ZENIT

El mundo visto desde Roma

Servicio diario - 29 de noviembre de 2010

Santa Sede

Benedicto XVI: “el hombre tiene derecho a no ser tratado como un objeto”

El Papa alienta a los obispos de Filipinas a “encontrar su propia voz”

Benedicto XVI anima a luchar por la prohibición de las armas nucleares

La Santa Sede participará en la cumbre de la OSCE en Kazajstán

Delegación de la Santa Sede celebrará san Andrés con los ortodoxos

Dios llora en la tierra

Una infancia de persecución le preparó a su ministerio (II)

Mundo

Los jesuitas celebran la primera fiesta litúrgica de Bernardo de Hoyos

Solidaridad del Papa con la Iglesia de Rio de Janeiro

El Papa estará en el 25º Congreso Eucarístico de Ancona en 2011

Documentación

Discurso del Papa a los obispos de Filipinas en visita “ad Limina”

Homilía del Papa en la Vigilia por la Vida Naciente

Discurso del Papa al nuevo embajador de Japón ante la Santa Sede


Santa Sede


Benedicto XVI: “el hombre tiene derecho a no ser tratado como un objeto”
Vigilia por la Vida Naciente en la Basílica de San Pedro
CIUDAD DEL VATICANO, lunes 29 de noviembre de 2010 (ZENIT.org).- El hombre, incluso antes de nacer, tiene una dignidad altísima y por ello tiene derecho a no ser tratado como un objeto en beneficio de otros.

Así lo afirmó el Papa Benedicto XVI en su homilía de la Vigilia por la Vida Naciente, celebrada en la Basílica de San Pedro el pasado sábado, antes de las Primeras Vísperas con las que se inauguraba el tiempo litúrgico de Adviento.

En esta Vigilia, convocada como novedad este año, el Papa quiso reafirmar el “altísimo valor” de la vida humana, así como advertir contra las “tendencias culturales que intentan anestesiar las conciencias con motivos pretextuosos”.

“En esta línea se coloca la solicitud de la Iglesia por la vida naciente, la más frágil, la más amenazada por el egoísmo de los adultos y por el oscurecimiento de las conciencias”.

La ciencia, afirmó, pone en evidencia la autonomía del embrión, su capacidad de interacción con la madre, la coordinación de sus procesos biológicos, la continuidad del desarrollo, la creciente complejidad del organismo.

“No se trata de un cúmulo de material biológico, sino de un nuevo ser vivo, dinámico y maravillosamente ordenado, un nuevo individuo de la especie humana”, afirmó el Papa.

Por ello, añadió, la Iglesia continuamente reafirma cuanto declaró el Concilio Vaticano II contra el aborto y toda violación de la vida naciente: “La vida, una vez concebida, debe ser protegida con el máximo cuidado".

“No hay ninguna razón para no considerarlo persona desde la concepción”, afirmó.

El hombre, continuó el Papa, “presenta una originalidad inconfundible respecto a todos los demás seres vivientes que pueblan la tierra. Se presenta como sujeto único y singular, dotado de inteligencia y voluntad libre, además de estar compuesto de realidad material”.

“Somos por tanto espíritu, alma y cuerpo. Somos parte de este mundo, ligados a las posibilidades y a los límites de la condición material; al mismo tiempo estamos abiertos a un horizonte infinito, capaces de dialogar con Dios y de acogerlo en nosotros”.

La persona humana, añadió, exige “ser reconocida como valor en sí misma” y “merece ser acogido siempre con respeto y amor”.

Cada hombre “tiene derecho a no ser tratado como un objeto que poseer o como una cosa que se pueda manipular a voluntad, de no ser reducido a puro instrumento a ventaja de otros y de sus intereses”.

Por desgracia, prosiguió, “también después del nacimiento, la vida de los niños sigue estando expuesta al abandono, al hambre, a la miseria, a la enfermedad, a los abusos, a la violencia, a la explotación”.

El Papa recordó el llamamiento al respeto de la vida humana de Juan Pablo II en la Evangelium Viate, y exhortó “a los protagonistas de la política, de la economía y de la comunicación social a hacer cuanto esté en sus posibilidades para promover una cultura siempre respetuosa de la vida humana, para procurar condiciones favorables y redes de apoyo a la acogida y al desarrollo de esta”.

Cristo fue embrión

Este tiempo de Adviento, explicó el Papa, “nos hace vivir nuevamente la espera de Dios que se hace carne en el seno de la Virgen María, de Dios que se hace pequeño, se convierte en niño”.

Este proceso de crecimiento embrionario “lo fue también para Jesús en el seno de María; así lo ha sido para cada uno de nosotros, en el seno de la madre”.

Por ello, prosiguió, “el misterio de la Encarnación del Señor y el inicio de la vida humana están íntima y armónicamente conectados entre sí en el único designio salvífico de Dios, Señor de la vida de todos y cada uno”.

“La encarnación nos revela con intensa luz y de modo sorprendente que toda vida humana tiene una dignidad altísima, incomparable”.

Creer en Jesucristo, añadió el Papa, “comporta también tener una mirada nueva sobre el hombre, una mirada de confianza, de esperanza”.

La persona “es un bien en sí misma y es necesario buscar siempre su desarrollo integral”, concluyó el Papa.


 

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El Papa alienta a los obispos de Filipinas a “encontrar su propia voz”
Al recibirles en visita “ad limina”
CIUDAD DEL VATICANO, lunes 29 de noviembre de 2010 (ZENIT.org).- “La Iglesia siempre debe tratar de encontrar su propia voz” para ser fermento en la cultura “porque es a través de la proclamación como el Evangelio trae sus frutos que cambian la vida”.

Lo dijo Benedicto XVI este lunes por la mañana en su discurso a uno de los grupos de los obispos de Filipinas, a quienes está recibiendo estos días en el Vaticano con motivo de su visita ad Limina.

Según el Papa, esta necesaria voz de la Iglesia “se expresa en el compromiso moral y espiritual de las vidas de los creyentes”.

“También se expresa en el testimonio público ofrecido por los Obispos, así como por los profesores de primaria de la Iglesia, y por todos los que tienen una función en la enseñanza de la fe a los demás”, continuó.

El Pontífice reconoció que “a veces, esta tarea de proclamación toca algunas cuestiones relevantes de la esfera política”.

En este sentido, citó la Gaudium et Spes, que afirma que la Iglesia contribuye sumamente en la construcción de un orden social justo y caritativo cuando, “predicando la verdad evangélica e iluminando todos los sectores de la acción humana con su doctrina y con el testimonio de los cristianos, respeta y promueve también la libertad y la responsabilidad políticas del ciudadano".

Y añadió que el ministerio profético de la Iglesia pide que ésta sea libre “para predicar la fe, enseñar su doctrina social... y dar su juicio moral, incluso sobre materias referentes al orden político, cuando lo exijan los derechos fundamentales de la persona o la salvación de las almas”.

