ZENIT

El mundo visto desde Roma

Servicio diario - 16 de diciembre de 2010

Especial

Tribunal europeo: No existe el derecho al aborto

Santa Sede

La libertad religiosa es de todos, no sólo para los creyentes, dice el Papa

Benedicto XVI muestra su apoyo a los cristianos perseguidos en el mundo

Libertad religiosa: Tema central para Benedicto XVI, afirma cardenal Turkson

La fraternidad, necesaria para una vida plenamente humana, afirma el Papa

El Papa pide a los luteranos reflexionar sobre lo conseguido en ecumenismo

Mundo

Iraq: Una Navidad celebrada tras altos muros

El libro del Papa “Luz del mundo” ya es un “bestseller” en España

El Papa invita a los jóvenes a una alegría ligada a la confianza en Dios

Entrevistas

La auténtica sorpresa de los documentos de WikiLeaks sobre el Vaticano

Documentación

Mensaje del Papa para la Jornada Mundial de la Paz 2011

Discurso a los embajadores de Nepal, Zambia, Andorra, Seychelles y Mali

Discurso del Papa al presidente de la Federación Luterana Mundial

Mensaje del Papa a las Academias Pontificias

Mensaje del Papa al encuentro de jóvenes de Rotterdam


Especial


Tribunal europeo: No existe el derecho al aborto
Defiende la prohibición de abortar de la Constitución irlandesa
ESTRASBURGO, jueves 16 de diciembre de 2010 (ZENIT.org).- El Tribunal Europeo de Derechos Humanos resolvió que no hay un “derecho humano al aborto”, en un caso relativo a un desafío a la constitución irlandesa.

La Gran Sala del tribunal europeo emitió este jueves un fallo sobre el caso A, B y C versus Irlanda, destacando que la prohibición constitucional irlandesa de abortar no viola la Convención Europea de Derechos Humanos.

El desafío a la norma irlandesa fue llevado al tribunal el pasado mes de diciembre por tres mujeres que afirmaban haber sido “obligadas” a ir al extranjero a abortar, alegando que ponían en peligro su salud.

El tribunal decidió que las leyes del país no violan la Convención Europea de Derechos Humanos, que destaca el “derecho al respeto a la vida privada y familiar”.

El Centro Europeo de Derecho y Justicia, parte tercera en este caso, elogió el mayor reconocimiento del tribunal del “derecho a la vida del no nacido”.

El director del centro, Grégor Puppinck, explicó a ZENIT la preocupación de que el tribunal “reconociera un derecho al aborto” como un “nuevo derecho derivado de la interpretación cada vez más amplia del artículo 8”.

Sin embargo, añadió, “el tribunal no reconoció este derecho”, sino que “reconoció el derecho a la vida del no nacido como un derecho legítimo”.

Puppinck aclaró que “el tribunal no reconoce el derecho a la vida del no nacido como un derecho absoluto, sino como un derecho que debe ser valorado con otros intereses en conflicto, como la salud de la madre u otros intereses sociales”.

Equilibrio de intereses

Sin embargo, añadió, “los Estados tienen un amplio margen de apreciación al ponderar esos intereses en conflicto, incluso aunque haya un vasto consenso pro-aborto en la legislación europea”.

“Esto es importante: el amplio consenso pro-aborto en la legislación europea no crea ninguna nueva obligación, como en otros temas social y moralmente debatidos”, dijo.

Y añadió: “Así, un Estado es libre de proporcionar un grado muy elevado de protección del derecho a la vida del niño no nacido”.

“El derecho a la vida del niño no nacido puede superar legítimamente otros derechos en conflicto garantizados”.

Según Puppinck, “como tal, no existe un derecho autónomo a someterse a un aborto basado en la Convención”.

El director del Centro Europeo de Derecho y Justicia afirmó: “No recuerdo ningún caso anterior que reconozca claramente un derecho autónomo a la vida del niño no nacido”.

Un comunicado del Centro Europeo de Derecho y Justicia destaca que “el objetivo natural y el deber del Estado es proteger la vida de su gente; las personas, por tanto, mantienen el derecho a tener sus vidas protegidas por el Estado”.

“La reciprocidad entre los derechos de las personas y el deber del Estado en el campo de la vida y la seguridad se considera tradicionalmente como el fundamento de la sociedad pública; además, es el fundamento de la autoridad y la legitimidad estatal”, indica.

Y añade que “la autoridad para prescribir la protección del derecho a la vida corresponde originariamente al Estado y se ejerce en el marco de su soberanía”.

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Santa Sede


La libertad religiosa es de todos, no sólo para los creyentes, dice el Papa
Benedicto XVI enumera los ingredientes de la “laicidad positiva”
CIUDAD DEL VATICANO, jueves 16 de diciembre de 2010 (ZENIT.org).- El Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz, que ha sido hecho público hoy en rueda de prensa por el cardenal Peter Kowdo Appiah Turkson, contiene los “ingredientes” para una comprensión de la “laicidad positiva”, tan importante para Benedicto XVI.

De hecho, la cuestión de la “laicidad positiva”, o bien, de cuál es la correcta separación e interacción entre los poderes públicos y la religión, ha sido un tema central en los viajes a Estados Unidos, Francia, Inglaterra, etc. También se su discurso a la ONU, el 18 de abril de 2008.

Esta “laicidad positiva” consiste en la recta comprensión del derecho a la libertad religiosa, afirma el Papa, y en el subsiguiente papel del Estado en promover y respetar esa libertad fundamental.

El Papa se basa en su mensaje en dos documentos conciliares, la Declaración sobre la libertad religiosa Dignitatis humanae, y la Declaración sobre las relaciones de la Iglesia con las religiones no cristianas Nostra aetate.

La libertad religiosa, afirma el Papa, esta contenida dentro del mismo derecho a la vida, y es por tanto un derecho fundamental: “toda persona es titular del derecho sagrado a una vida íntegra, también desde el punto de vista espiritual”.

La dignidad trascendente de la persona capaz “de trascender la propia materialidad y buscar la verdad, ha de ser reconocida como un bien universal, indispensable para la construcción de una sociedad orientada a la realización y plenitud del hombre”, afirma el Papa.

Es más, la libertad religiosa “está en el origen de la libertad moral”, y debe entenderse “no sólo como ausencia de coacción, sino antes aún como capacidad de ordenar las propias opciones según la verdad”.

Por esto, entre libertad y respeto “hay un vínculo inseparable”, e igualmente “una libertad enemiga o indiferente con respecto a Dios termina por negarse a sí misma y no garantiza el pleno respeto del otro”.

“La ilusión de encontrar en el relativismo moral la clave para una pacífica convivencia, es en realidad el origen de la división y negación de la dignidad de los seres humanos”, subraya el Papa. “Es inconcebible que los creyentes tengan que suprimir una parte de sí mismos –su fe- para ser ciudadanos activos. Nunca debería ser necesario renegar de Dios para poder gozar de los propios derechos”.

Religión y sociedad

El Papa insiste en que cuando se niega la libertad religiosa, “cuando se intenta impedir la profesión de la propia religión o fe y vivir conforme a ellas, se ofende la dignidad humana, a la vez que se amenaza la justicia y la paz, que se fundan en el recto orden social”.

Esta libertad religiosa, que es “una conquista de progreso político y jurídico”, consiste en el libre ejercicio del derecho a profesar y manifestar, individualmente o comunitariamente, la propia religión o fe, tanto en público como en privado, por la enseñanza, la práctica, las publicaciones, el culto o la observancia de los ritos.

Además, subraya el Papa, “no debería haber obstáculos si quisiera adherirse eventualmente a otra religión, o no profesar ninguna”.

“La libertad religiosa no es patrimonio exclusivo de los creyentes, sino de toda la familia de los pueblos de la tierra. Es un elemento imprescindible de un Estado de derecho; no se puede negar sin dañar al mismo tiempo los demás derechos y libertades fundamentales, pues es su síntesis y su cumbre”.

Esta libertad “no se agota en la simple dimensión individual, sino que se realiza en la propia comunidad y en la sociedad, en coherencia con el ser relacional de la persona y la naturaleza pública de la religión”.

“La dimensión pública de la religión ha de ser siempre reconocida, respetando la laicidad positiva de las instituciones estatales. Para dicho fin, es fundamental un sano diálogo entre las instituciones civiles y las religiosas para el desarrollo integral de la persona humana y la armonía de la sociedad”.

El Papa advierte también contra “la instrumentalización de la libertad religiosa para enmascarar intereses ocultos, como por ejemplo la subversión del orden constituido, la acumulación de recursos o la retención del poder por parte de un grupo”.

“El fanatismo, el fundamentalismo, las prácticas contrarias a la dignidad humana, nunca se pueden justificar y mucho menos si se realizan en nombre de la religión. La profesión de una religión no se puede instrumentalizar ni imponer por la fuerza”, añade.

Ni fundamentalismo ni laicismo

En el punto 8 del mensaje, el Papa explicita en qué consiste, desde esta “laicidad positiva”, el papel del Estado respecto a la libertad religiosa: garantizar “el legítimo pluralismo y el principio de laicidad”, frente al fundamentalismo religioso y el laicismo.

Ambas posturas, afirma el Papa, “absolutizan una visión reductiva y parcial de la persona humana, favoreciendo, en el primer caso, formas de integrismo religioso y, en el segundo, de racionalismo”.

“La sociedad que quiere imponer o, al contrario, negar la religión con la violencia, es injusta con la persona y con Dios, pero también consigo misma”.

“Dios llama a sí a la humanidad con un designio de amor que, implicando a toda la persona en su dimensión natural y espiritual, reclama una correspondencia en términos de libertad y responsabilidad, con todo el corazón y el propio ser, individual y comunitario”.

Por eso, “las leyes y las instituciones de una sociedad no se pueden configurar ignorando la dimensión religiosa de los ciudadanos, o de manera que prescinda totalmente de ella”.

La dimensión religiosa de la persona, “al no ser una creación del Estado, no puede ser manipulada, sino que más bien debe ser reconocida y respetada”.

“El ordenamiento jurídico en todos los niveles, nacional e internacional, cuando consiente o tolera el fanatismo religioso o antirreligioso, no cumple con su misión, que consiste en la tutela y promoción de la justicia y el derecho de cada uno”, subraya el Papa.

No reconocer esta dimensión, en resumen, “expone a la sociedad al riesgo de totalitarismos políticos e ideológicos, que enfatizan el poder público, mientras se menoscaba y coarta la libertad de conciencia, de pensamiento y de religión, como si fueran rivales”.

Diálogo interreligioso

Precisamente por reconocer este papel público de la religión, los creyentes “están llamados a vivir con responsabilidad su propio compromiso en un contexto de libertad religiosa”.

“En las diversas culturas religiosas, a la vez que se debe rechazar todo aquello que va contra la dignidad del hombre y la mujer, se ha de tener en cuenta lo que resulta positivo para la convivencia civil”.

Por su parte, el Papa recuerda la doctrina conciliar de que la Iglesia “no rechaza nada de lo que en las diversas religiones es verdadero y santo”.

“Con eso no se quiere señalar el camino del relativismo o del sincretismo religioso”, pues la Iglesia “tiene la obligación de anunciar sin cesar a Cristo”, en quien “los hombres encuentran la plenitud de la vida religiosa”.

“Esto no excluye el diálogo y la búsqueda común de la verdad en los diferentes ámbitos vitales, pues, como afirma a menudo santo Tomás, “toda verdad, independientemente de quien la diga, viene del Espíritu Santo”.

[Por Inma Álvarez]

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Benedicto XVI muestra su apoyo a los cristianos perseguidos en el mundo
Pide que en Occidente “cesen la hostilidad y los prejuicios contra los cristianos”
CIUDAD DEL VATICANO, jueves 16 de diciembre de 2010 (ZENIT.org).- El Papa Benedicto XVI dedica dos puntos enteros de su Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz a hablar sobre la situación de los cristianos perseguidos en el mundo, especialmente en Asia y África.

En este Mensaje, que será proclamado solemnemente el próximo 1 de enero de 2011, el Papa sienta las bases para una sistematización de sus enseñanzas sobre la “laicidad positiva”, un concepto muy importante en este pontificado, y que ha sido clave en sus viajes a Estados Unidos, Francia e Inglaterra, entre otras intervenciones.

Pero también es un documento de denuncia, especialmente sobre la situación de los cristianos en zonas de Asia y África, así como de la “hostilidad encubierta” en las sociedades occidentales.

Así, el Mensaje comienza, en su primer punto, con un recuerdo especial hacia los cristianos de Iraq, “los recientes sufrimientos de la comunidad cristiana”.

