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El mundo visto desde Roma

Servicio diario - 16 de marzo de 2011

Beatificación de Juan Pablo II

La beatificación de Juan Pablo II: acoger la bondad de Dios

El santuario de Czestochowa en Colombia prepara una misa campal

Especial

Monseñor Bruno Forte: "En la noche del mundo, el hombre siente nostalgia de Dios"

Santa Sede

Ejercicios espirituales del papa y sus colaboradores con los santos

El papa reivindica el papel del cristianismo en la Unidad de Italia

Mundo

Más iniciativas diplomáticas para tutelar a los cristianos en el mundo

Lanzan un CD con canciones inspiradas en Edith Stein

Los párrocos, fundamentales en la renovación misionera de la Iglesia

Alemania: más padres en la cárcel por rechazar la educación sexual estatal

Análisis

México: “La libertad religiosa es un bien para la democracia”

Flash

Solidaridad con Japón: Oración continua en Lourdes

Documentación

Benedicto XVI: Y Judas entró en la noche

Mensaje del Papa al Presidente de la República Italiana


Beatificación de Juan Pablo II


La beatificación de Juan Pablo II: acoger la bondad de Dios
Los obispos portugueses divulgan una nota pastoral para la ocasión
ROMA, miércoles 16 de marzo de 2011 (ZENIT.org).- La beatificación de Juan Pablo II, el 1 del próximo mayo, es una oportunidad para dar gracias y acoger la bondad de Dios, que suscita personas disponibles para señalar a Cristo como un camino seguro.

Es lo que se lee en la Nota Pastoral de la Conferencia Episcopal Portuguesa (CEP) con ocasión de la beatificación de Juan Pablo II, difundida el pasado martes por el organismo episcopal, reunido en Fátima en un retiro espiritual.

Beatificando a Juan Pablo II, afirma la Nota, la Iglesia “está destacando algunos rasgos de una santidad particular, considerando que no sólo merece ser conocida y admirada, sino que puede ser luz que guía y estimula a caminar en el camino de conversión al amor de Dios y del servicio a los hombres y mujeres de nuestro tiempo”.

La santidad, indica el texto, “es el fruto de la relación entre la gracia de Dios y la Libertad humana”.

Características

Destacando algunas características de la santidad de Juan Pablo II, la Nota Pastoral afirma que Wojtyla fue “un hombre de una intensa vida interior que se transmitía”.

“¿Quién no recuerda de que modo intenso y profundo celebraba la Eucaristía, como se recogía en la oración durante mucho tiempo, allá donde estuviese, y la devoción con la que hablaba espontáneamente de Cristo y de la Virgen?”.

“Al mismo tiempo, manifestaba una capacidad de comunicación personal, del mismo modo cuando estaba delante de las multitudes que cuando estaba solo, atrayendo magnéticamente a muchos jóvenes, entre los cuales muchos se manifestaban como lejanos a la Iglesia”.

El texto de la CEP destaca también que Juan Pablo II fue “un profeta de intervenciones audaces en nombre de la justicia y de la paz”.

“En las primeras palabras que dijo al pueblo reunido en la Plaza San Pedro, justo después de haber sido elegido Papa, nos exhortó de esta manera: '¡No tengáis miedo!'. Y el fue un hombre sin miedo, que afrontó muchas y difíciles situaciones políticas, sociales y morales”.

“Y fue un hombre valiente, sin miedo, con respecto a las políticas internacionales, en particular en el Este de Europa. No hay dudas sobre su papel en la caída del régimen comunista totalitario, en la promoción de los derechos humanos y en la defensa de la vida y de los valores morales”.

“Señalando siempre vías de reconciliación y de paz, viajó por todo el mundo, corriendo riesgos de todo tipo en la misión de Jesucristo, una acción sin descanso en la nueva evangelización”, destaca la Nota.

Para los obispos de Portugal, el Papa polaco fue un “servidor del amor y de ternura para con los más débiles y de perdón a los enemigos”.

“Juan Pablo II siempre manifestó una particular atención y un afecto especial por los niños, los más pobres y los frágiles. Era conmovedor cuando, lleno de alegría y seriedad, se salía del protocolo y tocaba a los niños y los enfermos”.

La CEP añadió que el Pontífice fue “un testigo de la alegría en la salud y en la enfermedad, con el máximo respeto por la vida”.

Afrontó su enfermedad de “modo humilde y sereno”, aceptó “su imagen desfigurada, su propia incapacidad de hablar, sin avergonzarse de presentar su verdad públicamente, solidario con todos los que sufren”.

“Luchó hasta el final sin dejar de estar presente para transmitir la fe, la certeza del amor de Dios, en todas las circunstancias, también las que el mundo pretende olvidar o a las que ha quitado la dignidad”.

“También cuando ya estaba gravemente enfermo e iba a dejar este mundo, nos dio lecciones elocuentes, como maestro y pastor hasta el final”.

Acogida

Comentando el testimonio de vida de Juan Pablo II, la CEP destaca que la santidad “no está reservada a un grupo restringido de genios y héroes de la virtud. Con la gracia de Dios, está al alcance de todos dar una alta calidad de amor a la vida común”.

“La beatificación del Papa Juan Pablo II es una llamada y una oferta que la Iglesia hace a todos los hombres y a todas las mujeres de buena voluntad. Estamos invitados a dar gracias a Dios por la vida y la acción de este Papa, por todo el bien y el estímulo que nos continúa transmitiendo con su ejemplo y su intercesión”.

“Estamos también invitados a dar gracias y a acoger la bondad de Dios que, de nuevo, se muestra atento a nuestras necesidades y alegrías, tristezas y esperanzas, suscitando siempre, en el momento justo, personas disponibles para indicar de forma renovada, a Jesucristo, camino seguro, verdad luminosa y vida abundante”, afirma la Nota.

Concluyendo el texto, los obispos portugueses invitan a los fieles a implicarse en la conmemoración de la beatificación, en ámbito nacional, en una celebración que se desarrollará en Fátima el próximo 13 de mayo.

“María, Madre de Dios y Madre de la Iglesia, nos inspire a proseguir en este camino de santidad al que Dios nos llama en la vida común de nuestra cotidianidad” espera el episcopado.



 



 

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El santuario de Czestochowa en Colombia prepara una misa campal
Bogotá se une por todo lo alto a la beatificación de Juan Pablo II
BOGOTÁ, miércoles 16 de marzo de 2011 (ZENIT.org).- En Bogotá, Colombia, una parroquia, que es también santuario mariano dedicado a Nuestra Señora de Jasna Gora, se unirá a la celebración de la beatificación de Juan Pablo II con una misa campal.

Al sur de la ciudad de Bogotá, en el barrio de Yomasa, se encuentra la parroquia de San Atanasio, que además es santuario consagrado a Nuestra Señora de Czestochowa, patrona de Polonia, informa a ZENIT la citada parroquia.

Con motivo de la beatificación de Juan Pablo II, se celebrará una Eucaristía campal también para honrar a Nuestra Señora de Czestochowa y celebrar la fiesta de San Atanasio (2 de Mayo), patrono de la parroquia. Tendrá lugar el domingo 1 de Mayo de 2011, presidida por monseñor Rubén Salazar, arzobispo de Bogotá.

Al recordar que Juan Pablo II era de Polonia, y en ese país se venera a la citada advocación de la Virgen María, "nuestra patrona --afirma la parroquia- es un gran motivo para nuestra comunidad celebrar este acontecimiento histórico de nuestro santuario, que es el único en Colombia".

Cómo surgió

En octubre de 1975, Alfonso Gómez invitó al padre Luis Falla, para que fuera a la nueva urbanización “La Gran Yomasa” y le aconsejara sobre la compra de un lote para su vivienda. Poco después, los presbíteros Luis y Francisco Falla fueron al lugar, y no sólo aconsejaron la compra sino que adquirieron dos lotes, donde a los pocos años quedaría el santuario de la Virgen María de Jasna Góra. Las escrituras son de noviembre de 1984.

Los sacerdotes Luis y Francisco Falla, y sus hermanos Lucrecia y Miguel Angel, ofrecieron levantar una capilla con el patrimonio familiar en honor de la Santísima Virgen, si les concedía un especial favor. Este patrimonio perteneciente a los miembros difuntos de la familia, se ofrecía con los presentes, a esta piadosa intención.

En 1961, el padre Francisco Falla estuvo de párroco en el pueblecito boyacense de Panqueba a pocos kilómetros del Cocuy. Fue un día a visitar a una señora muy enferma y en la penumbra de la alcoba, alcanzó a vislumbrar un hermoso cuadro de la Virgen y le llamó la atención el esplendor de aquella Imagen, era la Virgen de Jasna Góra-Czestochowa. Cuando murió la señora la hija le llevó al padre Falla, como última voluntad de la madre, la imagen que tanto le había gustado. Era una vitela pegada sobre una tabla.

