ZENIT

El mundo visto desde Roma

Servicio diario - 20 de marzo de 2011

Santa Sede

La transfiguración de Jesús ayuda a comprender la cruz, dice el Papa

El Papa pide ante todo seguridad para el pueblo libio

Benedicto XVI: el Señor nos haga humildes como san José

“La seguridad de las centrales no podrá ser absoluta nunca”

Dios llora en la tierra

Conversión entre los antiguos cazadores de cabezas en la India

Mundo

Los emigrantes católicos “portadores de esperanza en el mundo”

Análisis

Redefinir el matrimonio

Angelus

Benedicto XVI: La revelación de la divinidad de Jesús

Documentación

Carta del Papa al padre carmelita François-Marie Léthel

Discurso del Papa de conclusión de los Ejercicios Espirituales

"Lectio divina" de Benedicto XVI a los sacerdotes de Roma


Santa Sede


La transfiguración de Jesús ayuda a comprender la cruz, dice el Papa
Para que comprendiesen la divinidad del crucificado
CIUDAD DEL VATICANO, domingo 20 de marzo de 2011 (ZENIT.org).- Cuando Jesús tomó a sus discípulos y se transfiguró delante de ellos, lo hizo para que pudiesen afrontar el escándalo de la cruz, explicó el Papa Benedicto XVI hoy al introducir el rezo del Ángelus.

Al dirigirse desde la ventana de su estudio a los peregrinos presentes en la Plaza de San Pedro, el Papa quiso reflexionar brevemente sobre el evangelio de la Transfiguración, correspondiente al segundo domingo de Cuaresma.

Jesús, tras haber preanunciado a sus discípulos su pasión, “tomó a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan, y los llevó aparte a un monte elevado. Allí se transfiguró en presencia de ellos: su rostro resplandecía como el sol y sus vestiduras se volvieron blancas como la luz”, citó el Pontífice.

“Según los sentidos, la luz del sol es la más intensa que se conoce en la naturaleza, pero, según el espíritu, los discípulos vieron, por un breve tiempo, un esplendor aún más intenso, el de la gloria divina de Jesús, que ilumina toda la historia de la salvación”.

La Transfiguración, explicó el Papa, “no es un cambio de Jesús, sino que es la revelación de su divinidad, la íntima compenetración de su ser con Dios, que se convierte en pura luz. En su ser uno con el Padre, Jesús mismo es Luz de Luz".

Así los discípulos, “contemplando la divinidad del Señor, son preparados para afrontar el escándalo de la cruz”.

Recordando en un antiguo himno, dijo: “En el monte te transfiguraste y tus discípulos, en cuanto eran capaces, contemplaron tu gloria, para que, viéndote crucificado, comprendieran que tu pasión era voluntaria y anunciaran al mundo que tu eres verdaderamente el esplendor del Padre".

El Pontífice invitó a los presentes a participar “de esta visión y de este don sobrenatural, dando espacio a la oración y a la escucha de la Palabra de Dios”.

Por otro lado, exhortó a los fieles a, “especialmente en este tiempo de Cuaresma, responder al precepto divino de la penitencia con algún acto voluntario, además de las renuncias impuestas por el peso de la vida cotidiana”.


 

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El Papa pide ante todo seguridad para el pueblo libio
Tras la puesta en marcha de la operación “Odisea al amanecer”
CIUDAD DEL VATICANO, domingo 20 de febrero de 2011 (ZENIT.org).- La incolumidad del pueblo libio y la apertura de pasillos humanitarios, son las dos prioridades del llamamiento lanzado hoy por el Papa Benedicto XVI al concluir el rezo del Ángelus en la Plaza de San Pedro.

El Papa mostró su preocupación ante la situación del país, y manifestó que sigue atento a los acontecimientos y al ataque militar desencadenado desde ayer sábado contra las fuerzas de Muammar el-Gadafi, por parte de una coalición de fuerzas occidentales.

La operación, denominada Odyssey Dawn (Odisea al amanecer), fue autorizada por el Consejo de Seguridad de la ONU con la resolución 1973, y está dirigida por una coalición de cinco países, Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña, Italia y Canadá, en la que participan varios países miembros y no miembros de la OTAN (entre ellos España).

Los ataques de los aviones franceses contra las posiciones antiaéreas integradas libias y las fuerzas de tierra de Gadafi colocadas cerca de Bengasi comenzó tras el avance de los ejércitos del presidente libio hacia esta ciudad, violando el alto el fuego dictado por la resolución de la ONU.

El objetivo de la coalición, fijado por las Naciones Unidas, es el de “proteger a los civiles con cualquier medio” e imponer el respeto de la zona de exclusión aérea decidida por las Naciones Unidas para impedir a las Fuerzas del coronel que elimine a los rebeldes, parapetados en las ciudades de Bengasi y Misurata.

“En los días pasados – afirmó el Papa, desde la ventana de su estudio del Palacio Apostólico Vaticano – las preocupantes noticias que llegaban de Libia han suscitado también en mi viva inquietud y temor. Hice particular oración al Señor de ello durante la semana de los Ejercicios Espirituales”.

“Sigo ahora los últimos acontecimientos con gran aprensión, rezo por aquellos que están implicados en la dramática situación de ese país y dirijo un apremiante llamamiento a cuantos tienen responsabilidades políticas y militares, para que den prioridad, ante todo, a la incolumidad y la seguridad de los ciudadanos y garanticen el acceso a los socorros humanitarios”, añadió.

“A la población deseo asegurar mi cercanía conmovida, mientras pido a Dios que un horizonte de paz y de concordia surja lo antes posible en Libia y en toda la región del norte de África”, concluyó el Papa.



 



 

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Benedicto XVI: el Señor nos haga humildes como san José
Como conclusión de los Ejercicios Espirituales de Cuaresma
ROMA, domingo 20 de marzo de 2011 (ZENIT.org).- El Señor nos haga humildes como san José. Es lo que dijo el pasado sábado Benedicto XVI, en la meditación con la que se concluyeron en el Vaticano, los Ejercicios Espirituales de Cuaresma para el Papa y la Curia Romana. Comenzados el pasado 13 de marzo y predicados por el padre François-Marie Léthel, sobre el tema: “La luz de Cristo en el corazón de la Iglesia -Juan Pablo II y la Teología de los Santos”.

En su discurso de agradecimiento al carmelitano descalzo, prelado secretario de la Academia Pontificia de Teología, Benedicto XVI se detuvo, en el día de su onomástico, sobre la figura de san José, custodio de la Sagrada Familia y patrón de la Iglesia universal.

“Un humilde santo -recordó el Papa- un humilde trabajador, que fue considerado digno de ser Custodio del Redentor. San Mateo, define a San José con una palabra: “Era un justo” ... “'justo' es el hombre que está inmerso en la palabra de Dios, que vive en la Palabra de Dios, que vive la Ley no como un 'yugo' sino como 'alegría',vive -podemos decir- la Ley como 'Evangelio'”.

San José, prosiguió el Santo Padre, “estaba inmerso en la Palabra de Dios, escrita, transmitida en la sabiduría de su pueblo” y de esta manera “estaba preparado y llamado a conocer al Verbo Encarnado”.

“Nos confiamos en este momento -concluyó- a su custodia, recemos para que nos ayude en nuestro humilde servicio. Vayamos adelante con valentía bajo esta protección. Agradecidos por los santos humildes, recemos al Señor para que nos haga a nosotros humildes en nuestro servicio y de esta manera santos en la compañía de los Santos”.

En una carta de agradecimiento al Padre Léthel, el Papa recordó el camino espiritual inspirado por el testimonio de Juan Pablo II, que será declarado beato el próximo 1º de mayo, en el domingo de la Octava de Pascua, fiesta de la Divina Misericordia.

En particular, el Pontífice subrayó que las meditaciones cuaresmales sirven para profundizare en el encuentro con “ las figuras vivas de algunos Santos y Santas, como estrellas luminosas que giran alrededor del Sol que es Cristo, Luz del mundo”.

En su meditación el padre Léthel habló de san Juan de la Cruz, san Luis María Grignion de Montfort, santa Teresa de Lisieux y santa Juana de Arco, también de Concepción Cabrera de Armida, laica mística y madre de familia, declarada Venerable por Juan Pablo II en 1999, y de la joven laica Chiara Luce Badano, del Movimiento de los Focolares, beatificada en 2010.

“Con este planteamiento -escribió el Papa- usted se ha ajustado muy bien al programa de catequesis desarrollado por mí estos años durante las Audiencias Generales, con el propósito de conocer mejor y amar a la Iglesia, así como esta se muestra en la vida, en las obras y en las enseñanzas de los Santos: a partir de los Apóstoles y a través del gran grupo formado por los Padres y por los otros escritores antiguos, por los teólogos y por los místicos de la edad medieval, especialmente el nutrido grupo de mujeres, hasta llegar a la serie de Doctores de la Iglesia, que estoy a punto de terminar”.

“ Esta línea de reflexión y de contemplación sobre el misterio de Cristo reflejado, por decir de alguna manera, en la existencia de sus más fieles imitadores, constituye un elemento fundamental que heredé del Papa Juan Pablo II y que he continuado con plena convicción y con gran alegría”, observó.