De modo especial, el Papa condena “el vil ataque contra la catedral sirio-católica Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, de Bagdad, en la que el 31 de octubre pasado fueron asesinados dos sacerdotes y más de cincuenta fieles, mientras estaban reunidos para la celebración de la Santa Misa”.

“En los días siguientes se han sucedido otros ataques, también a casas privadas, provocando miedo en la comunidad cristiana y el deseo en muchos de sus miembros de emigrar para encontrar mejores condiciones de vida”, denuncia.

También manifiesta su cercanía y la de la Iglesia a los cristianos iraquíes, y agradece las acciones de los Gobiernos “que se esfuerzan por aliviar los sufrimientos de estos hermanos”, mientras pide a todos los católicos “rezar por sus hermanos en la fe, que sufren violencias e intolerancias, y a ser solidarios con ellos”.

Situación “inaceptable”

El Papa constata “con dolor” que “en algunas regiones del mundo la profesión y expresión de la propia religión comporta un riesgo para la vida y la libertad personal”.

“Particularmente en Asia y África, las víctimas son principalmente miembros de las minorías religiosas, a los que se les impide profesar libremente o cambiar la propia religión a través de la intimidación y la violación de los derechos, de las libertades fundamentales y de los bienes esenciales, llegando incluso a la privación de la libertad personal o de la misma vida”.

En otras regiones, sin embargo, “se dan formas más silenciosas y sofisticadas de prejuicio y de oposición hacia los creyentes y los símbolos religiosos”.

“Son formas que fomentan a menudo el odio y el prejuicio, y no coinciden con una visión serena y equilibrada del pluralismo y la laicidad de las instituciones, además del riesgo para las nuevas generaciones de perder el contacto con el precioso patrimonio espiritual de sus países”.

Los cristianos, añade, “son actualmente el grupo religioso que sufre el mayor número de persecuciones a causa de su fe. Muchos sufren cada día ofensas y viven frecuentemente con miedo por su búsqueda de la verdad, su fe en Jesucristo y por su sincero llamamiento a que se reconozca la libertad religiosa”.

“Todo esto no se puede aceptar, porque constituye una ofensa a Dios y a la dignidad humana; además es una amenaza a la seguridad y a la paz, e impide la realización de un auténtico desarrollo humano integral”, denuncia.

“Negar o limitar de manera arbitraria” la libertad religiosa, así como “oscurecer el papel público de la religión”, supone “generar una sociedad injusta, que no se ajusta a la verdadera naturaleza de la persona humana”.

Llamada al perdón

El Papa concluye su mensaje dirigiéndose a las comunidades cristianas que sufren “persecuciones, discriminaciones, actos de violencia e intolerancia, en particular en Asia, en África, en Oriente Medio y especialmente en Tierra Santa”.

Mientras pide “a todos los responsables que actúen prontamente para poner fin a todo atropello contra los cristianos que viven en esas regiones, insta también a los fieles a que “no se desanimen ante las adversidades actuales, porque el testimonio del Evangelio es y será siempre un signo de contradicción”.

Por ello les recuerda el “compromiso de indulgencia y de perdón que hemos adquirido, y que invocamos en el Padrenuestro”.

“La violencia no se vence con la violencia. Que nuestro grito de dolor vaya siempre acompañado por la fe, la esperanza y el testimonio del amor de Dios”, les invita.

Por último expresa su deseo de que “en Occidente, especialmente en Europa, cesen la hostilidad y los prejuicios contra los cristianos, por el simple hecho de que intentan orientar su vida en coherencia con los valores y principios contenidos en el Evangelio”.

“Que Europa sepa más bien reconciliarse con sus propias raíces cristianas, que son fundamentales para comprender el papel que ha tenido, que tiene y que quiere tener en la historia; de esta manera, sabrá experimentar la justicia, la concordia y la paz, cultivando un sincero diálogo con todos los pueblos”, concluye.

[Por Inma Alvarez]

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Libertad religiosa: Tema central para Benedicto XVI, afirma cardenal Turkson
Durante la presentación del mensaje de la Jornada Mundial de la Paz
CIUDAD DEL VATICANO, jueves 16 de diciembre de 2010 (ZENIT.org).- Benedicto XVI ha escogido el tema de la libertad religiosa como el centro del mensaje de la Jornada Mundial de la Paz “no sólo porque este tema está en el centro de la Doctrina social de la Iglesia” sino también “porque la vida de la libertad religiosa es una vocación fundamental del hombre, un derecho humano inalienable universal y una clave para la paz”, dijo hoy el presidente del Consejo Pontificio para la Justicia y la Paz, cardenal Peter Kodwo Appiah Turkson.

El purpurado se refirió al tema durante la presentación de este documento pontificio que se realizó hoy en la sala de prensa de la Santa Sede.

Una libertad que se ve amenazada “por el fundamentalismo religioso, la politización de la religión y la imposición de religiones de Estado”, dijo el purpurado.

Pero también, “por nacimiento de un relativismo cultural y religioso que se está haciendo siempre más presente y duro en nuestros días”.

La libertad religiosa, es compatible con la defensa de las propias ideas pero contraria “al relativismo, el sincretismo y el fundamentalismo: todas ellas visiones distorsionadas de la libertad religiosa”, la cual, “no se limita al libre ejercicio del culto”, dijo. “Tiene una dimensión pública, que permite a los creyentes dar su contribución en la construcción del orden social”, aseguró.

El cardenal destacó la insistencia del Papa tanto en el mensaje como en la línea de su pontificado sobre el tema del diálogo interreligioso que, “debería ser reconocido como el canal mediante el cual los diversos sujetos puedan articular el propio punto de vista y construir el consenso en torno a la verdad que tiene que ver con los valores objetivos y particulares”.

“Es típico de la naturaleza de las religiones, libremente practicadas, el hecho que puedan autónomamente conducir a un diálogo de pensamiento y de vida, con la perspectiva de poner su experiencia al servicio del bien común”, aseguró el purpurado.

Por su parte, monseñor Mario Toso S.D.B, secretario del Pontificio Consejo para la Justicia y la Paz dijo que el mensaje del Papa “quiere ser un signo inequívoco del compromiso de la Iglesia a defensa no sólo de un derecho fundamental”, sino  especialmente “del hombre en cuanto tal, de su dignidad y libertad entendida integralmente”, más concretamente “, “de todas las libertades con los respectivos deberes y derechos, de la misma democracia, de la laicidad positiva, en una palabra, de la civilización”.

Dijo además que el Papa “invita, en particular, a profundizar la verdad del derecho a la libertad religiosa, es decir de sus implicaciones antropológicas, éticas, jurídicas, políticas, civiles y religiosas”.

“Para Benedicto XVI una libertad enemiga o indiferente a Dios se niega a sí misma y no garantiza la convivencia pacífica”, aseguró “porque una voluntad que se opone a Dios o se cree radicalmente incapaz de buscar la Suma Verdad y el Sumo Bien no tiene razones objetivas ni motivos para actuar sino los que están impuestos por deseos momentáneos y contingentes”.

Y señaló que sin Dios el hombre “no tiene una identidad para custodiar y construir continuamente a través de decisiones verdaderamente libres y conscientes”.

“No puede entonces, reclamar el respeto de otras voluntades, también reducidas del propio ser profundo, que pueden hacer valer otras razones o incluso ninguna razón”.

Amigo del hombre

Monseñor Toso se refirió al tema de Dios, cómo la verdadera libertad puede darse sólo a la luz de Dios: “amado sobre todas las cosas, conciente del perfeccionamiento del ser moral y de los individuos y de los pueblos, el respeto, más que la mera tolerancia de la ve del otro, la disponibilidad de un auténtico Estado de derecho sobre el plano nacional e internacional”, aseguró el secretario.

Un documento que destaca cómo los enemigos de la libertad son el fanatismo, el fundamentalismo y el laicismo. Los dos primeros “terminan por atribuir el derecho a la libertad religiosa sólo a algunos sujetos y grupos autoreferenciales y en al mismo tiempo, quisieran imponer a otros las propias concesiones también con el uso de la fuerza”.

Por su parte, el laicismo, presente en especialmente en los países occidentales, “alcanza el rechazo del pluralismo religioso y de una laicidad positiva”, por el camino “de la negación no sólo del cristianismo sino de cualquier otra religión o tradición en el intento de promover una radical emancipación del hombre de Dios”.

Monseñor Toso concluyó diciendo que la Iglesia defiende la libertad religiosa “porque ésta hace memoria y experiencia cotidiana de la mirada de amor que Dios tiene permanentemente a cada persona y a la humanidad”.

Por Carmen Elena Villa


 

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La fraternidad, necesaria para una vida plenamente humana, afirma el Papa
Al recibir a cinco nuevos embajadores ante la Santa Sede
CIUDAD DEL VATICANO, jueves 16 de diciembre de 2010 (ZENIT.org).- El Papa destacó la importancia de la fraternidad humana tanto en las relaciones personales como a escala planetaria, en un discurso común que dirigió a los nuevos embajadores de Nepal, Zambia, Andorra, las Seychelles y Mali ante la Santa Sede, al recibirles en el Vaticano con motivo de la presentación de sus cartas credenciales.

Benedicto XVI constató que “el bello ideal de fraternidad, que se encuentra en la divisa nacional de numerosos países, ha encontrado en el desarrollo del pensamiento filosófico y político una resonancia menor en comparación con otros ideales como la libertad, la igualdad, el progreso o la unidad”.

“Se trata de un principio que ha permanecido en gran parte como letra muerta en las sociedades políticas modernas y contemporáneas, sobre todo a causa de la influencia ejercida por las ideologías individualistas o colectivistas”, lamentó.

En este sentido, reconoció que la persona necesita respeto, justicia y el reconocimiento concreto de los derechos, pero añadió que “esto no es suficiente para llevar una vida plenamente humana”.

“La persona tiene también necesidad de fraternidad” y “no sólo en las relaciones de proximidad, sino también a escala planetaria”, dijo.

A la vez, reconoció que así como “la razón humana es capaz de reconocer la igualdad de todos los hombres y la necesidad de limitar las excesivas disparidades entre ellos”, la fraternidad es, en cambio, “un don sobrenatural”.

La Iglesia, artífice de fraternidad

También indicó que la fraternidad tiene un significado particular para los cristianos debido al diseño de amor fraterno de Dios.

Y explicó que “la Iglesia ve la realización de la fraternidad humana en la tierra como una vocación contenida en el designio creador de Dios, que quiere que ella sea cada vez más fielmente, la artífice de esa fraternidad”.

En este sentido, destacó la voluntad de la Iglesia de “aportar su contribución, sincera y fuerte, a la formación de una comunidad más fraterna entre todos los seres humanos”.

“Ella se prohíbe actuar como un lobby, preocupada sólo por sus intereses, y sin embargo trabaja, bajo la mirada de Aquel que es el Creador de todos los hombres, queriendo honrar la dignidad de cada uno”, indicó.

“Ella se esfuerza, así, por poner el amor y la paz en la base de los múltiples vínculos humanos que relacionan a las personas entre sí”, añadió, también en los económicos.

El Papa resaltó que “en la vida cotidiana, la fraternidad encuentra una expresión concreta en la gratuidad y el respeto”.

Don y fraternidad

Y añadió que “toda forma de don es, en definitiva, un signo de la presencia de Dios, porque conduce al descubrimiento fundamental” de que todo es don.

Entender esto, según el Papa, “no hace las conquistas del hombre menos bellas, sino que lo libera de la primera de todas las servidumbres, la de querer crearse a sí mismo”.

“En el reconocimiento de lo que le es donado, el hombre puede abrirse a la acción de la gracia y entender que está llamado a desarrollarse, no contra o a costa de los demás, sino con ellos y en comunión con ellos”.

Finalmente, el Papa se refirió a la fraternidad como a un fin en sí misma, a pesar de que “vivida entre los hombres puede encontrar un eco positivo en términos de “eficacia social”.

Benedicto XVI recibió esta mañana las cartas credenciales de cinco nuevos embajadores ante la Santa Sede: Suresh Prasad Pradhan, de Nepal; Royson Mabuku Mukwena, de Zambia; Miguel Ángel Canturri Montanya, de Andorra; Vivianne Fock Tave, de las Seychelles y Boubacar Sidiki Toure, de Mali.

Tras pronunciar el discurso común para los cinco nuevos diplomáticos, el Papa entregó a cada uno un discurso específico para cada una de las naciones que representaban.
 

