17.04.11

 

En un artículo publicado en Noticias de Guipúzkoa, el sacerdote Félix Azurmendi, que fue vicario general con Mons. Uriarte en la diócesis de San Sebastián, vuelve a retomar la cuestión del tema “Uriarte-Pagola” sobre el polémico libro “Jesús. Aproximación histórica” del teólogo vasco.

El P. Azurmendi se queja del secreto con el que, según él, se está llevando el proceso sobre el libro y su autor. Se pregunta si alguien está informando del asunto al consejo presbiteral y de arciprestes de la diócesis guipuzcoana. Que viene a ser lo mismo que pedirle al actual obispo, Mons. Munilla, que les diga algo a sus sacerdotes sobre lo que ocurre con Pagola. No sé si da por hecho que el obispo sabe cómo están las cosas, pero si es así, lo mismo se equivoca. Yo no sé ni quiero saber lo que sabe don José Ignacio en estos momentos, pero si el tema está en la Congregación para la Doctrina de la Fe, es absurdo que pidan al obispo de San Sebastián que diga nada, pues él es un espectador más de la acción de ese órgano del magisterio de la Iglesia, que suele actuar con bastante discrección. Tanta que fue este portal el que tuvo que informar de la retirada del nihil obstat de Mons. Uriarte a la versión corregida del libro de Pagola.

En todo caso, esa es una cuestión menor en el artículo del sacerdote vasco. Me interesan especialmente estos párrafos. Las negritas son mías:

 

¿Qué es lo que oculta y encierra esta desmesura? No somos ni indiferentes ni insensibles a los problemas eclesiales. Los obispos no debieran estar tranquilos con este “cisma” real en la Iglesia y en nuestras comunidades. Este “cisma” es el hecho que más está dañando a la comunión y a nuestra capacidad evangelizadora hoy. Negar este hecho es pretender cerrar los ojos a la realidad y autoengañarnos. En lugar de crecer en comunión, se alimenta la desunión.

Y

Hay una tercera dimensión que también está en juego: somos las personas que vivimos y sentimos nuestra fe en Jesús y nuestra pertenencia eclesial en sintonía con J. A. Pagola. Si es verdad que al libro de Pagola y, como afirman algunos, a Pagola mismo se le ha iniciado un proceso en la Congregación de la Doctrina de la Fe, estamos procesados con él miles de cristianas y cristianos: laicos, sacerdotes, religiosos, muchos teólogos y algunos obispos. Está también procesada una parte mayoritaria de nuestra Diócesis de San Sebastián. Se pueden sentir procesados los 80.000 que han comprado el libro, los miles y miles que le siguen semanalmente y quienes leen con entusiasmo cada nuevo libro que escribe. ¿No es esto una exageración y un disparate?

El P. Azurmendi tiene toda la razón. Existe un cisma profundo en el catolicismo. No es oficial pero no por ello es menos real. Y cuanto más pasa el tiempo, se agudiza más la separación entre los católicos de diferentes “sensibilidades". Entre otras razones, porque a lo que se llama sensibilidad no es otra cosa que una concepción distinta de lo que es la Iglesia y el papel que en la misma debe jugar el Magisterio, la jerarquía y el pueblo de Dios. Ante ese hecho, se puede intentar tapar el sol con un dedo, pero antes o después la comunión ficticia saltará en mil pedazos.

El sacerdote señala que si el libro de Pagola es, como muchos pensamos y como así lo señaló la comisión doctrinal de la CEE, contrario a la fe de la Iglesia, lo mismo cabe decir de todos aquellos que comparten sus tesis y su visión sobre la figura de Jesús. Y me parece evidente que quienes en algo tan fundamental como Cristo están fuera de la fe de la Iglesia, tienen su serio problema. Si se condena al libro, se condena a los que creen en su ortodoxia. Aunque, a decir verdad, yo creo que lo ideal sería hablar de correcciones a la obra de Pagola más que de condenas. La condena viene sólo si dichas correcciones no son aceptadas por el autor. Todo teólogo católico debe de aceptar que el magisterio tiene la última palabra sobre lo que escribe. Quien no entienda eso, no entiende qué significa ser católico, sin que con esto quiera decir que el ser católico consiste únicamente en aceptar el dictamen del magisterio de la Iglesia.

Dado que ha habido un conflicto evidente con la obra debido al nihil obstat concedido por Mons. Uriarte, se ha hecho necesaria la intervención de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Que para eso está. Hay un sector eclesial, al que sin duda está adscrito el P. Azurmedi, que desea una libertad total para que cada cual escriba o diga lo que le parezca oportuno:

Están también en juego los derechos humanos: el respeto a la libertad, fundamentalmente. ¿Quién puede impedir que un libro sea vendido y una persona sea escuchada? ¿La libertad religiosa, la libertad de pensamiento y de palabra, donde quedan en la Iglesia? ¿Se puede reclamar la libertad religiosa en la sociedad cuando no se respeta en el interior de la iglesia? ¿Cómo se puede privar a la sociedad y a la misma Iglesia leer lo que quiera?

