4.03.11

Espiritismo hecho espectáculo en televisión (II)

A las 12:32 AM, por Luis Santamaría
Categorías : Espiritismo

 

Ha pasado bastante tiempo desde el primer artículo de esta serie, y han pasado dos cosas. La objetiva es que Telecinco ha multiplicado las emisiones del programa “Más allá de la vida”, protagonista de estas líneas. La subjetiva es que he tenido ocasión de verlo y analizarlo con algo de profundidad y sentido crítico (ése que no quieren que apliquemos mucho a nuestra condición de televidentes). Y antes de entrar a comentar este espacio, tengo que decir que me cansa, no me engancha. Sí, me cansa ver una y otra vez los mismos casos, los mismos mensajes y el mismo buenismo de fondo.

Hasta el día de hoy se han emitido siete entregas de este producto televisivo que sus promotores (la compañía productora Plural Entertaiment, responsable de varios programas emitidos sobre todo en Telecinco y Cuatro) colocan en su página web en la categoría de “entretenimiento”. Eso, para que veamos la seriedad con la que tratan el tema de la muerte. Más de dos millones de personas en España –según el promedio de la medición de audiencias– “entretenidas” por la médium Anne Germain, ya conocida en Portugal por el formato hermano del nuestro, titulado allí “Depois da vida”. Un programa en el que, tal como publicitan, “los invitados acuden para conocer los mensajes de personas fallecidas de su entorno”.

Nos sentamos frente a la pantalla y escuchamos esa voz en off que representa a la médium: “Soy Anne Germain. Desde que nací tengo un don: soy médium, contacto con personas que ya no están aquí, respondo a cuestiones que van más allá de la vida”. El plató, blanco y azul, da sensación de tranquilidad. Al comienzo de cada programa, su presentador, Jordi González –bien conocido por otros muchos espacios de dudosa seriedad–, presenta a los famosos invitados, de los que se ofrecen tomas grabadas en las que comentan su grado de escepticismo o de creencia en la vida de ultratumba y en la posibilidad de contactar con los difuntos. Muchos dicen que “no creen en esto”, así que sería interesante, entonces, saber por qué han ido al programa… aunque las posibles razones son pocas, y fácilmente adivinables, sin necesidad de que seamos videntes.

El procedimiento siempre es el mismo: el primero en llegar es el famoso, que tiene una breve conversación con el presentador, y a continuación hace su aparición Anne Germain, que sin previo trance ni “cosa rara” alguna, comienza a decir –siempre en inglés– que ve “presencias” acercándose al famoso en cuestión. De entre todas, algunas tienen más fuerza, y empieza a identificarlas, y a escuchar lo que dicen, y a ver lo que hacen en torno al invitado. Es entonces cuando el realizador empieza a jugar con el espectador, mostrando de forma alterna el rostro sereno de la médium –aunque en algunos momentos se emociona– y el rostro del famoso, que se va emocionando o conmocionando al hilo de las afirmaciones que el presentador va traduciendo del inglés. Anne Germain va dando detalles, que no dejan de ser vagos e imprecisos, y se va envolviendo al televidente con todas estas cosas, aderezadas con la música misteriosa de fondo y con mensajes sobreimpresos en la pantalla, cuestionando las cosas que están pasando y orientando hacia una creencia en las afirmaciones de la vidente, que habla con serenidad y mira al invitado con sus ojos azules transmitiéndole paz. En algunos invitados empiezan a caer las primeras lágrimas, y en ocasiones la misma médium se emociona también visiblemente. Siempre termina agradeciendo al famoso que le haya permitido hablar con los muertos, al igual que al principio suele saludar comunicando “el amor de los espíritus”.

Tras la marcha de Anne Germain, que se va “a descansar”, es cuando el presentador aprovecha para entablar un diálogo con el famoso, que suele reconocer que “ha sido mi hijo [fallecido ya, claro] el que me ha hablado, lo sé”, o que “todo lo que ella ha dicho es cierto”. Si el espectador no está todavía muy impresionado al creerse lo que dice el famoso, queda el mayor golpe de efecto del programa: la médium dirige su mirada al público asistente e interpela a alguna persona o familia de las presentes. El mensaje dirigido a la audiencia es claro: si hay sospechas de que Germain pueda conocer con antelación detalles de la vida de los invitados principales y de sus familiares fallecidos por su popularidad (cosa que Jordi se empeña en desmentir una y otra vez), la prueba de que todo es verdad es su diálogo con personas anónimas del público. Éstas acaban llorando, y se dan situaciones al menos curiosas, como cuando vemos al presentador diciéndole a uno de los sorprendidos con un mensaje de un familiar muerto: “no llores, que esto es muy bonito”.

Hay cosas que se repiten, en famosos y no famosos. La primera que destaca es la trivialidad y banalidad de muchas de las cosas que cuentan los difuntos. Entre otras cosas, algunos dicen que son los que mueven algunos objetos de la casa del vivo, para dar signos de su presencia. Otro elemento que llama la atención es la vaguedad de lo que cuentan sobre la realidad del más allá, ya que no pasan de decir que están en paz, felices y sin sufrimiento. ¿Qué hay allí? ¿Están en el cielo, o en otra dimensión, o están aquí entre nosotros de forma invisible para cambiar de sitio el osito de peluche de la cama que dejaron en la tierra?

Por supuesto que, como estamos hablando de entretenimiento, pero con visos de ser algo totalmente real, el programa deja la puerta abierta en una calculada ambigüedad, que se observa bien en las palabras de Jordi González al finalizar la primera entrega: “os decía que, seguramente, lo que hoy iba a pasar aquí, cambiaría a más de uno la percepción de la vida y de la muerte. Lo que ha pasado os lo hemos mostrado. A partir de aquí, que cada uno saque sus conclusiones”. Hala, final abierto, y a tener enganchado al espectador. Dejando estas cuestiones sin comentar del todo, y tal como hace el programa, seguiremos con este tema en un artículo posterior.

Luis Santamaría del Río
En Acción Digital