20.01.11

La casa de los horrores

A las 11:01 AM, por Bruno
Categorías : Moral, Familia

 

El entorno de trabajo que alguien se crea dice mucho sobre cómo es esa persona. No sólo la relación con los compañeros, sino incluso los objetos físicos del puesto de trabajo revelan muchas cosas sobre la persona que allí trabaja: fotos familiares, pósteres de vacaciones, orden o desorden, estampas religiosas… Si la cara es el espejo del alma, el puesto de trabajo al menos es su reflejo borroso.

¿Qué nos dice, entonces, el entorno de trabajo del Dr. Gosnell? En la clínica del médico abortista norteamericano Kermit Gosnell, se ha encontrado “una estantería llena de frascos de cristal con pies cortados, sin ninguna finalidad médica”, según el fiscal del distrito, además de “bolsas y botes que contenían fetos abortados por todo el edificio”. El fiscal consideró que la clínica era una verdadera “casa de los horrores”.

Este médico, dedicado al aborto durante 30 años, ha sido acusado de asesinato por la muerte de una mujer el año pasado, tras recibir una sobredosis de anestesia prescrita por Gosnell. Existen multitud de historias aún peores de otras mujeres que sólo salvaron la vida al ser tratadas de urgencia en otros hospitales, después de ser literalmente destrozadas por los procedimientos de Gosnell.

Además de eso, también ha sido acusado de siete asesinatos más: la muerte de siete bebés, que nacieron vivos tras abortos ilegales en el tercer trimestre del embarazo. El doctor tomó personalmente a los niños en sus manos y les cortó la médula espinal con unas tijeras. Se sospecha que Gosnell pudo hacer lo mismo con cientos de otros bebés nacidos vivos a lo largo de sus 30 años como médico abortista, pero no será acusado por ello, ya que no se han conservado registros de estas barbaridades.

De lo que sí se han conservado datos es de las ganancias del doctor, que ingresaba unos dos millones de dólares al año. Al menos oficialmente, porque en el registro de su casa se encontraron doscientos cuarenta mil dólares en efectivo. Por lo visto, además de los abortos, prescribía medicamentos a cambio de dinero.

Y esto, aunque parezca mentira, no es lo peor. No se trata únicamente de las acciones de un médico miserable, sino que a esto hay que añadir que las autoridades sanitarias hicieron la vista gorda por tratarse de una clínica abortista. Según el fiscal, las autoridades estatales ignoraron las numerosas quejas contra la clínica abortista y no la habían inspeccionado ni visitado desde 1993. También señaló que las pacientes sufrían condiciones “bárbaras y miserables”. Y con el doctor colaboraba personal sanitario sin licencia, incluyendo un chico de 15 años, en la realización de las operaciones y al administrar la anestesia.

En el informe del Gran Jurado, se indica: “Hemos descubierto que el Departamento de Sanidad de Pennsylvania decidió deliberadamente no hacer respetar las leyes que deberían proporcionar a las pacientes en clínicas abortistas las mismas salvaguardias y garantías de un cuidado sanitario de calidad que otros centros médicos. Incluso los salones de manicura de Pennsylvania se someten a un control más estricto de la seguridad de los pacientes” y “el departamento ha mostrado el más absoluto desprecio por la seguridad de las mujeres que buscan tratamiento en las clinicas abortistas y por la salud de los fetos cuando ya son viables“. “Lo más asombroso de todo es que la negligencia del Departamento de Sanidad con respecto a la seguridad de los pacientes en los abortos y en relación con la legislación de Pennsylvania no es algo involuntario: Es algo deliberado”.

Esta historia es, sin duda, horrible, tenebrosa y escalofriante. Y hace que me plantee algunas preguntas. ¿Puede alguien escandalizarse de esto en Estados Unidos, cuando el propio Presidente Obama, elegido por mayoría, votó en contra de que los niños nacidos bien en abortos fallidos recibieran atención médica? Y en España es legal abortar durante todo el embarazo a niños, por ejemplo, con síndrome de Down, aunque pudieran nacer en ese momento sin dificultad. ¿Hay realmente alguna diferencia entre hacer que nazcan y cortarles la médula espinal con unas tijeras y hacer lo mismo pero dentro de su madre? ¿O la única diferencia está en que, mientras no lo veamos, en realidad “no está pasando”?