Marqués de Sade, no se trata de una expresión de debilidad de la persona ser tolerante sino, al contrario, una que lo es de fortaleza en el espíritu que la mueve y en la fe que la sostiene.

Por tanto, al contrario de lo que puede significar que entre el Mal a partir de la tolerancia, de ser tolerante, al contrario es lo que pasa porque tolerando y respetando al prójimo se conoce, precisamente, lo que no nos conviene y, por tanto, lo que el Maligno puede querer que nos embaulemos o, simplemente, aceptemos.

Por tanto, al contrario de creer que, al fin y al cabo, tolerar es algo con lo que tenemos que lidiar porque no nos queda más remedio, quien es tolerante desde la fe sabe que es un instrumento válido para convivir en una sociedad como la que nos ha tocado habitar y que, además, no es que no haya otro remedio sino que es lo que, al exigirlo a los demás al respecto de nuestras personas, ideas y creencias, tenemos nosotros mismos que llevar a cabo.

Ahora bien, hay que entender bien las cosas porque la misma persona, Benedicto XVI, que reconoce y práctica la tolerancia, sabe y así lo expresa que respetar al prójimo sólo puede hacerse desde una creencia y una fe en Dios y cuando, precisamente, no se cree y no se tiene fe, es cuando, con toda probabilidad, la intolerancia será la pauta habitual de existencia y se aprovecha tal forma de pensar para zaherir lo que la Iglesia católica pueda entender como buen y benéfico. Se es, así, intolerante.

Y eso, claro, ya no es tolerar sino todo lo contrario.

Eleuterio Fernández Guzmán