"Hay que evangelizar a un mundo neopagano"

Jesús Sanz: "Las cosas de Dios se demuestran en la vida, no en los conceptos"

"Realmente ahí (en la Iesu Communio de Sor Verónica) está la mano de Dios"

Rosa María Jané Chueca, 17 de febrero de 2011 a las 19:03

 

(Rosa María Jané Chueca / Catalunya Cristiana).- El 25 y 26 de enero se celebraron las 46 Jornadas de Cuestiones Pastorales de Castelldaura sobre Secularismo y cultura de la fe: Iglesia y diálogo, entre la tradición y el presente. Unos 150 sacerdotes participaron en estas jornadas, clausuradas por el arzobispo de Oviedo y obispo responsable de la Comisión Episcopal para la Vida Consagrada de la Conferencia Episcopal Española, Mons. Jesús Sanz. El prelado disertó sobre Dios amigo o Dios rival. La nostalgia incensurable del encuentro con el Dios verdadero.

¿La vida consagrada experimenta hoy momentos de debilidad y pobreza?

Digamos, muy genéricamente hablando, que es verdad que la vida consagrada adolece de una crisis que está descrita. Especialmente en Occidente, que atraviesa ya en estos 50 años de andadura posconciliar. Numéricamente tiene una crisis que es patente, con la terquedad de la estadística. Ya no solamente en cuanto a la cantidad, sino a la incidencia que puede tener el carisma de una familia religiosa. Detectamos que hay una especie de pérdida de tono, una atonalidad. Esto se escenifica en que entran menos personas a formar parte de esa familia, a veces los que entran lo hacen con una debilidad que les empuja a salir, no siempre los que quedan tienen vitalidad... Éste es el perfil más sombrío que atraviesa la vida consagrada. Pero reducir la vida consagrada a este perfil sombrío, sin detectar también cuáles son las zonas bien iluminadas, no sería justo.

¿Y cuáles son esas «zonas bien iluminadas»?

En la vida consagrada de vieja raigambre no todo es oscuridad ni todo es penumbra. Hay mucha gente que, de modo callado, sin ningún tipo de arrogancia, vive su fidelidad con mucho gozo, con mucha serenidad y con una fecundidad que no siempre captan los titulares de nuestras revistas y publicaciones. También han aparecido familias religiosas nuevas, llenas de energía, con una vitalidad inmensa, con una fecundidad apostólica enorme y que, además, están bendecidas con muchísimas vocaciones. Dios, que es muy suyo, suscita otros caminos con una fecundidad preciosa.

¿Está pensando en el llamado «milagro de Lerma» o de «sor Verónica»?

Efectivamente, pero no sólo en ese caso. Realmente ahí está la mano de Dios. Cuando en este mundo secularizado, descreído, poco amable hacia la Iglesia, en el que se dice que hay un desencuentro entre la Iglesia en general y la vida consagrada en particular con los jóvenes, tenemos un caso donde eso no es aplicable. No sólo tienen dos monasterios, La Aguilera y Lerma, llenos de vocaciones, también hay una lista de espera que es muy esperanzadora, pero no es el único caso. Tenemos realidades tanto de vida contemplativa claustral como de vida apostólica evangelizadora que son también reseñables en este mismo sentido.

El anuncio de esta nueva congregación causó mucho revuelo, ¿han vuelto las aguas a su cauce?

Yo conozco a las hermanas, cuando eran clarisas. Mucho antes de ser obispo frecuentaba el monasterio de Lerma para dar ejercicios, algún curso de teología, algún retiro... además sor Verónica, la fundadora, es la hermana de mi obispo auxiliar, Mons. Raúl Berzosa, por lo que conozco bien la situación. Puedo decir que las clarisas están un tanto perplejas en general. Ante la novedad carismática de La Aguilera y Lerma, las clarisas dicen (y aquí refiero lo que ellas me cuentan y expresan) que no es una novedad tan inconciliable con lo que propiamente es el carisma de santa Clara, y se sienten un tanto perplejas. En algún caso puede haber un poco de dolor, como un desgarro que significa dejar una familia en la que ellas han nacido. La pregunta es si ese viaje era el adecuado o no. Ésa es la perplejidad que tienen las clarisas. Lo que es evidente es que se han ido alejando de la fuente de santa Clara y de la praxis de la orden de las clarisas. La cuestión es que ellas habrán discernido si ese viaje es un viaje movido por el Espíritu Santo o un viaje aventurero.

¿Hay que seguir discerniendo?

Gamaliel tiene un criterio de discernimiento que siempre ha aplicado el pueblo de Dios: las cosas de Dios se demuestran en la vida, no en los conceptos ni en los proyectos. Yo lo que deseo para estas hermanas de La Aguilera y Lerma es que vivan gozosamente lo que Dios les está pidiendo, porque Dios se lo ha concedido. Será la vida la gran criba donde se podrá aquilatar lo que tiene de novedad, lo que tiene de consecución a una moción del Espíritu Santo o lo que tiene de aventurero. De todo hay en la viña del Señor. La vida se encargará de cribar lo hermoso y verdadero. Yo deseo que el balance sea positivo, muy beneficioso para las personas que están embarcadas en esta nueva historia y que sea beneficioso también para el resto de la Iglesia.