“A la luz de esta tarea profética” de hacer oír su voz, el Papa exhortó a la Iglesia en Filipinas a “que intente desempeñar su papel en apoyo a la vida humana desde la concepción hasta la muerte natural, y en la defensa de la integridad del matrimonio y de la familia”.

“En estas áreas estáis promoviendo las verdades sobre la persona humana y sobre la sociedad que se derivan no sólo de la revelación divina sino también de la ley natural”, puntualizó.

Y también destacó con aprecio el trabajo de la Iglesia para abolir la pena de muerte en Filipinas,

La voz en los medios

El Pontífice se refirió también al campo de las comunicaciones sociales y los medios de comunicación como a una “área específica en la que la Iglesia debe encontrar siempre su propia voz”.

Sobre ello, indicó que “la tarea que tiene por delante el conjunto de la comunidad católica es transmitir una visión llena de esperanza de la fe y la virtud para que los filipinos puedan encontrar aliento y guía en su camino a una vida plena en Cristo”.

“Es necesario que se presente al público una voz unificada y positiva en formas tanto de medios de comunicación antiguos como nuevos, para que el mensaje del Evangelio pueda tener un impacto cada vez más poderoso en las personas de la nación”, destacó.

Y añadió: “Es importante que el laicado católico competente en comunicaciones sociales ocupe su propio lugar en la propuesta del mensaje cristiano de una manera convincente y atractiva”.

Compromiso social

Finalmente, señaló que “un tercer aspecto de la misión de la Iglesia de proclamar la palabra de Dios que da vida se encuentra en su compromiso con las preocupaciones sociales y económicas, en particular respecto a los más pobres y débiles de la sociedad”.

En este sentido, constató que muchos filipinos “permanecen sin empleo, educación adecuada o servicios básicos y así vuestras declaraciones proféticas y vuestra acción caritativa a favor de los pobres continúa siendo muy apreciada”.

Y destacó la preocupación de los obispos “por que haya un compromiso permanente en la lucha contra la corrupción”.

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Benedicto XVI anima a luchar por la prohibición de las armas nucleares
Al recibir al nuevo embajador de Japón ante la Santa Sede
ROMA, lunes 29 de noviembre de 2010 (ZENIT.org).- “Una parte de las sumas dedicadas a las armas podría ser destinada a proyectos de desarrollo económico y social, a la educación y a la sanidad”. Así lo afirmó el Papa Benedicto XVI al recibir en audiencia el pasado sábado al nuevo embajador de Japón ante la Santa Sede, Hidekazu Yamaguchi.

Al principio de su discurso, el Papa quiso recordar que este año se celebra el 65º aniversario del trágico bombardeo atómico sobre Hiroshima y Nagasaki, al final del la segunda guerra mundial.

"El recuerdo de este oscuro episodio de la historia de la humanidad va siendo cada vez más doloroso, a medida que desaparecen cuantos fueron testigos de un horror semejante – afirmó el Pontífice, subrayando que esta tragedia – nos recuerda con insistencia cuán necesario es perseverar en los esfuerzos a favor de la no proliferación de las armas nucleares y del desarme”.

A propósito de esto, prosiguió, Japón “debe ser citado como ejemplo para el apoyo constante a la búsqueda de soluciones políticas que permitan no solo impedir la proliferación de las armas nucleares, sino también de evitar que la guerra sea considerada como un medio para resolver los conflictos entre las naciones y entre los pueblos”.

Compartiendo las preocupaciones de Japón sobre las armas nucleares, el Papa aseguró que “la Santa Sede anima a todas las naciones a instaurar pacientemente los vínculos económicos y políticos de la paz”.

Estos vínculos, afirmó, deben “elevarse como una plaza fuerte contra toda pretensión de recurso a las armas, y permitan promover el desarrollo humano integral de todos los pueblos”.

“El arma nuclear sigue siendo una fuente de gran preocupación. Su posesión y el riesgo de un eventual uso generan tensiones y desconfianzas en numerosas regiones del mundo”, aseveró.

El Papa llamó también la atención sobre la “inestabilidad de los mercados y del empleo” ligada a la crisis económica global, de la que no se ha salvado ningún país, y por ello anima a usar el dinero de las armas a otros fines.

En este escenario, explicó, “el lugar que Japón ocupa en la economía internacional sigue siendo muy importante y, con motivo de la creciente globalización del sistema comercial y de los movimientos de capitales, que es una realidad, las decisiones que tome su Gobierno seguirán teniendo repercusiones mucho más allá de sus fronteras".

Por ello, el Pontífice aludió a la financiación asegurada por Tokio a los países en vías de desarrollo, asegurando que representan “una piedra angular esencial para la instauración de una paz sólida y de la prosperidad en el conjunto de las naciones del mundo”.

Por su parte, el nuevo embajador japonés se dirigió a Benedicto XVI reafirmando la voluntad de su país de “trabajar con todas sus fuerzas para el desarme total”.

También habló sobre el cambio climático, recordando que su país ha emprendido un serio esfuerzo por restringir al máximo el uso del carbón, para contribuir a descender la producción de gases efecto invernadero, una reducción que debería ser del 20% para el año 2020.

Además, concluyó el diplomático nipón, el Gobierno de este país tiene intención de “apoyar el movimiento para la salvaguarda de la vida y de la salud de las madres y de los recién nacidos, como también la lucha contra enfermedades como el Sida, la tuberculosis y la malaria”, así como “la instrucción básica en el ámbito de la educación”.

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La Santa Sede participará en la cumbre de la OSCE en Kazajstán
 
CIUDAD DEL VATICANO, lunes 29 de noviembre de 2010 (ZENIT.org).- Una delegación de la Santa Sede participará en la cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno de los 56 países que participan en la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE).

Lo refiere la Sala de Prensa de la Santa Sede en un comunicado emitido este lunes, en el que se explica que la cumbre tendrá lugar l 1 y 2 de diciembre en Astana, en Kazajstán.

“La Santa Sede, que es miembro a pleno título de esta Organización, participará con una Delegación guiada por el cardenal Tarcisio Bertone, Secretario de Estado de Su Santidad”, refiere el texto.

El cardenal Bertone será acompañado, entre otros, por monseñor Dominique Mamberti, secretario para las Relaciones con los Estados, monseñor Miguel Maury Buendía, Nuncio Apostólico en Kazajstán, y monseñor Michael W. Banach, Representante Permanente de la Santa Sede ante la OSCE.

Inmediatamente después, el 3 y 4 de diciembre, el Secretario de Estado vaticano efectuará una visita pastoral a Kazajstán, acompañado por monseñor Mamberti, concluye el comunicado vaticano.