Sinceramente, ¿tan complicado es de entender que un teólogo católico no puede escribir cosas contrarias a la doctrina católica? Antes del Concilio Vaticano II, Pío XII reclamó la existencia de la opinión pública dentro de la Iglesia. Pero lo hizo en los siguientes términos:

Finalmente, Nos querríamos todavía añadir una palabra referente a la opinión pública en el seno mismo de la Iglesia (naturalmente, en las materias dejadas a la libre discusión). Se extrañarán de esto solamente quienes no conocen a la Iglesia o quienes la conocen mal.

¿En qué cabeza cabe que la doctrina sobre Cristo está entre las materias dejadas a la libre discusión? ¿Da igual afirmar que Cristo, siendo Dios, tuvo siempre conciencia de su filiación divina y de su misión mesiánica que negarlo? ¿Es que da lo mismo afirmar que la plegaria eucarística de Cristo en la Santa Cena es un añadido de la liturgia cristiana posterior? ¿Se puede decir que Cristo no tuvo intención de formar un grupo organizado y jerárquico, de forma que lo que afirmado en la Constitución Dogmática Lumen Gentium del Concilio Vaticano II se vaya a hacer gárgaras? ¿Es que no tiene mayor importancia que la comisión para la doctrina de la fe de la CEE tenga razón en su nota sobre el libro de Pagola o no?

El P. Félix Asurmedi opta por esconderse detrás del lenguaje victimista tan típico del sector progresista de la Iglesia. Cada vez que el magisterio osa corregir a un teólogo de los suyos, sueltan el discursito de que a Cristo ya le condenaron los jerarcas de su tiempo y que hubo santos que estuvieron bajo las garras de la Inquisición. Así lo dice este sacerdote:

En este hecho oscuro, aparece asimismo el pecado de la Iglesia. Si no se detiene el proceso en curso y se le restituye a Pagola de todos los sufrimientos que se le han originado, un sector eclesial muy numeroso, mayoritario en Gipuzkoa, que nos sentimos procesados con Pagola, tenemos derecho a pensar que, en realidad, nos encontramos ante el pecado de la iglesia. Lo anunció Jesús: “Os llevarán a los tribunales y creerán que hacen un bien".

Pero lo que aquí nos jugamos no es quién condena a quién sino si unos profesan la fe católica en su integridad o no. Lo que está en juego es la fe que nos salva. Dice el P. Azurmendi:

Este asunto nos sitúa ante el problema del modelo de Iglesia. Estamos viviendo eclesiologías incompatibles entre sí. La eclesiología “oficial” vuelve a ser “neoexclusivista". Estamos viviendo un gran miedo al pluralismo, porque es percibido como una amenaza para la fe y la Iglesia. Éste es un callejón sin salida. Desde el miedo no se puede evangelizar La única salida válida, a mi modo de ver, es el diálogo, que ninguna posición eclesiológica se imponga a la otra, que ninguna posición teológica se imponga a las demás. Ahora no existe este diálogo.

Su tesis fue la sostenida por algunos emperadores durante la controversia arriana. Como les interesaba la paz eclesial, propusieron que se llegara a un acuerdo entre los que afirmaban que Cristo era Dios como el Padre es Dios y los que negaban la cosubstancialidad del Hijo con el Padre. Pero cuando se trata de la fe entregada una vez a los santos (Judas 1,3), no caben apaños ni componendas. No hay diálogo posible. La fe es la que es. Se acepta o se rechaza. Y quien la rechaza no puede tener lugar en la Iglesia, que tiene, entre otras, como característica esencial, “una sola fe” (Efe 4,5).

Lo de Pagola es sólo la punta del iceberg. Por más que insista en esto no será suficiente. Si estamos ante eclesiologías incompatibles entre sí. Si no compartimos la misma fe sobre Cristo. Si estamos en medio de un claro cisma, fruto de diferencias doctrinales de hondo calado, ¿a qué viene que compartamos la misma mesa eucarística?

La verdad nos hace libres. Siempre. Y aunque el cisma es una herida profunda en el Cuerpo de Cristo, aunque debe ser evitado de todas las formas posibles, es preferible estar separados que vivir en una comunión falsa que no refleja la verdad de las cosas. Ya habrá tiempo después de mantener los diálogos ecuménicos que sean menester para intentar recomponer lo que está separado. Pero no sostengamos la farsa de una unión plena que en realidad, es inexistente.

Luis Fernando Pérez Bustamante

PD: Hoy no pude seguir con la serie dominical sobre mis diálogos apologéticos con protestantes porque el foro de donde copio los debates está cerrado por razones técnicas.