Esta imagen acompaño al padre Francisco en sus parroquias y, al ser elegido Juan Pablo II en 1978, colocó la Virgen de Czestochowa en el altar mayor de su parroquia de Jesús Amor Misericordioso. El 8 de noviembre siguiente los hermanos Falla dieron comienzo a la obra de la capilla que habían ofrecido y que se dedicó a la Virgen del papa, la virgen negra de Jasna Góra.

Alfonso Gómez con su familia ha sido como un guardián de la Virgen. En 1979, construida la capilla, el padre Luis le escribió al cardenal Muñoz Duque. "En nuestro anhelo de difundir la devoción a María Santísima, estamos construyendo una capilla, situada en el barrio obrero de La Gran Yomasa".

"Como dicha zona se ha ido poblando notoriamente, los protestantes quisieron establecer un centro evangélico, aprovechando que en ese sector no hay lugar apropiado para el culto católico. Así nació la idea de construir esta capilla y dedicarla a Nuestra Señora de Czestochowa, en homenaje a S.S. Juan Pablo II. En la actualidad se encuentra en obra negra y esperamos que en el termino de mes y medio la entreguemos terminada".

"Por ser el 13 de mayo, fiesta y mes mariano, es nuestro deseo que su eminencia de digne consagrar y recibir esta capilla, para que con su bendición, protección y aceptación, sea para mayor gloria de Dios, honra de María Santísima y bien de las almas", solicitaba.

El cardenal Muñoz Duque, aceptó la invitación y señaló el domingo 20 de mayo para bendecir la nueva capilla. El vecindario se congregó y se pusieron arcos a lo largo del camino que daba el aspecto de una gran fiesta de peregrinación.

“Vamos a bendecir este oratorio dedicado a la Santísima Virgen María, que se venera en el santuario de Czestochowa, es la Virgen de la devoción del Santo Padre", "del cual [del santuario] vendrán muchas gracias para los queridos hogares". De los hermanos Falla dijo: "Quiéranlos, obedézcanles, agradézcanles y permanezcan todos unidos". "Esperamos que esta comunidad que se reúne en torno a este pequeño santuario, vaya a ser una verdadera comunidad modelo, yo estoy muy contento y al terminar la Santa Misa, haremos concluyendo nuestro rosario, oportunamente un acto de consagración de todos a la Santísima Virgen María".

Después de la fiesta de bendición, los sacerdotes Falla organizaban desde sus parroquias en Bogotá una llamativa peregrinación los primeros sábados de cada mes.

El primer sábado 3 de enero de 1981, en la peregrinación, con el ingeniero se tomaron la medidas y trazado de la iglesia que abarcaba ya los dos lotes. La obra continuó todo el año hasta mediados de 1982.

El párroco del barrio Santa Librada Rodrigo Romero, compañero del Seminario de Cristo Sacerdote del padre Luis, ofreció siempre su respaldo fraternal y de amigo en esta obra que quedaba en su jurisdicción parroquial.

El padre Luis y sus hermanos se dedicaron a dar esplendor al santuario, elevado ya a parroquia. Se mandó pintar al óleo las imágenes de san José y san Atanasio, obra del maestro Chaves y se colocaron en julio del mismo año.

En 1983, falleció el padre Luis Falla, cumplidos los veinte años de sacerdocio y once de médico, profesión que dejó para entrar al servicio de Dios en la Iglesia. Promovió en su vida muchas obras de piedad y de bien social, como la fundación del hospital de Suaza, su tierra natal. Sus hermanos han seguido el sostenimiento del santuario a la Virgen. En el año de la visita de Juan Pablo II a Colombia, como ofrenda especial a la Virgen de Jasna Góra, se puso en el tímpano del nicho la “rosa de oro”, hecha en madera y con pan de oro, en memoria de la visita apostólica.

Para saber más: http://psanatanasio.arquibogota.org.co/.


 

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Especial


Monseñor Bruno Forte: "En la noche del mundo, el hombre siente nostalgia de Dios"
Comienzan los “Diálogos en la catedral” entre la fe y la cultura, en San Juan de Letrán
ROMA, miércoles 16 de marzo de 2011 de (ZENIT.org).- “El hombre busca a Dios, siente nostalgia de su presencia”: esta constatación, apoyada por los estudios sociológicos de los últimos años, ha dado vida a la primera cita de los “Diálogos en la catedral”, comprende tres encuentros propuestos por la diócesis de Roma en la basílica de San Juan de Letrán con diversos exponentes de la cultura.

Sobre la nostalgia de Dios en la cultura contemporánea trataron el pasado 10 de marzo monseñor Bruno Forte, arzobispo de Chieti-Vasto y Pietro Barcellona, de la universidad de Catania.

“El hombre contemporáneo -afirmó el cardenal vicario de Roma, Agostino Vallini, presentando el encuentro- incluso en el drama de las situaciones existenciales, espera conocer y encontrar no un Dios genérico sino al Dios de los vivos”. Su nostalgia “nace de la desilusión de los dioses pero también de las propuestas culturales insatisfactorias de nuestro tiempo”. En su corazón, de hecho “hay todavía la esperanza viva de ser amado y de ser interlocutor para construir una historia que se desarrolla en el tiempo y prosigue más allá de él”.

La noche del mundo

“El ocaso de las ideologías – afirmó monseñor Forte – ha dado paso al 'tiempo de la noche del mundo', un tiempo tan pobre que no reconoce la falta de Dios como ausencia”. Se ha demostrado que la “muerte de Dios”, celebrada por Nietzsche, no ha generado “un hombre más feliz, sino más solo y más violento, como demuestran las guerras y las masacres llevadas a cabo por los totalitarismos, tanto de derechas como de izquierdas, durante el siglo XX”.

La pobreza que sigue a “la crisis de los grandes relatos ideológicos”, por ello, “no es tanto la percepción de la ausencia de Dios como que los hombres no sufran más por esta falta”. Ha desaparecido el “sentido de pertenencia”. “Y por esto -subraya Forte- las mentes más despiertas advierten de la necesidad de una vuelta de lo sagrado, reconociendo muy distintas señales de espera, por ejemplo en el canto de los poetas”. Deber del poeta es “suscitar la nostalgia de Dios, cantar su ausencia”.

“Es cierto -advierte Forte- que de la noche no se sale fácilmente”. De hecho, “en su rechazo crítico de los mundos ideológicos, la posmodernidad no es más que una forma invertida de ellos” de manera que “la sed de plenitud de la razón emancipada puede convertirse en una nueva totalidad, la del negativo que abarca todas las cosas”.

“Sin embargo se dibuja en la inquietud posmoderna -prosiguió – una especie de búsqueda del Otro, del huésped deseado y al mismo tiempo inquietante”. Se percibe que “huir de la presunción totalitaria de la razón moderna exige confesar una alteridad que destroce el dominio del sujeto y se ofrezca como origen y fin”. “El resultado de lo moderno y de lo posmoderno -afirmó Forte- es hambre y sed de sentido, declaradas o no confesadas”, es decir, “la necesidad de dar un sentido a una vida tan frágil”.

Un Dios en el que confiar

¿Cuál es entonces el Dios “del que se puede hablar a los hombres y a las mujeres de nuestro tiempo?”. “Un Dios de confianza -destacó el arzobispo de Chieti-Vasto- que no nos violenta porque quiere para sí sólo hombres libres”. El cristianismo, de hecho, “es la religión de la libertad que se diferencia radicalmente por esto, entre otras cosas, del Islam, donde todo está predestinado”.

“En la pregunta que todo el mundo lleva en su interior acerca de la inevitabilidad de la muerte -afirmó Forte- va perfilándose la imagen de un padre-madre en el amor, alguien en quien confiar sin reservas, casi un puerto donde reposar nuestro cansancio y nuestro dolor, seguros de no ser rechazados al abismo de la nada”. ¿Por qué, entonces, si esta necesidad es tan fuerte, surge en tantos un rechazo incluso visceral de la figura del padre?”. Esencialmente por “el miedo de tener que depender de Él”.

La elección decisiva es aceptar “un padre-madre que nos ame haciéndonos libres”. “Elegir de qué parte estar”. Esto es, para Forte, “el riesgo de la fe”. “No hemos sido nosotros los que hemos amado a Dios en primer lugar, sino Él”.

“La nostalgia de Dios en el mundo contemporáneo -concluyó el arzobispo- no está dirigida hacia un juez sino hacia el Crucifijo”. El hombre de la Síndone atrae “porque en aquella debilidad se revela el infinito amor de Dios”. ¿Cuál es entonces el paso que hay que dar? “Entregarse a este amor que no es debilidad sino 'buena noticia'”. “Los cristianos que lo han experimentado, como el ministro paquistaní Shahbaz Bhatti, saben que es la única razón por la que valga la pena vivir y morir”.

Derrotar a la muerte

No son diferentes las conclusiones de Pietro Barcellona, profesor de filosofía del derecho en la facultad de Derecho de la Universidad de Catania, ex miembro del Consejo Superior de la Magistratura y ya diputado del Partido Comunista italiano.

