19.01.11

Los milagros de Jesús (2)

A las 1:59 PM, por Daniel Iglesias
Categorías : Biblia
 

5. Indicios de historicidad global

Hay un conjunto de indicios muy favorables a la historicidad global de los milagros evangélicos.

Los relatos de milagros ocupan un lugar tan considerable en los Evangelios y están tan íntimamente ligados a su trama que no es posible rechazarlos sin rechazar los Evangelios. En el Evangelio de Marcos los relatos de milagros representan 209 versículos sobre un total de 666, es decir, el 31% del texto. Excluyendo los capítulos de la Pasión, la proporción se eleva al 47%. En el Evangelio de Juan, los doce primeros capítulos descansan por entero sobre siete “signos” de Jesús. Eliminar los milagros equivaldría a destruir el cuarto evangelio. X. Léon-Dufour distingue en los cuatro Evangelios 67 relatos de milagros (correspondientes a 34 milagros diferentes), 28 sumarios de milagros y 51 discusiones y alusiones referentes a los milagros (cf. X. Léon-Dufour, o.c., pp. 362-363). Los milagros son pues un dato insoslayable, que exige una explicación.

Varios historiadores de las religiones han intentado explicar los milagros de Jesús vinculándolos a la noción helenista del theios anèr. Esta teoría está completamente desacreditada. Emitir un juicio de valor sobre el contenido histórico de los relatos evangélicos de milagros a partir de algunas similitudes literarias es un procedimiento ilegítimo.

Los milagros y la predicación de Jesús constituyen una unidad indisoluble, ya que ambos manifiestan la venida del Reino de Dios.

Gran número de relatos mencionan el carácter público de los milagros de Jesús. Sólo los milagros explican el entusiasmo que Jesús suscitó en el pueblo y la presentación de Jesús como taumaturgo en la primera predicación apostólica. Por ejemplo, en su presentación de Jesús como Mesías en Pentecostés, Pedro apela al carácter público de los milagros de Jesús (cf. Hechos 2,22).

Ni los enemigos más encarnizados de Jesús negaron que Jesús hiciera milagros. No discuten su actividad de exorcista y taumaturgo, sino la autoridad que reivindica apoyándose en ella. Juan 11,45-54 indica como causa directa de la decisión de las autoridades judías de dar muerte a Jesús sus muchos milagros, y especialmente la resurrección de Lázaro. Esto es tanto más significativo cuanto que muchos de los grupos judíos de la época rechazaban los milagros o desconfiaban de ellos: los herodianos desconfiaban de todas las acciones extraordinarias; los saduceos rechazaban los milagros y las ideas mesiánicas; los fariseos procuraban eliminar toda huella de apocalíptica.

Los milagros de Jesús fueron malinterpretados por las multitudes y por los dirigentes. El poder humano de producir fenómenos de apariencia milagrosa podía atribuirse a conocimientos mágicos. Un texto del Talmud babilónico alude a la actividad taumatúrgica de Jesús, interpretándola como una acción mágica: “En la víspera de la fiesta de pascua se colgó a Jesús. Cuarenta días antes, el heraldo había proclamado: `Es conducido fuera para ser lapidado, por haber practicado la magia y haber seducido a Israel y haberle hecho apostatar. El que tenga algo que decir en su defensa, que venga y lo diga´. Como nadie se presentó para defenderle, se le colgó la víspera de la fiesta de pascua” (Sanhedrin 43a).

San Justino atestigua que los judíos del siglo II atribuyeron a Jesús un poder extraordinario, pero de carácter mágico (cf. Diálogo con Trifón, 69, 6).

Daniel Iglesias Grèzes