8.03.11

Jean Raspail

 

La idea no es mía, claro. Ya se encargan los lectores del memento mori, y de recordar la degradación alcanzada que hasta yo puedo tener un blog, ¡acabáramos!.

Hoy, una de esas efemérides laicas con las que nos poliniza la ONU, recordé la propuesta que Jean Raspail la Navidad pasada. Es un tipo que me cae extraordinariamente bien, a pesar de ser francés y monárquico, y haber escrito una de las novelas más desasosegantes que he leído, El desembarco. Como está escrita en los 70 podríamos decir que es de anticipación y profética, más que de situaciones, de actitudes de la sociedad.

La verdad, de él podría esperarse una llamada a la acción directa, un grito para que alguien convocase una nueva cruzada de liberación. Pero no, su propuesta es mucho más realista:

¿Orar? Es lo mejor. Lo más verdadero […]

Imagino el día, en que todos los cristianos del mundo, especialmente los católicos, recen con una sola voz por sus hermanos de Oriente; públicamente, con la Jerarquía al frente, todas las iglesias y templos llenos; las campanas tañendo, la gente procesionando en masa, mil millones de fieles, mil quinientos millones, proclamando su condena, su solidaridad, su rebeldía. Un gran número. Un número patente y visible. El poder de los números…¿Tal vez, entonces, los gobiernos de los países en los que se persigue y asesina decidan a la vista de los hechos, reconsiderar la situación?

¿Suena a novela? Sí, soy novelista. Pero los cristianos en Oriente no se resignan a un exilio permanente que sí existe en otros lugares…

Como véis al final la cabra tira al monte, y, a pesar de sus buenas intenciones, todo queda planteado como una mera manifestación de fuerza. Supongo que no sólo se asustarían los gobiernos que persiguen con la muerte, lo mismo también se acongojan los que persiguen con las leyes.

Pero la idea inicial es buena. Me encantaría que todos los obispos de mundo convocasen, cada uno como pastor de su diócesis, una gran jornada de oración por nuestros hermanos, en las catedrales y las iglesias, una manifestación visible de la comunión de los santos. También con eso de la procesión y las campanas tañendo a la vez. Me encanta el sonido de las campanas.