 

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Delegación de la Santa Sede celebrará san Andrés con los ortodoxos
Tradicional participación en la fiesta del Patriarcado de Constantinopla
ESTAMBUL, lunes 29 de noviembre de 2010 (ZENIT.org).- Una delegación de la Santa Sede realizará la ya tradicional visita al patriarcado ecuménico de Constantinopla con motivo de la fiesta de san Andrés, que se celebra el 29 de noviembre y el 1 de diciembre.

La iniciativa se enmarca en el habitual “intercambio de delegaciones por las respectivas fiestas de los santos patronos, el 29 de junio en Roma para la celebración de los santos Pedro y Pablo y el 30 de noviembre en Estambul para la celebración de san Andrés”, comunicó este lunes la Oficina de Información de la Santa Sede.

La delegación vaticana está guiada por el presidente del Consejo Pontificio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, el cardenal Kurt Koch.

Lo acompañan el secretario del dicasterio, el obispo Brian Farrell, y el oficial de la Sección Oriental del mismo, Andrea Palmieri.

En Estambul, se unirá a la delegación el nuncio apostólico en Turquía, el arzobispo Antonio Lucibello.

El comunicado de la Santa Sede explica que “la delegación de la Santa Sede participará en la solemne Divina Liturgia presidida por Bartolomé I en la iglesia patriarcal del Fanal”.

También “habrá un encuentro con el patriarca y conversaciones con la Comisión sinodal encargada de las relaciones con la Iglesia católica”, añade el texto.

Según la tradición, Andrés predicó en Grecia, el mar Negro y el Cáucaso, y fue el primer obispo de Bizancio, un cargo que finalmente se convertiría en el patriarcado de Constantinopla. Por ello, es considerado cabeza de la Iglesia ortodoxa griega.

La tradición cuenta que fue crucificado en Acaya en una cruz en forma de "X". Sus restos, enterrados en Constantinopla, fueron robados por los cruzados en el siglo XIII, y devueltos por el papa Pablo VI a la Iglesia ortodoxa en 1964.

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Dios llora en la tierra


Una infancia de persecución le preparó a su ministerio (II)
Entrevista con el arzobispo Tadeusz Kondrusiewicz
MINSK, lunes 29 de noviembre de 2010 (ZENIT.org). – A pesar de los desafíos de vivir y ejercer su ministerio en una sociedad atea, el arzobispo Tadeusz Kondrusiewicz afirma que la fe de los católicos ha permanecido fuerte en medio de la persecución.

En esta entrevista concedida al programa de televisión “Dios llora en la Tierra” de la Catholic Radio and Television Network (CRTN) en colaboración con Ayuda a la Iglesia Necesitada, el arzobispo de Minsk-Mohilev ha hablado sobre la fuerza de la fe del pueblo que le rodea, y lo que pueden ofrecer a la Iglesia universal.

Nacido en Odelsk, cerca de Grodno, en Bielorrusia, la actual Belarus, en 1946, fue ordenado sacerdote en 1981. En 1989 era consagrado obispo. El arzobispo Kondrusiewicz está al frente de la archidiócesis de Minsk-Mohilev desde el 2007.

La parte 1 de esta entrevista apareció ayer domingo 28 de noviembre.

- ¿Cómo vivía su vida como sacerdotes en aquella época (del comunismo)?

Monseñor Kondrusiewicz: Se tenía que ser muy cuidadoso con lo que se decía o incluso se pensaba, pero durante varios años serví como sacerdote en Lituania. Había una situación diferente a la de Bielorrusia y Rusia. Había una mayor libertad.

También teníamos muchos más sacerdotes en ciudades como Vilna en la que yo estaba. Había diez sacerdotes. No estaba mal. Ahora hay menos sacerdotes.

Se permitían los servicios litúrgicos en la iglesia pero proporcionar cuidados pastorales en los hospitales era difícil, no se permitían visitas. Tampoco los médicos solían permitirlo. Así que llamábamos a los pacientes para que salieran al exterior y los confesábamos en nuestro coche. Esto sólo era posible si el paciente podía andar. Para los que no podían, les visitábamos en los hospitales como visitantes. Teníamos todo en el bolsillo. Escuchábamos las confesiones de todos. No era conveniente, pero teníamos que servirles.

- Más tarde cuando estuvo en Rusia como obispo tuvo que bendecir la piedra de una iglesia, aunque la iglesia había desaparecido. ¿Puede hablarnos un poco de ello?

Monseñor Kondrusiewicz: Es una historia muy interesante y conmovedora. Ocurrió en una ciudad llamada Marx. La Iglesia había sido destruida y recibimos el permiso para construir una nueva.

Fui porque iba a bendecir la piedra angular de la nueva iglesia. Me presentaron un simple ladrillo pidiéndome que lo bendijera para usarlo como piedra angular. Acepté la petición aunque sorprendido porque era un viejo ladrillo rojo plano, ordinario. Normalmente todo el mundo busca piedras de Roma o de Fátima para usarlas como piedras angulares.

Me contaron la historia. Cuando destruyeron la iglesia, la gente se llevó los ladrillos a casa. Aquel ladrillo rojo concreto se convirtió en el símbolo de la iglesia destruida y, durante años, la gente rezó, encendió velas y colocó cruces y flores a su lado. La iglesia quería que hubiera una continuación entre la vieja iglesia y la nueva en construcción.

Otro incidente tuvo lugar en Grodno. El gobierno quiso cerrar una iglesia. Sin embargo, cuando los funcionarios entraron en la iglesia, se encontraron a la gente recostada en el suelo de la iglesia haciendo una cruz.

Los funcionarios no pudieron cerrar la iglesia. Durante 28 años no hubo sacerdote en esta iglesia – fui el primer sacerdote nombrado para esta iglesia en 28 años. La gente durante mucho tiempo estuvo pidiendo un sacerdote permanente para esta iglesia pero los funcionarios siempre rechazaban la propuesta. Solían decir: “Es más probable que me crezca hierba en la palma de la mano que ustedes logren el permiso de tener un sacerdote en la parroquia”.

Ahora tenemos una catedral y un obispo. La gente siempre ha tenido una sólida fe en Dios.

Otro incidente tuvo lugar en Bielorrusia. Un sacerdote atendía varias parroquias y era la Cuaresma. El sacerdote no llegó. La gente se preguntó qué hacer. Una mujer les dijo: “Confesaremos nuestros pecados en el nombre de Jesús”.

Tomó una cruz y la llevó hasta donde normalmente se escuchaban las confesiones. Todos hicieron una confesión a la cruz y creyeron que era aceptable porque habían estado esperando durante horas y en esta situación la confesión era válida. Se pueden encontrar muchas historias similares que indican su amor por la iglesia y la fuerza de su fe.

- El comunismo ha caído. ¿Cuál diría ahora que ha sido, con una visión retrospectiva, el mayor daño que el comunismo ha hecho en el corazón de la gente?

