Luis Francisco Ladaria, secretario de Doctrina de la Fe

“La Iglesia y la Escritura no se entienden la una sin la otra”

"A nadie le es lícito interpretara las Escrituras contra el sentir de la Iglesia"

José Manuel Vidal, 08 de febrero de 2011 a las 13:38

(José Manuel Vidal).- El arzobispo-secretario de Congregación para la Doctrina de la Fe, el jesuita español Luis Francisco Ladaria Ferrer, sostiene, en el Congreso sobre la Biblia de la CEE que se está celebrando desde ayer en Madrid, que "la Iglesia y la Escritura no se entienden la una sin la otra". De hecho, el teólogo afirma que "la Escritura no puede verse nunca separada de la vida misma de la Iglesia que le ha dado origen" y que, en esa dialéctica, "el Magisterio nos señala el recto camino para la interpretación de la Sagrada Escritura, pero no puede ni quiere ocupar nunca su lugar".

Se esperaba con interés la ponencia del jesuita Luis Francisco Ladaria en el Congreso sobre "la Sagrada Escritura en la Iglesia'. Primero, por el ponente, número dos de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Y segundo, por el tema a abordar, la relación entre "la Sagrada Escritura y el Magisterio", una de las claves de la problemática referida al enjuiciamiento de los teólogos y de su obra.

De entrada, Ladaria subraya el papel fundamental de la Biblia en la Iglesia. "la importancia decisiva de la Sagrada Escritura en la vida de la Iglesia y en concreto como la fuente y la base de su doctrina y de su fe ha sido algo de hecho incuestionado e incuestionable desde los primeros momentos de la Iglesia naciente". Es decir, "la Iglesia y la Escritura no se entienden la una sin la otra".

A continuación, el teólogo hace un recorrido histórico por los grandes hitos de la relación entre Biblia y Magisterio de la Iglesia. Por ejemplo, en Trento. A su juicio, "el concilio de Trento aborda el problema de la interpretación de la Sagrada Escritura: es la Iglesia la que debe juzgar acerca de la interpretación de las Escrituras, a nadie le es lícito interpretarlas contra el sentir de la Iglesia o contra el unánime consenso de los Padres".

Y concluye: "Es clara la intención antiprotestante. Si la Escritura nos es entregada por la Iglesia ella es también la encargada de interpretarla. La "Iglesia", dice el concilio de Trento, sin ulteriores distinciones. En tiempos posteriores se va a matizar más".

Tras evocar otros momentos históricos en el devenir de la relación de Biblia y Magisterio, Ladaria se detiene en la frase de León XIII que hizo fortuna: "La Sagrada Escritura debe ser como el alma de toda la teología. La repetirá Benedicto XV y luego la constitución Dei Verbum del concilio Vaticano II".

Eso quiere decir, según el teólogo jesuita, que "el magisterio de la Iglesia es ‘vivo'" y que "tiene en cuenta los diferentes momentos y circunstancias en que se ejercita".

Por último, Ladaria aborda la cuestión de su ponencia en el Vaticano II, donde "el primado de la Sagrada Escritura como palabra de Dios está claramente expresado. El Magisterio se entiende a sí mismo al servicio de esta Palabra que la tradición conserva y transmite. Solamente en función de la garantía de la interpretación auténtica de esta palabra transmitida tiene sentido la función magisterial".

A su juicio, "la intervención magisterial en este caso garantiza la recta inteligencia de la Escritura y la unidad de la fe que la misma Escritura exige. De todas maneras, el Magisterio nos señala el recto camino para la interpretación de la Sagrada Escritura, pero no puede ni quiere ocupar nunca su lugar. En aquélla y no en éste tenemos el testimonio original de la revelación de Cristo. El Magisterio nos remite siempre a la Escritura y de ella y de la tradición viva de la Iglesia que nos la ha trasmitido ha sacado los contenidos esenciales de su enseñanza".

La conclusión de Ladaria es doble. Primero sostiene que "las relaciones entre la Sagrada Escritura y el Magisterio eclesial son ciertamente complejas. Por una parte el primado de la Palabra de Dios ha de ser siempre claramente afirmado. Por otro se ha de afirmar también que la Escritura no puede verse nunca separada de la vida misma de la Iglesia que le ha dado origen y que asistida por el Espíritu ha determinado con decisiones solemnes, fundadas en una larga tradición, qué libros se han de considerar inspirados por el Espíritu Santo y entran por tanto en el canon de las Escrituras".

Y, en segundo lugar, asegura el secretario de Doctrina de la Fe que "la Iglesia es el único ámbito adecuado para la interpretación de la Escritura como palabra actual de Dios porque es el ámbito privilegiado de la acción del Espíritu. En este ámbito se coloca la función propia del Magisterio que a la escucha de la Palabra saca lo que debe proponer a todos los fieles como verdad revelada. No podemos hablar de Escritura sin la Tradición viva de la Iglesia que nos la propone como tal y sin el Magisterio que con su autoridad ha determinado sus precisos límites y juzga sobre su interpretación".