“La nostalgia -afirmó Barcellona- nace de la sensación de pérdida”. El nuestro es un tiempo caracterizado por la “pérdida de la dimensión interior y de la memoria, e incluso del contacto con el mundo real”. La oferta, en efecto, es “la 'Second life', una vida virtual”.

El iluminismo tecnológico -afirmó Barcellona- es el último intento de la arrogancia del hombre de hacer frente a la incontenible angustia de muerte que lo invade desde los primeros momentos de su venida al mundo”

En la realidad virtual, de hecho, “no aparecen más, de modo alguno, ni la experiencia dolorosa del existir como seres mortales ni la experiencia de la imaginación como capacidad de pensar otro modo posible de estar en el mundo”. Las más avanzadas tecnologías funcionan como “un gran dispositivo anestésico” en la medida que “a los hombres no les gusta pensar porque esto les lleva a contactar con sus propias contradicciones”.

“En la época de la actual miseria -se interrogó Barcellona- en la que el nihilismo parece haber vencido sobre cualquier intento de reabrir el animo a la esperanza, ¿de qué Dios se puede tener nostalgia?”. El Dios hacia el que se siente “la atracción irresistible”, según Barcellona, es “el Hijo de Dios que se ha hecho hombre y que asumiendo la carne y la sangre de los seres mortales ha compartido hasta las últimas consecuencias el dolor y la miseria, eligiendo hacerse crucificar como al último de los delincuentes”.

“Solo un Dios que acepta ser derrotado por la muerte -concluyó Barcellona- es capaz de comunicarse todavía con los seres humanos”.

Por Chiara Santomiero. Traducción del italiano por Carmen Álvarez

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Santa Sede


Ejercicios espirituales del papa y sus colaboradores con los santos
Habla el predicador, el carmelita descalzo François-Marie Léthel
CIUDAD DEL VATICANO, miércoles 16 de marzo de 2011 (ZENIT.org).- Del lunes al sábado, Benedicto XVI está viviendo junto a sus colaboradores de la Curia Romana días dedicados a la oración, en compañía de los santos.

El predicador de los ejercicios espirituales, el carmelita descalzo François-Marie Léthel, prelado secretario de la Academia Pontificia de Teología, ha escogido precisamente como tema para sus meditaciones: "La luz de Cristo en el corazón de la Iglesia: Juan Pablo II y la teología de los santos".

"Después de que el Papa me pidió predicar estos ejercicios espirituales, me recogí en oración y me resultó clara la orientación que debía dar a las meditaciones: una preparación espiritual a la beatificación de Juan Pablo II, que tendrá lugar el 1 de mayo, domingo de la Octava de Pascua, fiesta de la Divina Misericordia, inicio del mes mariano y también fiesta de san José obrero", revela el predicador.

"Estoy convencido de que es un acontecimiento de un alcance inmenso para la Iglesia y para el mundo, que exige una profunda preparación espiritual por parte de todo el pueblo de Dios, y de manera ejemplar por parte del Santo Padre y de sus colaboradores más cercanos", explica en una entrevista concedida a la edición italiana de "L'Osservatore Romano" del 17 de marzo.

"La beatificación de Juan Pablo II es como la coronación de su extraordinario pontificado precisamente bajo el signo de la santidad. Para desarrollar el tema, he escogido un icono de la comunión de los santos: un cuadro del beato fray Angélico, que representa a los santos y los ángeles en el cielo, que se dan la mano, y forman una especie de corro. Los santos se dan y nos dan la mano para guiarnos por el camino de la santidad".

"Este es el sentido de la conversión cuaresmal: comprometernos cada vez más entrando también nosotros en este 'corro de los santos'. El corro, guiado por el papa Karol Wojtyla, que da la mano a los dos santos que están más cerca de él: san Luis María Grignon de Monfort, que inspiró su 'Totus tuus', y santa Teresa de Lisieux, la única santa proclamada doctor de la Iglesia durante su pontificado".

Al recoger la herencia espiritual de Juan Pablo II, el padre Léthel considera que "está totalmente concentrada en su grandiosa espiritualidad cristocéntrica y mariana".

"La afirmación fundamental se concentra en las primeras palabras de Redemptor hominis: "El Redentor del hombre, Jesucristo, es el centro del cosmos y de la historia", y en el gran leitmotiv de la Gaudium et spes: "Cristo se ha unido a cada hombre".



 

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El papa reivindica el papel del cristianismo en la Unidad de Italia
“Hubo controversia en las instituciones, no en la sociedad”
ROMA, miércoles 16 de marzo de 2011 (ZENIT.org).- Ante la inminente celebración de los 150 años de la unificación de Italia el Papa Benedicto XVI ha dirigido al Presidente de la República Italiana, Giorgio Napolitano, un mensaje en el que destaca el papel del cristianismo como forjador de la unidad nacional.

En su mensaje, el Papa destaca que, pesar de las tensiones y controversias que provocó este proceso histórico, que llevó a la desaparición de los Estados Pontificios y al enfrentamiento con el nuevo Estado italiano, la contribución de los católicos a la unidad de Italia fue enorme.

Benedicto XVI subraya que, a pesat de que el movimiento unificador, el Risorgimento, “pasó como un movimiento contrario a la Iglesia, al catolicismo, incluso contra la religión en general”, sin embargo “no se puede callar la aportación del pensamiento – e incluso de la acción – de los católicos en la formación del Estado unitario”.

En este sentido, el Papa Benedicto destaca a importantes figuras históricas del Risorgimento, que contribuyeron como católicos a este proceso.

“Desde el punto de vista del pensamiento político bastaría recordar todas las vicisitudes del neogüelfismo, que tuvo en Vincenzo Gioberti un ilustre representante; o o pensar en las orientaciones católico-liberales de Cesare Balbo, Massimo d’Azeglio, Raffaele Lambruschini”.

“Por el pensamiento filosófico, político y también jurídico resalta la gran figura de Antonio Rosmini, cuya influencia se ha mantenido en el tiempo, hasta dar forma a puntos significativos de la Constitución italiana vigente”.

Respecto a “esa literatura que tanto contribuyó a 'hacer a los italianos', es decir, a darles un sentimiento de pertenencia”, el Papa descató la obra de Alessandro Manzoni (Los Novios), “fiel intérprete de la fe y de la moral católica”, y a Silvio Pellico, el cual “supo testimoniar la conciliabilidad del amor a la Patria con una fe diamantina”.

“Y también figuras de santos, como san Juan Bosco, impulsado por la preocupación pedagógica a componer manuales de historia patria, que modeló la pertenencia al instituto por él fundado sobre un paradigma coherente con una sana concepción liberal: "ciudadanos frente al Estado y religiosos frente a la Iglesia".

Pero sobre todo, el Papa recuerda la “aportación fundamental de los católicos italianos a la elaboración de la Constitución republicana de 1947”.

“Si el texto constitucional fue el fruto positivo de un encuentro y una colaboración entre tradiciones de pensamiento, no hay ninguna duda de que sólo los constituyentes católicos se presentaron en la histórica cita con un proyecto preciso sobre la ley fundamental del nuevo Estado italiano”.

De ahí “partió un compromiso muy significativo de los católicos italianos en la política, en la actividad sindical, en las instituciones públicas, en las realidades económicas, en las expresiones de la sociedad civil, ofreciendo así una contribución muy relevante al crecimiento del país, con demostraciones de absoluta fidelidad al Estado y de dedicación al bien común y colocando a Italia en proyección europea”.

También recuerda el precio pagado por los católicos “en los años dolorosos y oscuros del terrorismo”, recordando los asesinatos de Aldo Moro y de Vittorio Bachelet a manos de las Brigadas Rojas.

Cuestión Romana”

El Papa quiere subrayar la diferencia entre la crisis político-institucional que enfrentó a la Santa Sede con el naciente Estado italiano, del proceso de unificación en sí, a nivel social, en el que, afirma, “no hubo confrontación”.

El proceso de unificación “tuvo que medirse inevitablemente con el problema de la soberanía temporal de los Papas (pero también porque llevaba a extender a los territorios adquiridos poco a poco una legislación en materia eclesiástica de orientación fuertemente laicista)”.

Ello, admite, “tuvo efectos desgarradores en la conciencia individual y colectiva de los católicos italianos, divididos por sentimientos opuestos de fidelidades nacientes de la ciudadanía por un lado y de la pertenencia eclesial por el otro”.

Sin embargo, subraya, “debe reconocerse que, si bien fue el proceso de unificación político-institucional el que produjo ese conflicto entre Estado e Iglesia que ha pasado a la historia con el nombre de Cuestión Romana, suscitando en consecuencia la expectativa de una Conciliación formal, no se comprobó ningún conflicto en el cuerpo social, marcado por una profunda amistad entre comunidad civil y comunidad eclesial”.