Monseñor Kondrusiewicz: Setenta años de comunismo caracterizados por la persecución han dañado el corazón y el alma de la gente.

Por un lado, ahora somos testigos del proceso de secularización, que también ha llegado a nosotros. Los efectos son mucho más dañinos. Estamos buscando una respuesta para salir al paso a este proceso de secularización. ¿Qué vamos a hacer?

En otros tiempos, estaba la prohibición externa impuesta a la Iglesia y a la fe cristiana. Ahora, sin embargo, la gente está rechazando la fe por su propia cuenta. Esto es más peligroso.

- Usted es el arzobispo católico de Minsk-Mohilev. ¿Qué población católica tiene?

Monseñor Kondrusiewicz: Bielorrusia (Belarus) tiene cerca de 10 millones de habitantes y el 15% son católicos, es decir cerca de un millón y medio. Tenemos cuatro diócesis, dos seminarios, 450 parroquias y 440 sacerdotes. Cerca de 270 son nativos o sacerdotes locales. Todavía necesitamos sacerdotes, religiosas y tenemos una gran necesidad de construir iglesias.

La ciudad de Minsk, antes de 1917, no era tan grande como lo es ahora. La ciudad tiene ahora dos millones de habitantes. En 1917 era una pequeña ciudad y todavía había 17 iglesias católicas – ahora sólo tenemos cuatro iglesias católicas y  dos capillas para 300.000 católicos. Antes era muy difícil lograr el permiso para construir nuevas iglesias y asegurarse un terreno. Ahora, sin embargo, la situación ha cambiado.

En este momento tengo seis terrenos para construir nuevas iglesias y otro para construir una curia. El año pasado recibí permiso para cuatro y construir más no sería un problema. El problema es la financiación.

- Había una iglesia, que antes era una sala de cine. ¿Cuántas misas se celebran allí?

Monseñor Kondrusiewicz: Se llamaba Iglesia de San Simón y Santa Helena, pero todo el mundo la llama la Iglesia Roja. Los domingos celebramos 15 misas y en ocasiones hay tres misas al mismo tiempo.

En todo caso necesitamos esas pequeñas iglesias. Ahora he recibido el permiso para construir iglesias – y no grandes iglesias que cuestan millones sino pequeñas que cuestan alrededor de 300.000 a 400.000 euros en cada distrito o región de la ciudad.

- ¿Qué puede ofrecer la Iglesia bielorrusa a la Iglesia universal?

Monseñor Kondrusiewicz: Nuestras experiencia de persecución nos ha permitido preservar la fe para transmitirla a las generaciones más jóvenes.

Nuestra gente intenta hoy apuntarse a los ideales de la secularización, del relativismo moral o de esa filosofía del posmodernismo, que no reconoce una verdad absoluta – todo es relativo.

Cuando el Santo Padre nos pedía que recibiéramos la Eucaristía de rodillas no tuvimos problema en respetar esa norma porque siempre la hemos recibido de rodillas.

- ¿Así es la fuerza de la fe?

Monseñor Kondrusiewicz: Sí, la fuerza de la fe.

Tampoco han rechazado las tradiciones de la Iglesia católica como las viejas tradiciones de oración, el rosario, el viacrucis, las letanías, las procesiones como las eucarísticas.

El año pasado, para la celebración del Corpus Christi, cerca de 10.000 personas marcharon por la calle principal de Minsk. Toda la ceremonia duró tres horas y media desde el principio hasta el final. Esto no ocurre en otros países.

Esta es una reflexión del amor bielorruso por Dios – y muchos recuerdan todavía los viejos tiempos cuando sólo había un sacerdote en Minsk.

* * *

Esta entrevista fue realizada por Mark Riedemann para “Dios llora en la Tierra”, un programa semanal radiotelevisivo producido por la Catholic Radio and Television Network en colaboración con la organización católica Ayuda a la Iglesia Necesitada.

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En la Red:

Para más información: www.WhereGodWeeps.org

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Mundo


Los jesuitas celebran la primera fiesta litúrgica de Bernardo de Hoyos
El apóstol de la devoción al Corazón de Jesús fue beatificado en Valladolid
MADRID, lunes, 29 noviembre 2010 (ZENIT.org).- La fiesta litúrgica de Bernardo de Hoyos, beatificado el pasado 11 de abril en Valladolid, España, se celebró por primera vez, hoy 29 de noviembre. La Compañía de Jesús a la que pertenecía el Padre Hoyos, como era popularmente conocido, convocó varias eucaristías y novenas en su honor.

En la capilla de la iglesia San Francisco de Borja de Madrid, tuvo lugar una solemne Eucaristía presidida por el vicepostulador de la causa, el jesuita Ernesto Postigo SJ.

Las residencias e iglesias de la provincia jesuita tenían previsto celebrar –según una nota enviada por el servicio de prensa de la Compañía de Jesús en España a ZENIT-  otros actos litúrgicos en su honor.

En el Santuario de Valladolid, estaba programada una solemne novena con la celebración final de la Misa del Beato a la que fue invitado el arzobispo de la ciudad.

Con motivo de esta fiesta, se envió a todas las comunidades de la Compañía en España una imagen del beato Hoyos, acompañada de una selección de textos sobre el Corazón de Cristo de varios prepósitos generales y teólogos de la Compañía y, por supuesto, del mismo Padre Hoyos.

Bernardo Francisco de Hoyos nació el 20 de agosto de 1711, en Torrelobatón, Valladolid. A los once años, entra en el colegio jesuita de Villagarcía de Campos. Ingresa en el noviciado que tenía la Compañía de Jesús en la misma localidad a punto de cumplir los quince. Estudia Filosofía en Medina del Campo y Teología en Valladolid, donde es ordenado sacerdote.

Su vida de fe y amor con Cristo alcanza cotas poco comunes, con un perfil de vida mística semejante al de otros grandes santos, viviendo ya, con apenas diecinueve años, lo que los teólogos llaman el desposorio espiritual con Jesús, en el contexto de una vida exterior de lo más común.

En ese marco se sitúan los acontecimientos de mayo de 1733, cuando Bernardo tiene veintiún años: Jesús le introduce en el misterio de su amor redentor por los hombres y le pide que lo difunda (http://212.183.201.46/centrodeespiritualidad/padrehoyos.org/esp/mision.htm).

A ello dedicará sus energías mientras le dure la vida dedicándose a extender por España la devoción y culto al Corazón de Jesucristo, siendo considerado después el primer apóstol de la devoción al Sagrado Corazón.

Muere a los veinticuatro años víctima del tifus, tan sólo nueve meses después de su ordenación sacerdotal (el 29 de noviembre de 1735).

Su proceso de beatificación se introduce en 1895. La curación atribuida a su intercesión se produce en 1936 en la persona de Mercedes Cabezas. En enero de 2009, Benedicto XVI firma el decreto que reconoce esta curación como milagro obrado por intercesión del Padre Hoyos, abriendo la puerta a su beatificación.