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El Papa pide a los luteranos reflexionar sobre lo conseguido en ecumenismo
Ante la próxima celebración del quinto centenario de la Reforma
CIUDAD DEL VATICANO, jueves 16 de diciembre de 2010 (ZENIT.org).- El Papa Benedicto XVI expresó hoy su esperanza de que los años que quedan para el quinto centenario del inicio de la Reforma ayuden a católicos y luteranos a reflexionar sobre lo conseguido juntos en el proceso ecuménico, y a seguir dando pasos adelante.

Así lo afirmó al recibir en el Vaticano a una delegación de la Federación Luterana Mundial, encabezada por su nuevo presidente, el obispo Munib A. Younan, de visita oficial estos días en Roma.

El Papa, en su discurso, insistió en la importancia de estos años de preparación que quedan hasta 2017, cuando se cumplirá el quinto centenario de la publicación, por parte de Lutero, de las 95 Tesis de Wittenberg, acto que supuso el inicio de la ruptura con Roma.

Con esta ocasión, recordó que la Comisión Internacional mixta católico-luterana está preparando un nuevo documento conjunto, similar a la Declaración Conjunta sobre la Doctrina de la Justificación, en el que se recogerá “lo que los luteranos y los católicos son capaces de decir juntos en este momento respecto a nuestras cada vez más estrechas relaciones después de casi cinco siglos de separación”.

Además, apuntó al tema que la Comisión está debatiendo en estos años, sobre “el bautismo y la creciente comunión eclesial”, apuntando a la cuestión de la eclesiología como la “clave” del diálogo ecuménico.

Esta cuestión, la de la comprensión de la Iglesia como nudo principal del diálogo ecuménico, había sido apuntada ya por el presidente del Consejo Pontificio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, monseñor Kurt Koch, en su intervención en la plenaria de este dicasterio, el pasado 19 de noviembre (ver www.zenit.org/article-37339?l=spanish).

El Pontífice afirmó que “los católicos y los luteranos estamos llamados a reflexionar nuevamente sobre adónde nos ha llevado nuestro camino hacia la unidad, y a implorar la guía y la ayuda del Señor para el futuro”.

Quiso también recordar la anterior visita, el 10 de noviembre de 2005, de una delegación de la Federación, encabezada por el entonces presidente, Mark Hanson, precedesor del obispo Younan.

En aquella ocasión, recordó el Papa, “tuve la alegría de recibir a vuestros predecesores y de expresarles mi esperanza de que los contactos estrechos y el diálogo intensivo que habían caracterizado las relaciones ecuménicas entre católicos y luteranos continuasen produciendo ricos frutos”.

“Hoy podemos con gratitud hacer recuento de los muchos frutos significativos producidos en estas décadas de discusiones bilaterales”, afirmó.

Por último, el Papa insistió en la importancia del “ecumenismo de vida”, que consiste en, “despacio y tranquilamente, quitar barreras y fomentar lazos visibles de unidad a través del diálogo teológico y la cooperación práctica, especialmente a nivel de comunidades locales”.

“Es mi esperanza de que estas actividades ecuménicas proporcionen nuevas oportunidades para que los católicos y los luteranos sean cada vez más cercanos en sus vidas, su testimonio del Evangelio, y sus esfuerzos para llevar la luz de Cristo a todas las dimensiones de la sociedad”, concluyó.



 



 

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Mundo


Iraq: Una Navidad celebrada tras altos muros
El arzobispo de Mosul propone una conferencia internacional por las minorías en Oriente Medio
BAGDAD, jueves 16 de diciembre de 2010 (ZENIT.org).- Levantar unos muros de tres metros de alto en torno a las iglesias de Bagdad y de Mosul para proteger a los cristianos de posibles ataques de extremistas es la propuesta del Gobierno iraquí para afrontar las crecientes amenazas a la comunidad cristiana.

Los muros estarían perforados por puntos de acceso controlados por la policía para permitir a los fieles entrar en las iglesias.

De esta manera, el Gobierno muestran su determinación a usar todos los medios a su alcance para evitar que se repita una masacre como la de la catedral siro-católica de Bagdad, que causó 58 muertos y más de 70 heridos el pasado 31 de octubre.

Normalmente, las celebraciones de la Navidad tienen lugar en las iglesias y los parques, pero este año, los responsables eclesiásticos han aconsejado a sus fieles que limiten las festividades para reducir al máximo los riesgos de inseguridad.

El obispo de Erbil, en el norte de Iraq, monseñor Bashar Warda, reconoció los esfuerzos del Gobierno para garantizar su seguridad.

Explicó que entre los fieles reina un clima de incertidumbre y de gran tristeza, aunque están determinados a celebrar la Navidad con todos los medios que estén a su disposición.

En una entrevista a la asociación católica internacional Ayuda a la Iglesia Necesitada, el obispo destacó que “una especie de desesperación” habita en los fieles, todavía en estado de shock tras la masacre en la iglesia de Bagdad.

Conferencia internacional

Por otra parte, Estrasburgo recibió esta semana la visita de una delegación de obispos iraquíes al Europarlamento y al Consejo de Europa.

El arzobispo de Mosul, monseñor Basile Georges Casmoussa; el vicario patriarcal caldeo de Bagdad de los sirios, monseñor Matti Shaba Matoka, y el vicario patriarcal caldeo de Bagdad, monseñor Shlemon Warduni expusieron la situación de los cristianos en el país y pidieron ayuda para construir la paz en Iraq y apoyar al Gobierno de Bagdad en esta fase.

El arzobispo Casmoussa, propuso “una gran conferencia internacional, que podría celebrarse en Irak o, si esto no es posible, en el Líbano, que se dedique a la tutela de las minorías presentes en Oriente Medio”, informó la agencia SIR.

El presidente del Parlamento Europeo, Jerzy Buzek, destacó la necesidad de que Iraq proteja a los cristianos y aseguró a la delegación que ha pedido a la “alta representante para la política exterior Catherine Ashton que afronte el problema como una cuestión prioritaria”.

Además, los obispos de la delegación iraquí han recibido un mensaje, suscrito por 160 eurodiputados que se muestran “determinados a mantener relaciones con los cristianos de Oriente Medio, a no dejarles solos, a utilizar todos los medios a su disposición para defender la democracia, los derechos humanos y la libertad de religión, también para los cristianos de Oriente Medio”.

14.000 firmas

Los arzobispos de Bagdad y Mosul continuarán su viaje y su testimonio en España, donde intervendrán esta tarde en un acto público en la Universidad San Pablo-CEU de Madrid titulado Cristianos perseguidos: la realidad de Iraq.

En él, se leerá la Declaración por la libertad religiosa en el mundo, que durante estos días han firmado más de 14.000 personas, informó la Universidad San Pablo-CEU.

La iniciativa quiere mostrar la solidaridad, cercanía y apoyo de los españoles a todas las víctimas de la intolerancia, de las agresiones y de la persecución por motivos religiosos.

El manifiesto, promovido por el grupo impulsor de la Carta de Bienvenida de la sociedad civil española al Papa Benedicto XVI, hace “un llamamiento a las autoridades públicas, organizaciones sociales y personas en general para adoptar una conducta de defensa activa de la libertad religiosa, al ser uno de los pilares en que deben basarse la paz, la justicia y la libertad en el mundo”.

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El libro del Papa “Luz del mundo” ya es un “bestseller” en España
75.000 ejemplares vendidos en menos de tres semanas
BARCELONA, jueves 16 de diciembre de 2010 (ZENIT.org).- El libro-entrevista de Benedicto XVI Luz del Mundo ha vendido 75.000 ejemplares en España en menos de tres semanas desde que saliera a la venta el pasado 24 de noviembre.

La editorial Herder informó a ZENIT que en estos momentos está a punto de lanzar la séptima impresión en castellano y la tercera en catalán. El libro ha sido traducido ya a 16 idiomas y se preparan otras traducciones.

En Alemania se han vendido 200.000 ejemplares tres semanas; 150.000 en Italia y 75.000 de las ediciones inglesa y francesa.

“Para muchos libreros, está siendo el libro de estas Navidades y, con mucha probabilidad, el libro del año en materia religiosa”, indica un comunicado de la editorial Herder.

La editorial que tiene los derechos del libro en lengua española considera que “este éxito de ventas demuestra que el libro es un excelente medio de comunicación del Papa con los cristianos de todo el mundo”.

Benedicto XVI escribió el libro en alemán y desde el Vaticano se distribuyó el manuscrito a las editoriales de todo el mundo que, en tan sólo 4 semanas, llevaron a cabo el proceso de traducción.

Roberto Bernet, teólogo licenciado por la facultad de Teología de Münster (Westfalia, Alemania), se encargó de la traducción, que posteriormente fue revisada por tres correctores.

El periodista que realizó el libro-entrevista, el alemán Peter Seewald, destaca en el prefacio del libro que “nunca antes en la historia de la Iglesia un pontífice había respondido preguntas en la forma de una entrevista directa y personal”.

Luz del mundo es el resultado de seis horas de entrevista con el Papa realizada el pasado mes de julio en Castel Gandolfo.

Benedicto no modificó sus respuestas al autorizar el texto, sino que “sólo introdujo correcciones de menor importancia donde consideró necesarias precisiones de contenido”, explica Seewald.

Para el periodista, “cuando se le escucha de ese modo y se está sentado frente a él, se percibe no sólo la precisión de su pensamiento y la esperanza que proviene de la fe, sino que se hace visible de forma especial un resplandor de la Luz del mundo, del rostro de Jesucristo, que quiere salir al encuentro de cada ser humano y no excluye a nadie”.

“En la crisis de la Iglesia, se cifra para él una enorme oportunidad, la de redescubrir lo auténticamente católico -añade Seewald-. Para él la tarea es mostrar a las personas a Dios y decirles la verdad.

Por su parte, el editor en lengua española, Raimund Herder, destacó que “los esfuerzos para conseguir publicar la edición española y catalana de Luz del Mundo han dado sus frutos ya que las palabras del Papa están llegando a sus lectores”. 

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El Papa invita a los jóvenes a una alegría ligada a la confianza en Dios
Mensajes de líderes mundiales a los participantes del encuentro de Taizé en Rotterdam
TAIZÉ, jueves 16 de diciembre de 2010 (ZENIT.org).- Benedicto XVI deseó que Dios conduzca a las fuentes de la alegría a los participantes en el 33º encuentro europeo de jóvenes que se celebra del 28 de diciembre al 1 de enero en Rotterdam por iniciativa de la comunidad de Taizé.

En un mensaje invitó a esos jóvenes a descubrir “esta alegría que no os aleja de una solidaridad con los sufrimientos de la humanidad, sino que está profundamente ligada a la confianza en Dios”.

“Viviendo de esta confianza, acogiéndola, permitís esta renovación radical del ser humano que Cristo vino a traer”, explicó.

“Así seréis animados por el valor de ir contra corriente, cuando esto sea necesario -continuó-. Resistiendo al espejismo del individualismo, os convertiréis cada vez más en hombres y mujeres de comunión, en la entrega de vosotros mismos por los demás”.

Y deseó que, una vez terminado el encuentro, al volver a sus países, “el Espíritu Santo os colme de una compasión sin límites, os comunique imaginación y valentía para descubrir de qué forma transformar vuestras comunidades locales en lugares de bondad del corazón y de confianza”.

“La paz que él os concede resplandecerá así para los demás y para el mundo”, añadió, antes de convocarles a la Jornada Mundial de la Juventud que se celebrará en Madrid el próximo mes de agosto.

Otros líderes religiosos y políticos de todo el mundo enviaron también mensajes a los jóvenes que participarán en el encuentro ecuménico.

Bartolomé I

El patriarca Bartolomé de Constantinopla se refirió a Rotterdam como a una “encrucijada de culturas y religiones” y destacó la riqueza de la diversidad de este encuentro de jóvenes.

El patriarca ortodoxo habló de la alegría, tema sobre el que reflexionan los jóvenes, y se refirió a ella como a “la expresión más concreta de la resurrección”.

Esa alegría, dijo, “debe leerse en vuestras caras, extenderse más allá de la Iglesia e inspirar todos los actos de la vida de cada día”.Tomando el contenido de la carta anual de Taizé, subrayó que una manera de comunicar al mundo la alegría es la compasión.

Ésta, indicó, “no sólo une realidades que son muy diferentes, incluso contradictorias, sino que hace de la vida de nuestro prójimo un elemento constitutivo de nuestras propias vidas”.

“El sufrimiento, la enfermedad y la pobreza, cuando se comparten, sacan a sus víctimas del aislamiento”, advirtió.

“Igualmente, no puede haber compasión sin perdón”, ya que “cualquier relación requiere la habilidad de reconocer al otro como es y no como me gustaría que fuera, en un espíritu de libertad”, destacó

Y añadió: “El perdón, como acto ofrecido y aceptado, es un requisito para establecer una paz duradera”.

