Los asesinos del Pepé y Teresa de Calcuta

 

 

 “Al que juró hasta que ya nadie confió en él; mintió tanto que ya nadie le cree; y pide prestado sin que nadie le dé; le conviene irse a donde nadie lo conozca”
Ralph Waldo Emerson
Escritor, filósofo y poeta norteamericano

César Valdeolmillos Alonso | 03.04.2011


Cuando ocurrieron los atentados de Londres el 7 de julio de 2005, un periodista español identificado con la línea política de Zapatero, planteó al primer ministro Tony Blair la cuestión de si los ataques terroristas sufridos, no estarían relacionados con algún error cometido por parte de su gobierno. Intencionada y encubiertamente, el periodista español se estaba refiriendo a la participación de Inglaterra en la guerra de Irak. Naturalmente, la respuesta no podía ser otra que la que le espetó el primer ministro inglés: “No hay más culpables que los terroristas y nada que justifique sus acciones criminales”. Para los políticos —gobierno u oposición—, medios de comunicación o ciudadanos ingleses, este es un tema que está meridianamente claro y a nadie se le ocurre cuestionarlo.

Como tristemente sabemos por experiencia, en España, le dimos y le seguimos dando la vuelta a la tortilla y haciendo gala de una bajeza moral incalificable, utilizamos la angustia y el dolor de la sangre derramada, de forma arrojadiza y oportunista contra el adversario político, para asaltar y conservar el poder. Bástenos recordar aquellos tristes días, para que vengan a la memoria, tras la brutal conmoción de los primeros instantes, como por parte de la oposición, apoyada por un sector de los medios de comunicación españoles, comenzó a desplegarse un inimaginable proceso de manipulación en virtud del cual, parecía que quienes habían puesto las bombas en los trenes, habían sido José María Aznar y su Gobierno, en vez de los verdaderos criminales asesinos que llevaron a cabo el mayor atentado conocido en nuestra historia reciente. Se intentaba dar a entender a los españoles, que la matanza de Atocha, fue la consecuencia directa de que España hubiese participado en la guerra de Irak. Se trataba de crear un clima acusatorio que posibilitase quebrantar impunemente la jornada de reflexión. Todo ello constituyó el caldo de cultivo favorable para que la sofocante atmósfera generada provocase el incalificable y “espontáneo” asedio a las sedes del partido gobernante.

Solo de vil y miserable puede calificarse el atentado terrorista del 11-M, pero, mucho peores aún son las razones que determinados individuos enarbolan cuando a él se refieren e, indirectamente lo fundamentan. Es sobre la base de aquellos dramáticos acontecimientos, como José Luis Rodríguez Zapatero, contra todo pronóstico, conquistó el poder y azarosamente accedió a La Moncloa como presidente del Gobierno. Le han bastado unos pocos años, para legarnos una España desconcertada, contaminada, exasperada y hundida moral y económicamente, contrariamente a como la recibió cuando alcanzó el poder.

¿Deberían sorprendernos estas sórdidas peculiaridades españolas después de escuchar de labios de un “incidental Presidente del Gobierno” razonamientos tan almidonados como desérticos sobre la realidad terrorista cuya iluminada síntesis alcanza cotas tan ilustradas como que el terrorismo que causa el desolación y la muerte en Nueva York, Madrid o Londres, encuentra su raíz en la injusticia que impera el mundo. ¡Como si el mundo hubiera sido justo alguna vez!

Empiezo a creer que Zapatero o tiene dotes proféticas o con frecuencia consulta al oráculo de Delfos al que acudían los antiguos griegos para preguntar a los dioses sobre cuestiones inquietantes. Quizá, sin que nosotros lo sepamos, sea capaz de predecir el futuro y por eso decía recientemente que cuando se es presidente del Gobierno, se ven las cosas de forma distinta a como las ve un ciudadano normal. Seguramente intuía lo de nuestra participación en la guerra de Libia. Pero claro como fue él quien lideró el movimiento del “No a la guerra”, ahora la palabra maldita se ha borrado del diccionario socialista, salvo para utilizarla como arma arrojadiza con la que hostigar a la oposición.