Más información en la web elaborada por el arzobispado de Valladolid: www.padrehoyos.org.

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Solidaridad del Papa con la Iglesia de Rio de Janeiro
Ante la violencia desatada en las favelas entre policías y grupos de traficantes
CIUDAD DEL VATICANO, lunes 29 de noviembre de 2010 (ZENIT.org) – Benedicto XVI expresó su solidariedad a la Iglesia y a la población de Rio de Janeiro, ante el cuadro de violencia que ha asolado la ciudad en los últimos días, cuando fuerzas policiales y del ejército se enfrentaron a grupos de traficantes en comunidades pobres.

Según informa la archidiócesis de Rio, la mañana de ayer, el arzobispo, monseñor Orani João Tempesta recibió un fax del nuncio apostólico, monseñor Lourenzo Baldisseri, transmitiendo la solidariedad del Papa.

El Papa afirma que sigue “con profunda armagura los graves enfrentamientos y las violencias de estos días en Rio de Janeiro, particularmente en la comunidad ‘Vila Cruzeiro’".

El Papa asegura “su oración por los muertos, como también por sus familias, y pide a los responsables que pongan fin a los desórdenes, animándoles también a restablecer el respeto de la Ley y del Bien Común”.

El arzobispo de Rio de Janeiro afirmó a Radio Vaticano hoy que la ciudad acogió con agradecimiento las palabras de apoyo del Papa.

Según monseñor Orani, ahora que las fuerzas de seguridad ocuparon dos áreas difíciles que antes estaban dominadas por el narcotráfico – Vila Cruzeiro y Complexo do Alemão – la situación es más tranquila.

El arzobispo afirmó que la Iglesia está próxima a las personas que sufren por la violencia en esas regiones pobres. “Hay sacerdotes y comunidades de la Igreja que trabajan siempre por la evangelización. La Iglesia está muy presente y cercanaal pueblo”, dijo.

En esos días de violencia en Rio, en que la policía y el ejército avanzan sobre los territorios dominados por grupos de traficantes, al menos 40 personas han muerto en los enfrentamientos y 181 vehículos fueron quemados.

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El Papa estará en el 25º Congreso Eucarístico de Ancona en 2011
Se esperan al menos 250.000 fieles de toda Italia
ROMA, lunes 29 de noviembre de 2010 (ZENIT.org).- Benedicto XVI participará en la jornada de clausura del 25º Congreso Eucarístico que se celebrará en la ciudad italiana de Ancona en septiembre de 2011 sobre el tema Señor, ¿a quién iremos? La Eucaristía para la vida cotidiana.

Lo anunció el arzobispo metropolitano de Ancona-Osimo, monseñor Edoardo Menichelli, durante la celebración eucarística del primer domingo de Adviento.

“Hermanos y hermanas -dijo el prelado-, el inicio del nuevo año litúrgico se enriquece, en este primer domingo de Adviento, con el anuncio del Congreso Eucarístico, cuya celebración conclusiva estará presidida por el Santo Padre, Benedicto XVI: evento que implica a toda la Iglesia italiana”.

“El tiempo que nos separa del Congreso Eucarístico -añadió- debe ser un tiempo saludable para los cristianos, es decir: verificar si se cree verdaderamente en Cristo el Señor; cultivar una esperanza eficaz liberándose de los peligrosos lazos del pecado; amar a esta humanidad haciéndole redescubrir la maravilla del bien”.

Y todavía, el Adviento debe ser un tiempo para “interpretar los grandes interrogantes de la existencia, insertándolos en la dimensión del misterio donde la vida, la muerte, la cruz, el cansancio, la alegría y el amor encuentran beatificante explicación; sostener, como nuevos hombres de Cirene, los pasos lentos y frágiles de los pobres, de los débiles, de los últimos”.

Como cristianos, recordó, estamos también llamados a “desatar las ligaduras de un egoísmo hedonista, que admite al banquete a los pocos epulones sin preocuparse de los muchos lázaros; redimir las injusticias y los provocadores escándalos que desfiguran la dignidad del hombre, hijo de Dios”.

En este sentido, dijo monseñor Menichelli, “el congreso quiere acoger el grito y la confusión de la sociedad contemporánea, la inquietud, la soledad de nuestra fatigada generación y ofrecer -dando testimonio de él- a Cristo como camino, verdad y vida”.

“Queremos también -continuó- que el Congreso Eucarístico Nacional sea puerta abierta para todo hombre y mujer de buena voluntad que, aun lejos del misterio de Dios, debe saber que Dios lo ama y lo convoca a su banquete de amor: Dios revelado en Cristo no es el Dios del miedo, sino el de la misericordia”.

El Congreso Eucarístico de Ancona se celebrará del sábado 3 de septiembre al domingo 11 de septiembre de 2011 y reunirá a las delegaciones de 225 diócesis, prelaturas y abadías de Italia.

Además de a la capital, el congreso implicará a las demás diócesis metropolitanas de Ancona (Fabriano, Jesi, Loreto y Senigallia).

El evento atraerá a al menos 250.000 fieles procedentes de toda Italia y representaciones de los países que se bañan en el Adriático.

Para la ocasión estarán presentes también 500 jóvenes, procedentes de las diócesis, que serán acogidos por familias del territorio.

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Documentación


Discurso del Papa a los obispos de Filipinas en visita “ad Limina”
"La Iglesia siempre debe tratar de encontrar su propia voz"
CIUDAD DEL VATICANO, lunes 29 de noviembre de 2010 (ZENIT.org).- Ofrecemos a continuación el discurso que Benedicto XVI dirigió, este lunes por la mañana en la Sala del Consistorio del Palacio Apostólico Vaticano, a los obispos de las Conferencia Episcopal de Filipinas, a quienes está recibiendo estos días en audiencias separadas con motivo de su visita ad Limina.

***

Queridos hermanos obispos,

Tengo el placer de dirigiros a todos una cálida bienvenida con motivo de vuestra visita ad Limina Apostolorum. Doy las gracias al cardenal Gaudencio Rosales, por las amables palabras que me ha dirigido en vuestro nombre, y os aseguro mis oraciones y buenos deseos a vosotros y a todos los fieles confiados a vuestro cuidado pastoral. Vuestra presencia aquí en Roma fortalece los vínculos de comunión entre la comunidad católica en Filipinas y la Sede de Pedro, una comunión que se remonta a más de cuatro siglos desde el primer ofrecimiento del sacrificio eucarístico en sus costas. Así como esta comunión de fe y del sacramento ha alimentado a vuestro pueblo durante muchas generaciones, ruego que pueda seguir actuando como fermento en la cultura actual, para que las generaciones actuales y futuras de los filipinos sigan encontrándose con el gozoso mensaje del Evangelio de nuestro Señor Jesucristo.

