7.02.11

 

Una de las cosas que más suele atraer a los que están dentro de la comunión eclesial católica atacando a la fe de la Iglesia o salen de la misma causando escándalo a los fieles, es la posibilidad de forrarse publicando libros. En esa tesitura está un ex-sacerdote católico, hoy presbítero episcopaliano, que ocupó las portadas de los programas del corazón (o sea, telebasura) hace un par de años. El tipo, siendo todavía sacerdote católico, apareció dándose el lote con una señora en plena playa. Esa señora es hoy su esposa y madre de su hija. Lo conforme a la norma es que hubiera pedido antes la secularización, sobre todo cuando él mismo ha reconocido que se trataba de una relación que duraba ya dos años, pero claro, eso hubiera vendido menos.

El sujeto fue acogido con los brazos abiertos por la comunión anglicana de EEUU. Ya saben, esa que admite todo tipo de uniones -excepto, de momento, la poligamia- y que incluso cuenta con “ministros” que son condescendientes con el aborto. Pues bien, hace dos o tres meses, este señor ha publicado un libro contando su historia y arremetiendo, ¡cómo no!, contra la Iglesia de la que fue sacerdote.

Aunque muchos sabrán ya a quién me estoy refiriendo, no pienso ni decir su nombre ni dar el título de su libro. Si quiere publicidad, que la pague. Pero no aquí, por supuesto. InfoCatólica no vende su fidelidad al evangelio y la Iglesia por unos euros.

Con todo, lo que más me ha llamado la atención de este señor es las declaraciones que hizo hace unos días sobre las repercusiones de su obra:

“Muchos dicen que con mi libro ataco a la Iglesia. No es un ataque, es que en la Iglesia no hay vehículos para decir abiertamente lo que se piensa en su contra. Mi doctrina es católica, pero como anglicano tenemos mucha libertad para pensar distintas cosas y no estar preocupados si el Vaticano te va excomulgar".

Por primera vez dice algo medio sensato este individuo. Digo medio, y no completamente sensato, porque eso de que su doctrina es católica no se lo cree ni él. Pero es cierto que siendo anglicano tiene mucha libertad para pensar distintas cosas. De hecho, un anglicano puede estar a favor y en contra de multitud de doctrinas y disciplinas eclesiales. Puede estar a favor de la regeneración bautismal y en contra. Puede estar a favor de la presencia real de Cristo en la Eucaristía -aunque nunca la disfruten dada la ausencia de ministros válidos- o en contra. Puede estar a favor de la consagración de obispos gays y en contra. Puede ser feliz teniendo como obispa a una lesbiana o sentirse con ganas de salir corriendo ante ese mismo hecho.

Efectivamente, a día de hoy ser anglicano o incluso luterano da mucha “libertad". Pero esa libertad no existe en la Iglesia Católica. Bueno, mejor dicho, no debería existir. En la teoría no existe. En la práctica, es obvio que sí, para mayor desgracia del pueblo de Dios. En nuestra Iglesia es complicadísimo que te excomulguen por defender herejías abiertamente. Da igual que lo hagas durante décadas. A lo más que llegan, y en muy pocos casos, en poquísimos, es a retirarte la licencia para enseñar teología católica. Y a veces ni eso, como ocurre con los 144 teólogos luterano-católicos que han firmado un documento pidiendo, entre otras lindezas, que la Iglesia cambie su doctrina y disciplina pastoral respecto a los divorciados vueltos a casar y las parejas homosexuales.

Es decir, si ese ex-sacerdote hubiera escrito el mismo libro, pero sin haber abandonado antes la Iglesia para casarse con su señora y unirse a los anglicanos, lo más probable es que a lo sumo habría recibido una corrección pública de su obispo. Pasaría a ser uno más de la pléyade de sacerdotes y teólogos progres que vuelan libremente por el espacio aéreo de la Iglesia Católica, dejando caer su desperdicios doctinales sobre las cabezas de los fieles, que no sabemos cómo librarnos de esa plaga molesta.

Para mí es evidente que lo mejor que podría ocurrir es que ese ex-sacerdote se arrepintiera de sus muchos pecados y de sus posturas teológicas contrarias al magisterio católico y regresara a la Iglesia. Ese debería ser el sentido de nuestras oraciones por él si queremos que llegue a ser salvo. Pero no es menos cierto que para la Iglesia, y yo diría que para todo aquel que aprecie el sentido común, es infinitamente mejor que ese señor haya abandonado pública y notoriamente la comunión eclesial católica, para unirse a la comunión eclesial fundada en la alcoba del Rey Enrique VIII y que tiene por cabeza a la actual Reina de Inglaterra.

Y si la totalidad de los heterodoxos que anidan en la Iglesia Católica -y rechazan pertinazmente la gracia de Dios que les lleva al arrepentimiento- siguieran sus pasos, largándose con los anglicanos o con los luteranos, nos iría mucho mejor a todos: a la Iglesia, que se libraría de una de las plagas que más daño le está causando en toda su historia; y a ellos, que al menos serían coherentes con sus errores y sus pecados. Qué bueno sería que las diferentes confesiones protestantes les hicieran un Ordinariato especial para “católicos-protestantes".

En conclusión. Aunque lo primero que debemos desear y pedir a Dios es que conceda el arrepentimiento y la salvación a los que se separan de la sana doctrina, incluso estando listos para ser instrumentos activos a fin de lograr tal gracia para ellos (Stg 5,19-20), no creo que sea contrario a la fe católica el desear que aquellos que no quieren ser católicos nos hagan la merced de abandonar la Iglesia y no quedarse dentro como elementos de división, de confrontación y de escándalo (2 Jn 9-11).

Si se me demuestra que lo que pienso y creo sobre este asunto es contrario al Magisterio de nuestra Madre y Maestra, con sumo gusto rectificaré.

Luis Fernando Pérez Bustamante