20.04.11

 

Recientemente el padre José María Iraburu culminó su serie de post donde trata la cuestión del lefebvrismo y del filo-lefebvrismo. Una serie que en opinión de quien esto escribe, es una referencia obligada en lo que al tema se refiere, por lo cual con permiso previo del autor la he compaginado en un pequeño libro que se encuentra disponible para descarga en formato PDF:

Filo-lefebvrianos, por José María Iraburu – Descarga los 7 artículos en formato PDF

Algo que definitivamente me llamó la atención, es que en la abundante serie de comentarios que los post recibieron, se repetía de manera insistente y casi machacona la pregunta de por qué era necesario tratar el tema si había muchos de mayor importancia. Otras preguntas iban orientadas a la oportunidad o momento de la publicación de los artículos. ¿Por qué precisamente ahora? ¿Por qué no hace dos años? ¿Por qué no el que está por venir?. Otros ya dejaban volar su imaginación alucinando complots maquiavélicos para atacar a los lefebvristas.

No pretendo especular sobre las razones por las cuales algún blogger decide tratar algún tema en particular (Generalmente nos enteramos de que tenía proyectado escribir algo cuando publica y no antes). Pero si me parece oportuno reflexionar sobre las razones por la cuales a mi si me parece importante tratar este tema.

Síntomas de una enfermedad

Hace unos cuantos años presencié vía correo electrónica una acalorada discusión entre dos amigos católicos. Hasta ese momento habían sido buenos amigos; pero sorpresivamente uno de ellos acusaba al otro de caer en “sedevacantismo”. No llegué a leer todo el debate pero era cierto que la parte acusada había rechazando abiertamente el Concilio Vaticano II. Y si digo rechazado al Concilio es porque recuerdo claramente que no se trataba de una controversia teológica sobre la forma de interpretar algún texto en particular, sino del Concilio mismo: los textos conciliares los había calificado de heréticos y contradictorios con el Magisterio anterior.

En esa ocasión no le di mucha importancia al asunto. No hacía falta tampoco tratar el asunto, pues ¿Qué había que tratar? Se trataba de un Concilio Ecuménico, por lo que cualquier apología para defender su validez ante personas que se profesaban católicas me parecía una obviedad.

En lo sucesivo recuerdo que varios amigos apologetas me comentaron haber tenido discusiones similares, y en todas esas ocasiones pensé lo mismo: Bastaría recordarles que es un Concilio Ecuménico y caso cerrado.

Mucho más urgentes y de una magnitud muy superior son los errores del protestantismo, que día a día contaminan y sacan de la Iglesia a tantos católicos poco formados. Combatir los errores del protestantismo ayuda incluso combatir los errores del progresismo, porque este básicamente comparte en mayor o menor grado alguna ideología protestante, por lo que la vacuna contra uno sirve en cierto modo para el otro.

Saltan las alarmas

Pero mi indiferencia a la cuestión lefebvriana cambió a comienzos del año 2010 cuando publiqué un artículo donde el padre José Antonio Fortea hacía una apología al Concilio Vaticano II, post que coloqué realmente como un complemento mientras tomaba el tiempo para escribir algo mi propia cosecha. Al post en cuestión surgieron en diversos sitios un cúmulo de reacciones agresivas y hostiles contra el sacerdote, que iban desde simplemente llamarle “ignorante” hasta insinuar que estaba “poseso”.

Esta inusual agresividad no me pareció normal, sobre todo cuando se trataba de una inocua apología de un Concilio Ecuménico. En aquella ocasión decidí hacer un post con un título algo provocador que sirviera así de una especie de “termómetro” que me permitiera evaluar la magnitud del problema:

¡Viva el Concilio Vaticano II!….. ¡¿Y?!

Y al mismo tiempo compartir una breve apología del tema:

Apología del Concilio Vaticano II

Y a cada uno de esos post se evidenciaban en los comentarios los síntomas de la misma enfermedad que no era en el fondo sino el mismo problema que aquejaba el protestantismo:

El problema fundamental del lefebvrismo

Después de todo, tanto protestantes como lefebvristas intentan imponer el propio juicio al del Magisterio, y terminan adoleciendo en mayor o menor grado de una comprensión imperfecta de la Tradición que rechaza el armónico desarrollo de la doctrina cristiana:

La doctrina cristiana ¿Desarrollo o evolución?

A este respecto comenta el conocido apologeta Dave Armstrong en su libro “Meditaciones sobre el tradicionalismo”:

“Los “Tradicionalistas” [lefebvristas] son más cismáticos y culpables que Lutero y Calvino, en algunos aspectos, porque, como católicos conocen mejor los dogmas tanto de la infalibilidad papal y conciliar, de los cuales hay mucha más certeza ahora que en 1521 - el primero de ellos se definió en 1870… Lutero, por lo tanto, podía disentir con fuerza de la tradición católica aunque técnicamente no desobedecer un dogma definido. Los “Tradicionalistas” no tienen tales excusas (y que es tenue, incluso en el caso de Lutero).

