9.02.11

¿Cienciología esclaviza?: acción-reacción

A las 1:49 PM, por Luis Santamaría
Categorías : Cienciología

 

Tal como ha publicado esta mañana InfoCatólica, el célebre FBI estaría investigando a la Iglesia de la Cienciología. Vamos a profundizar en esta noticia, viendo sus detalles -aunque al comienzo repitamos algo la información proporcionada por la agencia Efe- y la reacción que ha despertado en los propios cienciólogos. Recordamos que ya en el año 2009 informamos sobre la acusación pública que ha dado origen a esta investigación.

El reportaje

La Oficina Federal de Investigaciones (FBI) investiga si la Iglesia de la Cienciología practica la esclavitud sobre algunos de sus miembros, según se afirma en un extenso artículo que incluye el último número de la revista The New Yorker. Al menos desde 2009, el FBI ha realizado entrevistas a antiguos miembros de esa iglesia, a la que pertenecen artistas tan conocidos como Tom Cruise y John Travolta, debido a las acusaciones que recibió sobre esas supuestas prácticas y el caso aún sigue abierto, según el citado artículo, que se puede leer íntegro en la web de la revista.

La pieza, firmada por el conocido periodista Lawrence Wright y que ocupará 26 páginas del número del 14 de febrero de la prestigiosa publicación, rinde cuenta de casos de maltrato a miembros de la iglesia que quieren abandonarla. También se habla de cómo se confina a miembros a los que hay que “reeducar” en unos campos de trabajo durante años, donde trabajan a cambio de nada o pequeñas retribuciones.

Además, se detallan casos de abuso físico y psicológico cometidos por el jefe de la iglesia, David Miscavige, íntimo amigo y padrino de Tom Cruise en su boda con Katie Holmes. Precisamente una parte del artículo se centra en el propio Cruise, de quien se dice que se ha aprovechado en varias ocasiones de miembros de la Cienciología, a quienes se ordenó que reformaran un hangar y una de sus oficinas en California, dos motocicletas y uno de sus automóviles y a quienes el conocido actor pagó 50 dólares semanales.

Así lo relata a la revista John Brousseau, ex-cuñado de Miscavige y que fue perseguido por medio país por miembros de la iglesia cuando intentó abandonarla. Sin embargo, el peso del artículo recae sobre declaraciones dadas a la revista por el cineasta Paul Haggis, ganador de dos premios Oscar por Crash (2004) y quien abandonó en 2009 su militancia en la Iglesia de la Cienciología ante el rechazo de esta organización al matrimonio entre personas del mismo sexo.

“Estuve en la iglesia durante 34 años. Todo el mundo podía ver lo que pasaba, pero yo no sé por qué no podía verlo”, señala el director, quien detalla cómo entró en contacto con la Cienciología, el proceso que vivió durante décadas en su seno y su salida del grupo hace un par de años. Haggis relata cómo supo de una congregación de la Cienciología llamada Sea Org, a la que niños de diez y doce años eran llevados por sus padres a trabajar, lo que le recordó incluso a las condiciones de esclavitud infantil que había visto en Haití.

El director cuenta incluso que cuando una de esas familias quiere abandonar la congregación se les presenta una factura que puede alcanzar los cien mil dólares por servicios de ayuda y formación recibidos. “Esas familias no tienen dinero, se marchan avergonzados por lo que han hecho, no tienen un historial laboral, están perdidos y desaparecen”, indica Haggis, quien asegura que estaría “feliz” si la iglesia se destruyera “simplemente por esas actuaciones”.

Reacción de la secta

Los portavoces de la Iglesia de la Cienciología niegan todas las acusaciones que se vierten en el artículo y en un comunicado aseguran desconocer la investigación del FBI. “Es desafortunado que The New Yorker haya elegido presentar la Cienciología a sus lectores a través de los ojos de un apóstata, alguien que los estudiosos religiosos definen unánimemente como poco fidedigno”, señalaron los portavoces en relación a Haggis.

Según el comunicado traducido ya al español y firmado por Tommy Davis, representante de la Iglesia de la Cienciología Internacional, “el artículo es poco más que un copia y pega de viejas alegaciones que se probaron falsas ya hace tiempo. Es decepcionante que una revista con reputación de The New Yorker elija reimprimir estas declaraciones sensacionalistas de antiguos miembros desafectos que casi no merecen publicarse ni en un tabloide”.

Y aprovecha, cómo no, para el proselitismo y la publicidad: “cualquier persona que quiera saber la verdadera historia de Scientology, debería averiguarla por si mismo viniendo a una Iglesia de Scientology, cuyas puertas estan siempre abiertas, o visitando la web de la Iglesia”. Porque, en el fondo, todo es bueno, y eso es lo único cierto para los portavoces de la Cienciología: “el único grano de verdad en el artículo es el reconocimiento del efecto positivo que Scientology ha tenido en las vidas de sus adherentes y el mundo en general”.

¿Qué pasa con las acusaciones?

Según explica en su blog el psicólogo experto Miguel Perlado, diversos ex miembros de alto nivel de Scientology interrogados por miembros del FBI, han denunciado abusos sistemáticos y violencia física por parte de David Miscavige. De hecho, las alegaciones de abusos físicos reiterados por parte de David Miscavige empezaron a darse el pasado 2009 y según diversas fuentes el FBI no se quedó del todo satisfecha con la versión ofrecida por los portavoces de Scientology que venían a indicar que tales denuncias habrían sido promovidas por ex miembros descontentos.

