El obispo pasó por Asturias para "aprender y a servir"

Raúl Berzosa dice adiós a Oviedo tras 6 años como auxiliar

"Perdonad si no me entregué como el pan de la eucaristía"

Manuel Robles, 04 de abril de 2011 a las 10:19

 

(Manuel Robles).- A la hora de mi partida poned sólo mi nombre y apellido: "Cristiano-obispo", nos recordó en su homilía, Raúl Berzosa, para dejarnos claro que él quería seguir siendo un hombre sencillo y silencioso, que pasó por Asturias para "aprender y a servir". Antes, la tarde nos había regalado un tiempo expléndido en esta ciudad tan lluviosa como es Oviedo, con una Catedral llena de gente, puede que más de mil personas. Allí estaban más de 120 curas, el arzobispo emérito don Gabino y el titular, Jesús Sanz.

Alli había gente venida de Avilés, de Gijón, de las zonas rurales. Allí estaba también algunas de las autoridades civiles y el Delegado del Gobierno, Antonio Trevín. Unos momentos antes de empezar la Misa de despedida, don Raúl, saludó a todos los curas en la sacristía, y se le veía sonriente, pero emocionado por la despedida. Tampoco faltó a esta cita el coro de la Catedral, dirigido por Leoncio Diéguez, con su Misa jubilar que sabían que le gustaba que se la cantaran a don Raúl en su despedida.

Fue don Raúl quien presidió la celebración, acompañado de don Gabino y don Jesús. Estaba concentrado, sereno, aunque emocionado, pero también seguro en todo lo que hacía. La homilía fue sencilla, directa, de despedida, con un buen castellano, dicha con el corazón, para llegar al corazón. Se apropió de las palabras del ciego, que era el evangelio de este domingo, para confesar la fe.

Dio las gracias a todos los grupos diocesanos con los que ha colaborado y trabajado. Nos contó que vino a servir y a aprender a ser obispo, quiso ser obispo de todos, con todos, para todos, sin distinción. No faltó un recuerdo para la crisis global que estamos padeciendo, "no son tiempos de palabras, sino de hechos".

Dejó claro su amor a la Iglesia con unas palabras de San Juan Crisóstomo: "¡No te separes nunca de la Iglesia!". En el adiós que dirigió a todos los presentes resonó, una vez más el perdón por las ofensas y el agradecimiento a todos.

Terminó con un poema de Martín Descalzo, gran poeta y mejor periodista, donde señaló, que a la "hora de mi partida", quiero que mi nombre sea cristiano-obispo. Tener las manos libres para seguir bendiciendo. Los ojos abiertos y asombrados para reconocer el amor recibido.

Perdonad si no me entregué como el pan de la eucaristía. Reconociendo que todo en la vida es prestado, donde yo ponía el pan o el vino, unas palabras o mi cansancio, El ponía Vida. Pidió al Espíritu Santo para que haga grande mi amor pequeño. Se declaró de Cristo, de la Iglesia, para el Padre, para seguir hablando con sus pobres labios y un corazón desgastado.

Ahora con esta nostalgia por su partida empieza a invadirnos a todos, sólo me queda contar algunas anécdotas como una letanía de hermosos recuerdos que es necesario comenzar archivar. Ahí van unas cuantas.

La madre del obispo

Su madre se llama Carmen y todo el mundo que la conoce dice que tiene muy buen carácter, mucha simpatía, igual que su hijo obispo. Lo que a mí me ha llamado la atención es como su hijo con gracia y cariño la toma el pelo. Como está lejos casi siempre, no pasa un día sin que la llame por teléfono.

El báculo

Se lo ha regalado la Archidiócesis de Oviedo, es de plata y esmaltes y lleva en el centro la Cruz de la Victoria, y en su nudo los símbolos de los cuatro evangelistas, su escudo episcopal y una imagen de la Virgen de Covadonga.

La predicacíon

Breve, directa, clara y concreta. Va al grano y no se pierde por las ramas.

Me decía un cura que no se pasa nunca de diez minutos, y así ha sido también en su homilia de despedida que ha durado diez minutos.

Siempre llegaba puntual

Lo contaba en NE el sacerdote, don Fermín, que le acompañó durante estos seis años en Asturias a don Raúl: "A todos los actos en los que tuve que asistir siempre llegamos con puntualidad".

La invitación al café

En todo este tiempo, cuando algún cura tenía que despachar algún asunto con don Raúl, solía invitarte al principio o la final, a un café, que siempre pagaba él. Nunca te dejaba pagar.

La Virgen de Covadonga

El 24 de marzo se despidió de la Virgen en Covadonga con una Misa en la Basílica con los sacerdotes, escolanía y empleados de Covadonga,y declaró a los periodistas que "siempre llevaré a la Virgen de Covadonga en el corazón".

Visita a los enfermos

Yo vi a más de un cura felicitarlo porque no se olvida nunca, cuando habla, de los enfermos y de los que sufren. Como obispo auxiliar, le tocóencargarse de los enfermos, incluidos los sacerdotes. Me comentaba un sacerdote que ha recibido sus visitas, que siemprelo esperaba con ganas, por su sentido del humor, su elegancia, su cercanía.

Padrenuestro

Lo volvió a recordar en la Misa de despedida a todos los ovetenses, que esta oración es una maravilla, porque nos la enseñó Jesucristo,pero también un programa de vida cristiana para ponerlo en práctica.

Secretos

El pectoral que le regalaron los curas asturianos con la cruz de la Victoria lo mandó a Roma para que se lo dieran a otro obispo más necesitado.

El que lleva ahora se lo regaló Benedicto XVI. El otro secreto es que, cuando pase un tiempo prudencial, mandará al Santuario de Covadonga el báculo que ayer le regalaron porque le parece que ese es el sitio donde debe estar.

Gente del pueblo

En la plaza de la Catedral, Carmina tiene los ojos llorosos. Mañana se va el obispo, don Raúl, para siempre, a otras tierras, a seguir dando vida con el evangelio.

-Se va, ¡Si, pero, todavía es tan joven que podía quedarse un poco más!

Se nos va, pero el sabe muy bien que cuando se aleje de Asturias, me cuenta Luis González Morán, un cura leonés, jubilado, estos seis años habrán sido una pausa. Al otro lado del Puerto Pajares, tendrá que seguir amando, hablando, consolando, con esa sencillez de castellano viejo, a su gente, en silencio, tercamente.