1.01.11

María

 

Dejó dicho Tertuliano que “Es necesario creer en un Dios único, todopoderoso, creador del mundo, y en su Hijo Jesucristo, nacido de la Virgen María” (De virg. vel., 1, 3).

Por otra parte, el Catecismo de la Iglesia católica dice (No. 495) que “Llamada en los Evangelios ‘la Madre de Jesús’ (Jn 2, 1; 19, 25; cf. Mt 13, 55, etc.), María es aclamada bajo el impulso del Espíritu como ‘la madre de mi Señor’ desde antes del nacimiento de su hijo (cf Lc 1, 43). En efecto, aquél que ella concibió como hombre, por obra del Espíritu Santo, y que se ha hecho verdaderamente su Hijo según la carne, no es otro que el Hijo eterno del Padre, la segunda persona de la Santísima Trinidad. La Iglesia confiesa que María es verdaderamente Madre de Dios “Theotokos

Nacido de la Virgen María” porque siendo Jesucristo Dios hecho hombre, su Madre es, por eso mismo, también de Dios y siéndolo del Creador también lo es nuestra. Por eso la Iglesia católica confiesa que María es verdaderamente la Theotokos o Madre de Dios.

Todo, tiene, sin embargo, un origen…

Cuando Jesús, en su cruz colgado, encomendó a Juan, el discípulo amado, que cuidara de Su Madre hizo algo más: nos la entregó para que fuera, también, Madre nuestra.

Así, las palabras “He ahí a tu madre”, que dijera Cristo al Zebedeo, en aquel momento de entrega suprema a la voluntad de Dios, están dirigidas a cada uno de nosotros. “Nos invitan a amar a María como Cristo la amó, a recibirla como Madre en nuestra vida, a dejarnos guiar por ella en los caminos del Espíritu Santo” (Juan Pablo II Magno, en la Audiencia General del 29 de abril de 1998)

Para más abundancia, en la encíclica Redemptoris mater, Juan Pablo II Magno dice sobre el hecho citado que “Sin lugar a dudas se percibe en este hecho una expresión de la particular atención del Hijo por la Madre, que dejaba con tan grande dolor. Sin embargo, sobre el significado de esta atención el ‘testamento de la Cruz’ de Cristo dice aún más. Jesús ponía en evidencia un nuevo vínculo entre Madre e Hijo, del que confirma solemnemente toda la verdad y realidad. Se puede decir que, si la maternidad de María respecto de los hombres ya había sido delineada precedentemente, ahora es precisada y establecida claramente; ella emerge de la definitiva maduración del misterio pascual del Redentor” (Rm 23).

Por tanto, “esta ‘nueva maternidad de María’, engendrada por la fe, es fruto del ‘nuevo’ amor, que maduró en ella definitivamente junto a la Cruz, por medio de su participación en el amor redentor del Hijo” (Rm 23).

No puede, sin embargo, quedar, en los que nos consideramos hijos de Dios, la maternidad de María como una gracia de Dios que no afecte a nuestro corazón.

Muy al contrario, como dice San Josemaría en “Es Cristo que pasa” (143) “Porque María es Madre, su devoción nos enseña a ser hijos: a querer de verdad, sin medida; a ser sencillos, sin esas complicaciones que nacen del egoísmo de pensar sólo en nosotros; a estar alegres, sabiendo que nada puede destruir nuestra esperanza. El principio del camino que lleva a la locura del amor de Dios es un confiado amor a María Santísima. Así lo escribí hace ya muchos años, en el prólogo a unos comentarios al santo rosario, y desde entonces he vuelto a comprobar muchas veces la verdad de esas palabras. No voy a hacer aquí muchos razonamiento, con el fin de glosar esa idea: os invito más bien a que hagáis la experiencia, a que lo descubráis por vosotros mismos, tratando amorosamente a María, abriéndole vuestro corazón, confiándole vuestras alegrías y vuestra penas, pidiéndole que os ayude a conocer y a seguir a Jesús”.

Entonces, ¿Qué podemos decir a Dios por habernos dado a María?: gracias.

Entonces, ¿Qué podemos decir a María por haber tenido fe en Dios?: gracias.

Entonces, ¿Qué podemos los hijos de Dios?: aquí estoy porque me has llamado.

Y hacer, de nuestra vida, una clara respuesta a Dios; otro Fiat renovado, por María, en nuestro corazón. Y Dios, como Creador, ha de saber apreciar el amor que le tengamos a su Madre.

Santa María, Madre de Dios y Madre nuestra, ruega por nosotros.

Eleuterio Fernández Guzmán