“Sé bien, querido hermano, que mi agradecimiento usted lo entiende como dirigido también a la Orden Carmelitana de la que forma parte. Aprecio y comparto este sentimiento y lo extiendo a la más amplia dimensión eclesial, ya que este curso de Ejercicios nos ha hecho sentir más que nunca a la Iglesia como comunión de los santos”. 

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“La seguridad de las centrales no podrá ser absoluta nunca”
El editorial del padre Federico Lombardi en “Octava Dies”
ROMA, domingo 20 de marzo de 2011 (ZENIT.org).- La energía nuclear es un recurso inmenso para el hombre pero no se pueden obviar los interrogantes planteados por los riesgos que esta conlleva. Es lo que dijo el padre Federico Lombardi, S.I., director de la Sala Stampa de la Santa Sede, en el último editorial de “Octava Dies”, el semanal informativo del Centro Televisivo Vaticano, comentando los hechos ligados a la central atómica de Fukushima.

“Las imágenes de la tragedia japonesa continúan, desde hace días, interrogándonos y turbándonos – observó el portavoz vaticano –. En Primer lugar nos han recordado los suceso dramáticos del tsunami del Océano Índico de hace seis años, que también provocó un número alarmante de víctimas, todavía más: un mar de sufrimiento y de dolor que pide nuestra compasión, nuestra solidaridad, nuestra oración”.

El 11 de marzo, un violento terremoto de magnitud 9 en la escala de Richter, golpeó el nordeste de Japón, con epicentro frente a las costas de Sendai, provocando después un tsunami con olas de hasta 10 metros de altura, que devastó hasta 650 km de costa. Desde entonces, además, se han sucedido más de 150 réplicas de asentamiento.

Según lo relatado por la Oficina de la ONU para los Asuntos Humanitarios las víctimas confirmadas son 6.539, más de 11.000 están desaparecidas, y 25.000 continúan todavía aisladas en las zonas nordorientales que son las que más han sufrido el maremoto. Y mientras más de medio millón de personas han perdido la casa y se encuentran acogidas en las estructuras facilitadas por el Gobierno, las temperaturas han bajado drásticamente en las áreas que han sufrido más, rozando los cero grados centígrados en áreas de Iwate, Miyagi y Fukushima.

“En pocos días – continuó el padre Lombardi – la atención del mundo ya no se centra en la ola destructora sino que lo hace en el desastre de la central nuclear”.

El 14 de marzo, explotó, de hecho, el edificio que contenía el segundo reactor de la central nuclear de Fukushima, como ya había sucedido al primer reactor el día después del terremoto, aunque si el envoltorio que protege el combustible permaneció intacto.

El 15 de marzo, sin embargo, después de una explosión en el reactor número 4, el nivel de radiación alrededor de la central subió peligrosamente, mientras que se registró también una elevación del nivel de radioactividad en Tokyo. La falta de electricidad, de hecho, ha impedido el encendido del sistema de enfriamiento, de manera que la temperatura comenzó a subir vertiginosamente y las cápsulas de circonio que revestían las barras de uranio comenzaron a fundirse y a dejar salir gas radioactivo e hidrógeno.

El pasado sábado, sin embargo, el responsable de la Agencia Internacional para la Energía Atómica en Viena, Graham Andrews, no excluyendo todos los factores de riesgo afirmó que “la situación se está desarrollando en la dirección justa”.

“Los japoneses – destacó el padre Lombardi – han demostrado que han aprendido a afrontar con previsión los riesgos de los terremotos de un modo admirable, construyendo edificios capaces de resistir los temblores más fuertes. En otros países temblores similares habrían causado un número incalculable de muertos”.

“Y sin embargo, también el progreso técnico japonés ha demostrado en esta ocasión, un punto débil, de alguna manera inesperado – destacó después –. Ha bastado que una de las más de 50 centrales nucleares japonesas fuese seriamente dañada por el terremoto, para que se originase una nueva ola – esta vez de miedo, por otra insidiosa fuente de muertes –, que está cubriendo todo el mundo, más que la ola destructiva del maremoto”.

“La energía nuclear es un recurso natural inmenso, que el hombre trata de poner a su servicio, pero si pierde el control, se vuelve contra él – comentó el jesuita –. Y nadie sabe mejor que los japoneses cuales son los efectos de la energía liberada del corazón de la materia dirigida contra el hombre”.

“La seguridad de las centrales y la custodia de los residuos radioactivos no podrá ser nunca absoluta – evidenció a continuación –. Es justo y adecuado volver a reflexionar sobre el correcto uso del poder tecnológico, sobre sus riesgos, sobre su precio humano. El Papa lo recomienda a menudo”.

“Hoy en la central enloquecida, un grupo de héroes está dando generosamente la vida para la salvación de muchos. Como los bomberos del 11 de septiembre – concluyó –. Como entonces, el amor solidario por los demás, incluso arriesgando la propia vida, es la verdadera luz en la oscuridad de la tragedia. Indica la dirección en la que buscar. Es la misma dirección del camino con Jesús hacia la Pascua”.


 

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Dios llora en la tierra


Conversión entre los antiguos cazadores de cabezas en la India
Entrevista con monseñor Palliparampil, obispo de Miao
MIAO, domingo 20 de marzo de 2011 (ZENIT.org). – Cuando George Palliparampil, hoy obispo de Miao, comenzó su ministerio en la esquina nordeste de la India, su labor misionera era ilegal y tuvo que sufrir interrogatorios por parte de la policía.

A pesar de los obstáculos actuales, el hogar misionero de monseñor Palliparampil es el lugar en el que la Iglesia católica ha crecido más en los últimos 30 años, con más de 10.000 bautismos de adultos cada año a pesar de la prohibición a las conversiones.

Hoy cerca del 40% de los aproximadamente 900.000 habitantes de Arunachal Pradesh son católicos y su número crece con rapidez. En esta entrevsita el obispo Palliparampil, de 56 años, revela los desafíos de la evangelización entre las poblaciones tribales indias.

 

- Excelencia, hablamos de la esquina nordeste de la India, una región muy montañosa con tribus, que hace 60 años eran cazadores de cabezas con una cultura pagana. ¿Cuántas tribus viven hoy en esa zona?

Monseñor Palliparampil: Hay 26 grandes tribus, que pueden dividirse, no estoy seguro, en más de 120 sub-tribus y cada una de estas sub-tribus tienen sus propios dialectos y cultura específica.

- ¿Estas tribus eran paganas?

Monseñor Palliparampil: Querría aclarar la palabra pagano diciendo que se trata de gente que no tiene una religión organizada. Adoran los poderes de la naturaleza. La palabra “animismo” los describiría muy bien. Todo tiene que ver con los espíritus, tanto buenos como malos. Si ocurre algo bueno es porque hay un espíritu bueno. Si ocurre algo malo es que hay un espíritu malo y este espíritu malo lo ha propiciado. Se tiene que hacer un sacrificio propiciatorio para apaciguar a este espíritu malo.

- ¿Existe el concepto de un Dios?

Monseñor Palliparampil: Sí. Por ejemplo, el pueblo Tani cree en un ancestro común. He estudiado su cultura y es muy similar a lo que leemos en el libro del Génesis. Creen en un solo Dios. El sol y la luna son los dos ojos de Dios, a través de los que Dios nos ve. El Abotani – el primer padre – tuvo sólo dos hijos como Caín y Abel, y así continúa el relato.

- ¿Así que cuando el cristianismo llegó había una apertura hacia él?

Monseñor Palliparampil: La había y la hay. De hecho ellos se percatan de que están encontrando el cumplimiento de algo, que ellos poseían de modo parcial. Los grupos Tani se dan cuenta de que son parte de una religión mundial. Los Tangsa descubren un cumplimiento de sus relatos. O tenemos la famosa cruz Mishmi. Hay algunos grupos de Mishmis que se tatúan una cruz en sus cuerpos pero nadie sabe nada del origen de este tatuaje.

- La aceptación del cristianismo en esta zona está cargada de desafíos. Hay obstáculos impuestos no sólo por la cultura pagana sino también por las restricciones puestas por el gobierno indio que, hasta hace muy poco, no permitía a los cristianos ejercer su ministerio en esta zona de Arunachal Pradesh. ¿Cuándo fue la primera vez que fue a Arunachal Pradesh?

Monseñor Palliparampil: Mi primera visita fue a una aldea llamada Pappu nala, en la que 400 personas se reunieron para celebrar la Navidad. Cuando llegamos a la zona la encontramos rodeada por la policía y tuvimos que irnos. En el camino, nos apresaron a mí y a otro sacerdote y fuimos detenidos hasta la 1,30 de la madrugada. Nos interrogaron, pero, en vez de asustarme, me dio la determinación de que algo debía hacerse allí al haber encontrado a la gente tan hambrienta de fe, de tener culto – todo lo que no podían tener.

- Los políticos no querían que entraran los cristianos, no querían que los cristianos evangelizaran, y le arrestarían y deportarían. ¿Pero cuál fue la reacción de la gente?

