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El mundo visto desde Roma

Servicio diario - 15 de enero de 2011

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Beatificación de Juan Pablo II, acontecimiento sin precedentes

El desafío del cristianismo en España

Derecho a la libertad religiosa


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Beatificación de Juan Pablo II, acontecimiento sin precedentes
Por Giovanni Maria Vian
CIUDAD DEL VATICANO sábado 15 de enero de 2011 (ZENIT.org).- Publicamos el artículo que ha escrito Giovanni Maria Vian, director de "L'Osservatore Romano", sobre la beatifcación de Juan Pablo II, anunciada este viernes por la Santa Sede, que tendrá lugar el 1 de mayo, domingo de la Divina Misericordia.

 

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La beatificación de Juan Pablo II, que su sucesor presidirá en el aniversario litúrgico de su muerte, es un acontecimiento histórico sin precedentes. En realidad, es preciso remontarse al corazón de la Edad Media para encontrar ejemplos análogos, pero en contextos no comparables a la decisión de Benedicto XVI: en los últimos diez siglos ningún Papa ha elevado al honor de los altares a su inmediato predecesor.

Pietro del Morrone (que fue Celestino V) fue canonizado en 1313, menos de veinte años después de su muerte, por su tercer sucesor; más de dos siglos antes se reconoció casi inmediatamente la santidad de León IX y de Gregorio VII, que murieron respectivamente en 1054 y 1085. No por casualidad al inicio de aquel papado reformador celebrado pocos decenios más tarde en el oratorio lateranense de San Nicolás a través de la representación de algunos Pontífices contemporáneos definidos cada uno sanctus.

Sobre la sobriedad hagiográfica de la Iglesia romana -que venera como santos casi sólo a los papas de la edad más antigua- intervinieron después las modificaciones innovativas de la modernidad, con las decisiones tomadas en los últimos treinta años del siglo XIX y luego, sobre todo, con las de Pío XII y del propio Juan Pablo II. Así se reconoció el culto de algunos Pontífices medievales y fueron elevados al honor de los altares Pío X, el último Papa santo, Inocencio XI, Pío IX y Juan XXIII.

En el centro de toda causa de beatificación y canonización está exclusivamente la ejemplaridad de la vida de quien, con expresión de la Sagrada Escritura, es definido al servicio de Dios. Para asegurar a la historia -como dijo Pablo VI al anunciar la introducción de las causas de sus dos predecesores inmediatos- "el patrimonio de su herencia espiritual", más allá de "cualquier otro motivo que no sea el culto de la verdadera santidad, es decir, la gloria de Dios y la edificación de su Iglesia".

Y auténtico servidor de Dios fue Karol Wojtyla, testigo apasionado de Cristo desde su juventud hasta su último aliento. Muchísimos, incluso no católicos y no cristianos, se dieron cuenta de esto durante su vida ejemplar; esto lo documenta su testamento espiritual, escrito en varias etapas en los años de pontificado; por esto ya el 28 de abril de 2005, menos de un mes después de su muerte, su sucesor dispensó de los términos prescritos para el inicio de la causa; y por esto ha decidido presidir su beatificación: para presentar al mundo el modelo de la santidad personal de Juan Pablo II.

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El desafío del cristianismo en España
Por monseñor Fernando Sebastián
MADRID, sábado, 15 de enero de 2011 (ZENIT.org).- Publicamos un pasaje del libro "Evangelizar" de monseñor Fernando Sebastián, arzobispo emérito de Pamplona y Tudela, publicado por Ediciones Encuentro, sobre el desafío que atraviesa el cristianismo en España.

