5.03.11

El verdadero rostro del liberalismo teológico

 

Si Dios no dispone otra cosa, gran parte del resto de mi vida lo seguiré dedicando a combatir ese hijo predilecto de Satanás que es conocido como liberalismo teológico. Nacido en el seno del protestantismo en el siglo XIX -aunque podría buscarse sus raíces más atrás-, y extendiéndose con saña dentro de la propia Iglesia Católica, ha sido, y es, el ataque más formidable del reino de las tinieblas contra la fe cristiana.

Su esencia se resume en llevar a dar la vuelta al calcetín y permitir que el espíritu del mundo, según la definición bíblica del término, impregne el cristianismo. Es decir, en vez de que la fe cristiana sea luz del mundo y sal de la tierra, se convierte a la ideología mundana en el referente para la configuración de la conciencia y proceder de los cristianos. Lo cual, dicho sea de paso, hace que los cristianos dejen de ser cristianos y caigan en la apostasía más rampante.

El teólogo, pastor, sacerdote u obispo liberal sabe usar la Biblia para sus fines. No tiene nada de particular que así sea. Satanás mismo citó la Escritura para tentar a Cristo. Sus hijos hacen lo mismo para tentar a los hijos de Dios. Pero de hecho, ellos odian la Biblia y por eso una de las características típicas del liberalismo teológico es el ataque constante contra la Sagrada Escritura. De hecho, es quizás en ese campo donde más “éxito” han conseguido.

En Argentina hay ejemplos de apóstatas liberales tanto dentro del catolicismo como en el protestantismo. No hay que ir muy atrás para encontrar a un Nicolás Alessio ejerciendo de párroco católico a la vez que encabezando una manifestación del lobby gay. Gracias a Dios, ese señor ya ha sido apartado del sacerdocio, pero durante muchos años antes de su retirada ejerció una influencia tenebrosa sobre sus fieles.

En el ámbito protestante, nos encontramos con un obispo metodista, Frank de Nully Brown, que acaba de escribir un artículo infame apoyando la despenalización del aborto. A ese miserable le importa un pimiento que la práctica totalidad de los protestantes evangélicos argentinos sean contrarios al asesinato de inocentes. Él pretende presentarse como obispo cristiano cuando no es otra cosa que sacerdote de Belcebú.

Merece la pena pensar en que católicos y evangélicos, aunque estamos divididos en temas fundamentales referentes a la fe, podríamos hacer un frente común contra esa gentuza que desacredita el nombre del cristianismo. Curiosamente, o no tanto, esa chusma suele meterse en todos los fregados ecuménicos que se convoquen. Pues bien, ha de quedar claro que con ellos no vamos ni a tomar café al bar de la esquina. Pero si la Iglesia Católica y las comunidades eclesiales evangélicas en Argentina hacen uso de un poco de sentido común, el tal Frank ha de ser repudiado como si fuera un apestado. De hecho, eso es espiritualmente hablando. A menos que se convierta, hay que huir de él como si tuviera una enfermedad mortal contagiosa.

Luis Fernando Pérez Bustamante