Monseñor Palliparampil: Quieren que alguien les ame – esta es mi experiencia. He encontrado una aceptación del 100% y para que vea que esto es cierto, en el momento en que la gente de la aldea de Pappu nala oyó que habíamos sido detenidos, 300 de ellos se presentaron en la comisaría de policía con dagas, espadas y antorchas, y la rodearon. No se iban a mover hasta que nos soltaran. A las 11:30 de la noche, el oficial de policía nos pidió: “Por favor digan a la gente que se vaya. Estarán aquí la noche y les llevaremos a su casa”. Yo insistí: “No, no se lo pediremos”. Y el jefe de la aldea dijo: “No nos iremos de aquí”. Finalmente, a las 12:30 de la noche, consiguieron un camión del ejército para llevarnos de nuevo a Assam pero la gente insistía: “No nos iremos porque no confiamos en el gobierno”. Se subieron al camión todos los que pudieron y todos nos escoltaron de vuelta a la misión, y sólo entonces se fueron. Esta es la reacción de la gente. He estado allí todos estos años, primero de paso y después, desde 1992 en adelante, permaneciendo allí y diría que soy uno de ellos.

- De hecho, ahora el gobierno piensa cada vez más en la Iglesia como protectora de la cultura local. ¿Cómo intentan proteger la cultura local y cómo lo logran frente a la globalización y la secularización?

Monseñor Palliparampil: Exactamente. Esto es lo primero que tenemos que tener en mente: la comprensión errónea que muchos tienen de la cultura. Algunos piensan que la cultura es algo muy estático – una forma tradicional de vestir y vivir quizás en chozas tradicionales. Eso por separado no es cultura. La cultura es lo que hace a un hombre; es lo que le da su identidad, su forma de pensar, su sistema de valores. Al convertirse en cristiano o vivir una vida cristiana en una sociedad moderna globalizada, un miembro de una tribu no deja por eso de pertenecer menos a su tribu.

- En su diócesis hay 70.000 católicos y su número crece con rapidez. ¿Cuál diría usted que ha sido el mejor instrumento de evangelización, que ha animado el crecimiento de la fe en Arunachal Pradesh?

Monseñor Palliparampil: Creo que el mayor éxito, si se puede llamar así, es que la gente ha sentido que en la Iglesia encontraba algo que iba con ellos. No es algo que viene y que les da algunas planes o proyectos y les dice: “Haced esto y creceréis” o “tenemos sumas disponibles para que podáis hacer lo que queráis con ellas” o “rezad así y os salvaréis” No. Lo que ellos han visto es a alguien que se implica en cada aspecto de sus vidas y ellos lo aceptan.

Puedo citar al oficial de policía que nos detuvo en 1980. Decía muy claramente: “No hay aldea a las que no hayan llegado estos misioneros cristianos. Han dormido en las casas tribales. Han comido con los miembros de las tribus. Y ellos pueden entrar en sus casas en cualquier momento. Sus hijos van a sus escuelas por toda la India y, a la gente que está enferma, la acogen para darle tratamiento – no sólo en los hospitales del nordeste sino hasta en Chennai, Apollo y Velur, y no para convertirlo sino sólo por motivos meramente humanitarios. Cuando esta gente (los misioneros cristianos) llegan, tengo que aceptar que los miembros de las tribus quieran formar parte del cristianismo”. Y esto es lo que está ocurriendo de verdad. No es una conversión impuesta como algunos intentan decir. Simplemente lo aceptan.

* * *

Esta entrevista fue realizada por Marie-Pauline Meyer para "Dios llora en la Tierra", un programa semanal radiotelevisivo producido por la Catholic Radio and Television Network en colaboración con la organización católica internacional Ayuda a la Iglesia Necesitada.

Más información en: www.ain-es.org, www.aischile.cl

 

 

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Mundo


Los emigrantes católicos “portadores de esperanza en el mundo”
Monseñor Vegliò a las asociaciones católicas: ponerse al servicio de los emigrantes
ROMA, domingo 20 de marzo de 2011 (ZENIT.org).- Los emigrantes católicos pueden ser auténticos “portadores de esperanza” en el mundo de hoy y por este motivo las asociaciones eclesiales deben ponerse totalmente a su servicio para ayudarlos a enfrentarse a los retos que, inevitablemente, deben afrontar.

Este es el mensaje que el Presidente del Consejo Pontificio de la Pastoral para los Emigrantes y los Itinerantes, el arzobispo Antonio María Vegliò, lanzó el pasado viernes en Amman (Jordania) durante el encuentro con las Organizaciones Católicas.

La visita pastoral del prelado a Jordania está dedicada a los problemas de la emigración, y prevé encuentros con representantes de las autoridades civiles y religiosas, embajadores y algunas Organizaciones No Gubernamentales dedicadas a la asistencia a los emigrantes y refugiados como el Jesuit Refugee Service (JRS) y Caritas.

“Acompañar a los trabajadores emigrantes y a las personas que se ven obligadas a moverse y a no vivir en su propia patria es muy difícil”, reconoció monseñor Vegliò. “Exige ser sensibles y estar atentos a su situación, y entender como sus necesidad cambian con el transcurso del tiempo”.

En este panorama, las asociaciones católicas “pueden ser un instrumento precioso para dar a los emigrantes no sólo el apoyo material y espiritual para hacer frente a sus necesidades, sino también supone la oportunidad de compartir y de dar”, prosiguió.

“Parte de la misión de las asociaciones católicas entre los emigrantes católicos es caminar con ellos para que puedan sentirse parte de la Iglesia y convertirse en miembro maduros. La Palabra de Dios y los sacramentos ayudarán a coger fuerzas para vivir plenamente su vocación cristiana”.

Recurso precioso

“Si están preparados y acompañados adecuadamente, los emigrantes católicos pueden ser una luz en la oscuridad, portadores de esperanza en el mundo, un testimonio viviente y fiel en lugares en que el cristianismo es desconocido para muchos”, subrayó monseñor Vegliò.

“Pueden ser verdaderos y eficaces agentes de evangelización, más con una auténtica vida cristiana que con palabras”.

Las asociaciones católicas, por su parte, “pueden ser instrumentos apropiados para ayudar a los emigrantes para acceder a los servicios que podrían ayudarles a defender sus propios derechos”, ayudándoles a prepararse “al diálogo, sobre todo 'al diálogo de la vida'”.

“La presencia pastoral significa bienvenida, respeto, protección, promoción y amor auténtico a toda persona en sus expresiones religiosas y culturales. Es un don y un reto. La dedicación a esta vocación, el compromiso con los que son obligados a trasladarse, puede contribuir a un mundo mejor y más humano”.

Jordania

El prelado se ha referido después a la situación específica de Jordania, observando que aunque el país se ha adherido a varias convenciones internacionales sobre lo derechos humanos aplicables también a los emigrantes internacionales, a menudo los trabajadores inmigrantes “no conocen sus derechos básicos, ni los relativos a las leyes nacionales y a las normas internacionales”.

En el país, continuó, hay cerca de 500.000 refugiados provenientes de Iraq, “considerados visitantes temporales, que no tienen un estatus legal claro” y que afrontan a menudo dificultades para renovar su visado.

Esto les lleva a vivir con bastante frecuencia “en situaciones económicas precarias”, que aumentan los riesgos del trabajo infantil o la prostitución y la “perspectiva a ser obligados por las circunstancias a emprender un retorno 'voluntario' a Iraq”.

“Los hombres adultos que no pueden trabajar y proveer a sus familias, sufren depresiones, ansia y enfermedades crónicas”, indicó subrayando que “sería una mejora si se pudiese establecer un marco legal temporal para la defensa de los refugiados de manera que estos pudiesen trabajar sin miedo a ser arrestados o repatriados a la fuerza”.

“Es relativamente fácil analizar la situación desde el exterior”, reconoció monseñor Vegliò, pero “es totalmente distinto cuando se debe responder a las personas que se te sientan delante, mirándolas a los ojos y dándoles negativas o comunicándoles que hay pocas posibilidades de soluciones a sus problemas”.

Y es algo completamente distinto “cuando comparten con vosotros como sus hijos sufren todavía los hechos violentos y viven en el miedo despertándose cada noche, cómo se siente viviendo durante años sin esperanza de una vida digna, qué se siente ser deshumanizado y cuánto daño hace no ser considerado un ser humano”, dijo a los miembros de las organizaciones católicas.

Acción eclesial

En esta situación, la Iglesia y sus organizaciones deben “colaborar y desarrollar estrategias y acciones combinadas”.

A menudo, reconoció el prelado, las organizaciones caritativas católicas “se convierten dependientes de recursos no católicos para su propia financiación”.

A veces también existe competencia entre ellas para encontrar fondos”, indicó, subrayando la existencia del “peligro de que una organización se dé cuenta de donde vienen sus fondos y escuche sólo estas voces, de manera que los donantes establezcan sus políticas”.

En este caso, destacó que, existe el riesgo de que una organización sea “dirigida por el donante” en vez de ser “dirigida por la misión”, “poniendo en duda su propia identidad”.

La cuestión primaria, concluyó monseñor Vegliò, “es como se expresa la solidaridad, la hospitalidad y el compromiso pastoral de la Iglesia”, con respecto a los trabajadores inmigrantes.

“Es necesario por tanto, dar los pasos para que la Iglesia local pueda afrontar este reto de amor”.