El patriarca Bartolomé invitó a los jóvenes a promover en la sociedad los principios de la justicia y el amor.

En su mensaje, también indicó que “la controversia que surgió alrededor de las viñetas del profeta del islam debe dirigir a un diálogo responsable, la única manera de encontrar una solución pacífica entre el respeto a los símbolos sagrados para algunos y la libertad de expresión para otros”.

Rowan Williams

El arzobispo de Canterbury, Rowan Williams también articuló en torno a la alegría y a la compasión su mensaje dirigido a los jóvenes participantes en este encuentro.

“Cuando nos es dado como una parte en la vida de Dios -y eso es lo que nos llega en la vida del Cuerpo de Cristo- nos ponemos fuertemente en contacto con la alegría más profunda”, afirmó.

Una alegría, prosiguió, que “no sólo es sentir bienestar o sentirse bien, sino tener una profunda conciencia de estar en la línea de lo que es real y verdadero”.

Haciéndose eco de lo que el Hermano Alois indica en la Carta de Chile, el prelado anglicano destacó que “la alegría y la compasión van de la mano”.

“Nosotros somos liberados para compartir el dolor de nuestro prójimo por la compasión porque sabemos que, al hacerlo, estamos en armonía con la energía que ha hecho el universo”, explicó a los jóvenes.

Setri Nyomi

El secretario general de la Comunión mundial de Iglesias reformadas, Setri Nyomi, deseó “todas las bendiciones de Dios para este encuentro”.

En su mensaje, destacó que “en medio de tantos desafíos en el mundo de hoy, los jóvenes que caminan en Peregrinación de confianza sobre la tierra, que rezan y reflexionan juntos, encontrarán realmente la fuerza para enfrentar estos desafíos y se regocijarán”.

Y añadió que reza para “que los temas de la alegría del corazón, de la compasión sin límites y del perdón den un sentido a la vida de todos los participantes”.

Ban Ki Moon

Por su parte, el secretario general de las Naciones Unidas, Ban Ki Moon, destacó en su mensaje a los participantes del encuentro la importancia de la unión, en el panorama internacional actual.

“En una época en la que los desafíos desbordan las fronteras y son globales, nuestro futuro depende de la manera como trabajemos juntos”, destacó.

E invitó a “unirnos” para enfrentar el cambio climático y crear un mundo más “verde”, para vencer la extrema pobreza y construir un mundo más justo y más próspero, y para defender a las personas de las situaciones de crisis, a las víctimas de la guerra o de las catástrofes o a las que ven sus derechos fundamentales violados.

“Una parte importante de la solución está en vuestras manos -indicó a los jóvenes-. El mundo necesita vuestro compromiso concreto”, que implica también “una compasión sin fronteras”.

Herman van Rompuy

El presidente del Consejo de Europa, Herman van Rompuy, destacó que los jóvenes de este encuentro hacen referencia en sus reflexiones, hablando de alegría y de compasión, al “combate contra la pobreza que es un combate por la justicia” y recordó que la Unión Europea ha declarado el 2010 Año contra la pobreza y la exclusión social.

También se refirió al perdón, otro de los temas del encuentro de Rotterdam, como al “acto cristiano por excelencia”, un “acto de amor y de confianza”, “una fe compartida, con vosotros, con vosotros hacia el Otro, por el Otro, este Otro con “A” mayúscula” “para nuestra mayor felicidad”.

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Entrevistas


La auténtica sorpresa de los documentos de WikiLeaks sobre el Vaticano
Entrevista con el historiador Matteo Luigi Napolitano
ROMA, viernes, 17 de diciembre de 2010 (ZENIT.org).- La verdadera sorpresa de los documentos sobre el Vaticano redactados por los diplomáticos estadounidenses y filtrados por WikiLeaks es que no hay sorpresas; más bien se descubre la obra diplomática, humanitaria y caritativa de la Iglesia católica, explica uno de los historiadores de referencia en el estudio de los archivos vaticanos.

Matteo Luigi Napolitano, profesor asociado de Historia de las Relaciones Internacionales en la Universidad Marconi de Roma y delegado internacional del Comité Pontificio de Ciencias Históricas para los problemas de Historia Contemporánea, analiza en esta entrevista concedida a ZENIT los documentos dirigidos al Departamento de Estado por las misiones diplomáticas de los Estados Unidos relativos al a Santa Sede.

--¿Qué piensa de los documentos de WikiLeaks sobre el Vaticano?

--Napolitano: En las revelaciones de WikiLeaks, los elementos de fachada han obscurecido la esencia de documentos que, siendo auténticos, dan una visión de la diplomacia vaticana muy diferente a la que aparece en los periódicos.

-¿Cuáles son los elementos que no han tenido en cuenta la mayor parte de los medios de comunicación?

--Napolitano: Muchos. Pongo sólo unos ejemplos. Los diplomáticos estadounidense observan en varias ocasiones que el Vaticano está a favor del desarrollo en el Tercer Mundo y que quiere la condonación de la deuda de los países pobres; afirman también que el Papa quiere el diálogo entre las confesiones religiosas. El Papa, para los estadounidenses, es sin duda "el líder más conocido a nivel mundial, junto al presidente de los Estados Unidos". Los documentos nos dicen que la atención de la Santa Sede por Oriente Medio es constante: si bien su política no coincide con la del presidente George W. Bush. Con la administración republicana hay desacuerdo también en la guerra en Irak. Impresiona también lo que se lee sobre China: "La Santa Sede tiene excelentes fuentes de información sobre los disidentes, sobre los derechos humanos, sobre la libertad religiosa y sobre el control gubernamental sobre la población". Lo dice el Departamento de Estado, que habla del Vaticano como un observatorio privilegiado para conocer profundamente los asuntos chinos.

La atención del Vaticano por la India también es máxima, especialmente después de los actos de violencia contra los cristianos. En la India, leemos en los documentos, "el Vaticano, los obispos locales [...] y varias organizaciones misioneras son y seguirán siendo observadores atentos de los abusos sobre los derechos humanos".

La diplomacia pontificia se interesa también por Corea del Norte, donde organizaciones de ayuda católicas visitan periódicamente el país. Mientras que en la región africana de los Grandes Lagos, el Vaticano se apoya en la obra de la Comunidad de San Egidio, que "tiene un papel importante en los esfuerzos internacionales para mediar en la crisis".

Cuba es otro tema de interés. El Vaticano espera en una transición democrática y espera que Fidel Castro deje el escenario, pero tiene miedo de una sucesión peor. De todos modos, los diplomáticos papales piensan que mejores relaciones entre Cuba y los Estados Unidos podrían lograr el efecto de aislar el peligro revolucionario representado por Hugo Chávez, el presidente de Venezuela. Lo que los norteamericanos saben, de todos modos, es que "la Iglesia es en Cuba la única institución de importancia independiente del gobierno".

La diferencia de actitud entre el Vaticano y los Estados Unidos se pone de manifiesto también en las críticas continuas que el primero lanza contra "el materialismo y el comercialismo estadounidense". Hay también actividades humanitarias que Washington subraya: el Vaticano combate el tráfico de seres humanos y está contra la pena de muerte.

Sobre las cuestiones europeas, el Vaticano es favorable a la entrada de Turquía en la Unión Europea, si respeta los parámetros de Copenhague. Se lee que el entonces cardenal Joseph Ratzinger expresó reservas sobre esta adhesión. Pero una vez elegido Papa, se muestra tan decidido como su predecesor a la hora de favorecer la plena participación turca en la Unión Europea.

Entre los numerosos elementos que no han tomado en cuenta los periódicos está también la acción de la Santa Sede en las Naciones Unidas, donde la diplomacia vaticana está comprometida para combatir el turismo sexual, sobre todo el que tiene por víctimas a los menores de edad, en las ayudas a los países más pobres, en la reforma del sistema de ayudas humanitarias, en la condena del antisemitismo.

En definitiva, de estos despachos, emerge un inmenso prestigio diplomático. Los diplomáticos estadounidenses informan al presidente Obama: "Después de los Estados Unidos, el Vaticano es el segundo en el número de países con el que mantiene relaciones diplomáticas (188 y 177 respectivamente)", y el Papa es muy cercano a las posiciones de Obama sobre los derechos humanos y sobre el cierre de la prisión de Guantánamo, y aprecia el apoyo del presidente estadounidense en la defensa de la libertad religiosa en el mundo. Benedicto XVI, escriben desde Washington, "goza del respeto incluso de los no católicos" y es "un altavoz moral que no tiene igual".

--Entonces, si los documentos revelan toda esta obra, ¿cómo es posible que la atención se haya concentrado en la presunta falta de comunicación dentro de la Cura Romana y en una diplomacia que para los estadounidenses ni siquiera habla inglés?

--Napolitano: Porque es más fácil tomar un documento y levantar una teoría que hacer un análisis de todos los textos que se han puesto a disposición. Todos se detienen en el hecho de que en la Curia sólo hay un Blackberry, como si el Blackberry fuera el único teléfono inteligente en el mercado. Se dice que el cardenal secretario de Estado, el cardenal Tarcisio Bertone, no habla inglés, pero habla otros idiomas, además del italiano. Además, el Vaticano es políglota por naturaleza; su servicio cifra y traduce perfectamente en cada idioma, y es sabido que para evitar malentendidos lingüísticos a los intérpretes se les deja la tarea de traducir las negociaciones más delicadas, una regla clásica de la diplomacia, no sólo pontificia.

--Se dice también que el secretario de Estado es un "yes man" del Papa, con poca iniciativa personal. ¿Le parece un juicio justificado?

--Napolitano: Con elegancia, el cardenal Bertone ha dicho que está muy contento de ser conocido como un "yes man" del Papa. Pero quiero subrayar que el documento de WikiLeaks ha planteado un falso problema. Todas las sociedades bien estructuradas, incluidas las democracias avanzadas, también la estadounidense, se rigen según estructuras jerárquicas, con órdenes dadas desde la cumbre y ejecutadas en los órganos inferiores. Que Bertone obedezca a las órdenes del Papa, y que a su vez las imparta, es totalmente normal. Como es normal que la secretaria de Estado, Hillary Clinton, ejecute las órdenes del presidente Obama, y a su vez transmita órdenes.

Pero la cuestión no termina aquí: el diplomático que juzga a Bertone como un "yes man" no tiene los documentos de la Curia, no tiene acceso a las actas de las reuniones con el Papa, no sabe cómo se ha engendrado una decisión vaticana, que quizá ha surgido a partir de propuestas o de contrapropuestas analizadas y discutidas entre el Papa y la Curia. Quizá el cardenal Bertone ha compartido con el Papa decisiones importantes, o el mismo Papa ha decidido una línea de conducta a partir de una propuesta del secretario de Estado. ¿Cómo pueden los estadounidenses considerar al cardenal Bertone un "yes man"? ¿Cómo pueden juzgar?

-¿Qué juicio final se hace un experto como usted de estas observaciones sobre el Vaticano?

--Napolitano: No hay una sola sorpresa y al mismo tiempo hay muchas sorpresas en los cables de WikiLeaks.

Se ha hablado mucho de los efectos mediáticos, sin reflexionar sobre el fondo. Y el balance es que,a partir de una lectura menos superficial, estos documentos dan a la diplomacia vaticana el prestigio moral que conocemos.

Pero a la mayoría se les ha escapado otro elemento. La Iglesia católica piensa y habla en términos de siglos, es más, de milenios, habla con muchas civilizaciones y en muchos idiomas. Esto también puede constatarse en los cables de WikiLeaks. Haber concentrado la atención (y lo que es peor, haberse inventado teorías) sólo en lo que pensaban los estadounidenses, y no en lo que veían, nos ha parecido que sólo confunde.

Por Jesús Colina

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Documentación


Mensaje del Papa para la Jornada Mundial de la Paz 2011
“La libertad religiosa, camino para la paz”
CIUDAD DEL VATICANO, jueves 16 de diciembre de 2010 (ZENIT.org).- Ofrecemos a continuación el Mensaje del Papa para la Jornada Mundial de la Paz (1 de enero de 2011), sobre el tema “La libertad religiosa, camino para la paz”, que ha sido presentado en rueda de prensa hoy en la Santa Sede.

* * * * *



 

MENSAJE DE SU SANTIDAD

BENEDICTO XVI

PARA LA CELEBRACIÓN DE LA

JORNADA MUNDIAL DE LA PAZ

1 ENERO 2011

LA LIBERTAD RELIGIOSA, CAMINO PARA LA PAZ



 

1. Al comienzo de un nuevo año deseo hacer llegar a todos mi felicitación; es un deseo de serenidad y de prosperidad, pero sobre todo de paz. El año que termina también ha estado marcado lamentablemente por persecuciones, discriminaciones, por terribles actos de violencia y de intolerancia religiosa.

