La octava o la resaca de la gran fiesta del Papa-beato

Cardenal Bertone: “Juan Pablo II supo dar a la Iglesia proyección mundial y autoridad moral”

El nuevo beato consigue el milagro de un “subidón” de autoestima en los católicos del mundo

José Manuel Vidal, 02 de mayo de 2011 a las 12:22

(José Manuel Vidal, Roma).- Sigue allí, en pleno centro de de la fachada de San Pedro. Mira sonriente a sus "Papa boys", que lo continúan festejando en la primera misa de acción de gracias por su elevación a los altares. Sonriente, desde el enorme tapiz, el beato Juan Pablo II inspira confianza a los suyos y, con su gesto, les vuelve a susurrar que no tengan miedo y que, como reza el gran cartel de la izquierda de la Plaza, "abran de par en par las puertas a Cristo". No hay santo sin octava, como dice el refrán español, y los fans del Papa Wojtyla alargan la resaca de la gran fiesta de ayer.

Y siguen siendo muchos. Evidentemente no tantos como el millón y medio de ayer, según las autoridades de Roma, pero la plaza vuelve a estar llena. Sobre todo de polacos, que celebran el orgullo de "su" Papa. Misa de octava a lo grande, presidida por el número dos y Secretario de Estado del vaticano, cardenal Tarcisio Bertone.

Y como Roma habla por símbolos, tampoco hoy faltaron. Tras el tapiz presidiendo, la reliquia en forma de ramos de olivo entrelazados y que contiene la ampolla con la sangre de Juan Pablo II. Y, para introducir la ceremonia, el eterno secretario personal del Papa polaco, hoy cardenal de Cracovia, Estanislao Dziwisz.

Su mano derecha durante décadas, al que algunos llamaban el "vicepapa" y que ejerció como tal, sobre todo en los últimos años del pontificado wojtyliano, estaba radiante y orgulloso. Por él, por Polonia y por la propia Iglesia, que nos ha concedido "un don demasiado grande". Y muy agradecido a Benedicto XVI, que elevó a los altares al "apóstol de la verdad", al Papa que "hace 30 años derramó su sangre en esta misma plaza". Agradeciéndole, sobre todo, que hubiese hecho una excepción en las reglas de la Iglesia sobre los santos, dejándose guiar por una regla infalible: el "sensus fidelium". Porque, en la Iglesia católica, la voz del pueblo es la voz de Dios.

Por su parte, el cardenal Bertone, mano derecha y hombre de absoluta confianza del Papa actual, Benedicto XVI, aprovechó la homilía para aportar unas cuantas claves del evento planetario de ayer. O mejor, dicho, para hacer una reivindicación en toda regla del Papa Wojtyla y de su pontificado.

Bertone destacó las grandes virtudes del Papa Magno. Sobre todo las espirituales. Le definió, ante todo, como un hombre que vivió "una vida iluminada por el Evangelio" y, a la luz del Evangelio, "leía la historia de la Humanidad".
De la vivencia del Evangelio brotaba su fe, la fe de un hombre que "vivía de Dios", asi como su capacidad íntima de unión con Dios a través de la oración. Una oración "abierta al mundo".

De la fe y de la oración sacaba fuerzas el Papa beato "para su defensa del ser humano" y "de la paz del mundo y de la pacífica convivencia de las naciones". El Papa de los derechos humanos y, sobre todo, el Papa de la paz. Un Papa "enamorado desu misión". Un Papa "testigo creíble y transparente".

Y un Papa así tuvo que tener, a la fuerza, un pontificado extraordinario. Un pontificado en el que, según Bertone, enseñó a los católicos a seguir a Cristo "sin complejos ni miedos", "con valor y con coherencia", intentando llevar "las bienaventuranzas a la vida diaria".

Un Papa líder humano y espiritual. En su primera faceta, Bertone reconoció que "supo dar a la Iglesia proyección mundial y autoridad moral". Como hombre de Dios, la dotó "de una visión espiritual" y la lanzó a la "nueva evangelización", al diálogo interreligioso y a conectar con la juventud.

En definitiva, ante un Papa así, ante "un hombre tan verdadero y tan coherente", la Iglesia exulta de alegría y canta al Señor "por el donde este gran Papa, guía de la Iglesia entre dos milenios" y "hombre de fe, que vivió para Dios".

Y en San Pedro, las campanas tocan a gloria en el día del Papa beato planetario y, por lo tanto, ya de hecho santo. Y vuelven a sonar las salvas atronadoras de los aplausos y vivas al Papa que, seis años después de muerto, consiguió el milagro de volver a provocar un "subidón" de autoestima en los católicos de todo el mundo.