Esta conciliación, que tuvo lugar en 1929 con los Pactos de Letrán, “debía llegar entre las instituciones, no en el cuerpo social, donde la fe y la ciudadanía no estaban en conflicto”.

“Incluso en los años de la aflicción, los católicos trabajaron por la unidad del país. La abstención de la vida política que siguió al non expedit, dirigió a las realidades del mundo católico hacia una gran asunción de responsabilidad en lo social”, añade el Papa.

Además, destaca el Papa, “sebe observarse que, terminado el poder temporal, la Santa Sede, aún reclamando la más plena libertad y soberanía que le corresponde en su orden, rechazó siempre la posibilidad de una solución de la Cuestión Romana a través de imposiciones desde el exterior, confiando en los sentimientos del pueblo italiano y en el sentido de responsabilidad y de justicia del Estado italiano”.

Desde el medioevo

El Risorgimento del siglo XIX, explica el Papa, “constituyó el desenlace natural de un desarrollo identitario nacional comenzado mucho tiempo antes”.

“El Cristianismo contribuyó de manera fundamental a la construcción de la identidad italiana a través de la obra de la Iglesia, de sus instituciones educativas y asistenciales”, pero también “mediante una riquísima actividad artística: la literatura, la pintura, la escultura, la arquitectura, la música”.

“También las experiencias de santidad, que han constelado la historia de Italia, contribuyeron fuertemente a construir esta identidad, no sólo bajo el perfil específico de una realización peculiar del mensaje evangélico”, sino “también bajo un perfil cultural e incluso político”.

Benedicto XVI destaca, en este sentido, las figuras de un san Francisco de Asís y de una santa Catalina de Siena.

“La aportación de la Iglesia y de los creyentes al proceso de formación y de consolidación de la identidad nacional continúa en la edad moderna y contemporánea”.

“Incluso cuando partes de la península fueron sometidas a la soberanía de potencias extranjeras, fue precisamente gracias a esta identidad clara y fuerte por la que, a pesar de la duración en el tiempo de la fragmentación geopolítica, la nación italiana pudo seguir subsistiendo y siendo consciente de sí misma”.

Por ello, añade, “la unidad de Italia, llevada a cabo en la segunda mitad del siglo XIX, pudo tener lugar no como una construcción política artificiosa de identidades diversas, sino como el desenlace político natural de una identidad fuerte y arraigada, subsistente desde hacía tiempo”. Una identidad “a cuyo moldeamiento el cristianismo y la Iglesia dieron una contribución fundamental”. 

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Mundo


Más iniciativas diplomáticas para tutelar a los cristianos en el mundo
Massimo Introvigne interviene en un seminario en el Parlamento Europeo
ROMA, miércoles 16 de marzo de 2011 (ZENIT.org).- Las iniciativas diplomáticas son fundamentales para tutelar a los cristianos en el mundo, a menudo objetos de discriminación y a veces de verdadera persecución.

El sociólogo Massimo Introvigne, Representante para la lucha contra el racismo, la xenofobia, la intolerancia y la discriminación contra los cristianos de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE), lo ha declarado este miércoles durante el seminario sobre el tema “Intolerancia y discriminación contra los cristianos”, que ha tenido lugar en el Parlamento Europeo en Bruselas (Bélgica).

En el encuentro con otras personalidades, participaron el vicepresidente del Parlamento Europeo Mario Mauro y Joseph Weiler, el constitucionalista americano al que se le debe el concepto de “cristianofobia”.

Introvigne definió como “positivas y constructivas” las intervenciones del grupo de los ministros de Exteriores, dirigidos por Franco Frattini, sobre los ataques terroristas en varios países, entre los cuales destacar Egipto y Pakistán.

Los actos violentos “no comenzaron ayer y por desgracia no acabarán mañana”, comentó el sociólogo.

Por este motivo, destacó la necesidad de dar continuidad a las iniciativas diplomáticas.

“Como representante de la OSCE he realizado la propuesta de una jornada para recordar los mártires cristianos contemporáneos, inclusive aquellos recientes de Egipto y Pakistán, que se propone fijar el 7 de mayo recordando la iniciativa análoga de Juan Pablo II en el 2000 en el Coliseo”, declaró.

Introvigne y Weiler han definido como “aberrante” la sentencia del Tribunal Europeo de los Derechos Humanos que ha dispuesto la retirada de los crucifijos de las escuelas italianas, esperando que la decisión sobre el recurso presentado por Italia, que se espera para este viernes, elimine esta “anomalía que desmiente la precedente jurisprudencia del mismo tribunal”.


 

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Lanzan un CD con canciones inspiradas en Edith Stein
“Busca la Verdad” está patrocinado por la Universidad de la Mística
ÁVILA, miércoles 16 de marzo de 2011 (ZENIT.org).- Edith Stein ahora se puede escuchar. Los textos de esta brillante pensadora, carmelita y santa han inspirado un CD musical con 14 canciones y tres piezas instrumentales a cargo de la cantante española Carmela Martínez.

Edith Stein (Santa Teresa Benedicta de la Cruz), “tiene mucho que decirte”, afirma Carmela Martínez, artífice de esta iniciativa, cuyo deseo es que estas canciones ayuden a quien las escuche a “conocer un poco más a esta fascinante mujer santa, carmelita descalza, cuya vida y martirio han sido y siguen siendo, para todos los hombres y mujeres de hoy, un testimonio valiente de conversión, fe profunda, absoluta confianza en Dios e incesante búsqueda de la Verdad”.

El disco compacto está patrocinado por la Universidad de la Mística y por la Fundación CITES y los beneficios de su venta se destinarán a becas para estudiantes necesitados. El 2 de abril se presentará en el Aula Magna de esta Universidad.

La letra y la música de las canciones corre a cargo de Carmela Martínez y los arreglos musicales y la producción musical son de Paco M. Aranda.

Carmela Martínez, de la diócesis española de Cartagena, pone en su boca las palabras de Edith “para dar gracias a Dios”, ya que “sin él no podemos hacer nada y sólo Él hace posibles todas las cosas”.

Para la cantautora, el CD es “el resultado amoroso de su infinita bondad que siempre nos sobrepasa y sorprende”.

El icono de Edith Stein de la portada del CD es del Monasterio del Monte Carmelo “Il Fiore del Carmelo” de Haifa, en Israel.

Entre las canciones está “Quien busca la Verdad”, “Pequeña Ester”, “La fuerza de la cruz” o “Confía y ten calma”.

Para conciertos o solicitar veladas de oración amenizadas con estos cantos se puede escribir a carmela.edith@gmail.com y los pedidos para adquirir el CD se pueden realizar a www.citesavila.org o al correo pedidos@citesavila.org.

Por Miriam Díez i Bosch


 

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Los párrocos, fundamentales en la renovación misionera de la Iglesia
El cardenal de São Paolo (Brasil) recuerda a los sacerdotes su carisma evangelizador
SÃO PAOLO, miércoles 16 de marzo de 2011 (ZENIT.org).- En la renovación misionera, un papel fundamental es el de los párrocos, sostiene el cardenal Odilo Scherer, arzobispo de São Paolo (Brasil).

En las comunidades que se les han confiado, los párrocos “son los auténticos formadores, animadores y guías del pueblo en la vida cristiana y eclesial”, afirmó en la revista diocesana O São Paulo.

En su opinión, cada sacerdote “es un misionero por la naturaleza misma del ministerio que han recibido. La distinción entre los carismas de pastor y de misionero es muy sutil, y en la práctica los dos carismas son inseparables”.

“Jesucristo y el Espíritu Santo son los primeros interesados en la vida y en la misión de la Iglesia, y por esto no le escatiman los dones para que esta pueda cumplir bien su misión”.

Por otro lado, sostiene el purpurado, “Jesucristo ha llamado a discípulos y a apóstoles, asociándoles a la misma misión y nombrándoles colaboradores, confiándoles la evangelización a su responsabilidad. Por esto la vida y la misión de la Iglesia dependen también de nosotros y de nuestro compromiso humano para su correcta realización”.

El cardenal explicó que “la diferencia entre sacerdote misionero y sacerdote 'pastor de almas' es posible , pero sería impropio separar estas dos dimensiones del único sacerdote de Cristo”.

El carisma misionero del presbítero “deriva de su configuración con Jesucristo, Sumo Sacerdote y Pastor de la Iglesia; Él fue totalmente misionero del Padre y totalmente sacerdote y pastor de la humanidad”.

“En ningún momento estas tres dimensiones de la identidad mesiánica se separan en la persona y en la acción de Jesús, constituyendo en su conjunto la expresión del su amor por la humanidad”.

Monseñor Scherer añadió que la preocupación por la misión “ad gentes” “no tiene que ver sólo con los pueblos lejanos y distintos del nuestro, a los que presumiblemente no ha llegado el Evangelio”.

Estos pueblos existen seguramente todavía y deben estar en el centro de nuestra preocupación misionera -reconoció-. Las 'gentes' que hay que evangelizar, sin embargo, viven hoy muy cerca de nosotros y entre nosotros”.