Para ser ese fermento, la Iglesia siempre debe tratar de encontrar su propia voz, porque es a través de la proclamación como el Evangelio trae sus frutos que cambian la vida (Mc 16, 15-16). Esta voz se expresa en el compromiso moral y espiritual de las vidas de los creyentes. También se expresa en el testimonio público ofrecido por los Obispos, así como por los profesores de primaria de la Iglesia, y por todos los que tienen una función en la enseñanza de la fe a los demás. Gracias a la presentación clara del Evangelio de la verdad sobre Dios y el hombre, generaciones de celosos clérigos filipinos, religiosos y laicos han promovido un orden social cada vez más justo. A veces, esta tarea de proclamación toca algunas cuestiones relevantes de la esfera política. No es sorprendente, ya que la comunidad política y la Iglesia, aun debidamente diferentes, están sin embargo ambas al servicio del desarrollo integral de todo ser humano y de la sociedad en su conjunto. Por su parte, la Iglesia contribuye sumamente en la construcción de un orden social justo y caritativo cuando, “predicando la verdad evangélica e iluminando todos los sectores de la acción humana con su doctrina y con el testimonio de los cristianos, respeta y promueve también la libertad y la responsabilidad políticas del ciudadano". (Gaudium et Spes, 76).

Al mismo tiempo, el ministerio profético de la Iglesia pide que ésta sea libre “para predicar la fe, enseñar su doctrina social... y dar su juicio moral, incluso sobre materias referentes al orden político, cuando lo exijan los derechos fundamentales de la persona o la salvación de las almas” (ibid.). A la luz de esta tarea profética, encomiendo a la Iglesia en Filipinas a que intente desempeñar su papel en apoyo a la vida humana desde la concepción hasta la muerte natural, y en la defensa de la integridad del matrimonio y de la familia. En estas áreas estáis promoviendo las verdades sobre la persona humana y sobre la sociedad que se derivan no sólo de la revelación divina sino también de la ley natural, un orden que es accesible a la razón humana y que por tanto proporciona una base para el diálogo y para un discernimiento más profundo por parte de todas las personas de buena voluntad. También destaco con aprecio el trabajo de la Iglesia para abolir la pena de muerte en vuestro país.

Una área específica en la que la Iglesia debe encontrar siempre su propia voz viene en el campo de las comunicaciones sociales y los medios de comunicación. La tarea que tiene por delante el conjunto de la comunidad católica es transmitir una visión llena de esperanza de la fe y la virtud para que los filipinos puedan encontrar aliento y guía en su camino a una vida plena en Cristo. Es necesario que se presente al público una voz unificada y positiva en formas tanto de medios de comunicación antiguos como nuevos, para que el mensaje del Evangelio pueda tener un impacto cada vez más poderoso en las personas de la nación. Es importante que el laicado católico competente en comunicaciones sociales ocupe su propio lugar en la propuesta del mensaje cristiano de una manera convincente y atractiva. Si el Evangelio de Cristo es ser levadura en la sociedad filipina, entonces toda la comunidad católica debe estar atenta a la fuerza de la verdad proclamada con amor.

Un tercer aspecto de la misión de la Iglesia de proclamar la palabra de Dios que da vida se encuentra en su compromiso con las preocupaciones sociales y económicas, en particular respecto a los más pobres y débiles de la sociedad. En el Segundo Consejo Plenario de Filipinas, la Iglesia en vuestra nación tomó un especial interés en dedicarse más plenamente al cuidado de los pobres. Es alentador ver que este compromiso ha dado fruto, con instituciones caritativas católicas comprometidas activamente en el país. Muchos de vuestros conciudadanos, sin embargo, permanecen sin empleo, educación adecuada o servicios básicos y así vuestras declaraciones proféticas y vuestra acción caritativa a favor de los pobres continúa siendo muy apreciada. Además de ese esfuerzo, estáis preocupados con razón por que haya un compromiso permanente en la lucha contra la corrupción, ya que el crecimiento de una economía justa y sostenible sólo se logrará cuando haya una aplicación clara y consistente de la regla de la ley en todo el país.

Queridos Hermanos Obispos, como mi predecesor el Papa Juan Pablo II destacó con razón, “vosotros sois Pastores de un pueblo enamorado de María” (14 de enero de 1995). Que su voluntad de llevar la Palabra que es Jesucristo al mundo sea para vosotros una inspiración continua en vuestro ministerio apostólico. A todos vosotros, y a los sacerdotes, religiosos y fieles laicos de vuestras diócesis, imparto de corazón mi Bendición Apostólica como prenda de paz y alegría.

[Traducción del original inglés por Patricia Navas

©Libreria Editrice Vaticana]

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Homilía del Papa en la Vigilia por la Vida Naciente
El sábado en la Basílica de San Pedro
CIUDAD DEL VATICANO, lunes 29 de noviembre de 2010 (ZENIT.org).- Ofrecemos a continuación el texto de la homilía que el Papa Benedicto XVI pronunció el pasado sábado por la tarde, durante la Vigilia por la Vida Naciente, antes de comenzar las Primeras Vísperas del primer domingo de Adviento, con el que se inauguraba este tiempo litúrgico.



 

* * * * *

Queridos hermanos y hermanas,

con esta celebración vespertina, el Señor nos da la gracia y la alegría de abrir un nuevo Año Litúrgico comenzando por su primera etapa: el Adviento, el periodo que hace memoria de la venida de Dios entre nosotros. Todo inicio trae consigo una gracia particular, porque está bendecido por el Señor. En este Adviento se nos concederá, una vez más, hacer experiencia de la cercanía de Aquel que creó el mundo, que orienta la historia y que se ha cuidado de nosotros llegando hasta el culmen de su condescendencia con el hacerse hombre. Precisamente el misterio grande y fascinante del Dios con nosotros, es más, del Dios que se hace uno de nosotros, es cuanto celebraremos en las próximas semanas caminando hacia la santa Navidad. Durante el tiempo de Adviento sentiremos a la Iglesia que nos toma de la mano y, a imagen de María Santísima, expresa su maternidad haciéndonos experimentar la espera gozosa de la venida del Señor, que nos abraza a todos en su amor y nos consuela. Mientras nuestros corazones se dirigen hacia la celebración anual del nacimiento de Cristo, la liturgia de la Iglesia orienta nuestra mirada a la meta definitiva: el encuentro con el Señor que vendrá en el esplendor de la gloria. Por esto nosotros, que en cada Eucaristia, "anunciamos su muerte, proclamamos su resurrección, en espera de su venida”, vigilamos en oración. La liturgia no se cansa de animarnos y de sostenernos, poniendo en nuestros labios, en los días del Adviento, el grito con el que se cierra toda la Sagrada Escritura, en la última página del Apocalipsis de san Juan: “¡Ven, Señor Jesús!" (22, 20).