Por Roberta Sciamplicotti. Traducción del italiano por Carmen Álvarez

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Análisis


Redefinir el matrimonio
Continúan las presiones para permitir el matrimonio homosexual
Por John Flynn, L. C.

ROMA, domingo 20 de marzo de 2011 (ZENIT.org). – La presión por legalizar los matrimonios del mismo sexo continúa, mientas las organizaciones interesadas intentan convencer a los legisladores de que el matrimonio es algo que puede redefinirse para adaptarse a las últimas tendencias sociales.

En Irlanda, la coalición de gobierno del Fine Gael y de Partidos Laboristas, recientemente elegida, acaba de publicar su lista de propuestas políticas. Según pro familiar Iona Institute irlandés, el partido de más orientación liberal ha dejado su impronta en temas de familia.

El programa confía en que el gobierno analice el tema del matrimonio homosexual, indica el instituto en su página web. También dice que la ley de parejas civiles se cambiará para afrontar las anomalías u omisiones. Según el Iona Institute, esto podría dar a los padres del mismo sexo los mismos derechos que las parejas casadas.

Además, el programa afirma que se dará reconocimiento legal a los transexuales y tendrán la protección de leyes de igualdad.

Poco antes de que se hiciera público el programa, los obispos irlandeses animaron al parlamento a defender la familia. Las políticas públicas deben apoyar el bien común, afirmaban en una declaración el 3 de marzo tras un encuentro de todos los obispos irlandeses.

Lograr esto exige reforzar la familia, basada en el matrimonio entre un hombre y una mujer, añadían.

Sin defensa

En Estados Unidos, el matrimonio homosexual ha llegado con mucha frecuencia a los titulares. El mes pasado, el fiscal general Eric H. Holder Jr anunciaba que la administración Obama no seguiría defendiendo en los tribunales las demandas contra la Ley de Defensa del Matrimonio (DOMA), que limita el matrimonio a las parejas heterosexuales.

El New York Times observaba el 24 de febrero que el presidente Obama y Holder consideran ahora que la ley es inconstitucional.

“Nuestra nación y nuestro gobierno tienen el deber de reconocer y proteger el matrimonio, no el de interferir en él ni redefinirlo, ni el de caricaturizar la profundas creencias de tantísimos ciudadanos como ‘discriminación’”, protestaba en una declaración del 3 de marzo el arzobispo de Nueva York, monseñor Timothy Dolan, presidente de la Conferencia Episcopal de Estados Unidos.

monseñor Dolan continuaba precisando que el matrimonio basado en un hombre y una mujer es el cimiento de la sociedad y que, históricamente, los gobiernos lo han protegido por su contribución al bien común.

Estaba de acuerdo en que la discriminación injusta es mala. Sin embargo, no es injusto defender una ley que sólo busca proteger el significado del matrimonio. Ni es discriminación afirmar que un niño se criará mejor teniendo un padre y una madre y que el Estado tiene un interés en asegurar esto, añadía.

“Tener leyes que afirmen la importancia vital de las madres y de los padres – leyes que respalden, en vez de minar, el ideal de que los niños deberían ser criados por su propia madre y por su propio padres – es esencial para cualquier sociedad justa”, concluía Mons. Dolan.

Aunque siguen las demandas contra la DOMA en los tribunales federales, continúa el debate a nivel estatal.

En Rhode Island, el día 10 de marzo, cientos de personas acudieron a una sesión del senado sobre el tema del matrimonio homosexual. Quienes están a favor y quienes están en contra presentaron sus argumentos a los miembros del Comité Judicial del Senado, informaba el 11 de marzo el Providence Journal.

Monseñor Thomas J. Tobin, obispo de Providence, es uno de los opositores a la medida de reconocer el matrimonio homosexual. En una declaración el 7 de enero, subrayaba que aquellas personas con orientaciones homosexuales merecen amor y respeto. Al mismo tiempo advertía que legalizar el matrimonio para ellos va en detrimento del bienestar del Estado.

Maryland también ha estado en el centro del debate en este tema. A principios de este año el senado del estado aprobó una ley que legalizaba el matrimonio homosexual y se ha estado debatiendo en los últimos días en la cámara baja. El gobernador Martin O’Malley ha declarado que firmará la ley si se aprueba, informaba el 5 de marzo Associated Press.

Mientras se debatía la propuesta en la cámara, resultó evidente que la ley no tendría el apoyo suficiente por lo que se dejó morir la iniciativa sin votarla, informaba el 11 de marzo Associated Press.

Cambio drástico

Los tres obispos católicos de Maryland se mostraron muy activos en su campaña en contra de la medida de legalizar el matrimonio homosexual.

“La introducción de una legislación que redefina el matrimonio en nuestro estado debería reconocerse como lo que es – una propuesta de cambio drástico de una institución social que deriva de nuestra naturaleza humana como hombres y como mujeres”, declaraban el cardenal Donald Wuerl de Washington, el arzobispo Edwin O’Brien de Baltimore, y el obispo Francis Malooly de Wilmington, en un declaración del 8 de febrero.

“Nuestro objetivo como sociedad debería ser que el matrimonio se consolide, no desmontándolo en su conjunto, especialmente cuando los efectos del deterioro del matrimonio son tan evidentes”, indicaban.

La declaración señalaba también que, si se abandona la definición tradicional de matrimonio, será difícil llegar a una nueva definición que determine qué relaciones debería apoyar el gobierno.

En nuevas declaraciones los días 18 y 28 de febrero, los tres obispos criticaban además la falta de una protección adecuada de la conciencia de las instituciones religiosas y de los individuos.

El cardenal Wuerl señalaba el peligro de redefinir el significado del matrimonio en un artículo publicado el 13 de marzo en el National Catholic Register.

A lo largo de la historia humana, el matrimonio se ha entendido como el compromiso de un hombre y una mujer en una comunidad de vida, tanto para su apoyo mutuo como para engendrar y educar a los hijos, explicaba.

Y advertía que vaciar el matrimonio de su significado con fines políticos o en respuesta a algunos grupos de presión es un gran error.

Poligamia y poliamor

El miedo a que introducir el matrimonio homosexual conduzca a legalizar otras formas de unión no es ni mucho menos exagerado.

En Canadá, en donde el matrimonio homosexual se legalizó en el 2005, se está desarrollando un proceso legal en la Columbia Británica para decidir si se legaliza la poligamia.

No es esta la única variación de matrimonio que se propone. El año pasado el Boston Globe publicaba dos largos artículos sopesando las ventajas del poliamor, que es la práctica de tener una relación íntima con más de una persona a la vez, con el consentimiento de todos los implicados.

Uno de los argumentos utilizados a favor del reconocimiento de estas relaciones es que, con más de dos padres, incluso si hay una ruptura familiar, a los hijos les quedarían por los menos otros dos padres.

A día de hoy no hay nada predeterminado sobre qué noción de paternidad prevalecerá, proclamaba el artículo publicado el 24 de octubre.

“La ley determina qué convierte a alguien en padre legal, no es el matrimonio, ni la biología”, afirmaba en el artículo Nancy Polikoff, profesora de derecho familiar en la Facultad de Derecho de Washington de la Universidad Americana.

“Es necesario que la ley se adapte a la realidad de las vidas de los niños, y si los niños van ser criados por tres padres, la ley no debería escoge arbitrariamente a dos de ellos y decir que son los padres legales, y esta otra persona es un extraño”, afirmaba.

Hoy, en cuanto al matrimonio, no hay nada firme tras los cambios en el divorcio, la adopción y la tecnología reproductiva.

Es en verdad cierto que el matrimonio y la familia se han desestabilizado de modo grave en las últimas décadas, pero no parece ser precisamente una buena razón para debilitar aún más una institución ya debilitada.

El matrimonio es bueno para ti, proclamaba un estudio reciente. Mejora la salud física de los hombres y el bienestar mental de las mujeres y da como resultado una vida más larga y satisfactoria, informaba el 28 de enero el periódico Independent.

Son las conclusiones de un estudio llevado a cabo por los doctores John Gallacher y David Gallacher, de la Facultad de Medicina de la Universidad de Cardiff, que han investigado la cuestión de si las relaciones son buenas para la salud.

Se trata de uno más de los incontables estudios que demuestran que las familias basadas en el matrimonio entre un hombre y una mujer hacen una contribución vital a los individuos y a la sociedad. Un buena razón para que el estado siga apoyándolas.

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Angelus


Benedicto XVI: La revelación de la divinidad de Jesús
Hoy durante el rezo del Ángelus
CIUDAD DEL VATICANO, domingo 20 de marzo de 2011 (ZENIT.org).- Ofrecemos a continuación las palabras que el Papa Benedicto XVI pronunció hoy desde la ventana de su estudio al introducir la oración mariana del Ángelus con los peregrinos congregados en la Plaza de San Pedro.