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España está a punto de romper la continuidad de su tradición espiritual cristiana y católica, para instalarse en un contexto cultural nuevo, ateo, materialista y nihilista. No es cuestión de promover la guerra entre creyentes y no creyentes, ni se trata de estimular la resistencia numantina. El Evangelio de Jesús es capaz de vivir en todas las situaciones imaginables y puede sobrevivir a todas las agresiones, y de vencer convenciendo a sus mismos agresores. El Evangelio de Jesús sigue siendo la única levadura capaz de transformar la masa inerte de nuestro viejo mundo egoísta y resignado a morir, la única luz capaz de iluminar nuestras tinieblas y alumbrarnos nuevos caminos de esperanza y de alegría.


No podemos decir ya que la sociedad española es una sociedad católica. Hay muchos bautizados que no piensan ni viven de acuerdo con su Bautismo. Otros muchos han abandonado explícitamente la fe bautismal. Otros rechazan elementos de la doctrina católica, ya sean dogmáticos o morales. En algunas ciudades, es frecuente encontrar familias que no bautizan a sus hijos... Está claro que no podremos cambiar las cosas de la noche a la mañana, pero, con la ayuda de Dios y nuestra colaboración entusiasta, sí podemos cambiar la tendencia y comenzar una nueva era que llegue a su esplendor cuando Dios quiera. La urgencia resulta más apremiante si tenemos en cuenta que lo que ahora ocurre en Occidente es muy probable que pase en pocos años a otros continentes menos afectados hoy por el secularismo. No nos engañemos, nadie se librará de pasar la crisis de la confrontación con la modernidad laicista.


No hemos logrado despertar en nuestras Iglesias un movimiento auténticamente evangelizador. Lo que sí se percibe es una reacción al proceso secularizador y descristianizador, de tipo restauracionista y formalista que, si en algunas cosas puede estar justificada, no coincide con lo que tiene que ser el núcleo ni la inspiración de una época evangelizadora, orientada a romper el cerco cultural del cristianismo y a abrir nuevos espacios a la fe. Restaurar los usos externos de los años pasados no es lo mismo que recuperar la fuerza espiritual y la eficacia transformadora de las convicciones religiosas de los primeros cristianos. Tengo la impresión de que no se quiere reconocer esta situación de descristianización generalizada. Es preciso fortalecer la fe de los cristianos. Tenemos que aprender a vivir todos como miembros de una Iglesia verdaderamente evangelizadora y misionera. No podemos aceptar como normal la situación actual en la que tantos cristianos desertan de la Iglesia, en la que las generaciones jóvenes crecen en un mundo prácticamente ateo, sin una relación vital con la persona de Jesucristo ni con el Dios de la salvación. Todos los demás problemas que podamos señalar, por importantes que nos parezcan, son secundarios en relación con esta tarea primordial de la evangelización. Tenemos que ver cómo podemos llevar el Evangelio de Jesús a los ateos, a los indiferentes, a los agnósticos, pero también a los protestantes, a los musulmanes, a los budistas, a los animistas que viven con nosotros.


La presentación del Evangelio de Jesús tiene que producir en los oyentes una verdadera crisis de conversión. Crisis que es juicio sobre la vida anterior, esa vida normal que malgastamos dejándonos absorber y dominar por las cosas y los afanes de este mundo. Son pocas las actividades pastorales que buscan realmente esta conversión. Nos olvidamos de que la vida cristiana comienza con la conversión personal, o bien damos por supuesto que esta conversión quedó hecha anteriormente.
Tenemos que comenzar de nuevo.

Más información sobre el libro "Evangelizar" (424 páginas, 19.00 €) en

http://www.ediciones-encuentro.es

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Derecho a la libertad religiosa
Monseñor Felipe Arizmendi Esquivel
SAN CRISTÓBAL DE LAS CASAS, sábado 15 de enero de 2011 (ZENIT.org).- Publicamos el artículo que ha escrito monseñor Felipe Arizmendi Esquivel, obispo de San Cristóbal de Las Casas sobre el derecho a la libertad religiosa.


