19.01.11

Que sean uno

 

En muchas ocasiones he escrito acerca de las dificultades, en mi opinión insuperables, para que se produzca una unión total entre todos los cristianos. Mientras que cabe la posibilidad de que la misma se dé entre católicos y ortodoxos, es imposible que los protestantes evangélicos concurran en masa hacia dicho fin. Como mucho se puede esperar que algunas denominaciones protestantes -sobre todo anglicanos y luteranos- caminen hacia esa meta, pero para ello tendrían que abandonar la deriva teológica liberal en la que están inmersas. Pero quien conoce el protestantismo sabe que su propia esencia hace imposible que la totalidad de los evangélicos -ni siquiera una mayoría cualificada- compartan la misma Eucaristía con católicos y ortodoxos. No es una cuestión de que existan dificultades doctrinales. Es que ni siquiera compartimos la misma fuente de la Revelación. Nosotros Biblia y Tradición, ellos sólo Biblia. Es más, ni siquiera tenemos la misma Biblia. La nuestra y la de los ortodoxos es la misma. Contiene los deuterocanónicos. La de ellos, no. Y si entramos en la cuestión dogmática, apaga y vámonos.

¿Significa eso que hay que desistir en la tarea de buscar la unidad de todos los cristianos? ¿es el ecumenismo un error? De ninguna de las maneras. La unión fue deseada por el propio Cristo. De hecho, fue Él quien pidió al Padre que todos fuéramos uno. Si Cristo anhela nuestra unión, ¿cómo va a estar mal que nosotros la deseemos?

En el camino ecuménico se han logrado avances importantes. Para mí el principal es haber conseguido superar enfrentamientos históricos que eran fruto de una época en la que los cristianos dirimían sus enfrentamientos a sangre y fuego, y no de forma figurada sino real. Hace 2-3 siglos parecía impensable que católicos, ortodoxos y protestantes pudiéramos rezar juntos ni siquiera el padrenuestro. Hoy rezamos juntos algo más que el padrenuestro.

Por otra parte, la inmensa mayoría de los cristianos compartimos una ética y moral que nace del evangelio. Por ejemplo, todos somos provida. Y aunque no coincidimos en la cuestión del divorcio, todos defendemos la institución familiar según la ley natural. Hay quienes se llaman cristianos a sí mismos y no comparten esos mínimos, pero eso es más fruto del relativismo reinante en el mundo que de la realidad acerca del cristianismo. Doctrinalmente también tenemos mucho en común. Todos los cristianos somos trinitarios y confesamos que Cristo es verdadero Dios y verdadero hombre. Todos creemos en el nacimiento virginal de Cristo. Todos creemos el Señor que resucitó de entre los muertos y subió a los cielos, donde está sentado a la derecha del Padre y desde donde vendrá a juzgar a vivos y muertos. Todos creemos en que el destino final de los hombres es la salvación en el cielo o la condenación en el infierno, ambos de carácter eterno. Todos creemos que Cristo es el único Salvador de los hombres. Como se puede comprobar, no es poco aquello que nos une.

Además de la cuestión doctrinal, hay un campo donde el ecumenismo pueden darse grandes avances que producirán buenos frutos. Me refiero a las relaciones personales entre aquellos que comparten el nombre de cristianos aunque tengan un apellido diferente. Para no pocos católicos los “hermanos separados” son más separados que hermanos. Es decir, no tienen consciencia de nuestros vínculos “familiares". Y para muchos evangélicos, la mayoría de los católicos no somos ni siquiera hermanos suyos, pues dudan de nuestra condición de cristianos. Sé bien lo que digo porque yo mismo fui evangélico durante más de 8 años. Pero si nos juntamos unos y otros en una misma habitación y empezamos a hablar de Cristo, evitando conscientemente aquello que nos separa, se verá en seguida lo mucho que tenemos en común.

Acabo dando testimonio de que entre mis mejores amigos hay varios protestantes. Y son más que amigos. Son verdaderos hermanos en Cristo. Y nada lejanos sino muy cercanos. Mentiría si no dijera que me preocupa que no sigan el camino que me llevó de vuelta al catolicismo, pero bien sé que a ellos les ocurre exactamente lo mismo respecto de mí. En todo caso, el Señor sabe hacerse oír en la conciencia de aquellos que están dispuestos a seguir su voluntad.

Luis Fernando Pérez Bustamante