* * * * *

Queridos hermanos y hermanas

Doy gracias al Señor que me ha permitido vivir en estos días los Ejercicios Espirituales, y estoy agradecido a cuantos han estado cerca de mi con la oración. El domingo de hoy, segundo de Cuaresma, es llamado de la Transfiguración, porque el Evangelio narra este misterio de la vida de cristo. Él, tras haber preanunciado a sus discípulos su pasión, “tomó a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan, y los llevó aparte a un monte elevado. Allí se transfiguró en presencia de ellos: su rostro resplandecía como el sol y sus vestiduras se volvieron blancas como la luz” (Mt 17,1-2). Según los sentidos, la luz del sol es la más intensa que se conoce en la naturaleza, pero, según el espíritu, los discípulos vieron, por un breve tiempo, un esplendor aún más intenso, el de la gloria divina de Jesús, que ilumina toda la historia de la salvación. San Máximo el Confesor afirma que “las vestiduras blancas llevaban el símbolo de las palabras de la Sagrada Escritura, que se volvían claras y transparentes y luminosas" (Ambiguum 10: PG 91, 1128 B).

Dice el Evangelio que, junto a Jesús transfigurado, “aparecieron Moisés y Elías y conversaban con él" (Mt 17,3); Moisés y Elías, figura de la Ley y de los Profetas. Fue entonces cuando Pedro, extasiado, exclamó: “Señor, ¡qué bien estamos aquí! Si quieres, levantaré aquí mismo tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías" (Mt 17,4). Pero san Agustín comenta diciendo que nosotros tenemos sólo una morada: Cristo; Él “es la Palabra de Dios, Palabra de Dios en la Ley, Palabra de Dios en los Profetas" (Sermo De Verbis Ev. 78,3: PL 38, 491). De hecho, el Padre mismo proclama: “Este es mi Hijo muy querido, en quien tengo puesta mi predilección: escuchadle" (Mt 17,5). La Transfiguración no es un cambio de Jesús, sino que es la revelación de su divinidad, “la íntima compenetración de su ser con Dios, que se convierte en pura luz. En su ser uno con el Padre, Jesús mismo es Luz de Luz" (Jesús de Nazaret, Milán 2007). Pedro, Santiago y Juan, contemplando la divinidad del Señor, son preparados para afrontar el escándalo de la cruz, como se canta en un antiguo himno: “En el monte te transfiguraste y tus discípulos, en cuanto eran capaces, contemplaron tu gloria, para que, viéndote crucificado, comprendieran que tu pasión era voluntaria y anunciaran al mundo que tu eres verdaderamente el esplendor del Padre" (t. 6, Roma 1901, 341).

Queridos amigos, participemos también nosotros de esta visión y de este don sobrenatural, dando espacio a la oración y a la escucha de la Palabra de Dios. Además, especialmente en este tiempo de Cuaresma, os exhorto, como escribe el Siervo de Dios Pablo VI, “a responder al precepto divino de la penitencia con algún acto voluntario, además de las renuncias impuestas por el peso de la vida cotidiana" (Const. ap. Pænitemini, 17 de febrero de 1966, III, c: AAS 58 [1966], 182). Invoquemos a la Virgen María, para que nos ayude a escuchar y seguir siempre al Señor Jesús, hasta la pasión y la cruz, para participar también en su gloria.

[Después del Ángelus dijo]

En los días pasados las preocupantes noticias que llegaban de Libia han suscitado también en mi viva inquietud y temor. Hice particular oración al Señor de ello durante la semana de los Ejercicios Espirituales.

Sigo ahora los últimos acontecimientos con gran aprensión, rezo por aquellos que están implicados en la dramática situación de ese país y dirijo un apremiante llamamiento a cuantos tienen responsabilidades políticas y militares, para que den prioridad, ante todo, a la incolumidad y la seguridad de los ciudadanos y garanticen el acceso a los socorros humanitarios. A la población deseo asegurar mi cercanía conmovida, mientras pido a Dios que un horizonte de paz y de concordia surja lo antes posible en Libia y en toda la región del norte de África.

[En español dijo]

Saludo con afecto a los peregrinos de lengua española que participan en esta oración mariana. En este segundo domingo de Cuaresma, la liturgia nos invita a reflexionar sobre el acontecimiento extraordinario de la Transfiguración. Jesús manifiesta el esplendor de su gloria, para testimoniar que la pasión es el camino de la resurrección. Os aliento, en este tiempo, a escuchar al Hijo predilecto del Padre, a alimentar vuestro espíritu con su Palabra y, así renovar con gozo en la noche de Pascua los compromisos bautismales. ¡Feliz domingo!

[Traducción del original italiano por Inma Álvarez

©Libreria Editrice Vaticana]

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Documentación


Carta del Papa al padre carmelita François-Marie Léthel
Que ha predicado los ejercicios espirituales de Cuaresma de este año
CIUDAD DEL VATICANO, domingo 20 de marzo de 2011 (ZENIT.org).- A continuación ofrecemos la Carta que el Santo Padre Benedicto XVI dirigió al Reverendo P.P François-Marie Léthel, O.C.D. Prelado Secretario de la Academia Pontificia de Teología, como conclusión de los Ejercicios Espirituales preparados por él para el Papa y la Curia Romana, la pasada semana en el Vaticano.

* * * * *

Reverendo Padre

François Marie Lethel O.C.D.

Prelado Secretario de la Academia Pontificia de Teología

De corazón quiero expresarle mi más profunda gratitud por el precioso servicio que usted nos ha ofrecido, a mí y a mis colaboradores de la Curia Romana, predicando, en estos días pasados, los Ejercicios Espirituales. También gracias al esfuerzo por usted realizado en esta circunstancia, hemos podido entrar en el Tiempo Cuaresmal, como la Madre Iglesia, siguiendo la divina Palabra, nos pide: estando más atentos a la voz del Señor.

Motivo de especial reconocimiento es el itinerario que usted, Reverendo Padre, nos ha hecho recorrer a través de las meditaciones: un camino espiritual inspirado en el testimonio de mi Venerable predecesor Juan Pablo II, cuya próxima beatificación sugirió el tema de la santidad, para profundizar mediante el encuentro con las figuras vivas de algunos Santos y Santas, como estrellas luminosas que giran alrededor del Sol que es Cristo, Luz del mundo.

Con este planteamiento, usted se ha ajustado muy bien al programa de catequesis desarrollado por mí estos años durante las Audiencias Generales, con el propósito de conocer mejor y amar a la Iglesia, así como esta se muestra en la vida, en las obras y en las enseñanzas de los Santos: a partir de los Apóstoles y a través del gran grupo formado por los Padres y por los otros escritores antiguos, por los teólogos y por los místicos de la edad medieval, especialmente el nutrido grupo de mujeres, hasta llegar a la serie de Doctores de la Iglesia, que estoy a punto de terminar. Esta línea de reflexión y de contemplación sobre el misterio de Cristo reflejado, por decir de alguna manera, en la existencia de sus más fieles imitadores, constituye un elemento fundamental que heredé del Papa Juan Pablo II y que he continuado con plena convicción y con gran alegría.

Sé bien, querido hermano, que mi agradecimiento usted lo entiende como dirigido también a la Orden Carmelitana de la que forma parte. Aprecio y comparto este sentimiento y lo extiendo a la más amplia dimensión eclesial, ya que este curso de Ejercicios nos ha hecho sentir más que nunca a la Iglesia como comunión de los santos. A la Iglesia, inspirada por la acción del Espíritu Santo, y a su madre, la Beata Virgen María, vaya nuestro agradecimiento. Nuestra Señora y San José, Esposo y Patrón de la Iglesia universal, que hoy celebramos y al cual usted ha dedicado la meditación de esta mañana, le den la abundancia de los dones celestiales, en prenda de los cuales le imparto la Bendición Apostólica, que voluntariamente extiendo a sus seres queridos.

Desde el Vaticano, 19 marzo 2011

BENEDICTUS PP XVI

[Traducción del original italiano por Carmen Álvarez

©Libreria Editrice Vaticana]

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Discurso del Papa de conclusión de los Ejercicios Espirituales
El pasado sábado en la Capilla Redepmtoris Mater
CIUDAD DEL VATICANO, domingo 20 de marzo de 2011 (ZENIT.org).- Ofrecemos a continuación el discurso realizado por el Papa Benedicto XVI como conclusión de los Ejercicios Espirituales en la Capilla Redemptoris Mater.

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Queridos Hermanos,

querido Padre Léhtel,

al final de este camino de reflexión, de meditación, de oración en compañía de los Santos amigos del Papa Juan Pablo II, querría decir de todo corazón: Gracias a usted, Padre Léthel, por su guía segura, por la riqueza espiritual que nos ha dado. Los Santos: usted nos los ha mostrado como “estrellas” en el firmamento de la historia y , con su entusiasmo y su alegría, usted nos ha metido en el círculo de estos santos y nos ha mostrado que los Santos “pequeños” son los Santos “grandes”. Nos ha mostrado que la scientia fidei y la scientia amoris van juntas y se complementan, que la razón grande y el gran amor van juntos, incluso que el gran amor ve más que la razón sola.

La Providencia ha querido que estos Ejercicios se concluyan con la fiesta de San José, mi Patrón personal y Patrón de la Santa Iglesia: un humilde santo, un humilde trabajador, que fue considerado digno de ser Custodio del Redentor.