Queridos hermanos y hermanas, nuestra reunión esta tarde para comenzar el camino del Adviento se enriquece con otro importante motivo: con toda la Iglesia, queremos celebrar solemnemente una vigilia de oración por la vida naciente. Deseo expresar mi agradecimiento a todos aquellos que se han adherido a esta invitación y a cuantos se dedican de modo específico a acoger y custodiar la vida humana en las diversas situaciones de fragilidad, en particular en sus inicios y en sus primeros pasos. Precisamente el inicio del Año Litúrgico nos hace vivir nuevamente la espera de Dios que se hace carne en el seno de la Virgen María, de Dios que se hace pequeño, se convierte en niño; nos habla dela venida de un Dios cercano, que ha querido recorrer la vida del hombre, desde el comienzo, y esto para salvarla totalmente, en plenitud. Y así el misterio de la Encarnación del Señor y el inicio de la vida humana están íntima y armónicamente conectados entre sí en el único designio salvífico de Dios, Señor de la vida de todos y cada uno. La encarnación nos revela con intensa luz y de modo sorprendente que toda vida humana tiene una dignidad altísima, incomparable.

El hombre presenta una originalidad inconfundible respecto a todos los demás seres vivientes que pueblan la tierra. Se presenta como sujeto único y singular, dotado de inteligencia y voluntad libre, además de estar compuesto de realidad material. Vive simultanea e inescindiblemente en la dimensión espiritual y en la dimensión corpórea. Lo sugiere también el texto de la Primera Carta a los Tesalonicenses que ha sido proclamado: “Que el Dios de la paz – escribe san Pablo – os santifique plenamente, para que os conservéis irreprochables en todo vuestro ser –espíritu, alma y cuerpo– hasta la Venida de nuestro Señor Jesucristo" (5,23). Somos por tanto espíritu, alma y cuerpo. Somos parte de este mundo, ligados a las posibilidades y a los límites de la condición material; al mismo tiempo estamos abiertos a un horizonte infinito, capaces de dialogar con Dios y de acogerlo en nosotros. Actuamos en las realidades terrenas y a través de ellas podemos percibir la presencia de Dios y tender a Él, verdad, bondad y belleza absoluta. Saboreamos fragmentos de vida y de felicidad y anhelamos la plenitud total.

Dios nos ama de modo profundo, total, sin distinciones; nos llama a la amistad con Él; nos hace partícipes de una realidad por encima de toda imaginación y de todo pensamiento y palabra: su misma vida divina. Con conmoción y gratitud tomemos conciencia del valor, de la dignidad incomparable de toda persona humana y de la gran responsabilidad que tenemos hacia todos. “Cristo, el nuevo Adán – afirma el Concilio Vaticano II –, en la misma revelación del misterio del Padre y de su amor, manifiesta plenamente el hombre al propio hombre y le descubre la sublimidad de su vocación... con su encarnación se ha unido, en cierto modo, con todo hombre" (Const. Gaudium et spes, 22).

Creer en Jesucristo comporta también tener una mirada nueva sobre el hombre, una mirada de confianza, de esperanza. Por lo demás la misma experiencia y la recta razón atestiguan que el ser humano es un sujeto capaz de entender y de querer, autoconsciente y libre, irrepetible e insustituible, cumbre de todas las realidades terrenas, que exige ser reconocido como valor en sí mismo y que merece ser acogido siempre con respeto y amor. Él tiene derecho a no ser tratado como un objeto que poseer o como una cosa que se pueda manipular a voluntad, de no ser reducido a puro instrumento a ventaja de otros y de sus intereses. La persona es un bien en sí misma y es necesario buscar siempre su desarrollo integral. El amor hacia todos, además, si es sincero, tiende espontáneamente a convertirse en atención preferencial por los más débiles y los más pobres. En esta línea se coloca la solicitud de la Iglesia por la vida naciente, la más frágil, la más amenazada por el egoísmo de los adultos y por el oscurecimiento de las conciencias. La Iglesia continuamente reafirma cuanto declaró el Concilio Vaticano II contra el aborto y toda violación de la vida naciente: “La vida, una vez concebida, debe ser protegida con el máximo cuidado" (ibid., n. 51).

Hay tendencias culturales que intentan anestesiar las conciencias con motivos pretextuosos. Respecto al embrión en el seno materno, la ciencia misma pone en evidencia su autonomía capaz de interacción con la madre, la coordinación de sus procesos biológicos, la continuidad del desarrollo, la creciente complejidad del organismo. No se trata de un cúmulo de material biológico, sino de un nuevo ser vivo, dinámico y maravillosamente ordenado, un nuevo individuo de la especie humana. Así lo fue para Jesús en el seno de María; así lo ha sido para cada uno de nosotros, en el seno de la madre. Con el antiguo autor cristiano Tertuliano podemos afirmar: “Es ya un hombre aquel que lo será" (Apologético, IX, 8); no hay ninguna razón para no considerarlo persona desde la concepción.

Por desgracia, también después del nacimiento, la vida de los niños sigue estando expuesta al abandono, al hambre, a la miseria, a la enfermedad, a los abusos, a la violencia, a la explotación. Las múltiples violaciones de sus derechos que se cometen en el mundo hieren dolorosamente la conciencia de todo hombre de buena voluntad. Ante el triste panorama de las injusticias cometidas contra la vida del hombre, antes y después del nacimiento, hago mío el apasionado llamamiento del Papa Juan Pablo II a la responsabilidad de todos y de cada uno: “¡Respeta, defiende, ama y sirve a la vida, a toda vida humana ¡Sólo siguiendo este camino encontrarás justicia, desarrollo, libertad verdadera, paz y felicidad!” (Enc. Evangelium vitae, 5). Exhorto a los protagonistas de la política, de la economía y de la comunicación social a hacer cuanto esté en sus posibilidades para promover una cultura siempre respetuosa de la vida humana, para procurar condiciones favorables y redes de apoyo a la acogida y al desarrollo de esta.

A la Virgen María, que acogió al Hijo de Dios hecho hombre con su fe, con su seno materno, con el cuidado solícito, con el acompañamiento solidario y vibrante de amor, confiamos la oración y el compromiso a favor de la vida naciente. Lo hacemos en la liturgia – que es el lugar donde vivimos la verdad y donde la verdad vive con nosotros – adorando la divina Eucaristía, en la que contemplamos el Cuerpo de Cristo, ese Cuerpo que tomó carne de María por obra del Espíritu Santo, y que nació de ella en Belén, para nuestra salvación. Ave, verum Corpus, natum de Maria Virgine!

[Traducción del original italiano por Inma Álvarez

©Libreria Editrice Vaticana]

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Discurso del Papa al nuevo embajador de Japón ante la Santa Sede
Al aceptar sus Cartas Credenciales
CIUDAD DEL VATICANO, lunes 29 de noviembre de 2010 (ZENIT.org).- Ofrecemos a continuación el discurso que el Papa Benedicto XVI dirigió el pasado sábado al nuevo embajador de Japón ante la Santa Sede, Hidekazu Yamaguchi, durante la presentación de sus Cartas Credenciales.

