15.03.11

 

El cardenal Sistach se ha dado prisa en esta ocasión. Seguramente apremiado por Roma -¿por qué no hizo esto hace tres años?-, ha decidido abrir proceso canónico en el caso del P. Manel Pousa, que ha ratificado en un libro lo que dijo en 2008 al Periódico de Catalunya. A saber, que ha pagado al menos un aborto. Y sí, vuelvo a decir “al menos un aborto” porque lo primero que declaró al periódico era que había pagado ABORTOS. O sea, plural. En todo caso, basta con que haya pagado uno para que recaiga sobre él la pena de excomunión.

El proceso que ahora se abre es sólo por ese delito. En la nota de la archidiócesis de Barcelona no se dice nada de las otras declaraciones del P. Pousa. Su heterodoxia es patente. Por ejemplo, reconoció haber celebrado ceremonias religiosas entre parejas homosexuales. ¿Acaso tal hecho no ha de ser objeto de investigación y posible sanción?

Dice el arzobispado catalán que las diligencias abiertas “no impiden reconocer el trabajo social que desde hace muchos años está realizando este sacerdote al servicio de los grupos más necesitados de nuestra sociedad“. O sea, algo así como “la ley canónica lo mismo nos obliga a excomulgarle pero es un buen chico“.

Manel Pousa es a Barcelona lo que los curas de Entrevías son a Madrid. Unos y otros realizan una labor social más o menos destacada. Pero usan esa actividad como plataforma para arremeter contra la doctrina y la moral católicas. Es decir, cada vez que se les pone delante un micrófono, hacen gala del típico discurso demagógico de la progresía eclesial, nada más que elevado al cubo.

Pero la mentira no se convierte en verdad por mucho que la proclame quien se dedica a la labor social. Y el aborto es un asesinato por más que lo pague un cura. De hecho, es especialmente repugnante que un sacerdote pague el asesinato de un inocente.

Es hora de que nos demos cuenta que resulta muy peligroso que quienes se dedican a cuidar del “cuerpo” de los marginados sean a su vez instrumento de propagación del error que lleva a la perdición de las almas. Cuando el hereje de turno es un teólogo que se pasa la vida dando conferencias, su influencia llega a los que están predispuesto a dejarse embaucar por sus herejías. Cuando el heterodoxo vive tratando presos y toxicómanos, éstos apenas tienen capacidad de discernir que lo que les cuelan no es el evangelio de Cristo y de su Iglesia sino una versión adulterada del mismo.

Los pastores caen en un grave error cuando miran para otro lado ante este tipo de curas con la excusa de que “al fin y al cabo, ayudan a la gente". La misión de la Iglesia es, en primer lugar, predicar el evangelio sin adulterar. La obra social, esencial e irrenunciable, viene después. Quien tiene puesta la vista en la eternidad y en la salvación de las almas sabe bien qué es lo primero. Ni Manel Pousa ni los curas de Entrevías deberían seguir ejerciendo el sacerdocio si se empeñan en no profesar la fe católica. Podrán seguir realizando su labor social hasta que el Señor les llame a capítulo. Pero como sacerdotes, no.

Luis Fernando Pérez Bustamante