Pienso de modo particular en la querida tierra de Iraq, que en su camino hacia la deseada estabilidad y reconciliación sigue siendo escenario de violencias y atentados. Vienen a la memoria los recientes sufrimientos de la comunidad cristiana, y de modo especial el vil ataque contra la catedral sirio-católica Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, de Bagdad, en la que el 31 de octubre pasado fueron asesinados dos sacerdotes y más de cincuenta fieles, mientras estaban reunidos para la celebración de la Santa Misa. En los días siguientes se han sucedido otros ataques, también a casas privadas, provocando miedo en la comunidad cristiana y el deseo en muchos de sus miembros de emigrar para encontrar mejores condiciones de vida. Deseo manifestarles mi cercanía, así como la de toda la Iglesia, y que se ha expresado de una manera concreta en la reciente Asamblea Especial para Medio Oriente del Sínodo de los Obispos. Ésta ha dirigido una palabra de aliento a las comunidades católicas en Iraq y en Medio Oriente para vivir la comunión y seguir dando en aquellas tierras un testimonio valiente de fe.

Agradezco vivamente a los Gobiernos que se esfuerzan por aliviar los sufrimientos de estos hermanos en humanidad, e invito a los Católicos a rezar por sus hermanos en la fe, que sufren violencias e intolerancias, y a ser solidarios con ellos. En este contexto, siento muy viva la necesidad de compartir con vosotros algunas reflexiones sobre la libertad religiosa, camino para la paz. En efecto, se puede constatar con dolor que en algunas regiones del mundo la profesión y expresión de la propia religión comporta un riesgo para la vida y la libertad personal. En otras regiones, se dan formas más silenciosas y sofisticadas de prejuicio y de oposición hacia los creyentes y los símbolos religiosos. Los cristianos son actualmente el grupo religioso que sufre el mayor número de persecuciones a causa de su fe. Muchos sufren cada día ofensas y viven frecuentemente con miedo por su búsqueda de la verdad, su fe en Jesucristo y por su sincero llamamiento a que se reconozca la libertad religiosa. Todo esto no se puede aceptar, porque constituye una ofensa a Dios y a la dignidad humana; además es una amenaza a la seguridad y a la paz, e impide la realización de un auténtico desarrollo humano integral1.

En efecto, en la libertad religiosa se expresa la especificidad de la persona humana, por la que puede ordenar la propia vida personal y social a Dios, a cuya luz se comprende plenamente la identidad, el sentido y el fin de la persona. Negar o limitar de manera arbitraria esa libertad, significa cultivar una visión reductiva de la persona humana, oscurecer el papel público de la religión; significa generar una sociedad injusta, que no se ajusta a la verdadera naturaleza de la persona humana; significa hacer imposible la afirmación de una paz auténtica y estable para toda la familia humana.

Por tanto, exhorto a los hombres y mujeres de buena voluntad a renovar su compromiso por la construcción de un mundo en el que todos puedan profesar libremente su religión o su fe, y vivir su amor a Dios con todo el corazón, con toda el alma y con toda la mente (cf. Mt 22, 37). Éste es el sentimiento que inspira y guía el Mensaje para la XLIV Jornada Mundial de la Paz, dedicado al tema: La libertad religiosa, camino para la paz.

Derecho sagrado a la vida y a una vida espiritual

2. El derecho a la libertad religiosa se funda en la misma dignidad de la persona humana 2, cuya naturaleza trascendente no se puede ignorar o descuidar. Dios creó al hombre y a la mujer a su imagen y semejanza (cf. Gn 1, 27). Por eso, toda persona es titular del derecho sagrado a una vida íntegra, también desde el punto de vista espiritual. Si no se reconoce su propio ser espiritual, sin la apertura a la trascendencia, la persona humana se repliega sobre sí misma, no logra encontrar respuestas a los interrogantes de su corazón sobre el sentido de la vida, ni conquistar valores y principios éticos duraderos, y tampoco consigue siquiera experimentar una auténtica libertad y desarrollar una sociedad justa3.

La Sagrada Escritura, en sintonía con nuestra propia experiencia, revela el valor profundo de la dignidad humana: «Cuando contemplo el cielo, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que has creado, ¿qué es el hombre, para que te acuerdes de él, el ser humano, para darle poder? Lo hiciste poco inferior a los ángeles, lo coronaste de gloria y dignidad, le diste el mando sobre las obras de tus manos, todo lo sometiste bajo sus pies» (Sal 8, 4-7).

Ante la sublime realidad de la naturaleza humana, podemos experimentar el mismo asombro del salmista. Ella se manifiesta como apertura al Misterio, como capacidad de interrogarse en profundidad sobre sí mismo y sobre el origen del universo, como íntima resonancia del Amor supremo de Dios, principio y fin de todas las cosas, de cada persona y de los pueblos4 . La dignidad trascendente de la persona es un valor esencial de la sabiduría judeo-cristiana, pero, gracias a la razón, puede ser reconocida por todos. Esta dignidad, entendida como capacidad de trascender la propia materialidad y buscar la verdad, ha de ser reconocida como un bien universal, indispensable para la construcción de una sociedad orientada a la realización y plenitud del hombre. El respeto de los elementos esenciales de la dignidad del hombre, como el derecho a la vida y a la libertad religiosa, es una condición para la legitimidad moral de toda norma social y jurídica.

Libertad religiosa y respeto recíproco

 

3. La libertad religiosa está en el origen de la libertad moral. En efecto, la apertura a la verdad y al bien, la apertura a Dios, enraizada en la naturaleza humana, confiere a cada hombre plena dignidad, y es garantía del respeto pleno y recíproco entre las personas. Por tanto, la libertad religiosa se ha de entender no sólo como ausencia de coacción, sino antes aún como capacidad de ordenar las propias opciones según la verdad.

Entre libertad y respeto hay un vínculo inseparable; en efecto, «al ejercer sus derechos, los individuos y grupos sociales están obligados por la ley moral a tener en cuenta los derechos de los demás y sus deberes con relación a los otros y al bien común de todos»5.

Una libertad enemiga o indiferente con respecto a Dios termina por negarse a sí misma y no garantiza el pleno respeto del otro. Una voluntad que se cree radicalmente incapaz de buscar la verdad y el bien no tiene razones objetivas y motivos para obrar, sino aquellos que provienen de sus intereses momentáneos y pasajeros; no tiene una "identidad" que custodiar y construir a través de las opciones verdaderamente libres y conscientes. No puede, pues, reclamar el respeto por parte de otras "voluntades", que también están desconectadas de su ser más profundo, y que pueden hacer prevalecer otras "razones" o incluso ninguna "razón". La ilusión de encontrar en el relativismo moral la clave para una pacífica convivencia, es en realidad el origen de la división y negación de la dignidad de los seres humanos. Se comprende entonces la necesidad de reconocer una doble dimensión en la unidad de la persona humana: la religiosa y la social. A este respecto, es inconcebible que los creyentes «tengan que suprimir una parte de sí mismos –su fe- para ser ciudadanos activos. Nunca debería ser necesario renegar de Dios para poder gozar de los propios derechos»6.

La familia, escuela de libertad y de paz

4. Si la libertad religiosa es camino para la paz, la educación religiosa es una vía privilegiada que capacita a las nuevas generaciones para reconocer en el otro a su propio hermano o hermana, con quienes camina y colabora para que todos se sientan miembros vivos de la misma familia humana, de la que ninguno debe ser excluido.

La familia fundada sobre el matrimonio, expresión de la unión íntima y de la complementariedad entre un hombre y una mujer, se inserta en este contexto como la primera escuela de formación y crecimiento social, cultural, moral y espiritual de los hijos, que deberían ver siempre en el padre y la madre el primer testimonio de una vida orientada a la búsqueda de la verdad y al amor de Dios. Los mismos padres deberían tener la libertad de poder transmitir a los hijos, sin constricciones y con responsabilidad, su propio patrimonio de fe, valores y cultura. La familia, primera célula de la sociedad humana, sigue siendo el ámbito primordial de formación para unas relaciones armoniosas en todos los ámbitos de la convivencia humana, nacional e internacional. Éste es el camino que se ha de recorrer con sabiduría para construir un tejido social sólido y solidario, y preparar a los jóvenes para que, con un espíritu de comprensión y de paz, asuman su propia responsabilidad en la vida, en una sociedad libre.

Un patrimonio común

5. Se puede decir que, entre los derechos y libertades fundamentales enraizados en la dignidad de la persona, la libertad religiosa goza de un estatuto especial. Cuando se reconoce la libertad religiosa, la dignidad de la persona humana se respeta en su raíz, y se refuerzan el ethos y las instituciones de los pueblos. Y viceversa, cuando se niega la libertad religiosa, cuando se intenta impedir la profesión de la propia religión o fe y vivir conforme a ellas, se ofende la dignidad humana, a la vez que se amenaza la justicia y la paz, que se fundan en el recto orden social construido a la luz de la Suma Verdad y Sumo Bien.

La libertad religiosa significa también, en este sentido, una conquista de progreso político y jurídico. Es un bien esencial: toda persona ha de poder ejercer libremente el derecho a profesar y manifestar, individualmente o comunitariamente, la propia religión o fe, tanto en público como en privado, por la enseñanza, la práctica, las publicaciones, el culto o la observancia de los ritos. No debería haber obstáculos si quisiera adherirse eventualmente a otra religión, o no profesar ninguna7 . En este ámbito, el ordenamiento internacional resulta emblemático y es una referencia esencial para los Estados, ya que no consiente ninguna derogación de la libertad religiosa, salvo la legítima exigencia del justo orden público. El ordenamiento internacional, por tanto, reconoce a los derechos de naturaleza religiosa el mismo statusque el derecho a la vida y a la libertad personal, como prueba de su pertenencia al núcleo esencial de los derechos del hombre, de los derechos universales y naturales que la ley humana jamás puede negar.

La libertad religiosa no es patrimonio exclusivo de los creyentes, sino de toda la familia de los pueblos de la tierra. Es un elemento imprescindible de un Estado de derecho; no se puede negar sin dañar al mismo tiempo los demás derechos y libertades fundamentales, pues es su síntesis y su cumbre. Es un «indicador para verificar el respeto de todos los demás derechos humanos»8 . Al mismo tiempo que favorece el ejercicio de las facultades humanas más específicas, crea las condiciones necesarias para la realización de un desarrollo integral, que concierne de manera unitaria a la totalidad de la persona en todas sus dimensiones9.

La dimensión pública de la religión

 

6. La libertad religiosa, como toda libertad, aunque proviene de la esfera personal, se realiza en la relación con los demás. Una libertad sin relación no es una libertad completa. La libertad religiosa no se agota en la simple dimensión individual, sino que se realiza en la propia comunidad y en la sociedad, en coherencia con el ser relacional de la persona y la naturaleza pública de la religión.

La relacionalidad es un componente decisivo de la libertad religiosa, que impulsa a las comunidades de los creyentes a practicar la solidaridad con vistas al bien común. En esta dimensión comunitaria cada persona sigue siendo única e irrepetible y, al mismo tiempo, se completa y realiza plenamente.

Es innegable la aportación que las comunidades religiosas dan a la sociedad. Son muchas las instituciones caritativas y culturales que dan testimonio del papel constructivo de los creyentes en la vida social. Más importante aún es la contribución ética de la religión en el ámbito político. No se la debería marginar o prohibir, sino considerarla como una aportación válida para la promoción del bien común. En esta perspectiva, hay que mencionar la dimensión religiosa de la cultura, que a lo largo de los siglos se ha forjado gracias a la contribución social y, sobre todo, ética de la religión. Esa dimensión no constituye de ninguna manera una discriminación para los que no participan de la creencia, sino que más bien refuerza la cohesión social, la integración y la solidaridad.

La libertad religiosa, fuerza de libertad y de civilización:

los peligros de su instrumentalización

7. La instrumentalización de la libertad religiosa para enmascarar intereses ocultos, como por ejemplo la subversión del orden constituido, la acumulación de recursos o la retención del poder por parte de un grupo, puede provocar daños enormes a la sociedad. El fanatismo, el fundamentalismo, las prácticas contrarias a la dignidad humana, nunca se pueden justificar y mucho menos si se realizan en nombre de la religión. La profesión de una religión no se puede instrumentalizar ni imponer por la fuerza. Es necesario, entonces, que los Estados y las diferentes comunidades humanas no olviden nunca que la libertad religiosa es condición para la búsqueda de la verdad y que la verdad no se impone con la violencia sino por «la fuerza de la misma verdad»10 . En este sentido, la religión es una fuerza positiva y promotora de la construcción de la sociedad civil y política.

