30.11.10

Las tribulaciones de la diplomacia vaticana

A las 5:18 PM, por Andrés Beltramo
Categorías : Diplomacia y Política
 

La diplomacia vaticana tiene dos pendientes fijos. En los últimos días las circunstancias han querido convertirlos en tribulaciones. Se trata de Rusia y China. Regímenes vinculados (una ayer, la otra hoy) al socialismo de Estado. A esos países la Santa Sede apostó mucho, y estaba logrando resultados hasta que -en este noviembre negro- todo saltó por los aires.

En Rusia parecía que la distensión entre católicos y ortodoxos miraba a dar buenos resultados gracias a dos figuras claves: Benedicto XVI como Papa de Roma y Cirilo I como Patriarca de Moscú. Tras los años de tensión durante el pontificado de Juan Pablo II y la queja de los ortodoxos por el “proselitismo” de los católicos en su territorio, las aguas se habían calmado… hasta ahora.

Hace apenas un par de semanas el gobierno ruso sacó una ley que desató la furia del arzobispo católico moscovita, Paolo Pezzi. ¿Motivo? Con esa normatividad las autoridades pensaron en conceder a la Iglesia ortodoxa todas las propiedades eclesiásticas confiscadas después de la revolución bolchevique de 1917, inclusive el templo católico de Kalilingrad, reclamado desde hace tiempo por la Iglesia romana.

La molestia del prelado quedó plasmada en una carta: “estoy apenado por la posición evasiva de la Iglesia ortodoxa. Es un grave daño para las relaciones entre las iglesias que, pese a las dificultades, mejoraron en los últimos años”. De hecho, en su momento, la designación de Pezzi fue leída como un giño del Vaticano a Moscú en este intento de distensión. Su antecesor había tenido demasiados altercados con la contraparte.

La ley fue decidida y preparada en secreto, no sólo sin alguna discusión pública, sino sin siquiera la consulta con las partes involucradas. Estoy convencido que esta decisión profundamente inconveniente debería ser reconsiderada”. Y entonces cayó una “cortina de hierra” entre Rusia y El Vaticano. Cosa que seguramente aplazará el tan ansiado encuentro privado entre Benedicto XVI y Cirilo I, al cual la diplomacia del Papa ya dedicó considerables energías para lograr concretarlo en 2011 durante la visita del pontífice a Croacia. En estas condiciones ¿será?.

El otro foco rojo corresponde a China. Varios años de contactos, conversaciones y tratativas estuvieron a punto de irse al tacho apenas unos 10 días atrás a causa de Liu Bainian, funcionario de Pekín y líder de la Asociación Patriótica de los Católicos de China (AP). Se trata de la “iglesia” del régimen. Fue constituida hace más de 50 años cuando Mao Zedong y su revolución cultural obligaron a los cristianos fieles a Roma a convertirse en clandestinos.

A partir de ahí la Iglesia en China comenzó una tortuosa peregrinación en dos carriles paralelos: uno oficial y otro subterráneo. La idea del gobierno siempre fue controlar al catolicismo, con graves consecuencias como, por ejemplo, la ordenación de obispos sin autorización del Papa. Un cisma verdadero.

Pero con el cambio del escenario mundial y la búsqueda de consensos internacionales de parte de Pekín se abrió una rendija para solucionar la situación. Roma decidió aceptar, uno a uno, a los obispos ordenados ilícitamente por la AP apostando a una normalización. Cosa que se logró. A cambio el gobierno chino se comprometió a no ordenar nuevos obispos sin el visto bueno vaticano. La fórmula funcionó hasta el pasado 20 de noviembre.

El delgado equilibrio se rompió por culpa de una “manzana de la discordia”: Joseph Guo Jincai quien, ese día, recibió la ordenación episcopal en la localidad de Chendge, provincia de Hebe. Esto pese a la oposición manifiesta de la Sede Apostólica, que en numerosas ocasiones había expresado su contrariedad. La AP de Bainian no sólo impulsó una ceremonia que rompería con el acercamiento Pekín-Roma sino que obligó a obispos reconocidos por El Vaticano a conferir la ordenación sacerdotal, exponiéndolos a ser excomulgados por prestarse a un rito espurio.

La respuesta vaticana fue brutal. En un largo comunicado (se puede leer completo aquí) anticipó que el gesto tendrá “repercusiones dolorosas” y “no contribuye al bien de los católicos de Chengde, sino que los coloca en una situación muy delicada y difícil”.

Las autoridades (chinas) decidieron proceder de manera unilateral, en detrimento del ambiente de respeto que se había creado con gran esfuerzo con la Santa Sede y con la Iglesia católica por medio de las ordenaciones episcopales recientes”, apuntó la nota.

Agregó que “esta pretensión de situarse por encima de los obispos y de guiar la vida de la comunidad eclesial no corresponde a la doctrina católica, sino que ofende al Santo Padre, a la Iglesia en China y a la Iglesia universal, y complica aún más las dificultades pastorales actuales”.

Resultado: un indeseable hielo entre El Vaticano y Pekín, sobre todo porque la respuesta a este comunicado pontificio fue la acusación de parte del gobierno chino a la Iglesia católica de no respetar la libertad religiosa de la Asociación Patriótica. Razones sobran para pensar que no se concretará pronto el ardiente deseo por concretar una primera (e histórica) visita papal al gigante asiático. Otras tribulaciones aquejan hoy a la diplomacia vaticana.