9.02.11

Entre la luz y la tiniebla - El opinar y sus consecuencias

A las 12:26 AM, por Eleuterio
Categorías : General
 

El espacio espiritual que existe entre lo que se ve y lo que no se ve, entre la luz que ilumina nuestro paso y aquello que es oscuro y no nos deja ver el fin del camino, es uno que ora nos conduce a la luz ora a la tiniebla. Según, entonces, manifestemos nuestra querencia a la fe o al mundo, tal espacio se ensanchará hacia uno u otro lado de nuestro ordinario devenir. Por eso en tal espacio podemos ser de Dios o del mundo según donde nuestro corazón nos lleve.

El opinar y sus consecuencias

El ser humano fue dotado por Dios con un don que le hace vivir en sociedad y, así, relacionarse con los miembros de la misma. El don de la libertad de pensamiento no es algo de poca importancia sino, al contrario, la forma exacta con la que la criatura hecha a imagen y semejanza del Creador es lo que es.

A la capacidad de pensar suele acompañarle otra que, sin ella, se invalida lo primero: opinar sobre lo que pasa es, digamos, formarse un juicio sobre lo que nos sucede y, si es posible, manifestarlo hacia nuestro entorno. Así se opina y se da forma a la estructura social que se constituye, como un puzzle, por aquellas piezas que, de cada cual, tratan de encajar entre ellas.

Entonces… no se le puede negar a nadie que ejerza el derecho a opinar sobre lo que pasa. De ser así, de negársele tal derecho, se estaría violando el principio según el cual la libertad de pensamiento ha de tener un cauce para ser efectiva y real y no ser mera elaboración doctrinal y vacía de contenido.

Al respecto de lo dicho hasta ahora, la Iglesia católica no es una institución que viva en los límites de la realidad y que, por tanto, nada tenga que ver con lo que pasa. Muy al contrario, se incardina en la misma sociedad porque, además de estar formada por personas que en ella viven su actividad se encuentra, de lleno, inmersa en el devenir social. Así, no es extraño que la Esposa de Cristo tenga opinión sobre lo que pasa, sobre por qué pasa y, sobre todo, sobre el ser de lo que pasa.

Si negamos o, mejor, si se le niega, a poner en práctica tal capacidad se está ejerciendo de censor de los pensamientos ajenos que, como tales, expresan o pueden expresar los diversos portavoces que tiene la Iglesia católica que son, como poco, desde sus fieles laicos hasta la más alta jerarquía eclesiástica, pastores del rebaño de Dios.

Tristemente tenemos que decir que hay personas que, sosteniendo un pensamiento equivocado, pretenden que no se opine sobre temas que pudieran parecer no tienen nada que ver con lo religioso porque tienen, de tal aspecto de la vida humana, un concepto restringido y, evidentemente, alejado de la realidad. ¿Qué hace la Iglesia hablando de…? se oye muchas, y preocupantes, veces.

Así, está relacionado directamente con lo católico, con el pensamiento católico, todo lo que de social, de ético, de económico o de político pasa en el mundo. También lo que pueda acaecer al respecto de lo familiar y de lo que pretenden hacer con tal divina institución. Pero no sólo esto sino también aquello.

Pues parece que no basta con que la Iglesia católica esté en la sociedad y en ella viva. Parece que si opina sobre lo arriba citado está violando algún extraño estatuto que la vincula a las cuatro paredes de una sacristía o a las más anchas y grandes del Vaticano pero sin salir, como mucho, de la Plaza de San Pedro y sus columnas.

Se opina, por ejemplo, para decir que determinados aspectos no están de acuerdo con lo que un cristiano, aquí católico, estima y cree bueno y benéfico para el mundo. Por eso se opina y por eso es necesario opinar.

Podemos decir, por otra parte, que para no procurar un aislamiento nigérrimo para los intereses de la propia Iglesia católica (y por eso, precisamente, se busca por parte de otros) opinar es obligación grave ya no de todo católico, así dicho en general, sino, hablando específicamente, de aquellos que son nuestros pastores y que, por eso mismo, sólo pueden pastorear si se les oyen las indicaciones que tengan por oportunas dar. Y si opinan sobre los más diversos temas de acuerdo a una doctrina clara y ortodoxa, los creyentes que debemos prestar atención sabremos por dónde va el camino recto del que hablara el Bautista cuando predicaba en el Jordán tiempo antes de que, por predicar la Verdad, le separaran la cabeza del cuerpo.

Todo esto, claro, tiene consecuencias. No se puede esperar que el pueblo de Dios vaya por el mundo ciego y sordo. Por eso existe el derecho a manifestar opinión sobre lo que pasa, sobre lo ordinario de nuestra social existencia.

Con eso, además, se contribuye a formar una opinión católica que sabe lo que hace y, sobre todo, las razones de lo que hace porque aquí, en esta concreción de la fe, no valen componendas ni dejar de lado lo que importa. Por eso es importante que se respete el derecho de opinión de la Iglesia católica pues, de no ser así, la sociedad quedaría coja y, seguramente, manca porque caminaría de forma dificultosa y sus posibilidades de actuar quedarían muy menguadas.

No se sabe, por cierto, de ninguna sociedad que, al privarle de lo espiritual, haya prosperado hacia el bien.

Eleuterio Fernández Guzmán