¿Cómo negar la aportación de las grandes religiones del mundo al desarrollo de la civilización? La búsqueda sincera de Dios ha llevado a un mayor respeto de la dignidad del hombre. Las comunidades cristianas, con su patrimonio de valores y principios, han contribuido mucho a que las personas y los pueblos hayan tomado conciencia de su propia identidad y dignidad, así como a la conquista de instituciones democráticas y a la afirmación de los derechos del hombre con sus respectivas obligaciones.

También hoy, en una sociedad cada vez más globalizada, los cristianos están llamados a dar su aportación preciosa al fatigoso y apasionante compromiso por la justicia, al desarrollo humano integral y a la recta ordenación de las realidades humanas, no sólo con un compromiso civil, económico y político responsable, sino también con el testimonio de su propia fe y caridad. La exclusión de la religión de la vida pública, priva a ésta de un espacio vital que abre a la trascendencia. Sin esta experiencia primaria resulta difícil orientar la sociedad hacia principios éticos universales, así como al establecimiento de ordenamientos nacionales e internacionales en que los derechos y libertades fundamentales puedan ser reconocidos y realizados plenamente, conforme a lo propuesto en los objetivos de la Declaración Universal de los derechos del hombre de 1948, aún hoy por desgracia incumplidos o negados.

Una cuestión de justicia y de civilización:

el fundamentalismo y la hostilidad contra los creyentes comprometen la laicidad positiva de los Estados

 

8. La misma determinación con la que se condenan todas las formas de fanatismo y fundamentalismo religioso ha de animar la oposición a todas las formas de hostilidad contra la religión, que limitan el papel público de los creyentes en la vida civil y política.

No se ha de olvidar que el fundamentalismo religioso y el laicismo son formas especulares y extremas de rechazo del legítimo pluralismo y del principio de laicidad. En efecto, ambos absolutizan una visión reductiva y parcial de la persona humana, favoreciendo, en el primer caso, formas de integrismo religioso y, en el segundo, de racionalismo. La sociedad que quiere imponer o, al contrario, negar la religión con la violencia, es injusta con la persona y con Dios, pero también consigo misma. Dios llama a sí a la humanidad con un designio de amor que, implicando a toda la persona en su dimensión natural y espiritual, reclama una correspondencia en términos de libertad y responsabilidad, con todo el corazón y el propio ser, individual y comunitario. Por tanto, también la sociedad, en cuanto expresión de la persona y del conjunto de sus dimensiones constitutivas, debe vivir y organizarse de tal manera que favorezca la apertura a la trascendencia. Por eso, las leyes y las instituciones de una sociedad no se pueden configurar ignorando la dimensión religiosa de los ciudadanos, o de manera que prescinda totalmente de ella. A través de la acción democrática de ciudadanos conscientes de su alta vocación, se han de conmensurar con el ser de la persona, para poder secundarlo en su dimensión religiosa. Al no ser ésta una creación del Estado, no puede ser manipulada, sino que más bien debe reconocerla y respetarla.

El ordenamiento jurídico en todos los niveles, nacional e internacional, cuando consiente o tolera el fanatismo religioso o antirreligioso, no cumple con su misión, que consiste en la tutela y promoción de la justicia y el derecho de cada uno. Éstas últimas no pueden quedar al arbitrio del legislador o de la mayoría porque, como ya enseñaba Cicerón, la justicia consiste en algo más que un mero acto productor de la ley y su aplicación. Implica el reconocimiento de la dignidad de cada uno11 , la cual, sin libertad religiosa garantizada y vivida en su esencia, resulta mutilada y vejada, expuesta al peligro de caer en el predominio de los ídolos, de bienes relativos transformados en absolutos. Todo esto expone a la sociedad al riesgo de totalitarismos políticos e ideológicos, que enfatizan el poder público, mientras se menoscaba y coarta la libertad de conciencia, de pensamiento y de religión, como si fueran rivales.

Diálogo entre instituciones civiles y religiosas

9. El patrimonio de principios y valores expresados en una religiosidad auténtica es una riqueza para los pueblos y su ethos. Se dirige directamente a la conciencia y a la razón de los hombres y mujeres, recuerda el imperativo de la conversión moral, motiva el cultivo y la práctica de las virtudes y la cercanía hacia los demás con amor, bajo el signo de la fraternidad, como miembros de la gran familia humana12.

La dimensión pública de la religión ha de ser siempre reconocida, respetando la laicidad positiva de las instituciones estatales. Para dicho fin, es fundamental un sano diálogo entre las instituciones civiles y las religiosas para el desarrollo integral de la persona humana y la armonía de la sociedad.

Vivir en el amor y en la verdad

10. En un mundo globalizado, caracterizado por sociedades cada vez más multiétnicas y multiconfesionales, las grandes religiones pueden constituir un importante factor de unidad y de paz para la familia humana. Sobre la base de las respectivas convicciones religiosas y de la búsqueda racional del bien común, sus seguidores están llamados a vivir con responsabilidad su propio compromiso en un contexto de libertad religiosa. En las diversas culturas religiosas, a la vez que se debe rechazar todo aquello que va contra la dignidad del hombre y la mujer, se ha de tener en cuenta lo que resulta positivo para la convivencia civil.

El espacio público, que la comunidad internacional pone a disposición de las religiones y su propuesta de "vida buena", favorece el surgir de un criterio compartido de verdad y de bien, y de un consenso moral, fundamentales para una convivencia justa y pacífica. Los líderes de las grandes religiones, por su papel, su influencia y su autoridad en las propias comunidades, son los primeros en ser llamados a vivir en el respeto recíproco y en el diálogo.

Los cristianos, por su parte, están llamados por la misma fe en Dios, Padre del Señor Jesucristo, a vivir como hermanos que se encuentran en la Iglesia y colaboran en la edificación de un mundo en el que las personas y los pueblos «no harán daño ni estrago […], porque está lleno el país de la ciencia del Señor, como las aguas colman el mar» (Is 11, 9).

El diálogo como búsqueda en común

 

11. El diálogo entre los seguidores de las diferentes religiones constituye para la Iglesia un instrumento importante para colaborar con todas las comunidades religiosas al bien común. La Iglesia no rechaza nada de lo que en las diversas religiones es verdadero y santo. «Considera con sincero respeto los modos de obrar y de vivir, los preceptos y doctrinas que, aunque discrepen mucho de los que ella mantiene y propone, no pocas veces reflejan, sin embargo, un destello de aquella Verdad que ilumina a todos los hombres»13.

Con eso no se quiere señalar el camino del relativismo o del sincretismo religioso. La Iglesia, en efecto, «anuncia y tiene la obligación de anunciar sin cesar a Cristo, que es "camino, verdad y vida" (Jn14, 6), en quien los hombres encuentran la plenitud de la vida religiosa, en quien Dios reconcilió consigo todas las cosas»14. Sin embargo, esto no excluye el diálogo y la búsqueda común de la verdad en los diferentes ámbitos vitales, pues, como afirma a menudo santo Tomás, «toda verdad, independientemente de quien la diga, viene del Espíritu Santo»15.

En el año 2011 se cumplirá el 25 aniversario de la Jornada mundial de oración por la paz, que fue convocada en Asís por el Venerable Juan Pablo II, en 1986. En dicha ocasión, los líderes de las grandes religiones del mundo testimoniaron que las religiones son un factor de unión y de paz, no de división y de conflicto. El recuerdo de aquella experiencia es un motivo de esperanza en un futuro en el que todos los creyentes se sientan y sean auténticos trabajadores por la justicia y la paz.

Verdad moral en la política y en la diplomacia

12. La política y la diplomacia deberían contemplar el patrimonio moral y espiritual que ofrecen las grandes religiones del mundo, para reconocer y afirmar aquellas verdades, principios y valores universales que no pueden negarse sin negar la dignidad de la persona humana. Pero, ¿qué significa, de manera práctica, promover la verdad moral en el mundo de la política y de la diplomacia? Significa actuar de manera responsable sobre la base del conocimiento objetivo e íntegro de los hechos; quiere decir desarticular aquellas ideologías políticas que terminan por suplantar la verdad y la dignidad humana, y promueven falsos valores con el pretexto de la paz, el desarrollo y los derechos humanos; significa favorecer un compromiso constante para fundar la ley positiva sobre los principios de la ley natural16 . Todo esto es necesario y coherente con el respeto de la dignidad y el valor de la persona humana, ratificado por los Pueblos de la tierra en la Carta de la Organización de las Naciones Unidas de 1945, que presenta valores y principios morales universales como referencia para las normas, instituciones y sistemas de convivencia en el ámbito nacional e internacional.

Más allá del odio y el prejuicio

13. A pesar de las enseñanzas de la historia y el esfuerzo de los Estados, las Organizaciones internacionales a nivel mundial y local, de las Organizaciones no gubernamentales y de todos los hombres y mujeres de buena voluntad, que cada día se esfuerzan por tutelar los derechos y libertades fundamentales, se siguen constatando en el mundo persecuciones, discriminaciones, actos de violencia y de intolerancia por motivos religiosos. Particularmente en Asia y África, las víctimas son principalmente miembros de las minorías religiosas, a los que se les impide profesar libremente o cambiar la propia religión a través de la intimidación y la violación de los derechos, de las libertades fundamentales y de los bienes esenciales, llegando incluso a la privación de la libertad personal o de la misma vida.

Como ya he afirmado, se dan también formas más sofisticadas de hostilidad contra la religión, que en los Países occidentales se expresan a veces renegando de la historia y de los símbolos religiosos, en los que se reflejan la identidad y la cultura de la mayoría de los ciudadanos. Son formas que fomentan a menudo el odio y el prejuicio, y no coinciden con una visión serena y equilibrada del pluralismo y la laicidad de las instituciones, además del riesgo para las nuevas generaciones de perder el contacto con el precioso patrimonio espiritual de sus Países.

La defensa de la religión pasa a través de la defensa de los derechos y de las libertades de las comunidades religiosas. Que los líderes de las grandes religiones del mundo y los responsables de las naciones, renueven el compromiso por la promoción y tutela de la libertad religiosa, en particular, por la defensa de las minorías religiosas, que no constituyen una amenaza contra la identidad de la mayoría, sino que, por el contrario, son una oportunidad para el diálogo y el recíproco enriquecimiento cultural. Su defensa representa la manera ideal para consolidar el espíritu de benevolencia, de apertura y de reciprocidad con el que se tutelan los derechos y libertades fundamentales en todas las áreas y regiones del mundo.

La libertad religiosa en el mundo

14. Por último, me dirijo a las comunidades cristianas que sufren persecuciones, discriminaciones, actos de violencia e intolerancia, en particular en Asia, en África, en Oriente Medio y especialmente en Tierra Santa, lugar elegido y bendecido por Dios. A la vez que les renuevo mi afecto paterno y les aseguro mi oración, pido a todos los responsables que actúen prontamente para poner fin a todo atropello contra los cristianos que viven en esas regiones. Que los discípulos de Cristo no se desanimen ante las adversidades actuales, porque el testimonio del Evangelio es y será siempre un signo de contradicción.

Meditemos en nuestro corazón las palabras del Señor Jesús: «Dichosos los que lloran, porque ellos serán consolados. Dichosos los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos quedarán saciados […]. Dichosos vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Estad alegres y contentos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo» (Mt 5, 5-12). Renovemos, pues, «el compromiso de indulgencia y de perdón que hemos adquirido, y que invocamos en el Pater Noster, al poner nosotros mismos la condición y la medida de la misericordia que deseamos obtener: "Y perdónanos nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores" (Mt 6, 12)17». La violencia no se vence con la violencia. Que nuestro grito de dolor vaya siempre acompañado por la fe, la esperanza y el testimonio del amor de Dios. Expreso también mi deseo de que en Occidente, especialmente en Europa, cesen la hostilidad y los prejuicios contra los cristianos, por el simple hecho de que intentan orientar su vida en coherencia con los valores y principios contenidos en el Evangelio. Que Europa sepa más bien reconciliarse con sus propias raíces cristianas, que son fundamentales para comprender el papel que ha tenido, que tiene y que quiere tener en la historia; de esta manera, sabrá experimentar la justicia, la concordia y la paz, cultivando un sincero diálogo con todos los pueblos.

La libertad religiosa, camino para la paz

15. El mundo tiene necesidad de Dios. Tiene necesidad de valores éticos y espirituales, universales y compartidos, y la religión puede contribuir de manera preciosa a su búsqueda, para la construcción de un orden social justo y pacífico, a nivel nacional e internacional.