“Son inmigrantes de condiciones religiosas distintas, que no tienen todavía relación alguna con la fe cristiana, pero también son muchos los bautizados y nunca evangelizados o hijos de familias católicas que no han sido nunca bautizados y a quienes se les ha privado de la fe y del patrimonio de la vida eclesial”.

“¡Sería hermoso que las parroquias fueran invadidas de un intenso ardor misionero que contagiasen a cuantos ya participan de la vida de la Iglesia, con el deseo de llevar a muchos hermanos a Cristo!", confesó monseñor Scherer.

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Alemania: más padres en la cárcel por rechazar la educación sexual estatal
43 asociaciones de todo el mundo exigen libertad para los progenitores objetores
MADRID, miércoles 16 de marzo de 2011 (ZENIT.org).- La semana pasada Europa descubría con asombro que en un país democrático como Alemania se había encarcelado a una madre por negarse a llevar a sus hijos a la clase de educación sexual estatal y que ya eran 53 los padres condenados por ese motivo.

Este lunes – informa a ZENIT la asociación Profesionales por la Ética –, Alliance Defense Fund (ADF), la entidad jurídica que defiende los derechos de las familias alemanas ante el Tribunal Europeo de Derechos Humanos de Estrasburgo, informó de dos nuevos casos de encarcelamiento de padres en Salzkotten.

Son Eduard W, padre de ocho hijos, y Artur W, padre de diez hijos y a dos semanas de tener el undécimo.

Estos padres se negaron a que sus hijos participaran en el programa escolar de educación sexual porque no están de acuerdo con la educación sexual que se les quiere imponer a sus hijos de manera obligatoria y consideran que sus derechos humanos y civiles están siendo vulnerados.

Según informaba este lunes Roger Kiska, abogado de ADF, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos de Estrasburgo no ha aceptado la solicitud de dictar medidas de urgencia para liberar a la señora Wiens a pesar de lo injusto del encarcelamiento.

"Estamos convencidos, de que cuando el Tribunal de Estrasburgo dicte sentencia sobre los casos de padres y madres que han estado en la cárcel por el simple hecho de ejercer como padres, la justicia prevalecerá", dijo.

Mientras tanto, en España Profesionales por la Ética promueve una declaración a favor de la señora Wiens, madre encarcelada por el mismo motivo en la misma localidad alemana de Salzkotten, así como de los demás padres alemanes condenados.

En esta declaración, que ha sido suscrita por 43 asociaciones de España, Irlanda, Italia, Bélgica, Francia, Eslovaquia, Alemania, EEUU, Kenya, Filipinas, México y Noruega, se insta a las autoridades alemanas a que pongan en libertad a los padres encarcelados por querer educar a sus hijos según sus convicciones.

También se exige a las instituciones europeas que velen por los derechos fundamentales y la libertad de educación.

La declaración ha sido enviada a las siguientes instituciones: Cancillería Federal de Alemania; gobiernos federales alemanes; ministerios de Cultura y Educación de los estados alemanes federados; instituciones del Consejo de Europa (CoE); representantes de los gobiernos alemán y español en el CoE; Parlamento Europeo; Embajada alemana en España; tribunales que han condenado a los padres alemanes; padres alemanes encarcelados.

"Con esta acción --explica Leonor Tamayo, responsable del Área Internacional de Profesionales por la Ética--, queremos concienciar a la opinión pública y apoyar a los padres exigiendo a las autoridades que impidan esta vulneración agresiva de los derechos humanos".

La declaración puede suscribirse en: http://www.profesionalesetica.org/suscribirse-a-la-declaracion/

Para más información: www.profesionalesetica.org



 

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Análisis


México: “La libertad religiosa es un bien para la democracia”
El historiador Jorge Traslosheros analiza la envergadura de la reforma constitucional
CIUDAD DE MÉXICO, miércoles 16 de marzo de 2011 (ZENIT.org - El Observador).- La reforma constitucional en derechos humanos aprobada por el legislativo federal en días pasados en México, tiene una serie de puntos que no han sido suficientemente esclarecidos ni siquiera por los propios partidos políticos que la llevaron a debate en las dos Cámaras.

Siguiendo el análisis que, desde el punto de vista católico, merece esta iniciativa, ZENIT-El Observador ha entrevistado al doctor Jorge Traslosheros Hernández.

Traslosheros Hernández es doctor en Estudios Latinoamericanos con especialidad en historia por la Universidad de Tulane. Es investigador del Instituto de Investigaciones Históricas de la Universidad Nacional Autónoma de México y miembro del Sistema Nacional de Investigadores.

Se ha especializado en historia de la justicia y es, hoy por hoy, una de las voces más destacadas del catolicismo mexicano en debates como el que ha surgido tras las reformas a la Constitución en materia de Derechos Humanos y Libertad Religiosa.

--¿En su opinión, las reformas constitucionales tienen más luces o más sombras?

Jorge Traslosheros: Creo que sus luces son más grandes que sus sombras, de cara al desarrollo de la sociedad civil que sólo puede darse en un ambiente democrático. Esto, me queda muy claro, opera en beneficio de la acción de las Iglesias sin excepción, de manera muy especial de la Iglesia católica.

--¿Desde dónde nace esta reforma?

Jorge Traslosheros: La reforma tiene como piedra angular, a mi juicio, dos cambios de fondo. Uno, que eleva los derechos humanos derivados del Derecho Internacional a rango constitucional. Dos, que la Constitución mexicana deja de “otorgar” derechos y ahora los “reconoce”, lo que obligaría al Estado mexicano a promoverlos, respetarlos, protegerlos y garantizarlos acorde al principio de interpretación generosa, es decir, acorde al mayor beneficio posible para la persona que según lo marca el Derecho internacional de los derechos humanos.

En esta lógica, bien podemos hablar de una reforma con sentido humanista. Por lo mismo, me ha sorprendido la relativa indiferencia con que ha sido recibida en los medios de comunicación, académicos e intelectuales pues, en los hechos, trasforma de manera sustantiva el orden constitucional mexicano.

--¿Por qué la Conferencia del Episcopado Mexicano la recibió con tanta alegría?

Jorge Traslosheros: Para la Iglesia católica esta reforma reviste especial interés. Su misión es el anuncio del Evangelio, lo que necesariamente lleva a los católicos a implicarse en diversas actividades, desde la acción contemplativa hasta la contemplación en la acción por decirlo en términos de práctica religiosa. Así, los derechos humanos, que derivan del derecho natural, son materia misma de la cultura católica en particular y cristiana en general.

Ahora se podrá contar con mayores instrumentos de derecho internacional para apoyar el desarrollo de los derechos de las personas tan íntimamente vinculados al Evangelio. Esto es claro. Si Cristo anuncia la plenitud de nuestra humanidad, los derechos naturales de esta humanidad no son ajenos a la Iglesia, por igual de católicos y no católicos. Para la Iglesia el fundamento de los derechos humanos es el derecho natural, que no desprecia para nada el consenso social, pero le da una orientación definitiva.

--¿Piensa usted que con esta reforma la Iglesia católica recupera su derecho de aparecer y vincularse a la vida pública de México?

--Jorge Traslosheros: La acción de la Iglesia, laicos y clero por igual, en asuntos como el derecho a la vida desde la concepción hasta la muerte natural, matrimonio entre varón y mujer, familia, adopción, indígenas, obreros, campesinos, migrantes indocumentados, mujeres, machismo, educación y un muy largo etcétera, se verá favorecida por contar con mejores instrumentos jurídicos para su acción que ahora se incorporarán plenamente al orden constitucional mexicano. ¡Enorme cosa! El ejemplo del Padre Solalinde en Oaxaca, cuya acción a favor de los migrantes centroamericanos es apoyada decididamente por la Iglesia, puede arrojar luz a lo que decimos, tanto como la lucha por la vida.

En realidad, desde hace muchos años el catolicismo ha desarrollado un gran movimiento en América Latina y México, silencioso y constante, a favor de los derechos humanos. Una reforma constitucional de la envergadura de la mexicana, no pude menos que ser recibida con alegría por los católicos. Que tiene sus sombras y ambigüedades, sus problemas de implantación y desarrollo, no se puede negar. Pero la noticia es, ciertamente, positiva desde la perspectiva de la Iglesia. Pensemos tan sólo en el asunto del desarrollo de la democracia y la libertad religiosa en México que están íntimamente vinculados.

--En países como México, con una larga tradición centralista del poder, ¿no es un mero ideal la democracia?

Jorge Traslosheros: La democracia, más que un ideal, es una forma de convivencia que permite resolver problemas sin recurrir a las bofetadas, un sistema político y cultural que se ha tornado insustituible en sociedades tan complejas y diversas como la nuestra.

