4.05.11

!El que faltaba¡: ahora Hans Küng

A las 1:17 AM, por Eleuterio
Categorías : General, Sujetos activos contra la fe
 

Da la impresión de que la beatificación ha sido lo mejor que ha podido hacer Benedicto XVI y, también, lo mejor que le ha podido suceder a la Iglesia católica.

Cualquiera diría que esto lo diga alguien como el que esto escribe no es nada nuevo. Y así es.

Esto lo digo porque si han sido algunos los que han despotricado en contra de la beatificación del Papa polaco y estos son los que se dicen católicos siéndolo, tan sólo, por haber recibido algún que otro Sacramento pero demostrando que están muy lejos de poder ser considerados de tal forma, que ahora salga el díscolo Hans Küng confirma, por si no era ya suficiente que, como dijo Pilato, lo hecho, hecho está. Y requetebién hecho.

¡Esto es una fiesta! Los anfitriones de la misma son individuos que se caracterizan por meter el dedo en el ojo de la Iglesia católica y hacer todo lo posible para sembrar cizaña y, si eso es posible, recoger alguna nuez después de haber sido ellos mismos los que han movido el árbol, zarandeándolo pero apartándose para que no les caiga ningún fruto en su dura cabeza.

Por otra parte, ni es pesado ni duro ni nada que se le parezca estar ojo avizor para ver quién mete la extremidad hasta el corbejón sin intención de sacarla y disimular mirando para otro lado como si la cosa no hubiera sido con ellos. Tiran la piedra pero, para su desgracia, no esconden la mano. Esto no lo hacen por valentía sino porque saben que poco pueden hacer con su actitud sino, en todo caso, que alguna vez se les devuelva la pedrada en forma de amonestación y, ¡Quién sabe!, de excomunión.

Por eso, a cada ataque debe respondérseles como se merecen que es no es de otra forma que diciendo lo que dicen para que se sepa, con toda claridad, que lo dicen y que no es un mero piar sin consecuencias. Al menos, es lo menos, que se les ponga en evidencia.

Ha dicho, por ejemplo, refiriéndose al beato Juan Pablo II, que ejerció “un magisterio autoritario con el que reprimió los Derechos Humanos de las mujeres y los teólogos“. Esto bien lo sabe, pero al revés, Hans Küng por lo abajo se podrá leer.

Y, claro, según lo dicho por el alemán díscolo, el ya beato fueintolerante e indispuesto al diálogo“. Y esto porque es evidente y claro que hay personas con las que no se debe, siquiera, dialogar cuando se les ha dado la oportunidad de rectificar los errores.

Pero lo es síntoma de estar desnortado es que diga que “¿El sucesor declara beato al antecesor? En Roma se actúa como en los tiempos de los césares, que sucesivamente proclamaban la divinidad del anterior emperador“. Y ante esto sólo cabe preguntar que cuánto tiempo hacía que no se hacía eso pero, sobre todo, que si existen, que sí, razones, para que tal realidad se haya producido aunque bien sabemos que eso, a Hans Küng le importa, aún menos, que la verdad.

¿Y dónde está el origen de tanta oposición, en general a la Iglesia católica y en particular al beato Juan Pablo II?

Pues en lo que sigue:

SAGRADA CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE
DECLARACIÓN SOBRE ALGUNOS PUNTOS DE LA DOCTRINA TEOLÓGICA
DEL PROFESOR HANS KÜNG

La Iglesia de Cristo ha recibido de Dios el mandato de guardar y tutelar el depósito de la fe para que, bajo la guía del Sagrado Magisterio que en la Iglesia hace las veces de la persona del mismo Cristo Maestro, el conjunto de los fieles se adhiera indefectiblemente, penetre más recta y profundamente y aplique de lleno a la vida la fe transmitida de una vez para siempre a los creyentes [1].

El Magisterio de la Iglesia a su vez, para cumplir este grave deber encomendado exclusivamente a él[2], se sirve de la obra de los teólogos, sobre todo de aquellos que, al recibir de la autoridad el oficio de enseñar en la Iglesia, quedan constituidos en cierto modo maestros de la verdad. Los teólogos, lo mismo que los cultivadores de otras ciencias, gozan de la legítima libertad científica en su investigación, pero dentro de los límites del método de la sagrada teología, procurando alcanzar a su modo el mismo propósito del Magisterio, es decir, guardar el sagrado depósito de la Revelación, penetrarlo más profundamente, exponerlo, enseñarlo, defenderlo: en otras palabras, iluminar con la luz de la verdad divina la vida de la Iglesia y de la humanidad [3].

Conviene por tanto que en la investigación y en la enseñanza de la doctrina católica aparezca clara siempre la fidelidad al Magisterio de la Iglesia, ya que a nadie le está permitido hacer teología si no es en unión con el oficio de enseñar la verdad que incumbe a la misma Iglesia [4]. Faltando esta fidelidad, se hace daño a todos los fieles que, obligados a confesar la fe que han recibido de Dios mediante la Iglesia, tienen el derecho sagrado de recibir la Palabra de Dios incontaminada y, en consecuencia, esperan que se les aleje, con cuidado, de los errores que les amenazan [5].

Por consiguiente, cuando se dé el caso de que un maestro de las disciplinas sagradas escoge y difunde como norma de la verdad el propio criterio y no el sentir de la Iglesia y, no obstante haber usado con él todos los medios sugeridos por la caridad, continúa en su propósito, la misma honradez exige que la Iglesia ponga en evidencia tal comportamiento y establezca que ya no puede enseñar en virtud de la misión recibida de ella [6].