San Mateo, define a San José con una palabra: “Era un justo”, “dikaios”, por “dike”, y en la visión del Antiguo Testamento, como la encontramos por ejemplo en el Salmo 1, “justo” es el hombre que está inmerso en la palabra de Dios, que vive en la Palabra de Dios, que vive la Ley no como un “yugo” sino como “alegría”, vive -podemos decir- la Ley como “Evangelio”. San José era justo, estaba inmerso en la Palabra de Dios, escrita, transmitida en la sabiduría de su pueblo y de esta manera estaba preparado y llamado a conocer al Verbo Encarnado -el Verbo venido a nosotros como hombre- y predestinado a custodiar, a proteger este Verbo Encarnado; está es su misión para siempre, custodiar a la Santa Iglesia y a Nuestro Señor.

Nos confiamos en este momento a su custodia, recemos para que nos ayude en nuestro humilde servicio. Vayamos adelante con valentía bajo esta protección. Agradecidos por los santos humildes, recemos al Señor para que nos haga a nosotros humildes en nuestro servicio y de esta manera santos en la compañía de los Santos.

De nuevo gracias a usted, P. Léthel, por su inspiración. ¡Gracias!

[Traducción del original italiano por Carmen Álvarez

©Libreria Editrice Vaticana]

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"Lectio divina" de Benedicto XVI a los sacerdotes de Roma
El pasado 10 de marzo de 2011
CIUDAD DEL VATICANO, domingo 20 de marzo de 2011 (ZENIT.org).- Publicamos la "lectio divina", meditación sobre la Palabra de Dios, que ofreció Benedicto XVI el 10 de marzo en el encuentro que mantuvo con los párrocos y sacerdotes de la diócesis de Roma.

* * *

Eminencia, excelencias y queridos hermanos:

Para mí es una gran alegría estar con vosotros -el clero de Roma- cada año, al inicio de la Cuaresma, y comenzar con vosotros el camino pascual de la Iglesia. Quiero dar las gracias a su eminencia por las hermosas palabras que me ha dirigido, agradeceros a todos el trabajo que realizáis por esta Iglesia de Roma que -según san Ignacio- preside en la caridad y debería ser siempre también ejemplar en su fe. Hagamos juntos todo lo posible para que esta Iglesia de Roma responda a su vocación y para que nosotros, en esta "viña del Señor", seamos obreros fieles.

Hemos escuchado el pasaje de los Hechos de los Apóstoles (20, 17-38) en el que san Pablo habla a los presbíteros de Éfeso, narrado expresamente por san Lucas como testamento del Apóstol, como discurso destinado no sólo a los presbíteros de Éfeso sino también a los presbíteros de todos los tiempos. San Pablo no sólo habla a quienes estaban presentes en aquel lugar, sino que también nos habla realmente a nosotros. Por tanto, tratemos de comprender lo que nos dice a nosotros en esta hora.

Comienzo: "Vosotros habéis comprobado cómo he procedido con vosotros todo el tiempo que he estado aquí" (v. 18); y sobre su comportamiento durante todo el tiempo san Pablo dice, al final: "De día y de noche, no he cesado de aconsejar (...) a cada uno" (v. 31). Esto quiere decir que durante todo ese tiempo era anunciador, mensajero y embajador de Cristo para ellos; era sacerdote para ellos. En cierto sentido, se podría decir que era un sacerdote trabajador, porque -como dice también en este pasaje-, trabajó con sus manos como tejedor de tiendas para no pesar sobre sus bienes, para ser libre, para dejarlos libres. Pero aunque trabajaba con las manos, durante todo este tiempo fue sacerdote, todo el tiempo aconsejó. En otras palabras, aunque exteriormente no estuvo todo el tiempo a disposición de la predicación, su corazón y su alma estuvieron siempre presentes para ellos; estaba animado por la Palabra de Dios, por su misión. Me parece que este es un aspecto muy importante: no se es sacerdote sólo por un tiempo; se es siempre, con toda el alma, con todo el corazón. Este ser con Cristo y ser embajador de Cristo, este ser para los demás, es una misión que penetra nuestro ser y debe penetrar cada vez más en la totalidad de nuestro ser.

San Pablo, además, dice: "He servido al Señor con toda humildad" (v. 19). "Servido" es una palabra clave de todo el Evangelio. Cristo mismo dice: no he venido a ser servido sino a servir (cf. Mt 20, 28). Él es el Servidor de Dios, y Pablo y los Apóstoles son también "servidores"; no señores de la fe, sino servidores de vuestra alegría, dice san Pablo en la segunda carta a los Corintios (cf. 1, 24). "Servir" debe ser determinante también para nosotros: somos servidores. Y "servir" quiere decir no hacer lo que yo me propongo, lo que para mí sería más agradable; "servir" quiere decir dejarme imponer el peso del Señor, el yugo del Señor; "servir" quiere decir no buscar mis preferencias, mis prioridades, sino realmente "ponerme al servicio del otro". Esto quiere decir que también nosotros a menudo debemos hacer cosas que no parecen inmediatamente espirituales y no responden siempre a nuestras elecciones. Todos, desde el Papa hasta el último vicario parroquial, debemos realizar trabajos de administración, trabajos temporales; sin embargo, los hacemos como servicio, como parte de lo que el Señor nos impone en la Iglesia, y hacemos lo que la Iglesia nos dice y espera de nosotros. Es importante este aspecto concreto del servicio, porque no elegimos nosotros qué hacer, sino que somos servidores de Cristo en la Iglesia y trabajamos como la Iglesia nos dice, donde la Iglesia nos llama, y tratamos de ser precisamente así: servidores que no hacen su voluntad, sino la voluntad del Señor. En la Iglesia somos realmente embajadores de Cristo y servidores del Evangelio.

"He servido al Señor con toda humildad". También "humildad" es una palabra clave del Evangelio, de todo el Nuevo Testamento. En la humildad nos precede el Señor. En la carta a los Filipenses, san Pablo nos recuerda que Cristo, que estaba sobre todos nosotros, que era realmente divino en la gloria de Dios, se humilló, se despojó de su rango haciéndose hombre, aceptando toda la fragilidad del ser humano, llegando hasta la obediencia última de la cruz (cf. 2, 5-8). "Humildad" no quiere decir falsa modestia -agradecemos los dones que el Señor nos ha concedido-, sino que indica que somos conscientes de que todo lo que podemos hacer es don de Dios, se nos concede para el reino de Dios. Trabajamos con esta "humildad", sin tratar de aparecer. No buscamos alabanzas, no buscamos que nos vean; para nosotros no es un criterio decisivo pensar qué dirán de nosotros en los diarios o en otros sitios, sino qué dice Dios. Esta es la verdadera humildad: no aparecer ante los hombres, sino estar en la presencia de Dios y trabajar con humildad por Dios, y de esta manera servir realmente también a la humanidad y a los hombres.

"No he omitido por miedo nada de cuanto os pudiera aprovechar, predicando y enseñando" (v. 20). San Pablo, después de algunas frases, vuelve sobre este aspecto y afirma: "No tuve miedo de anunciaros enteramente el plan de Dios" (v. 27). Esto es importante: el Apóstol no predica un cristianismo "a la carta", según sus gustos; no predica un Evangelio según sus ideas teológicas preferidas; no se sustrae al compromiso de anunciar toda la voluntad de Dios, también la voluntad incómoda, incluidos los temas que personalmente no le agradan tanto. Nuestra misión es anunciar toda la voluntad de Dios, en su totalidad y sencillez última. Pero es importante el hecho de que debemos predicar y enseñar -como dice san Pablo-, y proponer realmente toda la voluntad de Dios. Y pienso que si el mundo de hoy tiene curiosidad de conocer todo, mucho más nosotros deberemos tener la curiosidad de conocer la voluntad de Dios: ¿qué podría ser más interesante, más importante, más esencial para nosotros que conocer lo que Dios quiere, conocer la voluntad de Dios, el rostro de Dios? Esta curiosidad interior debería ser también nuestra curiosidad por conocer mejor, de modo más completo, la voluntad de Dios. Debemos responder y despertar esta curiosidad en los demás, curiosidad por conocer verdaderamente toda la voluntad de Dios, y así conocer cómo podemos y cómo debemos vivir, cuál es el camino de nuestra vida. Así pues, deberíamos dar a conocer y comprender -en la medida de lo posible- el contenido del Credo de la Iglesia, desde la creación hasta la vuelta del Señor, hasta el mundo nuevo. La doctrina, la liturgia, la moral y la oración -las cuatro partes del Catecismo de la Iglesia católica- indican esta totalidad de la voluntad de Dios.

También es importante no perdernos en los detalles, no dar la idea de que el cristianismo es un paquete inmenso de cosas por aprender. En resumidas cuentas, es algo sencillo: Dios se ha revelado en Cristo. Pero entrar en esta sencillez -creo en Dios que se revela en Cristo y quiero ver y realizar su voluntad- tiene contenidos y, según las situaciones, entramos en detalles o no, pero es esencial hacer comprender por una parte la sencillez última de la fe. Creer en Dios como se ha revelado en Cristo es también la riqueza interior de esta fe, las respuestas que da a nuestras preguntas, también las respuestas que en un primer momento no nos gustan y que, sin embargo, son el camino de la vida, el verdadero camino; en cuanto afrontamos estas cosas, aunque no nos resulten tan agradables, podemos comprender, comenzamos a comprender lo que es realmente la verdad. Y la verdad es bella. La voluntad de Dios es buena, es la bondad misma.

