3.05.11

¡Tamayazo!

A las 12:11 AM, por Eleuterio
Categorías : General, Sujetos activos contra la fe
 

En su nido preferido donde lo acogen (“El País”) como a un hijo, el pseudocatólico y supuestamente creyente Juan José Tamayo ha tenido que volver a meter la extremidad el día más inoportuno: el de la celebración de la Vigilia de la Beatificación de Juan Pablo II. Y esto es lógico, porque lo odia a muerte y así realizaba su particular vigilia negra.

Hay que reconocer que la disidencia en la Iglesia católica es, además de patética y quiero-pero-no-puedo, poco graciosa. Dan pena porque, al fin y al cabo, son como los que saben que nada pueden hacer para imponer lo que creen pero hay están, dando sosa al mundo.

Da la impresión de que no son capaces de entender las señales que los creyentes les enviamos. Cuando en el funeral por el ya beato Juan Pablo II Papa se mostraron pancartas con aquel “Santo Súbito” quedaba meridianamente claro lo que querían los allí presentes y, con ellos, muchos millones de católicos que en el mundo somos. No había duda alguna.

Es bien cierto, por otra parte, que la Iglesia católica no actúa a tontas y a locas (que es lo que hacen algunos criticando lo que hace la Esposa de Cristo) sino que sigue, en todos los casos, unos procedimientos establecidos y que aquel de pasar de la tumba a ocupar el Libro de los Santos de forma inmediata hace tiempo que terminó. A lo mejor, según los casos, no tenía que haber terminado pero como las cosas son así… pues así son.

Pues bien, lo que entonces muchos sostuvieron es lo que ahora mismo, el pasado 1 de mayo, se está cumpliendo. Y como que Dios es Dios y es Eterno y es Misericordioso y es Único, a no mucho tardar el beato Juan Pablo II Papa será San Juan Pablo II Papa o sólo San Juan Pablo II que tanto da.

Ciertamente, esto les molesta mucho a los progres que, por desgracia, dentro de la Iglesia católica pululan. Aquí no valen ni medias tintas ni tintas medias: aquellos que se muestran de una forma tan furibunda en contra de lo que hace la Iglesia católica, de la doctrina que emana de ella, de sus beatos y santos y de sus Santos Padres mejor estarían en otra parte. Al menos así no sembrarían cizaña que, como deberían saber, algún día (para eso está el Tribunal de Dios) será cortada y echada al fuego. Pero mientras estén entre nosotros, lo mejor es dejar las cosas claras y decir lo que conviene decir para bien de los que seguimos lo que dicen nuestros pastores, nuestra jerarquía y todo lo que emane de unos y otros.

Pues bien, resulta que a Juan José Tamayo, gran preboste progre de la Iglesia católica española y gran zascandil de la contra eclesial, no le ha venido nada bien la beatificación del Papa polaco. A mí, con franqueza, me importa un bledo, un pito y una gaita lo que pueda decir este iluminado señor pero lo que no puede ser es que miremos para otro lado porque de actuar así, merecemos todo lo que nos pase.

Dice que “Desde su anuncio, esta beatificación ha causado malestar y sorpresa en importantes sectores de la Iglesia católica”. ¡Menos lobos, Caperucita! Que para cuatro que sois…

Según Tamayo, no poco de lo que hizo el beato Juan Pablo II Papa no fue ejemplar, o sea, ejemplo a seguir. Y dice que se refiere “a su manera autoritaria de conducir la Iglesia, a su rigorismo moral, el trato represivo dado a los teólogos y las teólogas que disentían del Magisterio eclesiástico -muchos de los cuales fueron expulsados de sus cátedras y sus obras sometidas a censura-“ porque le toca, muy personalmente, que el Papa venido del otro lado del telón de acero no fuera mundano ni se aviniese a las maldades que en muchos proliferan contra la Iglesia católica y, como era de esperar en una persona de recia y recta fe, pusiera las cosas en su sitio acerca de determinadas personas que, Tamayo ad exemplum, se han dedicado y dedican a ser los perejiles de todas las salsas anticatólicas.

Y, como mucho de lo escrito por el mandamás de los progres católicos españoles, es pura escoria espiritual, baste esto para demostrar lo que el odio puede llegar a hacer:

Si no hubiera sido por Juan Pablo II, Joseph Ratzinger sería hoy un arzobispo emérito sin relevancia alguna. Pero quiso el destino que el papa polaco llamara al arzobispo alemán a su lado y le nombrara Inquisidor de la Fe, para que la vida del cardenal Ratzinger diera un giro copernicano. Durante casi un cuarto de siglo fue el funcionario más poderoso de la curia romana por cuyas manos pasaban los asuntos más importantes del orbe católico, desde el control de la doctrina hasta los casos de pederastia sobre los que decretó el más absoluto secreto, imponiendo a víctimas y verdugos un silencio que le convirtieron en cómplice y encubridor de delitos horrendos contra personas indefensas.

Cualquiera que tenga dos dedos de frente puede decir mucho de este párrafo. Por ejemplo, que es acusador sin pruebas (y eso debería tener alguna consecuencia) o que muestra una ceguera notable al decir que Joseph Ratzinger no hubiera sido nadie de no haber sido nombrado Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe. ¡Claro!, como que, para entonces, el cardenal alemán era un desconocido en la Iglesia católica cuando, al contrario, era un teólogo (y es) al que nunca llegará Tamayo en siete vidas que pudiera vivir ni a la suela de los zapatos que lleve puestos el ahora Papa.

En fin… me parece suficiente. Ha sido, lo de Tamayo, un ¡Tamayazo! en toda regla. Inútil, en verdad pero ¿A que mueve a decir algo?

Eleuterio Fernández Guzmán