De hecho, esta misión canónica es testimonio de una confianza mutua: confianza de la competente autoridad eclesiástica hacia el teólogo que en su tarea de investigar y enseñar se comporta como teólogo católico; y confianza del mismo teólogo en la Iglesia y en la integridad de su doctrina, ya que por mandato de la Iglesia realiza su tarea.
Dado que algunos escritos del presbítero, profesor Hans Küng, difundidos en muchas naciones, y su doctrina son motivo de turbación en el ánimo de los fieles, los obispos de Alemania y la misma Congregación para la Doctrina de la Fe, de común acuerdo, le han aconsejado y amonestado varias veces para inducirlo a desarrollar su trabajo de teólogo en plena comunión con el auténtico Magisterio de la Iglesia.

Con este espíritu la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, cumpliendo su función de promover y tutelar la doctrina de la fe y de las costumbres en la Iglesia universal [7], declaró con documento público, del 15 de febrero de 1975, que algunas opiniones del profesor Hans Küng se oponen en mayor o menor grado a la doctrina de la Iglesia católica, que todos los fieles están obligados a mantener. Entre estas opiniones señaló, por su mayor importancia, aquellas que se refieren al dogma de la infalibilidad en la Iglesia y a la función de interpretar auténticamente el único sagrado depósito de la Palabra de Dios, encomendado exclusivamente al Magisterio vivo de la Iglesia, como también la opinión relativa a la válida consagración de la Eucaristía.

Al mismo tiempo esta Congregación amonestó a dicho profesor para que no continuara enseñando tales doctrinas, esperando que entre tanto él conformaría sus propias opiniones con la doctrina del Magisterio auténtico [8].

Pero hasta ahora no ha cambiado en nada las antedichas opiniones.
Esto se ve particularmente en lo que se refiere a la opinión que pone en duda el dogma de la infalibilidad en la Iglesia o lo reduce a una cierta indefectibilidad fundamental de la Iglesia en la verdad, sin excluir la posibilidad de errar en las doctrinas que el Magisterio de la Iglesia enseña que se han de sostener de manera definitiva. Sobre este punto Hans Küng no se ha conformado a la doctrina del Magisterio, más bien últimamente ha presentado con mayor claridad su opinión (especialmente en los escritos Kirche-gehalten in der Wahrhzeit?, Benzinger Verlag, 1979, y Zum Geleit, introducción a la obra de A. B. Hasler, titulado Wie der Papst unfehlbar wurde, Piper Verlag, 1979), aunque esta Sagrada Congregación no dejó de decir entonces que semejante afirmación contradice la doctrina definida en el Concilio Vaticano I y confirmada en el Concilio Vaticano II.

Además, las consecuencias de semejante opinión, singularmente el desprecio del Magisterio de la Iglesia, se encuentran también en otras obras publicadas por él, en detrimento sin duda de varios puntos esenciales de la fe católica (por ejemplo, los relativos a la consustancialidad de Cristo con el Padre y a la Santísima Virgen María), ya que se les atribuye un significado diverso del que les dio y les da la Iglesia.

La Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, al emanar el citado documento de 1975, desistió por entonces de ulteriores acciones en relación con las mencionadas opiniones del profesor Küng, suponiendo que él las abandonaría. Pero no pudiéndose mantener ya tal suposición, esta Sagrada Congregación se ve obligada a declarar ahora, cumpliendo con su cometido, que el profesor Hans Küng, en sus escritos, ha faltado a la integridad de la verdad de la fe católica, y por tanto que no puede ser considerado como teólogo católico y que no puede ejercer como tal el oficio de enseñar.

El Sumo Pontífice Juan Pablo II, durante la audiencia concedida al infrascrito Prefecto, ha aprobado esta Declaración, cuya preparación fue decidida en la asamblea ordinaria de esta Sagrada Congregación, y ha ordenado que se publique.

Dado en Roma, en la sede de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, el 15 de diciembre de 1979.

Cardenal Franjo SEPER,
Prefecto
Jérôme HAMER, o.p.,
arzobispo titular de Lorium,
Secretario

________________________________________
Notas
[1] Cf. Conc. Vatic. I, Const. dogm. Dei Filius, cap. IV, “De fide et ratione": DS 3018; Conc. Vatic. II, Const. dogm. Lumen gentium, 12.
[2] Cf. Conc. Vatic. II, Const. dogm. Dei Verbum, 10.
[3] Pablo VI, Disc. al Congreso Intern. de la Teología del Conc. Vatic II, 1 oct. 1966: AAS 58 (1979), páginas 493, 308.
[4] Cf. Juan Pablo II, Const. apost, Sapientia christiana, art. 70; Encicl. Redemptor hominis, 19: AAS 71 (1979), págs. 493. 308.
[5] Cf. Conc. Vatic. II, Const. dogm. Lumen gentium, 11 y 25; Pablo VI, Exhort. Apost. Quinque iam anni: AAS 63 (1971), págs. 99 y s.
[6] Cf. Sapientia christiana, tít. III, art.. 27, par. 1: AAS 71 (1979), pág. 483.
[7] Cf. “Motu proprio” Integrae servandae, 1, 3 y 4: AAS 57 (1965), pág. 954.
[8] Cf. AAS 67 (1975), págs. 203-204.”

Así, todo el texto… para que se sepa todo lo que se ha de saber.

Y ahora, quien tenga ojos para ver, que vea.

Eleuterio Fernández Guzmán