28.03.11

Tolerancia cero sí, pero no así

A las 12:04 PM, por Luis Fernando
Categorías : Actualidad

 

Pocos católicos dudan que una política de tolerancia cero es necesaria ante los casos de abusos sexuales por parte de sacerdotes y religiosos. Los escándalos que se han hecho públicos en los últimos años demuestran que la inacción ante el pecado nefando, la tolerancia ante los indignos, el encubrimiento de los miserables han causado un daño gravísimo a la credibilidad de la propia Iglesia.

Alguna vez he escrito que si un hijo mío hubiera sido abusado por un cura cuyo obispo sabía que era un abusador, mi “santa ira” estaría dirigida antes contra el obispo que contra el sacerdote. Es posible que algunos de los que abusan de menores sean a su vez enfermos. Tal hecho, por supuesto, no aminora la gravedad de sus delitos, aunque sí la de su responsabilidad penal. Ahora bien, los encubridores no son enfermos. Son cómplices miserables de los abusadores. Si alcanzan la gracia de la conversión y el perdón de su infamia, creo que su penitencia en el purgatorio debe de estar entre las más duras.

Ahora bien, lo que no tiene sentido alguno es que por la mala política pastoral llevaba en el pasado por parte de unos cuantos obispos, sean muchos o pocos, nos carguemos en la Iglesia la presunción de inocencia, y la tolerancia cero se convierta en una especie de bula para la caza de brujas. No puede ser que por la acusación de una sola persona se destruya la imagen de un sacerdote. Que es lo que está ocurriendo con el P. John Corapi en EE.UU.

Hace unas semanas una mujer escribió una carta a siete obispos del país denunciado que ese sacerdote llevaba una vida disoluta de adición a las drogas e inmoralidad sexual. Hasta donde se sabe, no presentó más pruebas que su propia declaración. Pues bien, eso sirvió para que la diócesis de Corpus Christi, en Texas, suspendiera temporalmente al P. Corapi mientras se investiga el caso. El sacerdote, que ha asegurado que todo es mentira, se ha quejado de esa medida. Es más, ha dicho que la política de tolerancia cero está acabando con la presunción de inocencia. Y creo que tiene razón.

Es comprensible que cuando un sacerdote es acusado por varias personas de una serie de actos impropios de su condición sacerdotal, el obispo tome medidas cautelares mientras se sustancia el caso. Sobre todo si dichas personas no están relacionadas entre ellas, de manera que es poco probable que se esté dando una conspiración contra el denunciado. Ahora bien, que por la declaración de una mujer se suspenda a un sacerdote que proclama su inocencia, me parece una barbaridad. ¿A qué viene dar más credibilidad a la palabra de cualquier persona que a la de un sacerdote?

Lo del P. Corapi es un ejemplo de cómo no se deben hacer las cosas. Incluso aunque no se supiera, como sabemos hoy, que la interfecta ya había manifestado su intención de destruir al sacerdote como venganza por haber sido despedida de la empresa que lleva el negocio multimedia que rodea al presbítero. Y diré lo mismo en caso de que finalmente aparezcan otras personas diciendo lo mismo de ese sacerdote. Si ocurre tal hecho, seré el primero en pedir que se suspenda a divinis al P. Corapi. Pero seguir opinando que no se puede suspender a un sacerdote, aunque sea temporalmente, por la mera declaración de una persona, a menos que ésta presente pruebas fehacientes de que lo que dice es cierto.

Sinceramente no sé si el P. Corapi ha llevado una doble vida o no. Si es inocente, la mera duda es una cruz que debe cargar y ofrecer al Señor por una buena causa. Si es culpable, la duda es sólo el preludio de su vergüenza final, que en todo caso debería ser motivo de conversión y no de condenación eterna.

El testimonio de su conversión ha dado la vuelta al mundo. Su capacidad de comunicación le ha convertido en una estrella mediática, con todos los inconvenientes que tal hecho apareja para un sacerdote. Cuando un presbítero es mundialmente famoso por su santidad -como lo fue San Pío Pietralcina-, no hay peligro para su alma. Cuando lo es por aparecer en la radio, la prensa, la televisión o internet, aunque sea para dar buenas enseñanzas, conferencias o predicaciones, la fama puede crearle problemas relacionados con la vanidad y el orgullo. Buen cristiano es aquel que refleja a Cristo y no a sí mismo. Y en el caso de los sacerdotes, con más razón. Ahora bien, la Iglesia debe proteger a sus sacerdotes, no entregarles a la primera de cambio al nuevo circo romano de los medios de comunicación, que buscan carroña que ofrecer a un mundo ávido de escándalos. La tolerancia cero ha de aplicarse a los que se demuestre que son culpables, no contra todo el que sea acusado de cualquier pecado escandaloso.

Luis Fernando Pérez Bustamante