La España intervenida

 

 

“A pesar de las ilusiones racionalistas, e incluso marxistas,
 toda la historia del mundo es la historia de la libertad”
Albert Camus
Escritor francés 

15.03.2011 | César Valdeolmillos Alonso


 

En cierta ocasión tuve que participar en un ciclo de conferencias sobre el papel de la mujer en la publicidad. El auditorio estaba formado en su mayor parte por arrojadas feministas —no sé si convencidas o de cuota— a sueldo del Gobierno socialista. Como quiera que reprobaban con enardecido arrebato aquellos mensajes publicitarios en los que aparecían mujeres sugerentemente ataviadas, en el coloquio que tuvo lugar tras mi intervención, con intención de poner otra nota de color al mismo —el rojo ya flotaba en el ambiente— se me ocurrió preguntarles cuales eran las soluciones que proponían para modificar la mencionada orientación de tales mensajes. La respuesta se produjo en bloque compacto y contundente: ¡Prohibirlos! No por esperada la respuesta, dejó de producirme una profunda perplejidad. ¿Dónde quedaba el respeto a las libertades de las que su manifiesta ideología política —la izquierda obviamente— decía ser única, exclusiva y excluyente defensora?

Sin duda la noticia estrella de las últimas semanas, ha sido el Decreto que limita la velocidad máxima en autopistas y autovías a 110 Kms. Lo cierto es que los miembros del Ejecutivo que preside el Sr. Rodríguez, cada semana se afanan con denodada disposición en proporcionarnos ocasión de estar distraídos. Y a fe que lo consiguen, porque hay que reconocer que gobernar no gobernarán, pero cuando la maquinaria propagandística del PSOE se pone en funcionamiento, consigue que los españoles estemos mareando la perdiz durante varias semanas mientras nos olvidamos de lo verdaderamente importante: el paro y nuestra situación económica, que cada día nos están haciendo más pobres.

Cuando el Gobierno promulgó la Ley 42/2010, de 30 de diciembre, por la que se modificaba la Ley 28/2005, de 26 de diciembre, de medidas sanitarias frente al tabaquismo y reguladora de la venta, el suministro, el consumo y la publicidad de los productos del tabaco, la hoy ministra —no sé porqué— Leire Pajín, sin el menor pudor, pronunció las siguientes palabras:

“El partido socialista y desde luego la que les habla, nunca ha estado a favor de las prohibiciones”

Pues menos mal que los socialistas no están a favor de las prohibiciones, porque si lo llegan a estar, nos vemos como en el “Gran hermano” de Orwell. Pero no debemos extrañarnos, porque ellos son maestros en negar la evidencia aunque la tengan delante de sus ojos y son capaces de afirmar sin inmutarse que lo negro es blanco y que los culpables de todos los males que aquejan a nuestro país, son Franco, el PP, los Reyes Católicos y los contubernios judeocristianos internacionales. ¡Hala! El mundo contra ellos.

Me resulta difícil imaginar cómo van a explicar a los españoles que su único fin no es gobernar, sino retener el poder con lo que sea, como sea y a costa de lo que sea, incluso a costa de la propia España. Cualquier estratagema sirve para permanecer en el poder. “Como sea”, es el procedimiento que para conseguir sus propósitos, ya acuñó en 2005 el actual presidente del ejecutivo. Da igual que un Decreto como el de la limitación de velocidad, no se ajuste a Derecho porque vulnere la Ley. Para cuando la Justicia emita su fallo, si la oposición lo impugna… ¡A buenas horas mangas verdes! Para entonces, es muy posible que ya no sea necesario el Decreto del frenazo. Bueno necesario no ha sido nunca. Pero es que su pretendida defensa de la libertad, después de siete años de ocupar la Moncloa, nos ofrece la imagen de una España intervenida. Intervenida por los culturetas de la SGAE que se apropian de nuestro dinero cada vez que compramos un aparato electrónico; intervenida por los titiriteros de la ceja que llevan treinta años viviendo a la sombra de las subvenciones y trato de favor que les otorga la izquierda allá donde ocupa el poder; intervenida por determinados lobys, asociaciones, fundaciones y ONGs de todos conocidas, que subsisten gracias a la inagotable ubre que a su disposición ponen los reaccionarios progres que mandan en España; intervenida por unos sindicatos que les importa una higa los cerca de cinco millones de parados que hay en nuestro país; que constituyen el mayor obstáculo para nuestro crecimiento y desarrollo, y que solo se preocupan de ordeñar, hasta la extenuación, la vaca del Estado. En definitiva, pingües negocios de unos pocos listos a costa de los sufridos ciudadanos de a pie que pagamos nuestros impuestos.

Han intervenido la banca; se han injerido en la acción de la Justicia; se han entrometido en las empresas; han menoscabado la credibilidad de nuestro sistema democrático; han cercenado nuestra libertad diciéndonos si debemos o no comer determinada bollería, haciéndonos el menú de la Navidad. Nos han dicho si tenemos que llevar o no corbata. Han prohibido visitar El valle de los caídos; han vetado el español y erradicado los toros en Cataluña; han impedido que los padres intervengan o se enteren de que su hija menor de edad está dispuesta a abortar, si ella no quiere; han eliminado los crucifijos en lugares públicos; nos han prohibido fumar hasta en nuestra propia casa cuando haya un asalariado; han pretendido sin éxito destruir toda una cultura milenaria como es la mediterránea, prohibiéndonos beber vino; han intentado —también sin éxito—prohibirnos determinado tipo de hamburguesas; han acabado con la tradición de los chiringuitos de la playa y la última fechoría ha sido la de prohibirnos circular a mas de 110 kms., en autopistas y autovías.

Pero… ¿A dónde nos lleva esta tropa?

Como decía el ensayista español Luis Antonio de Villena, “Es curioso ver cómo a medida que las libertades teóricas aumentan, las libertades prácticas disminuyen”.

 Atrincherados en su errático empecinamiento, se han emplazado en el desprecio y ultraje de todos los valores heredados de nuestros mayores, y vencidos por la crispación, se han asentado sobre una permanente mentira.

Ninguna de estas medidas sirve para otra cosa más que para mutilar nuestra libertad individual —en la que por cierto jamás han creído— y para tratar de ocultar tras la cortina de una nueva, inútil y costosa extravagancia, el verdadero drama, el cáncer de nuestra sociedad, que es el incremento de las listas del desempleo con 68.000 nuevos parados en el mes de febrero.

¡Tanto como presumen que son los del mayo del 68! Parece ser que lo único que aprendieron a hacer, fue regular, imponer y prohibir. Y que a nadie se le ocurra pensar, porque para eso ya están ellos: los socialistas. La histórica corriente del 68, se concretó en eslóganes celebérrimos como, “La imaginación al poder” o “Prohibido prohibir”. El mundo creyó que se había abierto una ventana por la que habría de entrar el aire fresco de la renovación. Ahora, casi medio siglo después, constatamos que aquello solo fue un “Hay que cambiar algo, para que todo siga igual”. Y cambiaron ellos, naturalmente, los que ahora, ya en el poder, sólo se les ocurre ilegalizarlo todo. A ver si lo que había debajo de los adoquines de París, en vez de los aires de libertad, era el totalitarismo…

 

César Valdeolmillos Alonso