2.02.11

Cuando Jesús se presentó al mundo

A las 1:48 AM, por Eleuterio
Categorías : General, Muy personal

Presentación del Señor

 

Al cumplirse los días de su purificación, sea por niño o niña, presentará al sacerdote, a la entrada de la Tienda del Encuentro, un cordero de un año como holocausto, y un pichón o una tórtola como sacrificio por el pecado.

El sacerdote lo ofrecerá ante Yahveh, haciendo expiación por ella, y quedará purificada del flujo de su sangre. Esta es la ley referente a la mujer que da a luz a un niño o una niña.

Mas si a ella no le alcanza para presentar una res menor, tome dos tórtolas o dos pichones, uno como holocausto y otro como sacrificio por el pecado; y el sacerdote hará expiación por ella y quedará pura.

Así recoge el Levítico (12, 6-8) lo que, en aquel tiempo y siguiendo la Ley de Moisés se debía hacer.

En manos de María y acompañado por José, su padre adoptivo. Cuando, cuarenta días después del nacimiento del Hijo de Dios llegó el tiempo de la purificación y se acercaron a Jerusalén para presentar al pequeño en el Templo, alguien esperaba.

Fue profeta Simeón. Lo fue por inspiración del Espíritu que le había hecho ir a la puerta del Templo para que viera a quien tanto tiempo estaba esperando. Se lo había prometido Dios y había cumplido su promesa.

Había llegado la luz que, para los pueblos, había enviado Dios al mundo. Luz que sería, además, Verdad y que sería Camino y, así, la Vida misma hecha hombre.

Se purificó María y, además, se presentó Jesús a Dios para que, para siempre, fuera suyo y, así, nuestro. Regaló el Creador a sí mismo para que, por su Pasión, años después, fuéramos salvados para toda la eternidad. Tal era su voluntad y así se cumplía en aquel momento cuando Simeón quiso morir para siempre feliz y gozoso.

Signo, también, de contradicción con el que muchos tendrían que enfrentarse. Puesto para que los que tuvieran fe manifestaran la misma con hechos, obras y oraciones y los que no la tuvieran miraran para otro lado cuando lo colgaran de la cruz y en tantas cruces como, hoy mismo, lo siguen colgando. Así quiso Dios que fuera.

Por eso, cuando Jesús se presentó al mundo en la Casa de su Padre una nueva Alianza propuso, oportunidad última que terminó con la revelación de Dios al hombre, se le dio la misma para que, quien así lo aceptara como Hijo del Creador, creyese en él. Así lo hizo el mismo Simeón en aquel mismo momento y se salvó para siempre.

Así, Jesús fue presentado y el mundo, a la vez, salvado. Y duele saber que hay discípulos suyos que prefieren adherirse al siglo, a lo mundano, haciendo como si siguieran fielmente las enseñanzas del Maestro cuando, en realidad, son, ellos mismos, parte de la espada que atravesó el corazón de María. Se sintió, seguramente, traicionada por muchos y ahora, ahora mismo, cuando hace ya muchos siglos que Jesús, aquel pequeño hijo, fuera presentado en el Templo, otros como aquellos siguen a sus negocios de hombres y hacen como si la cosa no fuera con ellos.


Eleuterio Fernández Guzmán