Después, el Apóstol afirma: "He predicado en público y en privado, dando solemne testimonio tanto a judíos como a griegos, para que se convirtieran a Dios y creyeran en nuestro Señor Jesucristo" (v. 20-21). Aquí hay una síntesis de lo esencial: conversión a Dios, fe en Jesús. Pero fijemos por un momento la atención en la palabra "conversión", que es la palabra central o una de las palabras centrales del Nuevo Testamento. Aquí, para conocer las dimensiones de esta palabra, es interesante estar atentos a las diversas palabras bíblicas: en hebreo, "šub" quiere decir "invertir la ruta", comenzar con una nueva dirección de vida; en griego, "metánoia", "cambio de manera de pensar"; en latín, "poenitentia", "acción mía para dejarme transformar"; en italiano, "conversione", que coincide más bien con la palabra hebrea que significa "nueva dirección de la vida". Tal vez podemos ver de manera particular el porqué de la palabra del Nuevo Testamento, la palabra griega "metánoia", "cambio de manera de pensar". En un primer momento el pensamiento parece típicamente griego, pero, profundizando, vemos que expresa realmente lo esencial de lo que dicen también las otras lenguas: cambio de pensamiento, o sea, cambio real de nuestra visión de la realidad. Como hemos nacido en el pecado original, para nosotros "realidad" son las cosas que podemos tocar, el dinero, mi posición; son las cosas de todos los días que vemos en el telediario: esta es la realidad. Y las cosas espirituales se encuentran "detrás" de la realidad: "Metánoia", cambio de manera de pensar, quiere decir invertir esta impresión. Lo esencial, la realidad, no son las cosas materiales, ni el dinero, ni el edificio, ni lo que puedo tener. La realidad de las realidades es Dios. Esta realidad invisible, aparentemente lejana de nosotros, es la realidad. Aprender esto, y así invertir nuestro pensamiento, juzgar verdaderamente que lo real que debe orientar todo es Dios, son las palabras, la Palabra de Dios. Este es el criterio, el criterio de todo lo que hago: Dios. Esto es realmente conversión, si mi concepto de realidad ha cambiado, si mi pensamiento ha cambiado. Y esto debe impregnar luego todos los ámbitos de mi vida: en el juicio sobre cada cosa debo tener como criterio lo que Dios dice sobre eso. Esto es lo esencial, no cuánto obtengo ahora, no el beneficio o el perjuicio que obtendré, sino la verdadera realidad, orientarnos hacia esta realidad. Me parece que en la Cuaresma, que es camino de conversión, debemos volver a realizar cada año esta inversión del concepto de realidad, es decir, que Dios es la realidad, Cristo es la realidad y el criterio de mi acción y de mi pensamiento; realizar esta nueva orientación de nuestra vida. Y de igual modo la palabra latina "poenitentia", que nos parece algo demasiado exterior y quizá una forma de activismo, se transforma en real: ejercitar esto quiere decir ejercitar el dominio de mí mismo, dejarme transformar, con toda mi vida, por la Palabra de Dios, por el pensamiento nuevo que viene del Señor y me muestra la verdadera realidad. De este modo, no sólo se trata de pensamiento, de intelecto, sino de la totalidad de mi ser, de mi visión de la realidad. Este cambio de pensamiento, que es conversión, llega a mi corazón y une intelecto y corazón, y pone fin a esta separación entre intelecto y corazón, integra mi personalidad en el corazón, que es abierto por Dios y se abre a Dios. Y así encuentro el camino, el pensamiento se convierte en fe, esto es, tener confianza en el Señor, confiar en el Señor, vivir con él y emprender su camino en un verdadero seguimiento de Cristo.

San Pablo continúa: "Y ahora, mirad, me dirijo a Jerusalén, encadenado por el Espíritu. No sé lo que me pasará allí, salvo que el Espíritu Santo, de ciudad en ciudad, me da testimonio de que me aguardan cadenas y tribulaciones. Pero a mí no me importa la vida, sino completar mi carrera y consumar el ministerio que recibí del Señor Jesús: ser testigo del Evangelio de la gracia de Dios" (vv. 22-24). San Pablo sabe que probablemente este viaje a Jerusalén le costará la vida: será un viaje hacia el martirio. Aquí debemos tener presente el porqué de su viaje. Va a Jerusalén para entregar a esa comunidad, a la Iglesia de Jerusalén, la suma de dinero recogida para los pobres en el mundo de los gentiles. Por tanto, es un viaje de caridad, pero es algo más: es una expresión del reconocimiento de la unidad de la Iglesia entre judíos y gentiles, un reconocimiento formal del primado de Jerusalén en ese tiempo, del primado de los primeros Apóstoles, un reconocimiento de la unidad y de la universalidad de la Iglesia. En este sentido, el viaje tiene un significado eclesiológico y también cristológico, porque así tiene mucho valor para él este reconocimiento, esta expresión visible de la unicidad y de la universalidad de la Iglesia, que tiene en cuenta también el martirio. La unidad de la Iglesia vale el martirio. Así dice san Pablo: "Pero a mí no me importa la vida, sino completar mi carrera y consumar el ministerio que recibí del Señor" (v. 24). El mero sobrevivir biológico -dice san Pablo- no es el primer valor para mí; el primer valor para mí es consumar el ministerio; el primer valor para mí es estar con Cristo; vivir con Cristo es la verdadera vida. Aunque perdiera la vida biológica, no perdería la verdadera vida. En cambio, si perdiera la comunión con Cristo para conservar la vida biológica, perdería precisamente la vida misma, lo esencial de su ser. También esto me parece importante: tener las prioridades justas. Ciertamente debemos estar atentos a nuestra salud, a trabajar con racionabilidad, pero también debemos saber que el valor último es estar en comunión con Cristo; vivir nuestro servicio y perfeccionarlo lleva a completar la carrera. Tal vez podemos reflexionar un poco más sobre esta expresión: "completar mi carrera". Hasta el final el Apóstol quiere ser servidor de Jesús, embajador de Jesús para el Evangelio de Dios. Es importante que también en la vejez, aunque pasen los años, no perdamos el celo, la alegría de haber sido llamados por el Señor. Yo diría que, en cierto sentido, al inicio del camino sacerdotal es fácil estar llenos de celo, de esperanza, de valor, de actividad, pero al ver cómo van las cosas, al ver que el mundo sigue igual, al ver que el servicio se hace pesado, se puede perder fácilmente un poco este entusiasmo. Volvamos siempre a la Palabra de Dios, a la oración, a la comunión con Cristo en el Sacramento -esta intimidad con Cristo- y dejémonos renovar nuestra juventud espiritual, renovar el celo, la alegría de poder ir con Cristo hasta el final, de "completar la carrera", siempre con el entusiasmo de haber sido llamados por Cristo para este gran servicio, para el Evangelio de la gracia de Dios. Y esto es importante. Hemos hablado de humildad, de esta voluntad de Dios, que puede ser dura. Al final, el título de todo el Evangelio de la gracia de Dios es "Evangelio", es "Buena Nueva" que Dios nos conoce, que Dios me ama, y que el Evangelio, la voluntad última de Dios es gracia. Recordemos que la carrera del Evangelio comienza en Nazaret, en la habitación de María, con las palabras "Dios te salve María", que en griego se dice: "Chaire kecharitomene": "Alégrate, porque estás llena de gracia". Estas palabras constituyen el hilo conductor: el Evangelio es invitación a la alegría porque estamos en la gracia, y la última palabra de Dios es la gracia.

A continuación viene el pasaje sobre el martirio inminente. Aquí hay una frase muy importante, que quiero meditar un poco con vosotros: "Velad por vosotros mismos y por todo el rebaño sobre el que el Espíritu Santo os ha puesto como guardianes para pastorear la Iglesia de Dios, que él se adquirió con la sangre de su propio Hijo" (v. 28). Comienzo por la palabra "Velad". Hace algunos días tuve la catequesis sobre san Pedro Canisio, apóstol de Alemania en la época de la Reforma, y se me quedó grabada una palabra de este santo, una palabra que era para él un grito de angustia en su momento histórico. Dice: "Ved, Pedro duerme; Judas, en cambio, está despierto". Esto nos hace pensar: la somnolencia de los buenos. El Papa Pío XI dijo: "El gran problema de nuestro tiempo no son las fuerzas negativas, sino la somnolencia de los buenos". "Velad": meditemos esto, y pensemos que el Señor en el Huerto de los Olivos repite dos veces a sus discípulos: "Velad", y ellos duermen. "Velad", nos dice a nosotros; tratemos de no dormir en este tiempo, sino de estar realmente dispuestos para la voluntad de Dios y para la presencia de su Palabra, de su Reino.

