2.05.11

Algún que otro puntapié laicista

A las 12:19 AM, por Eleuterio
Categorías : General, Sujetos activos contra la fe
 

Es bien conocido por todos que en España hay, en general, dos tipos de personas: aquellas que creen que la Iglesia católica es importante para el devenir social y aquellas que la odian con todas sus fuerzas y, en cuanto pueden, le endiñan un puntapié y se quedan tan frescos.

Suelen utilizar, siempre, la misma retahíla, a modo de mantra, para hacerse entender. Se resume en: la Iglesia católica es muy mala, mala, mala, pero requetemala y negativa para la sociedad.

Francamente, uno podría cansarse de traer, siempre, a colación, el mismo artículo de la, aún, Constitución vigente en España que no es otro que el apartado 3 del artículo 16. Pero, como parece que se hace necesario, pues ahí va:

Ninguna confesión tendrá carácter estatal. Los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española y mantendrán las consiguientes relaciones de cooperación con la Iglesia Católica y las demás confesiones.

Ya está. Parece sencillo de entender: existe una creencia mayoritaria en España que es la católica y, por eso mismo, es imposible que los poderes públicos no tengan en cuenta a las personas que pagan sus impuestos y que, además, tienen unas determinadas creencias. Eso debería ser fácil de llevar a la parte del cerebro que reconoce las cosas como son no ser que se sea muy totalitario, excluyente y, en fin, hijo del Mal.

Pues parece que no y que tenemos que volver a leer, otra vez, lo mismo.

Estos son los datos:

-Lugar de aparición: “El Plural”, de Sopena.
-Autor del engendro: Arturo González.

Lo que dice, en resumidas cuentas, es lo de siempre. Él atribuye su pensamiento a muchas, muchísimas personas en España. Sin embargo, en realidad, quien habla es el odio y el laicismo. Y así lo hace: no está de acuerdo con

-La “financiación” que la Iglesia recibe del Estado. A este respecto dice algo muy gracioso y es que sería importante que la Iglesia se sostuviera con las “aportaciones de sus fieles”. Eso estaría muy bien si hicieran lo mismo los sindicatos y los partidos políticos y, además, si los sindicatos y los partidos políticos aportaran lo que la Iglesia católica aporta a la sociedad, también económicamente hablando por las aportaciones de todo tipo que hace. Pero eso, claro, no importa ni conviene mencionarlo.

-La enseñanza de Religión Católica de la que dice que es “agobiante” cuando es más que conocido que es relegada, cuando no olvidada (y tengo pruebas personales y directas de eso) de la enseñanza.

-La participación en actos oficiales (dice en “todo” cuando esto es falso de toda falsedad) de curas, capellanes, obispos o cardenales. Véase, a este respecto y en todo caso, el apartado citado del artículo citado arriba.

-Las festividades religiosas. Que pruebe, el susodicho individuo laicista a quitar, por ejemplo, la Semana Santa o la Navidad y verá el susto que se lleva y, a lo mejor, le sirve para centrarse un poco en la verdad de las cosas.

-El hecho de que la Iglesia católica, al parecer, “trata de imponer las creencias religiosas”. ¿Cuándo y dónde la Iglesia católica trata de imponer nada? Esto no lo dice, claro, porque es falso, también, de toda falsedad.

¿A qué conclusión llega esta persona que es el exponente de determinado “pensamiento” progre?

Pues lo arregla con la denuncia del Concordado de 1953 y los Acuerdos habidos en 1976.

Y en esto tiene razón porque, en efecto, sería la Iglesia católica la que tendría que denunciar tales Acuerdos por el incumplimiento, por ejemplo, de lo relativo a la asignatura de Religión católica. Eso sí que estarían pero que muy bien.

Tengo que decir, después de todo esto, que hay algo más en lo que se equivoca el autor del artículo aquí traído y que es básico y elemental para todo esto. Dice que hay temor a perder “millones de votos católicos” si se actúa contra el catolicismo. Pues debería saber, por si no lo sabe, que muchos de los tales millones de votos católicos se han entregado, de hoz y coz, al mundo y que, por eso mismo, les importa bien poco que los partidos a los que votan apoyen, por ejemplo, el aborto o Educación para la Ciudadanía. Están a otra cosa, a bien con lo que viven y, para que no se note demasiado que existen miran para otro lado cuando acuden ante la urna a depositar el voto. Ni siquiera se tapan la nariz para hacer tal cosa porque ya la tienen obstruida con tanta podredumbre que admiten y siguen.

Tal es la realidad, obtuso pensador “plural”.

Eleuterio Fernández Guzmán