La paz es un don de Dios y al mismo tiempo un proyecto que realizar, pero que nunca se cumplirá totalmente. Una sociedad reconciliada con Dios está más cerca de la paz, que no es la simple ausencia de la guerra, ni el mero fruto del predominio militar o económico, ni mucho menos de astucias engañosas o de hábiles manipulaciones. La paz, por el contrario, es el resultado de un proceso de purificación y elevación cultural, moral y espiritual de cada persona y cada pueblo, en el que la dignidad humana es respetada plenamente. Invito a todos los que desean ser constructores de paz, y sobre todo a los jóvenes, a escuchar la propia voz interior, para encontrar en Dios referencia segura para la conquista de una auténtica libertad, la fuerza inagotable para orientar el mundo con un espíritu nuevo, capaz de no repetir los errores del pasado. Como enseña el Siervo de Dios Pablo VI, a cuya sabiduría y clarividencia se debe la institución de la Jornada Mundial de la Paz: «Ante todo, hay que dar a la Paz otras armas que no sean las destinadas a matar y a exterminar a la humanidad. Son necesarias, sobre todo, las armas morales, que den fuerza y prestigio al derecho internacional; primeramente, la de observar los pactos»18 . La libertad religiosa es un arma auténtica de la paz, con una misión histórica y profética. En efecto, ella valoriza y hace fructificar las más profundas cualidades y potencialidades de la persona humana, capaces de cambiar y mejorar el mundo. Ella permite alimentar la esperanza en un futuro de justicia y paz, también ante las graves injusticias y miserias materiales y morales. Que todos los hombres y las sociedades, en todos los ámbitos y ángulos de la Tierra, puedan experimentar pronto la libertad religiosa, camino para la paz.

Vaticano, 8 de diciembre de 2010

BENEDICTUS PP XVI

1 Cfr Benedicto XVI, Carta enc. Caritas in veritate, 29.55-57.

2 Cfr Conc. Ecum. Vat. II, Declaración sobre la libertad religiosa  Dignitatis humanae, 2.

3 Cfr Benedicto XVI, Carta enc. Caritas in veritate, 78.

4 Cfr Conc. Ecum. Vat. II, Declaración sobre las relaciones de la Iglesia con las religiones no cristianas Nostra aetate, 1.

5 Id., Declaración sobre la libertad religiosa Dignitatis humanae, 7.

6 Benedicto XVI, Discurso a la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (18 abril 2008): AAS 100 (2008), 337.

7 Cfr Conc. Ecum. Vat. II, Declaración sobre la libertad religiosa Dignitatis humanae, 2

8 Juan Pablo II, Discurso a los Participantes en la Asamblea Parlamentaria de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE) (10 octubre 2003), 1: AAS 96 (2004), 111.

9 Cfr Benedicto XVI, Carta enc. Caritas in veritate, 11.

10 Cfr Benedicto XVI, Carta enc. Caritas in veritate, 11.

11 Cfr Cicerón, De inventione, II, 160.

12 Cfr Benedicto XVI, Discurso a los Representantes de otras Religiones del Reino Unido (17 septiembre 2010): L’Osservatore Romano (18 septiembre 2010), p. 12.

13 Conc. Ecum. Vat. II, Declaración sobre las relaciones de la Iglesia con las religiones no cristianas Nostra aetate, 2.

14 Ibidem.

15 Super evangelium Joannis, I, 3.

16 Cfr Benedicto XVI, Discurso a las Autoridades civiles y al Cuerpo diplomático en Chipre (5 junio 2010): L’Osservatore Romano (6 junio 2010), p. 8; COMISIÓN TEOLÓGICA INTERNACIONAL, En busca de una ética universal: una mirada sobre la ley natural, Ciudad del Vaticano 2009.

17 Pablo VI, Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz 1976AAS 67 (1975), 671.

18 Ibid., p. 668.

[© Copyright 2010 - Libreria Editrice Vaticana]

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Discurso a los embajadores de Nepal, Zambia, Andorra, Seychelles y Mali
“La persona también tiene necesidad de fraternidad”
CIUDAD DEL VATICANO, jueves 16 de diciembre de 2010 (ZENIT.org).- Ofrecemos a continuación el discurso que Benedicto XVI dirigió este jueves a los nuevos embajadores de Nepal, Zambia, Andorra, Seychelles y Mali ante la Santa Sede, a quienes recibió en el Vaticano con motivo de la presentación de sus Cartas Credenciales.



 

***



 

Señora y Señores Embajadores

Me resulta una alegría recibirles esta mañana en el Palacio apostólico para la presentación de las Cartas que les acreditan como Embajadores extraordinarios y plenipotenciarios de sus respectivos países ante la Santa Sede: Nepal, Zambia, el Principado de Andorra, la República de las Seychelles y Mali. Me han dirigido palabras corteses de parte de sus respectivos Jefes de Estado y se las agradezco. Me gustaría transmitirles de vuelta mis deferentes saludos y mis votos respetuosos por sus personas y por la alta misión que cumplen al servicio de su país y de su pueblo. A través suyo, deseo también saludar a todas las autoridades civiles y religiosas de sus naciones, así como al conjunto de sus compatriotas. Mis oraciones y mis pensamientos van naturalmente también a las comunidades católicas presentes en sus países. Viviendo el Evangelio, se preocupan por dar testimonio de un espíritu de colaboración fraterna.

Querría, Excelencias, hablar de la fraternidad humana. Se ha hecho un llamamiento de manera conmovedora todo este año para aliviar a Haití, primero devastada por un terremoto y después por el cólera. Otras tragedias han golpeado por desgracia a otros países durante este año. Vuestros países, la comunidad internacional y el mundo asociativo ha respondido a los llamamientos de ayuda especialmente urgentes, ayuda que convendría naturalmente continuar e intensificar. Por su parte, y a través de sus diversas instituciones, la Iglesia aporta una contribución multiforme que prolonga a lo largo del tiempo.

El bello ideal de fraternidad, que se encuentra en la divisa nacional de numerosos países, ha encontrado en el desarrollo del pensamiento filosófico y político una resonancia menor en comparación con otros ideales como la libertad, la igualdad, el progreso o la unidad. Se trata de un principio que ha permanecido en gran parte como letra muerta en las sociedades políticas modernas y contemporáneas, sobre todo a causa de la influencia ejercida por las ideologías individualistas o colectivistas (cf. Compendio de la Doctrina social de la Iglesia, n. 390). La fraternidad tiene, como saben, un significado particular para los cristianos debido al diseño de amor fraterno de Dios, de fraternidad, pues, revelada por Cristo. Por cierto, en mi última encíclica Caritas in veritate, he abordado ampliamente este tema indispensable para una convivencia humana armoniosa.

Para vivir dignamente, todo ser humano necesita respeto: necesita también que se le haga justicia y que sus derechos sean reconocidos de una manera concreta. Sin embargo, esto no es suficiente para llevar una vida plenamente humana: en efecto, la persona tiene también necesidad de fraternidad. Esto es cierto no sólo en las relaciones de proximidad, sino también a escala planetaria. Sin embargo, aunque el proceso de globalización en curso aproxima a los seres humanos entre sí, no les hace por ello hermanos. Se trata de un problema importante porque, como reveló mi predecesor el Papa Pablo VI “el subdesarrollo tiene como causa profunda la falta de fraternidad” (cf. Populorum progressio, n. 66).

La razón humana es capaz de reconocer la igualdad de todos los hombres y la necesidad de limitar las excesivas disparidades entre ellos, pero es incapaz de instituir la fraternidad. Ésta es un don sobrenatural. Por su parte, la Iglesia ve la realización de la fraternidad humana en la tierra como una vocación contenida en el designio creador de Dios, que quiere que ella sea cada vez más fielmente, la hacedora de esa fraternidad, tanto en el ámbito universal como en el ámbito local como lo es en los países que ustedes representan ante la Santa Sede.

Si, acompañando la misión específicamente espiritual que Cristo le ha confiado, la Iglesia suscita entre sus discípulos una proximidad particular, no desea menos aportar su contribución, sincera y fuerte, a la formación de una comunidad más fraterna entre todos los seres humanos. Por eso, ella se prohíbe actuar como un lobby, preocupada sólo por sus intereses, y sin embargo trabaja, bajo la mirada de Aquel que es el Creador de todos los hombres, queriendo honrar la dignidad de cada uno. Ella se esfuerza, así, por poner el amor y la paz en la base de los múltiples vínculos humanos que relacionan a las personas entre sí, como Dios lo ha querido en su sabiduría creadora.

En la vida cotidiana, la fraternidad encuentra una expresión concreta en la gratuidad y el respeto. Estos están llamados a manifestarse en todos los espacios de la actividad humana, incluyendo la actividad económica. La identidad profunda del hombre, su ser-en-relación, se expresa también en su actividad económica que es uno de los terrenos de mayor cooperación entre los hombres. A través de mi última Encíclica, he querido poner en evidencia el hecho de que la economía es un lugar donde el don es también posible e incluso necesario (cf. Caritas in veritate, nn.34-39).

Toda forma de don es, en definitiva, un signo de la presencia de Dios, porque conduce al descubrimiento fundamental que está en el origen, todo es donado. Una toma de conciencia así no hace las conquistas del hombre menos bellas, sino que lo libera de la primera de todas las servidumbres, la de querer crearse a sí mismo. Al contrario, en el reconocimiento de lo que le es donado, el hombre puede abrirse a la acción de la gracia y entender que está llamado a desarrollarse, no contra o a costa de los demás, sino con ellos y en comunión con ellos.

Sin embargo, si la fraternidad vivida entre los hombres puede encontrar un eco positivo en términos de “eficacia social”, no hay que olvidar que ésta no constituye un medio, sino que es un fin en sí misma (cf. Caritas in veritate, n° 20). La Iglesia cree en Cristo que nos revela que Dios es amor (cf. Jn 4, 8). También está convencida de que a todos los que creen en la caridad divina, Dios les da la certeza de que “el camino del amor está abierto a todos los hombres y que el esfuerzo dirigido a instaurar una fraternidad universal no es en vano” (Gaudium et Spes, 38).

Como diplomáticos, se interesan, sin ninguna duda, de manera particular, por los distintos aspectos de la vida político-social que acabo de desarrollar. Durante su misión ante la Sede Apostólica, tendrán la posibilidad, Excelencias, de descubrir más directamente las acciones y las preocupaciones de la Iglesia en todos los continentes. Encontrarán en mis colaboradores una atención amable. Sobre ustedes, sus familias, los miembros de sus Misiones diplomáticas y todas las naciones que representan, invoco abundantes Bendiciones divinas.



 

[Traducción del original francés por Patricia Navas

©Libreria Editrice Vaticana]


 

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Discurso del Papa al presidente de la Federación Luterana Mundial
Al recibir a una delegación luterana hoy en el Vaticano
CIUDAD DEL VATICANO, jueves 16 de diciembre de 2010 (ZENIT.org).- Ofrecemos a continuación el discurso que el Papa Benedicto XVI dirigió hoy a una delegación de la Federación Luterana Mundial, encabezada por su presidente, Munib A. Younan.

* * * * *

Querido obispo Younan, queridos amigos luteranos,

Estoy contento de saludar a los representantes de la Federación Luterana Mundial con ocasión de vuestra visita oficial a Roma. Ofrezco mis más cordiales deseos al obispo Munib Younan y al reverendo Martin Junge por sus respectivas elecciones como presidente y secretario general, junto con mis oraciones mientras duren sus servicios.

Hace cinco años, al principio de mi pontificado, tuve la alegría de recibir a vuestros predecesores y de expresarles mi esperanza de que los contactos estrechos y el diálogo intensivo que habían caracterizado las relaciones ecuménicas entre católicos y luteranos continuasen producienro ricos frutos. Hoy podemos con gratitud hacer recuento de los muchos frutos significativos producidos en estas décadas de discusiones bilaterales. Con la ayuda de Dios ha sido posible, despacio y tranquilamente, quitar barreras y fomentar lazos visibles de unidad a través del diálogo teológico y la cooperación práctica, especialmente a nivel de comunidades locales.

El año pasado tuvo lugar el décimo aniversario de la firma de la Declaración Conjunta sobre la Doctrina de la Justificación, que ha supuesto un paso significativo en el difícil camino hacia el restablecimiento de la unidad plena entre los cristianos y un estímulo para una nueva discusión ecuménica. En estos años previos a la celebración del quinto centenario de los acontecimientos de 1517, los católicos y los luteranos estamos llamados a reflexionar nuevamente sobre adónde nos ha llevado nuestro camino hacia la unidad, y a implorar la guía y la ayuda del Señor para el futuro. Me complace señalar que, para la ocasión, la Comisión Internacional sobre la Unidad Luterana - Católico Romana está preparando un texto conjunto que documentará lo que los luteranos y los católicos son capaces de decir juntos en este momento respecto a nuestras cada vez más estrechas relaciones después de casi cinco siglos de separación.

