29.04.11

Juan Pablo II

Para muchos católicos Juan Pablo II fue un Papa del que tienen un recuerdo no muy profundo porque la edad de los mismos (pongamos entre 15 y 20 años) cuando murió se encontraban en la edad en la que, salvo honradas excepciones, la fe que se recibió se encuentra en una situación de “parada técnica” y se encuentra, más o menos, en el limbo y sin saber qué fue de ella o qué será el porvenir de la creencia.

Sin embargo, para muchos otros católicos el Papa que viniera del otro lado del telón de acero significa mucho.

El que esto escribe se remonta, ahora mismo, al mes de noviembre de 1982. Hace casi 20 años, el 8 de noviembre de aquel año.

Esperábamos desde hacía unas cuantas horas en La Alameda de Valencia, que era el lugar escogido (por sus dimensiones) para acoger la ordenación sacerdotal que se había previsto para entonces. Y, entre las aclamaciones que se puede imaginar cualquiera, el Papa-móvil (usado desde que el 13 de mayo de 1981 Ali Agca tratara de llevarlo a la Casa del Padre antes de tiempo) pasó de donde estábamos nosotros y la figura del entonces muy joven Juan Pablo II pareció más grande de lo que físicamente era

Es más que probable que los recuerdos que tenemos los mejoremos con lo que ha podido pasar desde que pasó lo que traemos a la memoria pero, sin duda alguna, Juan Pablo II es el Papa de la vida de muchos católicos y una persona que nunca olvidaremos por mucho que intenten echar suciedad sobre su persona o sobre su gestión. Pero esto, el mejor recuerdo, sólo puede hacerse efectivo si quien lo origina ha dejado una huella destacable en nuestras vidas. Y tal es el caso de Juan Pablo II que, con su hacer de Pastor de la Iglesia de Cristo y su bondadosa entrega a los demás, ha sabido hacerse imprescindible en muchos corazones.

Seguramente se vería reflejado el Siervo de Dios Juan Pablo II en lo escrito por S. Juan de la Cruz, de quien Juan Pablo II tanto aprendió (Él mismo, en su Carta Apostólica “Maestro en la Fe”, 14 de diciembre de 1990, escrita con motivo IV centenario de la muerte de san Juan de la Cruz, dejó dicho que “Desde los primeros años de mi formación sacerdotal encontré en él un guía seguro en los senderos de la fe”): Olvido de lo criado,/memoria del Criador,/atención a lo interior,/y estarse amando al Amado.

Y tal persona va a ser beatificada el 1 de mayo porque lo merece y porque lo queremos los católicos. Antes habrá habido una Vigilia de preparación en el Circo Máximo el día 30 de abril, a las 20:00 h. y, por último, el día 2 de mayo se dará gracias a Dios por la beatificación con una Santa Misa en la misma Plaza de San Pedro.

Juan Pablo II

A este respecto no podemos olvidar que en el mismo funeral se pidió aquello de “Santo Subito” porque muchos católicos reconocían, ya, lo que el tiempo acabará por reconocer: Juan Pablo II merecer ser llamado “santo” porque santo fue su pontificado y santo su quehacer. Sin embargo, los católicos sabemos esperar a que se cumplan, digamos, los “trámites” establecidos. Y es sólo cuestión de tiempo que veamos otra ceremonia en la que Karol Wojtyla sea elevado al peldaño más alto que el ser humano puede alcanzar en el definitivo reino de Dios: santo del Creador, ejemplo a seguir, camino trazado en el corazón del mundo.

Y ya para terminar (en un hasta siempre y en un hasta luego), no me resisto a traer aquí la Oración para implorar favores por intercesión del Siervo de Dios, el Papa Juan Pablo II, porque me parece una forma inmejorable de terminar esta corta y merecida serie de cuatro artículos.

Dice lo siguiente:

Oh Trinidad Santa,

Te damos gracias por haber concedido a la Iglesia al Papa Juan Pablo II y porque en él has reflejado la ternura de Tu paternidad, la gloria de la cruz de Cristo y el esplendor del Espíritu de amor.

Él, confiando totalmente en tu infinita misericordia y en la maternal intercesión de María, nos ha mostrado una imagen viva de Jesús Buen Pastor, indicándonos la santidad, alto grado de la vida cristiana ordinaria, como camino para alcanzar la comunión eterna Contigo.

Concédenos, por su intercesión, y si es Tu voluntad, el favor que imploramos, con la esperanza de que sea pronto incluido en el número de tus santos.

Amén.

Y así que sea siempre, siempre, siempre.

¡Alabado sea Dios por suscitar, entre nosotros, testigos como el beato Juan Pablo II!

Eleuterio Fernández Guzmán