12.02.11

 

Hay noticias que a uno le hacen sonreír. No todo lo que sucede por ahí es malo, gracias a Dios. Y, a veces, las noticias agradables son totalmente impredecibles. Hoy me ha hecho sonreír una de esas noticias que no parecen cosa de risa: A una universidad católica americana le han quitado las autoridades los privilegios que tienen allí las universidades confesionales.

Los lectores se preguntarán: ¿Qué tiene eso de buena noticia para las universidades católicas, como dice el título? ¿No es un ataque a las universidades católicas del relativismo abortista obamaniano, al estilo del laicismo zapateril pero en yanqui? Hasta donde yo puedo ver, no. Y la diferencia está en las razones por las que se ha tomado esa medida: las autoridades norteamericanas han decidido que esa universidad “católica” no era lo suficientemente católica en realidad. Y tienen toda la razón del mundo.

La universidad Manhattan College, en Nueva York, fue fundada en 1853, por los Hermanos de La Salle o Hermanos de las Escuelas Cristianas. En aquella época, la mayoría de los profesores eran religiosos y la Universidad procuraba dar una formación católica a los estudiantes. Como en tantas otras universidades, eso fue cambiando en las últimas décadas y ahora la mayoría de los profesores son seglares y no se les pide que sean católicos. Es decir, la universidad ha terminado por hacerse indistinguible de una universidad no católica.

El Consejo Nacional de Relaciones Laborales (NLRB), una agencia federal norteamericana, ha decidido que, puesto que en la práctica ya no es una universidad católica, la ley debe reconocer esa realidad y dejar de considerarla como católica. Esta decisión tiene un cierto peligro de que el Estado termine por meterse donde no debe, pero al menos por ahora tiene el saludable efecto de mostrar que no basta el nombre heredado de “católica” para que una universidad sea en realidad católica.

Lo más divertido es, quizá, la reacción del Presidente de la Universidad, un tal Brennan O’Donnell: “Esta decisión sugiere que el delegado regional del Consejo Nacional de Relaciones Laborales cree que las características primarias de una auténtica universidad católica son una contratación excluyente, una atmósfera de proselitismo y la falta de flexibilidad dogmática en el programa de estudios”. Yo diría que es evidente que esas son, sin duda alguna, las características primarias de una auténtica universidad católica: evangelizar, una enseñanza acorde con la doctrina de la Iglesia y la contratación de profesores católicos. Es triste que el Consejo Nacional de Relaciones Laborales sea capaz de verlo y la Universidad “Católica” no lo entienda. Eso sí, hay que admirar el uso que hace su Presidente del lenguaje: “atmósfera de proselitismo” en lugar de evangelización, “contratación excluyente” en lugar de profesores católicos y, la mejor de todas, “falta de flexibilidad dogmática” en lugar de doctrina de la Iglesia.

Hay, además, otra razón para que me alegre de la noticia. Por lo visto, lo que le molesta a esta Universidad (y lo que temen muchas otras similares, según el National Catholic Reporter) es que, al dejar de ser considerada una universidad católica, estará obligada a dejar que los profesores formen sindicatos libremente. La exención de esa obligación en el caso de las universidades confesionales se debe al deseo de asegurar que las mismas puedan seleccionar a los profesores sin interferencias del gobierno y basándose en la fe religiosa de los mismos, ya que, como es lógico, una universidad baptista quiere profesores baptistas y una metodista los querrá metodistas. Según Elbert Tellem, el director regional en funciones del NLRB, la finalidad principal de Manhattan College no es lo suficientemente religiosa como para conseguir una exención de las leyes laborales normales.

No parece que la existencia de los sindicatos sea gran cosa, pero sucede que las universidades sólo aparentemente católicas de los Estados Unidos temen a los sindicatos de profesores más que al diablo (lo cual no es difícil, claro, porque no creen en el diablo). Este temor se debe a las precarias condiciones laborales de sus empleados. En efecto, para ahorrar costes, mantienen a una gran parte de los profesores como “adjuntos”, en lugar de ser profesores titulados. Y así les pagan menos. No deja de ser irónico que los partidarios de reducir el cristianismo a la acción social sean incapaces de ofrecer condiciones justas a sus trabajadores.

Los críticos de esta medida del NLRB afirman, enfadados, que “va a constituir un gran incentivo para que todas las universidades de tradición católica empiecen a actuar según un catolicismo más conservador”. También es irónico. Cristo dijo “no podéis servir a Dios y al dinero", pero parece que estas universidades estarían dispuestas incluso a servir a Dios, si eso significa que van a poder continuar sirviendo al dinero.

Otra cosa que dice el amigo O’Donnell es que se está penalizando a su Universidad por adoptar el espíritu del Concilio Vaticano II, a través de la “apertura intelectual” y de un “entorno espiritual acogedor”. En esto estoy totalmente de acuerdo. Han asumido hasta el fondo el “espíritu del Concilio” del que hablaba el Papa y que no tiene absolutamente nada que ver con lo que el Concilio dijo en realidad. Han dejado de ser universidades católicas y ya es hora de que asuman las consecuencias. Como dicen los americanos, no es posible comerse el pastel y seguir teniéndolo. Por cierto, ¿se imaginan que algo así sucediera en España?