La democracia será fuerte en la medida en que participen los ciudadanos en su desarrollo, para dejar el menor espacio posible a la veleidad de los políticos. Una democracia no pude existir sin la participación ciudadana personal, así como a través de las organizaciones que conforman los cuerpos intermedios de la sociedad, cuya variedad tiene como límite el bien común y la imaginación. La condición de posibilidad de la democracia es que estos cuerpos intermedios sean independiente del Estado, sobre todo independientes de los partidos políticos.

Aquí es donde la reforma que comentamos adquiere gran trascendencia. Son los derechos humanos, como asunto de la persona y no del Estado, lo que permite este desarrollo independiente de la sociedad, al fomentar la participación y refrenar el natural instinto autoritario de cualquier Estado y de quienes lo manejan, algo que en México nos tenemos por muy bien conocido.

--¿Qué hay, a todo esto, de positivo en el ejercicio del derecho a la libertad religiosa?

Jorge Traslosheros: Entre los cuerpos intermedios más importantes de la sociedad en México se encuentran las Iglesias. 95% de los mexicanos se identifican con alguna religión organizada en alguna forma de Iglesia.

La muy buena noticia es que el Derecho Internacional de los Derechos Humanos es amplio y constructivo en materia de libertad religiosa, en donde el orden jurídico de nuestro país presenta serias deficiencias en perjuicio evidente de los ciudadanos que profesan alguna fe, laicos y ministros de culto por igual lo que, a su vez, fomenta y justifica prácticas sacrofóbicas en medios políticos, intelectuales, académicos y de comunicación que tienen gran impacto cultural.

Ahora, el Derecho Internacional de los Derechos Humanos reconocido por el Estado mexicano en materia de libertad religiosa, pasará a formar parte del orden constitucional. Esto, debe quedar muy claro, una vez que termine el proceso de aprobación de la reforma en las legislaturas de los Estados.

--Muchos políticos mexicanos, incluso que se dicen católicos, suelen identificar libertad religiosa con posibilidad de ir a misa sin que nadie lo moleste a uno. Pero se trata de una miopía asombrosa, ¿no le parece?

Jorge Traslosheros: La libertad religiosa no es un asunto religioso, sino de derechos humanos que impacta decididamente el sano desarrollo de la sociedad civil y la democracia. Tiene como su cimiento la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948, en su artículo 18, por la cual se afirma la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión, así como la libertad de manifestar la religión o su creencia, individual y colectivamente, tanto en público como en privado, por la enseñanza, la práctica, el culto y la observancia.

Los instrumentos inspirados en este particular son muchos, por citar algunos de los más relevantes podemos enlistar: Convenio de Ginebra relativo al trato de los prisioneros de guerra (Ginebra, 1949); Pacto internacional de derechos civiles y políticos (Nueva York, 1966); Pacto internacional de derechos sociales, económicos y culturales (Nueva York, 1966 ); Convención americana sobre derechos humanos (San José de Costa Rica, 1969); Protocolo adicional a la Convención interamericana de derechos humanos en materia de derechos económicos, sociales y culturales (San Salvador, 1988); Convención sobre los derechos del niño (Nueva York, 1989); Convención internacional sobre la protección de los derechos de todos los trabajadores migratorios y sus familiares (Nueva York, 1990); Declaración sobre la eliminación de todas las formas de intolerancia y discriminación fundadas en la religión o en las convicciones ( Nueva York, 1981).

--¿No será esta nueva reforma un clásico "promúlguese pero no se cumpla", muy propio de los ordenamientos jurídicos en México?

Jorge Traslosheros: Sería difícil exagerar si decimos que este marco de protección y promoción es muy generoso con la libertad religiosa. Y aquí se presenta un reto grande para el orden jurídico mexicano y la protección de los derechos humanos. Nuestro régimen de libertad religiosa se agarra a cachetadas con el Derecho Internacional de los Derechos Humanos como apuntamos.

Más pronto que tarde nuestros legisladores, autoridades y jueces tendrán que hacerse cargo del problema para dar cauce a un pleno régimen de libertad religiosa en México, siempre bajo el principio de interpretación generosa en materia de Derechos Humanos. Claro es que, como siempre, esto dependerá 99% de la participación de la sociedad civil, es decir, de que las Iglesias se pongan las pilas y empiecen la larga labor de promoción de las reformas necesarias.

--El Santo Padre, Benedicto XVI, fue muy claro sobre el tema de la libertad religiosa como un camino para lograr la paz y la paz hace mucha falta en México...

Jorge Traslosheros: Debe quedarnos muy claro que la libertad religiosa es un bien objetivo para una democracia. Consolida el Estado laico pues garantiza, por un lado, la separación de la Iglesia y el Estado y, por otro, que las religiones e Iglesias ocupen con plenos derechos el lugar que les corresponde que es la sociedad civil.

Las Iglesias son organismos vivos de la sociedad civil, su ámbito es la cultura y mientras mejor puedan desarrollar su labor, más beneficiada se verá la sociedad. A través de la Iglesias se gestionan enormes beneficios cotidianos que abarcan el amplísimo espectro de las necesidades sociales, desde las más íntimas como pude ser la relación con Dios, hasta las más cotidianas como llevarse un pan a la boca. 

--Hay quien está en contra de esta reforma constitucional porque, dicen existe una posible pérdida de soberanía nacional, como efecto de la incorporación de los tratados internacionales a la Constitución en materia de derechos humanos. ¿Cuál es su opinión a este respecto?

Jorge Traslosheros: Creo que la crítica es difícil de sostener. Yo francamente no veo donde están los problemas y sí veo que, en esto, también la acción de la Iglesia se ve favorecida. La definición de soberanía derivada de la Paz de Westfalia (1648), que alcanza su cúspide con del desarrollo del Estado Nacional (siglos XIX) está ya fuera de foco.

Esta idea de que la soberanía se sostiene cual si fuera una fortaleza autogestiva y sin influencia del exterior, hace mucho que dejó de ser realidad, si es que alguna vez lo fue. Hoy la soberanía está directamente asociada a la capacidad de un Estado para gestionar su incorporación plena al orden internacional en beneficio de sus ciudadanos. Core del Norte sería el ejemplo de Estado soberano, o bien Cuba, acorde a las viejas definiciones, ¿alguien se apunta?. Yo no quiero eso para México.

Tampoco podemos pasar por alto que este enfoque está en la raíz del nacionalismo que condujo a la humanidad a dos guerras mundiales y al totalitarismo, por citar dos ejemplos entre muchos. Si observamos con cuidado, si nos pusiéramos roñosos con esto de la soberanía, tendríamos que echar por la borda todos los tratados de libre comercio, para empezar. Ahora bien, no debemos dejar de lado el hecho de que, la Iglesia Católica, ha luchando con tesón desde hace mucho, digamos desde Benedicto XV por lo menos, que fue el Papa de la primera guerra mundial, para establecer un Derecho Común a la humanidad. Por lo mismo su incansable apoyo y promoción del Derecho Internacional y a la Sociedad de las Naciones que derivó en la actual ONU.

Otros dos ejemplos. La Iglesia está en la raíz de la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948, en cuya elaboración tan decididamente participó Jacques Maritain con el franco apoyo de Pío XII (un Papa maravilloso) y, la creación misma de la Unión Europea. Ya si nos metemos a la labor de Juan XXIII, Juan Pablo II y ahora Benedicto XVI ¡nunca acabaríamos! y, como siempre, una entrevista es de tiempo limitado. 

Por Jaime Septién


 

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Flash


Solidaridad con Japón: Oración continua en Lourdes
Una manera de apoyo a ese “valiente pueblo”
LOURDES, miércoles 16 de marzo de 2011 (ZENIT.org).- Lourdes ha organizado una oración continua para "ofrecer apoyo moral y espiritual al valiente pueblo japonés", informa un comunicado emitido por los santuarios de la localidad que fue testigo de las apariciones de María.

"Ante el horror del drama nuclear que afronta el archipiélago nipón, tras el seísmo y el tsunami, todas las misas celebradas en Lourdes a partir de este 16 de marzo hasta el 20 de marzo se dedicarán a las intenciones de los habitantes de Japón", explica la misma fuente.

Se pide, al mismo tiempo, que "durante este período las personas que rezan el rosario, retransmitido desde la Gruta de Massabielle cada día por la tarde en la página web de los Santuarios de Lourdes, recen de todo corazón por las víctimas de esta catástrofe que conmociona a la humanidad y ante la que nos sentimos tan impotentes".



 

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Documentación


Benedicto XVI: Y Judas entró en la noche
Pasaje del libro "Jesús de Nazaret"
CIUDAD DEL VATICANO, miércoles 16 de marzo de 2011 (ZENIT.org).- Presentamos un pasaje del libro del Papa "Jesús de Nazaret. Desde la entrada en Jerusalén hasta la resurrección", adelantado por la "Libreria Editrice Vaticana", de acuerdo con "Ediciones Encuentro", encargada de la edición de la obra en lengua española.