"Velad por vosotros mismos" (v. 28): estas palabras también valen para los presbíteros de todos los tiempos. Hay un activismo con buenas intenciones, pero en el que uno descuida la propia alma, la propia vida espiritual, el propio estar con Cristo. San Carlos Borromeo, en la lectura del breviario de su memoria litúrgica, nos dice cada año: no puedes ser un buen servidor de los demás si descuidas tu alma. "Velad por vosotros mismos": estemos atentos también a nuestra vida espiritual, a nuestro estar con Cristo. Como he dicho en muchas ocasiones: orar y meditar la Palabra de Dios no es tiempo perdido para la atención a las almas, sino que es condición para que podamos estar realmente en contacto con el Señor y así hablar de primera mano del Señor a los demás. "Velad por vosotros mismos y por todo el rebaño sobre el que el Espíritu Santo os ha puesto como guardianes para pastorear la Iglesia de Dios" (v. 28). Aquí son importantes dos palabras. En primer lugar: "el Espíritu Santo os ha puesto"; es decir, el sacerdocio no es una realidad en la que uno encuentra una ocupación, una profesión útil, hermosa, que le agrada y se elige. ¡No! Nos ha constituido el Espíritu Santo. Sólo Dios nos puede hacer sacerdotes; sólo Dios puede elegir a sus sacerdotes; y, si somos elegidos, somos elegidos por él. Aquí aparece claramente el carácter sacramental del presbiterado y del sacerdocio, que no es una profesión que debe desempeñarse porque alguien debe administrar las cosas, y también debe predicar. No es algo que hagamos nosotros solamente. Es una elección del Espíritu Santo, y en esta voluntad del Espíritu Santo, voluntad de Dios, vivimos y buscamos cada vez más dejarnos llevar de la mano por el Espíritu Santo, por el Señor mismo. En segundo lugar: "os ha puesto como guardianes para pastorear". La palabra que el texto español traduce por "guardianes" en griego es "epískopos". San Pablo habla a los presbíteros, pero aquí los llama "epískopoi". Podemos decir que, en la evolución de la realidad de la Iglesia, los dos ministerios aún no estaban divididos claramente, no eran distintos; evidentemente son el único sacerdocio de Cristo y ellos, los presbíteros, son también "epískopoi". La palabra "presbítero" viene sobre todo de la tradición judía, donde estaba vigente el sistema de los "ancianos", de los "presbíteros", mientras que la palabra "epískopos" fue creada -o encontrada- en el ámbito de la Iglesia por los paganos, y proviene del lenguaje de la administración romana. "Epískopoi" son los que vigilan, los que tienen una responsabilidad administrativa para vigilar cómo van las cosas. Los cristianos eligieron esta palabra en el ámbito pagano-cristiano para expresar el oficio del presbítero, del sacerdote, pero como es obvio cambió inmediatamente el significado de la palabra. La palabra "epískopoi" se identificó de inmediato con la palabra "pastores". O sea, vigilar es "apacentar", desempeñar la misión de pastor: en realidad de inmediato se convirtió en "poimainein", "apacentar" a la Iglesia de Dios; está pensado en el sentido de esta responsabilidad respecto de los demás, de este amor por el rebaño de Dios. Y no olvidemos que en el antiguo Oriente "pastor" era el título de los reyes: son los pastores del rebaño, que es el pueblo. Seguidamente, el rey-Cristo, al ser el verdadero rey, transforma interiormente este concepto. Es el Pastor que se hace cordero, el pastor que se deja matar por los demás, para defenderlos del lobo; el pastor cuyo primer significado es amar a este rebaño y así dar vida, alimentar, proteger. Tal vez estos son los dos conceptos centrales para este oficio del "pastor": alimentar dando a conocer la Palabra de Dios, no sólo con las palabras, sino testimoniándola por voluntad de Dios; y proteger con la oración, con todo el compromiso de la propia vida. Pastores, el otro significado que percibieron los Padres en la palabra cristiana "epískopoi", es: quien vigila no como un burócrata, sino como quien ve desde el punto de vista de Dios, camina hacia la altura de Dios y a la luz de Dios ve a esta pequeña comunidad de la Iglesia. Para un pastor de la Iglesia, para un sacerdote, un "epískopos", es importante también que vea desde el punto de vista de Dios, que trate de ver desde lo alto, con el criterio de Dios y no según sus propias preferencias, sino como juzga Dios. Ver desde esta altura de Dios y así amar con Dios y por Dios.

"Pastorear la Iglesia de Dios, que él se adquirió con la sangre de su propio Hijo" (v. 28). Aquí encontramos una palabra central sobre la Iglesia. La Iglesia no es una organización que se ha formado poco a poco; la Iglesia nació en la cruz. El Hijo adquirió la Iglesia en la cruz y no sólo la Iglesia de ese momento, sino la Iglesia de todos los tiempos. Con su sangre adquirió esta porción del pueblo, del mundo, para Dios. Y creo que esto nos debe hacer pensar. Cristo, Dios creó la Iglesia, la nueva Eva, con su sangre. Así nos ama y nos ha amado, y esto es verdad en todo momento. Y esto nos debe llevar también a comprender que la Iglesia es un don, a sentirnos felices por haber sido llamados a ser Iglesia de Dios, a alegrarnos de pertenecer a la Iglesia. Ciertamente, siempre hay aspectos negativos, difíciles, pero en el fondo debe quedar esto: es un don bellísimo el poder vivir en la Iglesia de Dios, en la Iglesia que el Señor se adquirió con su sangre. Estar llamados a conocer realmente el rostro de Dios, conocer su voluntad, conocer su gracia, conocer este amor supremo, esta gracia que nos guía y nos lleva de la mano. Felicidad por ser Iglesia, alegría por ser Iglesia. Me parece que debemos volver a aprender esto. El miedo al triunfalismo tal vez nos ha hecho olvidar un poco que es hermoso estar en la Iglesia y que esto no es triunfalismo, sino humildad, agradecer el don del Señor. 

Sigue inmediatamente que esta Iglesia no siempre es sólo don de Dios y divina, sino también muy humana: "Se meterán entre vosotros lobos feroces" (v. 29). La Iglesia siempre está amenazada; siempre existe el peligro, la oposición del diablo, que no acepta que en la humanidad se encuentre presente este nuevo pueblo de Dios, que esté la presencia de Dios en una comunidad viva. Así pues, no debe sorprendernos que siempre haya dificultades, que siempre haya hierba mala en el campo de la Iglesia. Siempre ha sido así y siempre será así. Pero debemos ser conscientes, con alegría, de que la verdad es más fuerte que la mentira, de que el amor es más fuerte que el odio, de que Dios es más fuerte que todas las fuerzas contrarias a él. Y con esta alegría, con esta certeza interior emprendemos nuestro camino inter consolationes Dei et persecutiones mundi, dice el concilio Vaticano II (cf. Lumen gentium, 8): entre las consolaciones de Dios y las persecuciones del mundo. Y ahora el penúltimo versículo. En este punto no deseo entrar en detalles: al final aparece un elemento importante de la Iglesia, del ser cristianos. "Siempre os he enseñado que es trabajando como se debe socorrer a los necesitados, recordando las palabras del Señor Jesús, que dijo: "Hay más dicha en dar que en recibir"" (v. 35). La opción preferencial por los pobres, el amor por los débiles es fundamental para la Iglesia, es fundamental para el servicio de cada uno de nosotros: estar atentos con gran amor a los débiles, aunque tal vez no sean simpáticos, sino difíciles. Pero ellos esperan nuestra caridad, nuestro amor, y Dios espera este amor nuestro. En comunión con Cristo estamos llamados a socorrer a los débiles con nuestro amor, con nuestras obras.
Y el último versículo: "Cuando terminó de hablar, se puso de rodillas y oró con todos ellos" (v. 36). Al final, el discurso se transforma en oración y san Pablo se arrodilla. San Lucas nos recuerda que también el Señor en el Huerto de los Olivos oró de rodillas, y nos dice que del mismo modo san Esteban, en el momento del martirio, se arrodilló para orar. Orar de rodillas quiere decir adorar la grandeza de Dios en nuestra debilidad, dando gracias al Señor porque nos ama precisamente en nuestra debilidad. Detrás de esto aparece la palabra de san Pablo en la carta a los Filipenses, que es la transformación cristológica de una palabra del profeta Isaías, el cual, en el capítulo 45, dice que todo el mundo, el cielo, la tierra y el abismo, se arrodillará ante el Dios de Israel (cf. Is 45, 23). Y san Pablo precisa: Cristo bajó del cielo a la cruz, la obediencia última. Y en este momento se realiza esta palabra del Profeta: ante Cristo crucificado todo el cosmos, el cielo, la tierra y el abismo, se arrodilla (cf. Flp 2, 10-11). Él es realmente expresión de la verdadera grandeza de Dios. La humildad de Dios, el amor hasta la cruz, nos demuestra quién es Dios. Ante él nos ponemos de rodillas, adorando. Estar de rodillas ya no es expresión de servidumbre, sino precisamente de la libertad que nos da el amor de Dios, la alegría de estar redimidos, de unirnos con el cielo y la tierra, con todo el cosmos, para adorar a Cristo, de estar unidos a Cristo y así ser redimidos. 

El discurso de san Pablo termina con la oración. También nuestros discursos deben terminar con la oración. Oremos al Señor para que nos ayude a estar cada vez más impregnados de su Palabra, a ser cada vez más testigos y no sólo maestros, a ser cada vez más sacerdotes, pastores, "epískopoi", es decir, los que ven con Dios y desempeñan el servicio del Evangelio de Dios, el servicio del Evangelio de la gracia. 

[Traducción del original italiano distribuida por la Santa Sede

©Libreria Editrice Vaticana]


 

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