Últimamente también se habla en algunos círculos de confrontación entre la vida religiosa y la jerarquía de la Iglesia, ¿se da este desencuentro?

Como presidente de la Comisión Episcopal para la Vida Consagrada puedo decir que se ha dado un desencuentro en años anteriores. Las instituciones tienen el rostro de aquellos que estamos al frente de ellas y en algunos momentos sí ha podido haber alguna dificultad. De manera que, no hace tantos años, ese desencuentro era patente. Tan patente que vino a ser utilizado por otro tipo de ámbitos, por ejemplo político. Había interés en escenificar que la Iglesia está dividida y que hay un desencuentro de confrontación entre lo que es la vida religiosa y el mundo del episcopado español. Lo que puedo decir en este momento es que el desencuentro no existe y que las relaciones no sólo son cordiales, sino positivamente beneficiosas. Somos diversidades que no estamos para rivalizar, sino para juntos encontrar los caminos en los que podamos completarnos y complementarnos.

Vivimos tiempos difíciles para la evangelización, sin embargo, ¿cuándo ha sido fácil ser testigos creíbles del Evangelio...?

Benedicto XVI es testigo cualificado a la hora de describir cómo es nuestra generación y cómo estas dificultades o facilidades están presentes. El Papa ha hablado de la evangelización en un mundo neopagano. No se trata de una primera evangelización ante un mundo pagano, que quizás nunca ha oído hablar de Dios y que no conoce el Evangelio ni a Jesucristo. Se trata de un mundo que es poscristiano, que ha decidido optar por un nuevo paganismo. Anunciar a Jesucristo a gente que está de vuelta de Jesucristo es una novedad que antes quizás no habíamos tenido.

¿Qué responsabilidad tenemos en este neopaganismo?

La historia cristiana es como un campo que a veces no hemos sabido labrar ni regar debidamente. A veces nos encontramos que hemos secado lo que estaba llamado a ser un vergel, a causa de la falta de atención, por falta de laboriosidad. A veces este neopaganismo o poscristianismo se nos tiene que imputar a los creyentes, a los cristianos, por esa falta de atención, de diligencia, de audacia y, sobre todo, por esa falta de fidelidad. Pero no se puede explicar todo por una imputación hacia nosotros, hacia el pecado de la Iglesia o la incoherencia de los cristianos. También el mundo tiene sus malas artes y el espíritu del mal en cada generación ha intentado hacer zozobrar, confundir, dividir y desmontar lo que Dios y sus hijos tratamos de construir en su nombre, con nuestra pobreza y pecados.

¿Cómo se debe hacer el anuncio entonces?

Tenemos que anunciar el Evangelio de Jesucristo como una buena noticia a una generación que dice que ya no es cristiana, pero que lo fue en un tiempo. Supone, como decía Juan Pablo II y repite Benedicto XVI, esa audacia a la hora de promover un método y un ardor, una manera de que sea novedoso porque se anuncia lo eterno, el Evangelio. De tal modo que la gente que cree que ya se lo sabe le pueda sonar a novedad. Éste es el reto que tenemos. No únicamente en el terreno intelectual ni puramente pastoral de actividad apostólica. Tendríamos que tocar todos los palos en este concierto: lo más intelectual, lo más cultural, lo más asistencial... todo lo que implica la vida de las personas.

En este sentido, la vida consagrada tiene un papel preponderante...

La vida religiosa tiene que mostrar, cada día mejor, a los fieles y a los no creyentes el rostro de Jesucristo. Un Jesucristo que bendice a los niños, que cura a los enfermos, que consuela a los desesperados, que resucita a los muertos... son diferentes perfiles de un Jesucristo inabarcable, y esos perfiles son, en el fondo, los carismas. Francisco de Asís, Benito, Teresa de Jesús, Teresa de Calcuta, Juan Bosco... tantas familias religiosas son este testimonio de un perfil de Jesús. La vida religiosa tiene esta misión hermosísima de acercar en una parcela de la vida lo que es el encuentro con el Señor. Lo más importante es el encuentro, porque Dios cuando se encarna en su Hijo no nos manda un manual, ni un prospecto de instrucciones, ni un experto. Dios nos manda a su Hijo que sale a nuestro encuentro. Cuando ojeas los evangelios te das cuenta de que lo que Jesús cuenta, propone, muestra, siempre es el hilo de la vida. Es el encuentro con alguien que me mira, me escucha, tiene algo que decirme y algo que ofrecerme. Si falta este encuentro, no podemos estar hablando del Dios cristiano. El Dios cristiano es el fruto y la consecuencia del impacto de un encuentro. Los cristianos hemos de ser capaces de propiciar de modo bello, de modo amable o, incluso, provocativo, el encuentro con Jesucristo.