El texto está tomado del cuarto punto -"El misterio del traidor"- del tercer capítulo, titulado "El lavatorio de los pies".



 

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La perícopa del lavatorio de los pies nos pone ante dos for­mas diferentes de reaccionar a este don por parte del hom­bre: Judas y Pedro. Inmediatamente después de haberse re­ferido al ejemplo que da a los suyos, Jesús comienza a ha­blar del caso de Judas. Juan nos dice a este respecto que Jesús, profundamente conmovido, declaró: «Os aseguro que uno de vosotros me va a entregar» (13,21).

Son momentos en los que Jesús se encuentra con la ma­jestad de la muerte y es tocado por el poder de las tinie­blas, un poder que él tiene la misión de combatir y vencer. Volveremos sobre esta «conmoción» del alma de Jesús cuando reflexionemos sobre la noche en el Monte de los Olivos.

Inicialmente se alcanza a entender únicamente que quien traicionará a Jesús es uno de los comensales; pero poste­riormente se va clarificando que el Señor tiene que padecer hasta el final y seguir hasta en los más mínimos detalles el destino de sufrimiento del justo, un destino que aparece de muchas maneras sobre todo en los Salmos.

Así, la palabra del Salmo proyecta anticipadamente su sombra sobre la Iglesia que celebra la Eucaristía, tanto en el tiempo del evangelista como en todos los tiempos: con la traición de Judas, el sufrimiento por la deslealtad no se ha terminado. «Incluso mi amigo, de quien yo me fiaba, el que compartía mi pan, me ha traicionado» (Sal 41,10). La ruptura de la amistad llega hasta la fraternidad de comu­nión de la Iglesia, donde una y otra vez se encuentran per­sonas que toman «su pan» y lo traicionan.

Lo que sucedió con Judas, para Juan, ya no es explicable psicológicamente. Ha caído bajo el dominio de otro: quien rompe la amistad con Jesús, quien se sacude de encima su «yugo ligero», no alcanza la libertad, no se hace libre, sino que, por el contrario, se convierte en esclavo de otros pode­res; o más bien: el hecho de que traicione esta amistad proviene ya de la intervención de otro poder, al que ha abierto sus puertas. Y, sin embargo, la luz que se ha­bía proyectado desde Jesús en el alma de Judas no se oscureció completamente. Hay un primer paso hacia la conversión: «He peca­do», dice a sus mandantes. Trata de salvar a Jesús y de­vuelve el dinero (cf. Mt 27,3ss). Todo lo puro y grande que había recibido de Jesús seguía grabado en su alma, no podía olvidarlo. Su segunda tragedia, des­pués de la traición, es que ya no logra creer en el per­dón. Su arrepentimiento se convierte en desesperación. Ya no ve más que a sí mis­mo y sus tinieblas, ya no ve la luz de Jesús, esa luz quepuede iluminar y superar incluso las tinieblas. De este mo­do, nos hace ver el modo equivocado del arrepentimiento:un arrepentimiento que ya no es capaz de esperar, sino queve únicamente la propia oscuridad, es destructivo y no esun verdadero arrepentimiento. La certeza de la esperanzaforma parte del verdadero arrepentimiento, una certeza quenace de la fe en que la Luz tiene mayor poder y se ha he­cho carne en Jesús.

Juan concluye el pasaje sobre Judas de una manera dra­mática con las palabras: «En cuanto Judas tomó el bocado,salió. Era de noche» (13,30). Judas sale fuera, y en un sen­tido más profundo: sale para entrar en la noche, se marchade la luz hacia la oscuridad; el «poder de las tinieblas» seha apoderado de él (cf. Jn 3,19; Lc 22,53).

 


 



 

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Mensaje del Papa al Presidente de la República Italiana
Con ocasión del 150 aniversario de la Unidad de Italia
ROMA, miércoles 16 de marzo de 2011 (ZENIT.org).- Ofrecemos a continuación el Mensaje que el Papa Benedicto XVI ha dirigido al Presidente de la República Italiana, Giorgio Napolitano, con ocasión del 150 aniversario de la unificación política de este país, y que fue entregado hoy personalmente por el secretario de Estado, cardenal Tarcisio Bertone.

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Ilustrísimo Señor

Honorable GIORGIO NAPOLITANO

Presidente de la República Italiana

El 150° aniversario de la unificación política de Italia me ofrece la feliz ocasión de reflexionar sobre la historia de este amado país, cuya capital es Roma, ciudad en la que la divina Providencia puso la sede del Sucesor del Apóstol Pedro. Por tanto, al formularle a usted y a toda la nación, mis más fervientes votos augurales, me alegro de compartir con usted, en muestra de los profundos vínculos de amistad y colaboración que unen a Italia y a la Santa Sede, estas consideraciones mías.

El proceso de unificación que tuvo lugar en Italia durante el siglo XIX y que ha pasado a la historia con el nombre de Risorgimento, constituyó el desenlace natural de un desarrollo identitario nacional comenzado mucho tiempo antes. En efecto, la nación italiana, como comunidad de personas unidas por la lengua, por la cultura, por los sentimientos de una misma pertenencia, aunque en la pluralidad de comunidades políticas articuladas en la península, comienza a formarse en la Edad Media. El Cristianismo contribuyó de manera fundamental a la construcción de la identidad italiana a través de la obra de la Iglesia, de sus instituciones educativas y asistenciales, fijando modelos de comportamiento, configuraciones institucionales, relaciones sociales, pero también mediante una riquísima actividad artística: la literatura, la pintura, la escultura, la arquitectura, la música. Dante, Giotto, Petrarca, Miguel Ángel, Rafael, Pierluigi de Palestrina, Caravaggio, Scarlatti, Bernini y Borromini son sólo algunos nombres de una hilera de grandes artistas que, durante los siglos, dieron una aportación fundamental a la formación de la identidad italiana. También las experiencias de santidad, que han constelado la historia de Italia, contribuyeron fuertemente a construir esta identidad, no sólo bajo el perfil específico de una realización peculiar del mensaje evangélico, que ha marcado en el tiempo la experiencia religiosa y la espiritualidad de los italianos (piénsese en las grandes y múltiples expresiones de la piedad popular), sino también bajo un perfil cultural e incluso político. San Francisco de Asís, por ejemplo, se distingue también por su contribución a forjar la lengua nacional; santa Catalina de Siena ofrece, a pesar de ser una simple plebeya, un estímulo formidable a la elaboración de un pensamiento político y jurídico italiano. La aportación de la Iglesia y de los creyentes al proceso de formación y de consolidación de la identidad nacional continúa en la edad moderna y contemporánea. Incluso cuando partes de la península fueron sometidas a la soberanía de potencias extranjeras, fue precisamente gracias a esta identidad clara y fuerte por la que, a pesar de la duración en el tiempo de la fragmentación geopolítica, la nación italiana pudo seguir subsistiendo y siendo consciente de sí misma. Por ello, la unidad de Italia, llevada a cabo en la segunda mitad del siglo XIX, pudo tener lugar no como una construcción política artificiosa de identidades diversas, sino como el desenlace político natural de una identidad fuerte y arraigada, subsistente desde hacía tiempo. La comunidad política unitaria que nació como conclusión del ciclo del Risorgimento, tuvo, en definitiva, como nexo de unión que mantenía unidas las aún subsistentes diferencias locales, precisamente la preexistente identidad nacional, a cuyo moldeamiento el cristianismo y la Iglesia dieron una contribución fundamental.

Por razones históricas, culturales y políticas complejas, el Risorgimento pasó como un movimiento contrario a la Iglesia, al catolicismo, incluso contra la religión en general. Sin negar el papel de tradiciones de pensamiento diferentes, algunas marcadas por trazos jurisdiccionalistas o laicistas, no se puede callar la aportación del pensamiento – e incluso de la acción – de los católicos en la formación del Estado unitario. Desde el punto de vista del pensamiento político bastaría recordar todas las vicisitudes del neogüelfismo, que tuvo en Vincenzo Gioberti un ilustre representante; o o pensar en las orientaciones católico-liberales de Cesare Balbo, Massimo d’Azeglio, Raffaele Lambruschini. Por el pensamiento filosófico, político y también jurídico resalta la gran figura de Antonio Rosmini, cuya influencia se ha mantenido en el tiempo, hasta dar forma a puntos significativos de la Constitución italiana vigente. Y por esa literatura que tanto contribuyó a “hacer a los italianos”, es decir, a darles un sentimiento de pertenencia a la nueva comunidad política que el proceso del Risorgimento estaba plasmando, cómo no recordar a Alessandro Manzoni, fiel intérprete de la fe y de la moral católica; o Silvio Pellico, que con su obra autobiográfica sobre las dolorosas vicisitudes de un patriota supo testimoniar la conciliabilidad del amor a la Patria con una fe diamantina. Y también figuras de santos, como san Juan Bosco, impulsado por la preocupación pedagógica a componer manuales de historia patria, que modeló la pertenencia al instituto por él fundado sobre un paradigma coherente con una sana concepción liberal: "ciudadanos frente al Estado y religiosos frente a la Iglesia".