Con el fin de aclarar aún más la comprensión sobre la Iglesia, que es el punto de atención principal del diálogo ecuménico hoy, la Comisión está estudiando el tema: el Bautismo y la creciente comunión eclesial.Es mi esperanza de que estas actividades ecuménicas proporcionen nuevas oportunidades para que los católicos y los luteranos sean cada vez más cercanos en sus vidas, su testimonio del Evangelio, y sus esfuerzos para llevar la luz de Cristo a todas las dimensiones de la sociedad.

En estos días de gozosa preparación para la celebración de la Navidad, confiémonos unos a otros, y nuestra búsqueda común de la unidad entre los cristianos al Señor, que es la verdadera novedad que sobrepasa todas nuestras expectativas humanas (cf. Ireneo, Adv. Haer., IV, 34, 1).

¡Que la paz y el gozo de este tiempo de Navidad esté con todos vosotros!

[Traducción del original en inglés por Inma Álvarez

©Libreria Editrice Vaticana]



 

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Mensaje del Papa a las Academias Pontificias
Con ocasión de la XV Sesión Pública, sobre la Asunción de la Virgen
CIUDAD DEL VATICANO, jueves 16 de diciembre de 2010 (ZENIT.org).- Ofrecemos a continuación el mensaje que el Papa Benedicto XVI hizo llegar hoy a los miembros de las Academias Pontificias, durante su XV Sesión Pública, en la que se trató sobre el tema: “La Asunción de María, signo de consuelo y de segura esperanza”.



 

* * * * *

Al Venerado Hermano

el cardenal Gianfranco Ravasi

Presidente del Consejo Pontificio de la Cultura

Con ocasión de la XV Sesión Pública de las Academias Pontificias estoy contento de hacerle llegar mi cordial saludo, que de buen grado extiendo a los presidentes y a los académicos, en particular a usted, Venerado Hermano, que preside el Consejo de Coordinación. Dirijo también mi saludo a los señores cardenales, a los obispos, a los sacerdotes, a los religiosos y a las religiosas, a los señores embajadores y a todos los participantes en esta cita anual.

Hace quince años, el Venerable Juan Pablo II instituyó el Consejo de Coordinación y el Premio de las Academias Pontificias ofreciendo un aliento significativo y un consistente impulso al desarrollo de sus actividades. Ahora, valorando atentamente cuanto se ha hecho, es oportuno fomentar a partir de ahora la renovación de todas y cada una de las Academias Pontificias, para que puedan ofrecer su contribución, de forma cada vez más eficaz, a la Sede Apostólica y a toda la Iglesia. Le pido por tanto a usted, Venerado Hermano, seguir con particular cuidado el recorrido de cada Institución, promoviendo, al mismo tiempo, un proceso de apoyo recíproco y de colaboración creciente.

La XV Sesión Pública ha sido preparada por la Pontificia Academia Mariana Internacional y por la Pontificia Academia de la Inmaculada, las cuales muy oportunamente han querido que en esta solemne reunión se recordara el 60º aniversario de la Proclamación del Dogma de la Asunción de María, proponiendo el tema: “La Asunción de María, signo de consuelo y de segura esperanza”. El 1 de noviembre de 1950, de hecho, durante un memorable Jubileo, el venerable Pío XII, promulgando la Constitución Apostólica Munificentissimus Deus, proclamaba solemnemente, en la Plaza de San Pedro, este Dogma. Unos años antes, en 1946, el padre Carlo Balić, O.F.M., había fundado la Academia Mariana Internacional precisamente para apoyar y coordinar el movimiento asuncionista.

En el difícil y delicado momento histórico que siguió a la conclusión de la segunda guerra mundial, Pío XII, con ese gesto solemne, quiso indicar no sólo a los católicos, sino a todos los hombres y mujeres de buena voluntad la singular figura de María como modelo y paradigma de la nueva humanidad redimida por Cristo: "Es de esperar – afirmaba – que todos aquellos que meditarán los gloriosos ejemplos de María se persuadan cada vez más del valor de la vida humana […] y que se ponga ante los ojos de todos de forma luminosísima a qué excelso fin las almas y los cuerpos están destinados; finalmente, que la fe en la Asunción corporal de María al Cielo haga más firme y activa la fe en nuestra resurrección" (Munificentissimus DeusAAS 42, 1950, 753-771). Considero de lo más actuales estos augurios, y yo también os invito a todos vosotros a dejaros guiar por María para ser anunciadores y testigos de la esperanza que brota de la contemplación de los Misterios de Cristo, muerto y resucitado para nuestra salvación.

María, de hecho, como enseña el Concilio Vaticano II en la Constitución dogmática Lumen gentium, es signo de esperanza cierta y de consuelo para el Pueblo de Dios peregrino en la historia: "La madre de Jesús, como en el cielo, glorificada ya en el cuerpo y en el alma, es la imagen y la primicia de la Iglesia que deberá tener su cumplimiento en la edad futura, y así brilla sobre la tierra como un signo de segura esperanza y de consuelo para el Pueblo de Dios, en camino hasta que vea el día del Señor (cfr 2 Pe 3,10)" (n. 68). En la Carta Encíclica Spe salvi, dedicada a la esperanza cristiana, no podía dejar de recordar el particular papel de María en sostener y guiar el camino de los creyentes hacia la patria del Cielo. Me dirigí a ella, invocándola como Estrella de la esperanza para la Iglesia y para toda la humanidad (cfr n. 49). María es la estrella resplandeciente de luz y de belleza, que anuncia y anticipa nuestro futuro, la condición definitiva a la que Dios, Padre rico en misericordia, nos llama.

Los Padres y Doctores de la Iglesia, haciéndose eco también del sentimiento común de los fieles y reflexionando sobre lo que la liturgia celebraba, proclamaron el singular privilegio de María, ilustraron su luminosa belleza, que sostiene y nutre nuestra esperanza.

San Juan Damasceno, que dedicó a la Asunción de María tres magníficos Sermones, proclamados en Jerusalén en torno al año 740 en la que la tradición indica como la Tumba de María, afirma así: “Tu alma, de hecho, no descendió a los infiernos; tu carne no vio la corrupción. Tu cuerpo inmaculado y totalmente bello no se quedó en la tierra, al contrario, tu te sientas en el trono en el reino celestial como reina, señora, dominadora, la Madre de Dios, la verdadera engendradora de Dios asunta (al cielo)” (Homilía I sobre la Dormición: PG 96, 719).

A esta voz de la Iglesia de Oriente hace eco, entre las muchas del Occidente latino, la del cantor de María, san Bernardo de Claraval, el cual evoca así la Asunción: “Nuestra Reina nos ha precedido; nos ha precedido y ha sido recibida tan festivamente, que con confianza los siervos pueden seguir a su Señora diciendo: Llévanos contigo, correremos tras el olor de tus perfumes (Ct 1,3). Nuestra humanidad peregrina mandó delante a su Abogada que, siendo Madre del Juez y Madre de misericordia, podrá tratar con devoción y eficacia la causa de nuestra salvación. Nuestra tierra ha enviado hoy al cielo un precioso regalo para que, dando y recibiendo, se unan en un feliz intercambio de amistad lo humano a lo divino, lo terreno a lo celeste, lo ínfimo a lo sumo […]. Es la Reina de los cielos, es misericordiosa, es la Madre del Hijo unigénito de Dios" (In assumptione B.M.V, Sermo I: PL 183, 415).

Recorriendo, entonces, esa via pulchritudinis que el Siervo de Dios Pablo VI indicó como fecundo itinerario de investigación teológica y mariológica, quisiera notar la profunda sintonía entre el pensamiento teológico y místico, la liturgia, la devoción mariana y las obras de arte, que, con el esplendor de los colores y de las formas, cantan el misterio de la Asunción de María y su gloria celestial junto al Hijo. Entre estas últimas, os invito a admirar dos de ellas particularmente significativas en Roma: los mosaicos absidiales de las basílicas marianas de Santa María la Mayor y de Santa María in Trastevere.

Reflexión teológica y espiritual, liturgia, devoción mariana, representación artística forman verdaderamente un todo, un mensaje completo y eficaz, capaz de suscitar la maravilla de los ojos, de tocar el corazón y de provocar la inteligencia a una comprensión aún más profunda del misterio de María en el que vemos claramente reflejado y anunciado nuestro destino, nuestra esperanza.

Aprovecho, por tanto, esta ocasión para invitar a los expertos en Teología y Mariología a recorrer la via pulchritudinis y auguro que, también en nuestros días, gracias a una mayor colaboración entre teólogos, liturgistas y artistas, se puedan ofrecer a la admiración y a la contemplación de todos, mensajes incisivos y eficaces.

Para animar a cuantos quieren ofrecer la propia contribución a la promoción y a la realización de un nuevo humanismo cristiano, acogiendo la propuesta formulada por el Consejo de Coordinación, estoy contento de asignar ex aequo el Premio de las Pontificias Academias Eclesiásticas a la Marian Academy of India, joven y activa sociedad mariológico-mariana con sede en Bangalore (India) – representada por su presidente el Rev. Kulandaisamy Rayar –, y al Prof. Luìs Alberto Esteves dos Santos Casimiro por su poderosa Disertación doctoral con el título A Anunciação do Senhor na pintura quinhentista portuguesa (1500-1550). Análise geométrica, iconográfica e significado iconológico.

Deseo, además, que, como signo de aprecio y de aliento, se ofrezca la Medalla del Pontificado al Grupo "Gen Verde", expresión del Movimiento de los Focolares, por su compromiso artístico fuertemente impregnado de los valores evangélicos y abierto al diálogo entre pueblos y culturas.

Augurándoos, finalmente, un compromiso cada vez más apasionado en vuestros respectivos campos de actividad, os confío a cada uno de vosotros y a vuestro trabajo a la protección maternal de la Virgen María, la Tota Pulchra, la Estrella de la Esperanza, y de corazón le imparto a usted, señor cardenal, y a todos los presentes una especial Bendición Apostólica.

En el Vaticano, a 15 de diciembre de 2010

BENEDICTUS PP XVI

[Traducción del original italiano por Inma Álvarez

©Libreria Editrice Vaticana]

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Mensaje del Papa al encuentro de jóvenes de Rotterdam
Promovido por la comunidad de Taizé
ROTTERDAM, jueves 16 de diciembre de 2010 (ZENIT.org).- Ofrecemos a continuación el texto del mensaje enviado en nombre del Papa Benedicto XVI a los jóvenes que participan en el 33º Encuentro Internacional con la Comunidad de Taizé en Rotterdam (Holanda), y que ha sido hecho público hoy por la comunidad que dirige el Hermano Alois.

* * * * *

Queridos jóvenes,

Sobre todos vosotros que os reunís en Rotterdam, invitados por la comunidad de Taizé, su Santidad el Papa Benedicto XVI invoca la fuerza y la paz del Espíritu Santo, como también sobre los pastores, sobre las parroquias y las familias que os acogen. ¡Que, con los hermanos de Taizé que animan este 33° encuentro europeo de jóvenes, os conduzca Dios a las fuentes de la alegría!

Lo descubriréis en estos días: esta alegría no os aleja de una solidaridad con los sufirmientos de la humanidad, sino que está profundamente ligada a la confianza en Dios. Viviendo de esta confianza, acogiéndola, permitís esta renovación radical del ser humano que Cristo vino a traer. Así seréis animados por el valor de ir contra corriente, cuando esto sea necesario. Resistiendo al espejismo del individualismo, os convertiréis cada vez más en hombres y mujeres de comunión, en la entrega de vosotros mismos por los demás.

Y cuando volváis a vuestros países, que el Espíritu Santo os colme de una compasión sin límites, os comunique imaginación y valentía para descubrir de qué forma transformar vuestras comunidades locales en lugares de bondad del corazón y de confianza. La paz que él os concede resplandecerá así para los demás y para el mundo.

Convocándoos también para el próximo agosto en Madrid, para la Jornada Mundial de la Juventud, el Santo Padre os confía a la intercesión de la Virgen María, Madre de los creyentes, que en Caná fue testigo de la alegría que su Hijo vino a traer al mundo, y de gran corazón os envía una afectuosa bendición apostólica.

[Traducción de la versión en italiano por Inma Álvarez]

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