12.12.10

La Palabra del Domingo -12 de diciembre de 2010 - Es cierto que viene Cristo

A las 12:16 AM, por Eleuterio
Categorías : General, Apostolado laico -La Palabra del Domingo
 

La Palabra del Domingo
12 de diciembre de 2010

biblia

 

Mt 11,2-11. ¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?

2 Juan, que en la cárcel había oído hablar de las obras de Cristo, envió a sus discípulos a decirle: 3 «¿Eres tú el que ha de venir, o debemos esperar a otro?»
4 Jesús les respondió: «Id y contad a Juan lo que oís y veis: 5 los ciegos ven y los cojos andan, los leprosos quedan limpios y los sordos oyen, los muertos resucitan y se anuncia a los pobres la Buena Nueva; 6 ¡y dichoso aquel que no halle escándalo en mí!»
7 Cuando éstos se marchaban, se puso Jesús a hablar de Juan a la gente: «¿Qué salisteis a ver en el desierto? ¿Una caña agitada por el viento? 8 ¿Qué salisteis a ver, si no? ¿Un hombre elegantemente vestido? ¡No! Los que visten con elegancia están en los palacios de los reyes. 9 Entonces ¿a qué salisteis? ¿A ver un profeta? Sí, os digo, y más que un profeta.
10 Este es de quien está escrito: = He aquí que yo envío mi mensajero delante de ti, que preparará por delante tu camino. =
11 «En verdad os digo que no ha surgido entre los nacidos de mujer uno mayor que Juan el Bautista; sin embargo, el más pequeño en el Reino de los Cielos es mayor que él.

COMENTARIO

Tercer Domingo de Adviento: es cierto que viene Cristo

Juan, acurrucado en las tinieblas de su prisión, iluminado tan sólo por una escasa luz y esperando en oración, escuchaba el relato que sus enviados le hacían de lo dicho por Jesús; y supo que su misión había sido cumplida.

Pensó, con toda la claridad que le permitía su situación, que su final, cuando así lo fuera, no habría sido en vano, que su vida, en el desierto, no habría devenido inútil ni falta de sentido.

Que su predica, anunciando la venida del que bautizaría con Espíritu Santo, había tenido respuesta, era lo cierto.

Aún retumbaba en sus oídos, y resonaba en su corazón, aquella felicidad que le transmitieron, esa desilusión que Jesús no ansiaba de aquellos que lo encontrasen, esa ansia de conocimiento que de su amor emanaba hacia aquellos que le rodeaban, luz que tanto había buscado su pueblo y que llegaba, ahora, para inundar todos los corazones que quisieran acogerlo: sin trabas, sin cargas, sin ataduras.

Roto de emoción, llevado del ansia de quien espera respuesta porque percibe su llegada, sintió, en toda la profundidad de su alma, la marea de dicha que inundó el corazón del que supo mostrar el camino. Pudo contener, con gran esfuerzo, una lluvia de lágrimas que, con gusto, hubiera dejado manar de sus cansados ojos.

Algo así estaría pasando en aquellos aciagos días para la vida del Bautista.

Es bien cierto que Juan sabía quién era Jesús porque él mismo lo había bautizado. Sin embargo, quiso asegurarse de que, en efecto, era quien él creía que era.

Jesús envía que le diga que las señales que, de la llegada del Mesías se recogían en el Antiguo Testamento, se estaban cumpliendo.

Así, el profeta Isaías (35, 5) dice que “Entonces se despegarán los ojos de los ciegos, y las orejas de los sordos se abrirán” que era lo que estaba pasando en tiempos de Cristo.

Sin embargo, además de poder entender que se refería Jesús a los casos a los que el Mesías había abierto los ojos (porque eran ciegos) o había curado más bien quería referirse a que los ojos y los oídos de los que habían visto en la ley de los hombres la Ley de Dios. Tales ojos y tales oídos iban a abrirse e iba a ser entendida la verdadera voluntad de Dios.

Recoge, también, el evangelista Mateo, algo que es muy del querer de Jesús: “!Dichoso aquel que no halle escándalo en mí¡” pues quien recibe a Jesús como el Hijo de Dios recibe a su reino.

Atentos, pues, tenemos que permanecer al anuncio de la Buena Noticia, al Evangelio que supone la llegada de Jesucristo al mundo: creer en ella y aceptarla como lo que es.

Pero Jesucristo sale, también, en defensa de Juan el Bautista porque muchos no habían comprendido la función que había realizado en su predicación en el desierto. Era el último profeta de la Antigua Alianza y, por eso mismo, había dado con sus huesos en la cárcel. Era más que un profeta y, por eso, Jesús dice que hasta entonces, salvo él mismo (aunque eso no lo diga bien sabemos que fue así) no había nacido nadie más grande entre los hombres.

Una esperanza, sin embargo, dejaba dicha Jesucristo: en el reino de los Cielos cualquiera de los que allí está es más importante que Juan el Bautista que, aquí, en la tierra, era el más importante de los nacidos.

Y esto confirma lo dicho, en el adviento, hasta ahora: Jesús viene para traernos una eternidad ganada por su persona y con su hacer.

PRECES

Por todos aquellos que no tienen, en Jesús, a quien tenía que venir de parte del Padre.

Roguemos al Señor.

Por todos aquellos que no tienen en fe en la vida eterna.

Roguemos al Señor.

ORACIÓN

Padre Dios; ayúdanos a permanecer fieles a lo dicho por Jesucristo en cuanto al camino preparado por Juan el Bautista.

Gracias, Señor, por poder transmitir esto.

Eleuterio Fernández Guzmán