La construcción político-institucional del Estado unitario implicó a diversas personalidades del mundo político, diplomático y militar, entre ellos algunos exponentes del mundo católico. Este proceso, en cuanto que tuvo que medirse inevitablemente con el problema de la soberanía temporal de los Papas (pero también porque llevaba a extender a los territorios adquiridos poco a poco una legislación en materia eclesiástica de orientación fuertemente laicista), tuvo efectos desgarradores en la conciencia individual y colectiva de los católicos italianos, divididos por sentimientos opuestos de fidelidades nacientes de la ciudadanía por un lado y de la pertenencia eclesial por el otro. Pero debe reconocerse que, si bien fue el proceso de unificación político-institucional el que produjo ese conflicto entre Estado e Iglesia que ha pasado a la historia con el nombre de “Cuestión Romana”, suscitando en consecuencia la expectativa de una “Conciliación” formal, no se comprobó ningún conflicto en el cuerpo social, marcado por una profunda amistad entre comunidad civil y comunidad eclesial. La identidad nacional de los italianos, tan fuertemente arraigada en las tradiciones católicas, constituyó en verdad la base más sólida de la unidad política conquistada. En definitiva, la Conciliación debía llegar entre las instituciones, no en el cuerpo social, donde la fe y la ciudadanía no estaban en conflicto. Incluso en los años de la aflicción, los católicos trabajaron por la unidad del país. La abstención de la vida política que siguió al "non expedit", dirigió a las realidades del mundo católico hacia una gran asunción de responsabilidad en lo social: la educación, la instrucción, la asistencia, la sanidad, la cooperación, la economía social, fueron ámbitos de compromiso que hicieron crecer una sociedad solidaria y fuertemente cohesionada. La controversia que se abrió entre Estado e Iglesia con la proclamación de Roma como capital de Italia y con el fin del Estado Pontificio, era particularmente compleja. Se trataba sin duda de un caso totalmente italiano, en la medida en que sólo Italia tiene la singularidad de hospedar a la sede del Papado. Por otra parte, la cuestión tenía una indudable relevancia también internacional. Debe observarse que, terminado el poder temporal, la Santa Sede, aún reclamando la más plena libertad y soberanía que le corresponde en su orden, rechazó siempre la posibilidad de una solución de la “Cuestión Romana" a través de imposiciones desde el exterior, confiando en los sentimientos del pueblo italiano y en el sentido de responsabilidad y de justicia del Estado italiano. La firma de los Pactos Lateranenses, el 11 de febrero de 1929, marcó la solución definitiva del problema. A propósito del final de los Estados Pontificios, en el recuerdo del beato Papa Pío IX y de sus Sucesores, retomo las palabras del cardenal Giovanni Battista Montini, en su discurso realizado en el Campidoglio el 10 de octubre de 1962: "El papado retomó con inusitado vigor sus funciones de maestro de vida y de testimonio del Evangelio, hasta llegar a gran altura en el gobierno espiritual de la Iglesia y en la irradiación en el mundo, como nunca antes".

La aportación fundamental de los católicos italianos a la elaboración de la Constitución republicana de 1947 es bien conocida. Si el texto constitucional fue el fruto positivo de un encuentro y una colaboración entre tradiciones de pensamiento, no hay ninguna duda de que sólo los constituyentes católicos se presentaron en la histórica cita con un proyecto preciso sobre la ley fundamental del nuevo Estado italiano; un proyecto madurado dentro de la Acción Católica, en particular de la FUCI y del Movimiento Laureati, y de la Universidad católica del Sacro Cuore, y objeto de reflexión y de elaboración en el Código de Camaldoli de 1945 y en la XIX Semana Social de los Católicos Italianos del mismo año, dedicada al tema "Constitución y Constituyente". De ahí partió un compromiso muy significativo de los católicos italianos en la política, en la actividad sindical, en las instituciones públicas, en las realidades económicas, en las expresiones de la sociedad civil, ofreciendo así una contribución muy relevante al crecimiento del país, con demostraciones de absoluta fidelidad al Estado y de dedicación al bien común y colocando a Italia en proyección europea. En los años dolorosos y oscuros del terrorismo, además, los católicos dieron su testimonio de sangre: ¿cómo no recordar, entre las diversas figuras, las del honorable Aldo Moro y del profesor Vittorio Bachelet? Por su parte la Iglesia, gracias a la amplia libertad que le aseguró el Concordato lateranense de 1929, continuó, con sus propias instituciones y actividades, a proporcionar una contribución de hecho al bien común, interviniendo en particular en apoyo de las personas más marginadas y sufrientes, y sobre todo prosiguiendo a alimentar el cuerpo social de esos valores morales que son esenciales para la vida de una sociedad democrática, justa, ordenada. El bien del país, entendido en su integridad, siempre se ha perseguido y particularmente expresado en momentos de alta significación, como el la “gran oración por Italia” convocada por el Venerable Juan Pablo II el 10 de enero de 1994.

La conclusión del Acuerdo de revisión del Concordato lateranense, firmado el 18 de febrero de 1984, marcó el paso a una nueva fase de las relaciones entre Iglesia y Estado en Italia. Este paso fue claramente advertido por mi Predecesor, el cual, en el discurso pronunciado el 3 de junio de 1985, en el acto de intercambio de instrumentos de ratificación del Acuerdo, observaba que, como “instrumento de concordia y colaboración, el Concordato se sitúa ahora en una sociedad caracterizada por la libre competencia de las ideas y por la articulación pluralista de los diversos componentes sociales: éste puede y debe constituir un factor de promoción y de crecimiento, favoreciendo la profunda unidad de ideales y de sentimientos, por la que todos los italianos se sienten hermanos en una misma patria”. Y añadía que en el ejercicio de su diaconía hacia el hombre, !la Iglesia pretende actuar en el pleno respeto de la autonomía del orden político y de la soberanía del Estado. Al mismo tiempo, ésta está atenta a la salvaguardia de la libertad de todos, condición indispensable a la construcción de un mundo digno del hombre, que solo en la libertad puede buscar con plenitud la verdad y adherirse sinceramente a ella, encontrando en la misma motivo e inspiración para el compromiso solidario y unitario al bien común”. El Acuerdo, que ha contribuido largamente a delinear esa sana laicidad que denota al Estado italiano y a su ordenamiento jurídico, ha puesto de manifiesto los dos principios supremos que están llamados a presidir las relaciones entre Iglesia y comunidad política: el de la distinción de ámbitos y el de la colaboración. Una colaboración motivada por el hecho de que, como enseñó el Concilio Vaticano II, ambas, es decir, la Iglesia y la comunidad política, “aunque por diverso título, están al servicio de la vocación personal y social del hombre” (Const. Gaudium et spes, 76). La experiencia madurada en los años de vigencia de las nuevas disposiciones pactuarias, una vez más, la Iglesia y los católicos comprometidos de diversos modos en favor de esa “promoción del hombre y del bien del país” que, en el respeto de la independencia y soberanía recíprocas, constituye un principio inspirador y orientador del Concordato en vigor (art. 1). La Iglesia es consciente no sólo de la contribución que ofrece a la sociedad civil para el bien común, sino también de lo que recibe de la sociedad civil, como afirma el Concilio Vaticano II: "todo el que promueve la comunidad humana en el orden de la familia, de la cultura, de la vida económico-social, de la vida política, así nacional como internacional, proporciona no pequeña ayuda, según el plan divino, también a la comunidad eclesial, ya que ésta depende asimismo de las realidades externas" (Const. Gaudium et spes, 44).

Al mirar al largo recorrido de la historia, hay que reconocer que la nación italiana ha advertido siempre la carga, pero al mismo tiempo el singular privilegio, dado por la situación peculiar por la que en Italia, en Roma, está la sede del sucesor de Pedro y por tanto el centro de la cristiandad. Y la comunidad nacional ha respondido siempre a esta conciencia expresando cercanía afectiva, solidaridad, ayuda a la Sede Apostólica para su libertad y para secundar la realización de las condiciones favorables al ejercicio del ministerio espiritual en el mundo por parte del sucesor de Pedro, que es obispo de Roma y Primado de Italia. Pasadas las turbulencias causadas por la “cuestión romana", llegados a la augurada Conciliación, también el Estado italiano ha ofrecido y sigue ofreciendo una colaboración preciosa, de la que la Santa Sede goza y de la que está conscientemente agradecida.

Al presentarle, Señor Presidente, estas reflexiones, invoco de corazón sobre el pueblo italiano la abundancia de los dones celestiales, para que sea siempre guiado por la luz de la fe, fuente de esperanza y de compromiso perseverante por la libertad, la justicia y la paz.

En el Vaticano, 17 de marzo de 2011

BENEDICTUS PP. XVI

[Traducción del original italiano por Inma Álvarez

©Libreria Editrice Vaticana]

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