José Sánchez González Presidente de Migraciones de la Conferencia Episcopal

"Esta es una inmigración pacífica, no violenta; vienen a trabajar no a conquistarnos"

"En los centros de retención de inmigrantes, se trata como delincuentes a quienes no son más que infractores"

Redacción, 18 de enero de 2011 a las 07:31
 

El mejor profesor posible. El clero riojano recibió ayer una sesión formativa sobre 'Acompañamiento pastoral a la población inmigrante' a cargo de monseñor José Sánchez González, presidente de la Comisión de Migraciones de la Conferencia Episcopal. Emigrante él mismo durante veinte años en parroquias de Alemania, el obispo de Sigüenza-Guadalajara desgrana su lección con sosiego, en un discurso meditado pero barnizado con la firmeza que le da su fe y la inquebrantable confianza en el ser humano. Lo entrevista Roberto González Lastra en La Rioja.

- El lema de la Iglesia para el Día Mundial del Emigrante y el Refugiado ha sido 'Una sola familia humana'. ¿No es una utopía?

- No, es una realidad. Que somos una sola familia humana está dentro de toda la doctrina católica y cristiana. Pero esa es una parte de la realidad, la otra es que hay pueblos en guerra, enfrentados, persecuciones... Ese lema de 'Somos una sola familia humana' es la proyección de un deseo y un compromiso, ese 'somos' significa 'tenemos que ser', somos en parte y tenemos que ser un día del todo.

- Pluralidad de culturas, razas y religión suponen riqueza, pero, a menudo, la última genera odios.

- No, hay que distinguir entre la religión y sus patologías: los fundamentalismos y fanatismos. Esos no son religión, sino su enfermedad, su cáncer, su virus.

- Guerras, pobreza y, encima, una crisis que además de multiplicar las dificultades recorta las ayudas y la hospitalidad. ¿Hay solución?

- Bueno, yo prefiero destacar que en España, gracias a Dios, no hemos vivido la ecuación facilona de «5 millones de parados igual a 5 millones de extranjeros, que se vayan porque son los culpables del paro». Esa es una ecuación falsa. Ellos sufren incluso más que nadie esta crisis porque son la parte más débil al no tener una red de acogida en el caso de caída, como la familia, ya que ocho de cada diez inmigrantes viven aquí separados de los suyos. Más que ver la inmigración como un problema, veámosla como una oportunidad, como una riqueza. Esta es una inmigración pacífica, no violenta; vienen a trabajar no a conquistarnos.

- ¿Teme que la xenofobia sufra un impulso en España?

- Bueno, el temor siempre está, pero la realidad es que en estos años no ha habido, excepto algún brote que no marca opinión, una reacción de racismo pese a una inmigración tan acelerada, numerosa y diversa para la que no estábamos preparados.

- Usted ha censurado a menudo la última reforma de la Ley de Extranjería. ¿Qué es lo que no le gustaba?

- Bueno, en general casi ninguna Ley de Extranjería me gusta porque tienen una orientación a la defensiva; son restrictivas y, en una tendencia así, es muy fácil pasar la raya y afectar a derechos. Una de las cosas que menos me gusta es la limitación de la libertad en los centros de retención, donde se trata como delincuentes a quienes no son más que infractores. Tampoco me gustan las trabas que se ponen a la hospitalidad y a la reunificación familiar.

- ¿Entiende que hay que poner cotos y no es posible dejar entrar en un país a cualquiera?

- Es evidente que no se puede quitar a los estados la responsabilidad que tienen de regular los flujos migratorios según sus posibilidades, porque si no los regulan, la primera víctima es el propio inmigrante, que cae en la explotación.