Gran parte de los testimonios apuntan hacia Gold Base, centro neurálgico del grupo que se encuentra situado en el desierto de California y que es lugar en donde residen numerosos miembros de la Organización del Mar, el “grupo de elite” para los más jóvenes; allí, y de acuerdo a la experiencia de diversos ex miembros de la Organización del Mar, se estimularía la violencia física como medida disciplinaria. Muchos de los testimonios de ex miembros hablan de “reeducación mediante el castigo físico”. Un estudio publicado hace algunos años por Steven Kent, renombrado sociólogo especializado en sectas, apuntaba justamente en la misma dirección.

Algunos de los ex miembros refiere que una de las medidas disciplinarias para aquellos que critican o dudan de Scientology, es ser enviado al “Agujero”, un lugar dentro del recinto de limitadas dimensiones en donde se juntan entre 80 y 100 personas para pasar horas y horas en un contexto de confesiones públicas acerca de sus dudas. Marty Rathbun declaró el pasado mes de julio que en una ocasión David Miscavige organizó un juego brutal con sillas musicales en el cual el ganador tendría el “privilegio” de permanecer en Gold Base; el juego terminó con peleas físicas entre los miembros en el Agujero para alcanzar el premio prometido. Marc y Claire Headley, ex miembros de la Organización del Mar, testificaron recientemente en un caso legal contra Scientology que se vieron obligados a trabajar forzadamente durante 20 horas seguidas como medida disciplinaria; al mismo tiempo, la Sra. Headley testificó que fue obligada a abortar su bebé.

¿Quién es “el apóstata"?

Cuando ganó primero el Oscar como guionista con Million Dollar Baby en 2004 y al año siguiente el Oscar a la mejor película por Crash, Paul Haggis, director, guionista y productor, marcó un hito en la historia de Hollywood. Pero su nombre dio un vuelco a la industria cuando en 2009 arremetió contra una figura intocable en esta industria de estrellas. Haggis, canadiense, 57 años y de apariencia apocada, anunció su marcha de la Cienciología, secta a la que entró a formar parte en 1975, el mismo año que John Travolta, y de la que renegó por su apoyo a la Proposición 8 en California, esa que retiró el derecho a contraer matrimonio a las parejas del mismo sexo. Así lo cuenta desde Los Ángeles Rocío Ayuso en el diario El País.

Ahí quedó la cosa con un realizador poco dado a hablar del tema en público y con una carrera algo menos gloriosa en los últimos años con la que llamar la atención. Eso hasta la llegada de “El apóstata", artículo que la revista The New Yorker publica esta semana y donde Haggis (Londres, 1953) ofrece al periodista Lawrence Wright una detallada memoria de su paso por la secta y de las ramificaciones de un grupo aferrado a su secretismo tanto como a la popularidad de sus figuras más conocidas. Un relato de 26 páginas donde Haggis no sólo deja clara la postura de la iglesia a la que perteneció sobre la homosexualidad (“equiparable a ser un pervertido”) sino las incongruencias de su proceso hasta los niveles más elevados de espiritualidad y conocimiento o las prácticas que deplora de esta organización como la llamada “desconexión”, donde un miembro es llamado a cortar todo los lazos con su familia o allegados si son considerados mala influencia.

Las acusaciones van más lejos y hablan también del abuso físico y mental que David Miscavige, actual líder de la cienciología tras la muerte de su creador L. Ron Hubbard, somete a aquellos que tienen dudas sobre la organización, enviándolos a campos de reeducación. El artículo acusa a Miscavige, descrito como un megalomaniaco, de un estilo de vida a todo lujo, alguien mencionado en conexión con las acusaciones de tráfico de personas, explotación laboral y explotación de menores que supuestamente están bajo investigación del FBI.

Unas “alegaciones infundadas” parte de un artículo “que huele a rancio”, se defendió mediante un comunicado la Cienciología en referencia a una investigación que según otras fuentes ya es vieja y concluyó sin resultados. Aún así el artículo también menciona a otro cienciólogo reconocido como Tom Cruise supuestamente en el centro de numerosos trabajos malpagados realizados para él dentro de esta secta como reparaciones de motos, coches, botes y hasta remodelación de un edificio a sus necesidades, todo por poco o nada de dinero.

Aunque la Cienciología es habitualmente motivo de críticas, ataques e incluso burlas por parte tanto de políticos, medios de comunicación o gente de la calle, lo que no es tan habitual es un exposé por parte de alguien firmemente anclado hasta hace dos años en esta fe. Más allá de la “desconexión” (práctica que la Cienciología niega), Haggis también habla de una campaña de abuso y descrédito contra aquellos que quieren abandonar la iglesia organizada, presentando contra los que así lo desean facturas de hasta 100.000 dólares que les mantenga en su seno.

Críticas y ataques a los que Haggis admite haber hecho la vista gorda durante casi 35 años, en parte por pereza y en parte por miedo seguir, como dice, “adelante para mi vergüenza”. Admitiendo un pasado turbulento antes de unirse a la Cienciología, credo del que aún defiende ciertas prácticas, Haggis reconoce que la alineación del grupo en contra de los derechos de las parejas del mismo sexo a contraer matrimonio destaparon a sus ojos una red de mentiras que vio de primera mano al ser víctimas de ello sus hijas Katy y Alissa, ambas lesbianas. Como subrayó en su carta de dimisión, Haggis vio en la intolerancia de la cienciología “una mancha en la integridad de la organización”.