Nosotros, pobres siervos de la gleba, no podemos alcanzar a comprender los altos designios de aquellos que son iluminados por la llama del Olimpo. De ahí que seamos incapaces de entender la diferencia existente entre nuestra participación antes en Irak y ahora en Libia. Contrariamente a lo que podamos pensar, lo de Libia no es una guerra, es un operativo militar humanitario en el marco de una operación internacional conjunta. ¡Toma ya! Que cosa más natural, que al ser una misión humanitaria, que enviemos nuestros cazas de combate F-18 equipados con cuatro misiles y con 7.700 kilos de carga explosiva cada uno. Pero que a nadie se le vaya a ocurrir pensar que esto es una guerra, que los misiles de nuestros aviones son Ninots y las bombas una mascletá.

Asesinos fueron los del PP en Irak. Los socialistas en Libia, son la madre Teresa de Calcuta, merecedores del Nobel  de la Paz.

Contemplar el hemiciclo y ver votar la autorización para que un gobierno abanderado del pacifismo enviase a Libia tropas de combate en misión humanitaria, constituyó todo un espectáculo. Ellas y ellos, los sacrificados servidores del pueblo, pregoneros del talante, voceros del diálogo, apóstoles del pacifismo, animadas y animados de un humanitario y guerrero espíritu de paz, cada una y cada uno siguiendo a su caporal como una sola voluntad, con tan pretendido ardor como desfachatez demuestran. Eran las incombustibles imágenes de siempre, astutas perras viejas corridas en la degradante orgía del halago y el embeleco; imperturbables y sin el menor embarazo, se acomodan con grosera y lenguaraz desenvoltura a cualquier circunstancia: son innegables maestros de la incoherencia y auténticos expertos en navegar en el proceloso mar de la confusión, el embrollo y el enredo; especialistas en afirmar hoy, exactamente lo contrario de lo que dogmatizaban ayer, lo que no es obstáculo para que, sotto voce y en los mentideros, den ya por amortizado al amo del cotarro. Y es que la hipocresía nace de la debilidad moral y la cobardía.

De lo que se trata en definitiva es de poder seguir acumulando los años precisos de permanencia y así consolidar la pensión máxima de por vida.

Han acumulado la impudicia necesaria para falsear y embaucar con la mayor sinceridad, mientras se declaran sin el menor empacho, objetivos, justos, angélicos y nobles.

Pero de nuevo, pillados una vez más con el paso cambiado, haciendo gala de su natural chulería y procaz soberbia, se dedican a arrojar sobre el de enfrente sus propias heces. Como si los demás fuésemos idiotas. ¡Que lo somos! A fin de cuentas, no dejamos de ser marionetas en manos del poder.

Si nuestra no participación en los combates de la Guerra de Irak, tiene sus flancos débiles, la sí intervención en los combates de la Guerra de Libia, se ampara en una más que dudosa legalidad al terciar en la misma sin el permiso previo del Parlamento Español, como exige la Ley. Por tanto, de forma ilegal. Pero lo que es peor aún: España participa “por razones puramente humanitarias” en el conflicto interno de un país, sin un objetivo claramente definido y en el caso de que cayera o abandonase el poder el dictador Gadafi, cual será el recambio, por lo que muy bien pudiera ser que de cara, no ya al propio país, sino a los intereses mundiales y con ellos los de España, peor el remedio futuro que la enfermedad actual.

En esta ocasión, el donde digo, digo, digo diego, ha sido tan grosero, tan descarado y tan burdo, que los titiricejas no saben donde esconderse. Han aprendido la consigna con verdadero celo. En esta ocasión no es el “No a la guerra”, sino “No des guerra”. Por eso están escondidos representando la obra que les es más propia: “El silencio de los corderos”.

La verdad es que resulta difícil de entender como se puede ser rojo y defender una ofensiva liderada por los imperialistas yanquis contra un país del Tercer Mundo. ¿Dónde se han quedado el talante, el espíritu de diálogo y la filosofía que anima a “La alianza de civilizaciones”?

Aunque haya rectificado después, Abdennur Prado, el que fuera presidente de la Junta Islámica Catalana, firmó un artículo en la webislam.com, en el que afirma que todos aquellos que apoyan la guerra de Libia, "Tendrán su 11-M". Una web, que para mayor vergüenza, tiene publicidad del Gobierno.

Y es que como decía el príncipe de las letras Miguel de Cervantes: La falsedad tiene alas y vuela, y la verdad la sigue arrastrándose, de modo que cuando las gentes se dan cuenta del engaño ya es demasiado tarde. Y eso es lo que nos ha pasado a los españoles con José Luis Rodríguez Zapatero.

César Valdeolmillos Alonso