1.02.11

Matar siempre es matar, Sr. Rajoy

A las 1:02 AM, por Eleuterio
Categorías : Derechos Humanos
 

Mariano Rajoy ha dicho que, en caso de que gane las elecciones del año que viene, las generales, y esté en disposición de gobernar, derogará la ley del crimen del aborto en vigor y dejará las cosas como estaban antes. Y eso está bien y mal pero, sobre todo, mal.

Está bien porque resulta del todo conveniente derogar el asesinato consentido. Y está mal porque seguir asesinando un poquito está igual de mal que asesinar mucho.

José Mª Velo de Antelo, autor de la obra de teatro titulada “Yo soy inocente” dijo, en su día, algo que es, como poco, sintomático de algo muy grave. No es otra cosa que “los políticos no luchan contra el crimen del aborto por no perder votos”. Y, a lo mejor lo que pasa es, exactamente eso: luchamos contra el crimen del aborto pero no del todo…

¿Qué es lo que, al fin y al cabo, quiere decir esto?

En primer lugar, muchas veces se argumenta que las personas que están en contra del crimen del aborto lo hacen desde un punto de vista religioso. Esto se hace para denigrar a quien no estima oportuno estar de acuerdo con ese tipo de muerte porque se le achaca ese “defecto” de ser partidario de la religión a la que se considera, por eso mismo, retrógrada y contraria a todo derecho humano.

Esto, sin embargo, hemos de saber que no es, ni en principio ni en final, nada cierto. Es más, opinar tal cosa es ejercer de manipulador de la verdad y, lo que es peor, de tergiversador de la realidad.

Muy al contrario de lo dicho, se trata de una cuestión, de un tema, el del crimen del aborto, puramente moral y ético. Y esto porque, en realidad, no ha de enfrentar (aunque eso sea lo que se pretenda) a, por ejemplo, católicos contra aquellas personas que, alejadas, en mucho, de discipulado de Cristo, se oponen, por eso mismo, a cualquier planteamiento que se pueda hacer desde la Esposa de Cristo y, claro, desde sus fieles. De lo que se trata es, sobre todo, de la concepción que tenemos en cuanto a la defensa de la vida humana desde que lo es, es decir, desde la concepción misma.

Aquí es dónde radica, de donde nace, toda la polémica.

Bien sabemos que muchas personas entienden que el ser humano no lo es sino en cuanto haya nacido pues, siguiendo al mismo Código Civil “Para los efectos civiles, sólo se reputará nacido el feto que tuviere figura humana y viviere veinticuatro horas enteramente desprendido del seno materno” (artículo 30). Por lo tanto, aquellos que entienden así las cosas, cualquier posibilidad de actuación sobre el feto es posible sin que ello les pueda producir ningún tipo de, digamos, malestar moral ni ético porque, al fin y al cabo, se limitan a cumplir la Ley. Para estas personas, muy preocupadas por los supuestos avances científicos manipuladores de embriones, la vida es un medio; un medio rentable.

Sin embargo, aquellos que reconocemos en la vida un bien supremo y un fin en sí misma no podemos estar de acuerdo con el hecho de que, se trate de la excusa de la que se trate, se pueda finiquitar, de la forma como se hace, con la vida de un ser humano que es, además, el más indefenso de todos; no podemos estar de acuerdo con que ese don supremo de Dios que es la vida pueda ser manipulada a gusto del consumidor humano; no podemos estar de acuerdo con la consideración de una cierta falta de dignidad del ser humano, con la cual puede tratarse como si fuera una cosa (que es, jurídicamente hablando, un elemento exterior al ser humano susceptible de ser apropiado y disfrutado).

Al fin y al cabo, matar siempre es matar. Y bien sabemos que el ser humano, en general, tiene prohibido, como instinto de conservación de la especie, acabar con la vida de otro semejante. Pero es que, por si esto fuera poco, Dios entregó, entre sus Mandamientos, uno que, claramente, dice “No matarás” (el 5º). Así, el beato Juan Pablo II, en su Carta Encíclica Evangelium Vitae dice que “el aborto se opone a la virtud de la justicia y viola directamente el precepto divino no ‘matarás’” (EV 13). Por lo tanto, no cabe manifestar ignorancia sobre esto.

Ahora bien, tristemente, en algunas ocasiones, en el ser humano se manifiesta una maldad poco propia de su naturaleza divina. El mismo doctor Morín, famoso por sus prácticas abortivas llegó a decir que “No soy un filósofo, no estoy aquí para preguntarme si un feto respiraría o no… coja su moral y quédesela”. Todo queda bastante claro, diáfano y meridianamente entendible.

Por tanto, es en esa falta de moral (pues no tiene quien considera que es posible que cada cual tenga una; la moral o es moral o no puede ser según el capricho de cada uno pues dejaría de ser referente de actuación) es lo que deriva en una falta de ética, sin la cual el ejercicio de la medicina deja mucho que desear y hace posible, como es el caso, que lo que es la muerte inesperada del que va a nacer se convierta en ejemplo palmario de insensatez crematística.

Contra esto, Benedicto XVI dice, refiriéndose a la vida, que “Este gran don nos impulsa a proteger y defender con firme decisión el derecho a la vida de todo ser humano desde el primer instante de su concepción, frente a cualquier manifestación de la cultura de la muerte

Porque, al fin y al cabo, cuando se mata a un ser humano que va a nacer y se le impide desarrollar los talentos que Dios le ha dado y elegir los caminos que hubiera querido elegir, poniendo en práctica la libertad que el Creador de dio, no se limita tal acción a acabar con una posibilidad. No. Aunque esto ya sería suficiente agravio para la humanidad toda, lo bien cierto es que se va más allá de ese aniquilamiento de un cuerpo humano.

Lo que se pretende, de forma imposible y ridícula, es ser, al menos intentarlo, como el mismo Dios y si no se puede dar la vida sí, al menos, quitarla, como ejemplo de la dominación de la ciencia sobre el hombre.

Y todo esto sin darse cuenta que matar siempre es matar , repito, y que si se hace esto con embriones o con fetos (pequeños o grandes en tamaño o crecimiento) no cabe más que la más rotunda censura de tan aberrante acto. Y no hay conveniencia política que proteja otra cosa que no sea la vida, en su total expresión.

Y al contrario de esto, creer siempre es amar. Y si no se ama es que, entonces, no se cree.

Crimen del aborto, siempre el crimen del aborto, !Vaya forma de empezar el mes¡

Jesús bebé

Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lc 23:34)

Eleuterio Fernández Guzmán