* * * * *

Excelencia,

Estoy contento de acogerle y de aceptar las Cartas que le acreditan como Embajador Extraordinario y Plenipotenciario de Japón ante la Santa Sede. Le estoy agradecido por los amables saludos que me ha dirigido de parte de su Majestad el Emperador. A cambio, le ruego que le transmita mis votos cordiales y la seguridad de mi oración por su salud y por la de los miembros de la Familia imperial. Estoy contento también de saludar al Gobierno y a todo el pueblo de Japón. La Santa Sede se alegra de las excelentes relaciones que han existido siempre con su país desde cuando fueron instauradas, hace casi sesenta años. Éstas se han caracterizado constantemente por la cordialidad y por la comprensión recíproca. A través de usted, Excelencia, quisiera asegurar a Su Majestad Imperial, como también al Gobierno, el compromiso de la Santa Sedeen seguir reforzando estas relaciones.

Desde su ingreso en la Organización de las Naciones Unidad, Japón ha sido un actor importante en la escena regional e internacional, y ha contribuido de modo significativo a la expansión de la paz, de la democracia y de los derechos del hombre en Extremo Oriente y también en otros lugares, en particular en los países del mundo en vías de desarrollo. La Santa Sede, por medio de sus misiones diplomáticas presentes en estos Estados, ha observado con satisfacción la financiación proporcionada por su país para el desarrollo y también para otras formas de asistencia. Las repercusiones sobre los beneficiarios son inmediatas, es verdad, pero es también ciertamente una piedra angular esencial para la instauración de una paz sólida y de la prosperidad en el conjunto de las naciones del mundo.

Trabajando así para la edificación de la unidad de la familia humana, a través de la cooperación internacional, contribuiréis a construir una economía mundial en la que cada uno ocupará el lugar que le es debido y podrá beneficiarse, como nunca antes, de los recursos mundiales. Permítame animar a su Gobierno a continuar su política de cooperación al desarrollo, en particular en los ámbitos que afectan a los más pobres y los más débiles.

Este año se cumple el sexagésimo quinto aniversario del trágico bombardeo atómico sobre las poblaciones de Hiroshima y de Nagasaki. El recuerdo de este oscuro episodio de la historia de la humanidad va siendo cada vez más doloroso, a medida que desaparecen cuantos fueron testigos de un horror semejante. Esta tragedia nos recuerda con insistencia cuán necesario es perseverar en los esfuerzos a favor de la no proliferación de las armas nucleares y del desarme. El arma nuclear sigue siendo una fuente de gran preocupación. Su posesión y el riesgo de un eventual uso generan tensiones y desconfianzas en numerosas regiones del mundo. Su nación, señor Embajador, debe ser citada como ejemplo para el apoyo constante a la búsqueda de soluciones políticas que permitan no solo impedir la proliferación de las armas nucleares, sino también de evitar que la guerra sea considerada como un medio para resolver los conflictos entre las naciones y entre los pueblos.

Compartiendo con Japón esta preocupación por crear un mundo sin armas nucleares, la Santa Sede anima a todas las naciones a instaurar pacientemente los vínculos económicos y políticos de la paz, para que se eleven como una plaza fuerte contra toda pretensión de recurso a las armas, y permitan promover el desarrollo humano integral de todos los pueblos (cfr. Audiencia general, 5 de mayo de 2010). Una parte de las sumas dedicadas a las armas podría ser destinada a proyectos de desarrollo económico y social, a la educación y a la sanidad. Esto contribuiría sin duda alguna a la estabilidad interna de los países y a la de entre los pueblos (cfr. Caritas in veritate, n. 29). En estos tiempos de inestabilidad de los mercados y del empleo, la necesidad de encontrar financiaciones seguras para el desarrollo es de hecho una constante preocupación.

Las dificultades ligadas a la recesión económica mundial actual no han dejado a salvo a ningún país. A pesar de ello, el lugar que Japón ocupa en la economía internacional sigue siendo muy importante y, con motivo de la creciente globalización del sistema comercial y de los movimientos de capitales, que es una realidad, las decisiones que tome su Gobierno seguirán teniendo repercusiones mucho más allá de sus fronteras. Que todos los pueblos de buena voluntad puedan ver en la crisis económica mundial actual una “ocasión de discernir y proyectar de un modo nuevo” (Caritas in veritate, n. 21), un modo de proyectar marcado por la caridad en la verdad, por la solidaridad y por un compromiso en favor de una esfera económica orientada de forma ética (cfr. ibidem, n. 36).

Su país, Excelencia, goza desde hace muchos años de la libertad de conciencia y de la libertad de culto, y la Iglesia católica en Japón tiene así la posibilidad de vivir en paz y en fraternidad con todos. Sus miembros son libres no sólo de comprometerse en la cultura y en la sociedad japonesas, sino también de llevar a cabo un papel vivo y activo en el Japón contemporáneo, en particular a través de sus universidades, sus escuelas, sus hospitales y sus instituciones caritativas, que ésta pone de buen grado al servicio de toda la comunidad. Últimamente, estas instituciones han estado contentas de responder también a las necesidades de las poblaciones migrantes llegadas a Japón, cuya situación requiere ciertamente una prudente atención y una ayuda efectiva por parte de toda la sociedad.

Además, subrayo que los miembros d la Iglesia católica en Japón están comprometidos desde hace largo tiempo en un dialogo abierto y respetuoso con las demás religiones, especialmente las que hunden sus propias raíces en su nación. La Iglesia ha promovido siempre el respeto de la persona humana en su integridad y en su dimensión espiritual, como un elemento esencial común a todas las culturas que se expresa en la búsqueda personal de lo sagrado y en la práctica religiosa. “Dios es el garante del verdadero desarrollo del hombre en cuanto, habiéndolo creado a su imagen, funda también su dignidad trascendente y alimenta su anhelo constitutivo de 'ser más'” (ibidem, n. 29). Quisiera asegurar al pueblo japonés la gran consideración en que la Iglesia católica tiene el diálogo interreligioso, comprometiéndose firmemente en el con el fin de animar la confianza recíproca, la comprensión y la amistad, en el interés de toda la familia humana.

Finalmente, señor Embajador, permítame formular mis mejores augurios acompañados por mi oración por el éxito de su misión, y asegurarle que las diversas oficinas de la Curia Romana estarán dispuestas a ayudarla en el ejercicio de sus funciones. Sobre usted, Excelencia, sobre su familia y sobre el noble pueblo de Japón, invoco de corazón abundantes Bendiciones de Dios.

[Traducción del original en francés por Inma Álvarez

©Libreria Editrice Vaticana]


 

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