Los “tradicionalistas” [lefebvristas] no suelen pensar de forma muy diferente de Martín Lutero en la Dieta de Worms en 1521. Todos los ingredientes primarios están presentes: la duda constante, la creencia de que la Iglesia puede realmente ser encerrado en un cautiverio Babilónico, el despreciar la autoridad, desobediencia a los superiores, un escepticismo casi cínico, un escepticismo pesimista en la promesa de Dios para proteger a su iglesia de error, hiper-racionalismo, una mentalidad sectaria y cuasi-cismática, adopción selectiva de la autoridad y decretos del Magisterio, con el criterio final de una opinión privada. Este no es el espíritu católico. ¿Por qué incluso tienen carácter vinculante en absoluto, si la gente se niega a reconocerlo, y viven constantemente bajo ella? Ese nunca fue el plan de Dios”
.

Enfermedad extendida

Preocupaba también observar que el problema no se limitaba a un conjunto de comentaristas refunfuñones que aparecían en algunos blogs en posts relacionados al CVII. La problemática se estaba extendiendo a numerosos sitios Webs católicos, al punto que recibí correos de varios lectores preocupados respecto a cómo esta ideología estaba siendo difundida en el foro católico más importante de la Web por algunos de sus moderadores. Habían llegado al extremo de referirse a Roma como “Babilonia”, e intentaban de manera ya ni siquiera solapada de transmitir una imagen del Papa como un gobernante pusilánime y nefasto:

El padre Julio Meinvielle y su hipótesis del “Papa pusilánime”

Foros de Catholic.net - ¿Roma es la Nueva Babilonia?

Carta abierta a la nueva dirección de Catholic.net

Ante un problema de esta magnitud quedarse de brazos cruzados hubiese sido una enorme negligencia. Es cierto que hay otros problemas mucho más graves, pero la existencia de un problema mayor nunca debe ser excusa para no tratar otro que según todos sus síntomas pica y se extiende. De esto también advierte Dave Armstrong:

“Considero la influencia tradicionalista [lefebvrista] tan peligrosa como el modernismo (aunque obviamente no en número de adherentes), sino incluso más, porque muchos tradicionalistas [lefebvristas] están recubiertos de una apariencia de ortodoxia, y aparecen como devotos católicos llenos de fe (sinceramente, lo concedo), y aún así sin embargo ellos esparcen el veneno de la desobediencia a la autoridad de la Iglesia, de la misma manera que Lutero y todos los cismáticos y herejes de la historia. El hecho de que estos tradicionalistas puedan aparecer como católicos perfectamente ortodoxos, hace de ellos mucho más peligrosos, ya que todo error tiene un elemento de verdad en él con el propósito de engañar a los ingenuos y desinformados (hablo en sentido de la guerra diabólica espiritual, no de los motivos personales de consciencia). Muchos católicos pueden fácilmente comprender la locura y la insipidez de tonterías modernistas pero no pueden tan rápidamente discernir los errores de los “tradicionalistas”, los cuales son mucho más sutiles, complejos y ambiguos

Ejemplos los vemos a diario: Si aparece algún “teólogo” negando la divinidad de Cristo, apoyando el aborto, el matrimonio gay, negando la infalibilidad Papal, no hace falta un doctorado en teología para saber que no anda bien, pero si vemos a otros citando encíclicas y documentos eclesiales al dedillo (de la misma manera que hacen los protestantes con la Biblia) quizá no podremos detectar donde se encuentra el error con la misma facilidad que en los casos anteriores. En conversaciones que he tenido con amigos católicos que ha sido expuestos a esta ideología, aún estando bien formados, he tenido que detenerme a explicarles por qué Roma no es “Babilonia” ni ha perdido la fe ni es la sede del anticristo. Pero en cambio estoy 100% seguro que no tendría que invertir un minuto de tiempo explicándoles que en la Santa Misa no se debe jugar football.

Urgía un antídoto

En este contexto, no hace falta explicar la necesidad de tratar el asunto. Urgía tocar todos aquellos puntos donde con machacona insistencia los lefebvristas y filo-lefebvristas arremeten contra el Magisterio apuntando a la hermenéutica de la ruptura. Algunos de esos puntos que en su momento traté son:

¿Qué debemos entender por libertad religiosa según el Magisterio de la Iglesia Católica?

El Ecumenismo y el Concilio Vaticano II

Es aquí donde los artículos del padre Iraburu no han podido ser más oportunos y considero eran realmente necesarios. Por supuesto, que no todas las medicinas suelen ser del agrado del que la toma; algunas veces tienen un sabor amargo, otras veces, como en el caso de algunas vacunas, producen algún tipo de “calentura”, pero aún así es necesario tomarlas.

Era de esperar también que algunos se sintieran aludidos o retratados, aunque lo que se cuestione no es la persona sino la ideología. En cuyo caso si es así deben tomar en cuenta que si ellos abogan para sí el derecho de criticar duramente al Papa, los obispos y concilios, deben estar dispuestos también a recibir críticas, máximo si son constructivas.

Para finalizar reitero mi recomendación a descargar el breve libro que he armado con las intervenciones del blog del padre Iraburu sobre el tema, al mismo tiempo de volver a poner sobre la palestra el resto de post donde he tratado el asunto.