 


 

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VER

En 1992, se hizo una primera reforma de la legislación religiosa en nuestro país, superando la injusta que permanecía vigente desde 1917 y que ponía a la Iglesia bajo absoluto control del Estado. Quienes lucharon por el cambio constitucional exigieron el reconocimiento del derecho a la libertad religiosa no sólo para los católicos, sino para todas las confesiones, lo que algunas han agradecido. Se logró un avance importante, pero limitado. Hoy estamos exigiendo plena libertad religiosa como un derecho humano básico, no como una concesión política oportunista, y esto para todas las tendencias, incluso para los no creyentes. Aunque no faltan protestantes que nos critican por esta lucha, también ellos saldrán beneficiados. Exigimos, por ejemplo, más libertad de expresión en los medios electrónicos, cosa que ellos en cierto sentido usurpan, pues sólo en Chiapas tienen más de cincuenta radiodifusoras ilegales, con peligro de que la autoridad judicial las decomise y encarcele a los operadores. Todo cambiaría para ellos y nosotros, si las leyes fueran más respetuosas del derecho que exigimos.

El Papa Benedicto XVI, en su tradicional encuentro de año nuevo con los embajadores acreditados ante la Santa Sede, dijo que, aunque algunas Constituciones reconocen "cierta libertad religiosa, la vida de las comunidades religiosas se hace, de hecho, difícil y a veces incluso insegura, ya que el ordenamiento jurídico o social se inspira en sistemas filosóficos y políticos que postulan un estricto control, por no decir un monopolio, del Estado sobre la sociedad".

Denunció "otros tipos de amenazas contra el pleno ejercicio de la libertad religiosa. Pienso, en primer lugar, en los países que conceden una gran importancia al pluralismo y la tolerancia, pero donde la religión sufre una marginación creciente. Se tiende a considerar la religión, toda religión, como un factor sin importancia, extraño a la sociedad moderna o incluso desestabilizador, y se busca por diversos medios impedir su influencia en la vida social. Se llega así a exigir que los cristianos ejerzan su profesión sin referencia a sus convicciones religiosas o morales, e incluso en contradicción con ellas, como, por ejemplo, allí donde están en vigor leyes que limitan el derecho a la objeción de conciencia de los profesionales sanitarios o de algunos profesionales del derecho".

Agregó: "Otra manifestación de marginación de la religión y, en particular, del cristianismo, consiste en desterrar de la vida pública fiestas y símbolos religiosos, por respeto a los que pertenecen a otras religiones o no creen. De esta manera, no sólo se limita el derecho de los creyentes a la expresión pública de su fe, sino que se cortan las raíces culturales que alimentan la identidad profunda y la cohesión social de muchas naciones". Deploró el "monopolio estatal en materia escolástica", y los "cursos de educación sexual o cívica que transmiten una concepción de la persona y de la vida pretendidamente neutra, pero que en realidad reflejan una antropología contraria a la fe y a la justa razón".

JUZGAR

¿Qué pedimos el Papa y nosotros? Ante todo, tomar en cuenta que "el derecho a la libertad religiosa no se aplica plenamente allí donde sólo se garantiza la libertad de culto, y además con limitaciones". Además, algo que debería alegrar a quienes, en algunas partes, se quejan de discriminación por parte de la mayoría católica, dice el Papa con toda claridad: "El peso particular de una determinada religión en una nación jamás debería implicar la discriminación en la vida social de los ciudadanos que pertenecen a otra confesión o, peor aún, que se consienta la violencia contra ellos".

Y afirma: "La veneración a Dios promueve la fraternidad y el amor, no el odio o la división. La búsqueda sincera de Dios ha llevado a un mayor respeto de la dignidad del hombre. Quisiera reafirmar con fuerza que la religión no constituye un problema para la sociedad, no es un factor de perturbación o de conflicto. Quisiera repetir que la Iglesia no busca privilegios, ni quiere intervenir en cuestiones extrañas a su misión, sino simplemente cumplirla con libertad".

ACTUAR

Analicemos desapasionadamente lo que implica el derecho a la plena libertad religiosa. Eso es justicia, eso es libertad, eso es democracia.

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