18.01.11

El sábado confirmé un descubrimiento espiritual y físico triste, triste, triste

A las 12:21 AM, por Eleuterio
Categorías : General, Defender la fe
 

Para no decir algo que alguien ya haya dicho antes y atribuirme imaginación cuando, en este caso, no la tengo, manifiesto que la idea general del artículo de hoy la leí no sé bien dónde de InfoCatólica. Quiero decir que no sé qué blogger apuntó esto o qué comentarista de algún blog hizo lo propio. Y esto pasa cuando hay mucho y bueno y no siempre nos podemos acordar de todo.

Entonces me impresionó la deducción que se hizo.

Así, el sábado pasado, 15 de enero del año de Nuestro Señor de 2011 descubrí que lo escrito por el compañero o comentarista de este portal religioso es totalmente cierto.

En España, en concreto entre los creyentes católicos, hay una gran epidemia de artritis.

No crean que desvarío porque lo pude comprobar. Era la celebración de la Santa Misa, 6 de la tarde.

En el momento de la consagración yo voy a lo de Dios o, lo que es mismo, a lo mío (porque en este caso hay coincidencia perfecta entre una voluntad, la del Creador, y una actitud, la del creyente). Es decir que estaba de rodillas y, como suelo hacer, para mejor recogimiento, con los dedos cruzados y tapándome los ojos (así lo aprendí el primer día de colegio cuando un jesuita nos dijo que se podía rezar, también, poniendo así los dedos y no sólo con las palmas de las manos juntas mirando hacia arriba y fue mi primera decisión espiritual que aún mantengo).

Pero decidí experimentar algo y miré para mi derredor y para el resto de la Iglesia. !Albricias¡, vi que más de la mitad (bastante más) de los fieles no se arrodillaban cuando el cuerpo y la sangre de Cristo se consagraba y, digamos, traíamos al presente aquellas palabras de Jesucristo “Esto es mi cuerpo… porque éste es el cáliz de mi sangre” y demás parte de la consagración.

Es bien cierto que muchas personas de las que no se arrodillaron eran mayores y, como es de esperar, no pueden ponerse de rodillas. Sin embargo, un gran número de creyentes eran, seguramente más jóvenes que yo (que tengo 47 años ya cumplidos).

Eso sólo podía deberse, pensé yo, a que el virus de la gripe de este año ha afectado, sobre todo, a las articulaciones de las extremidades inferiores y eso ha hecho que muchas personas, pudiendo, no presentasen el debido respeto a Jesucristo que, recordemos, se entregó también por ellas y por su salvación eterna. Les parecería poco importante la relación entre una cosa y la otra.

Sin embargo, como yo he sido atacado de forma poco respetuosa por tal virus (ahora mismo tengo, como se dice, algo de fiebre y entonces ya tenía claros síntomas) y veo que, si lo intento, puedo arrodillarme con facilidad (y entonces también), me pregunto qué es lo que pasó, pasa y, seguramente, pasará, para que muchos creyentes permanezcan de pie en un momento tan relevante de la Santa Misa. Si, además, como pude ver con mis propios ojos, las personas, al menos muchas, de las que no se arrodillaban no mostraban síntomas gripales, eso me hizo pensar que algo raro pasaba allí dentro.

A este respecto, pues, podría parecer cosa debida al gusto particular del que esto escribe, la Instrucción General del Misal Romano dice que “Por otra parte, estarán de rodillas, a no ser por causa de salud, por la estrechez del lugar, por el gran número de asistentes o que otras causas razonables lo impidan, durante la consagración. Pero los que no se arrodillen para la consagración, que hagan inclinación profunda mientras el sacerdote hace la genuflexión después de la consagración”. Eso se dice.

Pues hay que reconocer que, bien mirado, es un éxito de parte de quien no se arrodilló pudiendo que, además, tampoco inclinaran la cabeza. Es decir, estando en condiciones físicas (no espirituales como puede verse) pasaron olímpicamente de lo que se dice que hay que hacer. Y, como si nada, se quedaron mirando el rito de consagración de una forma, por poco respetuosa, descarada.

Se podrá decir, a lo mejor, que soy demasiado tiquismiquis (como cuando observé, desde mi posición tras el atril que una señora, seguramente madre de una niña menor de la edad apta para tomar la comunión daba parte de la forma sagrada, tomada con la mano, a la niña sin la menor preocupación); se me puede decir, también y con acierto, que debería haber dicho algo pero deben comprender que tales situaciones producen, en el que esto escribe, una situación tan chocante que me deja patidifuso y patitieso. No sé, en tales momentos, si salir corriendo y decir que eso no está bien hecho o rezar para que, si eso es posible, se remedie alguna vez. Y me quedo con la segunda posibilidad… por si sirve de algo de cara a Dios hacer de abogados de ciertos diablos.

Pero, digo, con franqueza, que me parece que, según se manifiesta el creyente medio católico, no habrá remedio alguno al caso del arrodillarse durante la consagración.

Será trabajo, a lo mejor, para el Espíritu Santo que conviene que sople en determinados corazones para ver si les da un aire y cambian y dejan de cumplir y de mentir (el famoso cumpli-miento) y hacen lo que se dice que sienten.

Pero yo, desde mi humildad cristiana, prefiero presentar una actitud de gratitud a Jesucristo. A lo mejor es que soy muy preconciliar pero, a pesar de que se me pueda decir que estoy juzgando… si no lo digo, reviento.

Eleuterio Fernández Guzmán