8.05.11

Biblia

Lc 24, 13-35. Lo reconocieron al partir el pan.

13 Aquel mismo día iban dos de ellos a un pueblo llamado Emaús, que distaba sesenta estadios de Jerusalén, 14 y conversaban entre sí sobre todo lo que había pasado. 15 Y sucedió que, mientras ellos conversaban y discutían, el mismo Jesús se acercó y siguió con ellos; 16 pero sus ojos estaban retenidos para que no le conocieran. 17 El les dijo: «¿De qué discutís entre vosotros mientras vais andando?» Ellos se pararon con aire entristecido.
18 Uno de ellos llamado Cleofás le respondió: «¿Eres tú el único residente en Jerusalén que no sabe las cosas que estos días han pasado en ella?» 19 El les dijo: «¿Qué cosas?» Ellos le dijeron: «Lo de Jesús el Nazoreo, que fue un profeta poderoso en obras y palabras delante de Dios y de todo el pueblo;20 cómo nuestros sumos sacerdotes y magistrados le condenaron a muerte y le crucificaron. 21 Nosotros esperábamos que sería él el que iba a librar a Israel; pero, con todas estas cosas, llevamos ya tres días desde que esto pasó.22 El caso es que algunas mujeres de las nuestras nos han sobresaltado, porque fueron de madrugada al sepulcro, 23 y, al no hallar su cuerpo, vinieron diciendo que hasta habían visto una aparición de ángeles, que decían que él vivía. 24 Fueron también algunos de los nuestros al sepulcro y lo hallaron tal como las mujeres habían dicho, pero a él no le vieron.»
25 El les dijo: «¡Oh insensatos y tardos de corazón para creer todo lo que dijeron los profetas! 26 ¿No era necesario que el Cristo padeciera eso y entrara así en su gloria?» 27 Y, empezando por Moisés y continuando por todos los profetas, les explicó lo que había sobre él en todas las Escrituras. 28 Al acercarse al pueblo a donde iban, él hizo ademán de seguir adelante.
29 Pero ellos le forzaron diciéndole: «Quédate con nosotros, porque atardece y el día ya ha declinado.» Y entró a quedarse con ellos. 30 Y sucedió que, cuando se puso a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo iba dando. 31 Entonces se les abrieron los ojos y le reconocieron, pero él desapareció de su lado. 32Se dijeron uno a otro: «¿No estaba ardiendo nuestro corazón dentro de nosotros cuando nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?» 33 Y, levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén y encontraron reunidos a los Once y a los que estaban con ellos, 34 que decían: «¡Es verdad! ¡El Señor ha resucitado y se ha aparecido a Simón!» 35 Ellos, por su parte, contaron lo que había pasado en el camino y cómo le habían conocido en la fracción del pan.

COMENTARIO

La Fe vista en persona

Los discípulos de Emaús eran, por eso mismo, discípulos y, además, de su pueblo. Y esto no es un trabalenguas ni se trata de ningún acertijo, según veremos.

Como discípulos habían vivido, junto al Maestro, unos momentos espirituales que tenían en su corazón y que les daban a entender que Jesús era quien decían muchos que era: el Mesías enviado por Dios para salvar al mundo. Tenían una fe que se sostenía en la presencia de la persona que le daba forma. Por eso dice que los que fueron al sepulcro “no le vieron”. Y lo dicen, seguro, con tristeza pero con demasiado apego a lo terreno.

Como seres humanos tenían una vida ajena a lo espiritual y, en cuanto ven que a Jesús lo acusan y lo matan, se van a seguir con sus vidas como si nada hubiera pasado. Por eso dicen que tienen como pasado lo que, en efecto, había pasado (vida de Jesús, crucifixión y muerte) pero que, en verdad, lo tenían casi como no puesto, es decir, como lo que nunca fue. Ellos no veían nada de nada.

Por eso Jesús les abre los ojos. Estaban cerrados ante los acontecimientos de salvación que se habían producido y tuvo que venir el Maestro a explicarles que en las Sagradas Escrituras estaba escrito lo que había pasado porque otros, profetas o el mismo Moisés, habían querido expresar sobre lo porvenir.

Tuvo que partir el pan para que lo reconocieran. Aquella cotidiana acción de quien bendice la comida y reparte entre los presentes aquel bien material (pero con profundo sentido espiritual) les hace ver que, en efecto, como decían sus corazones cuando les explicaba las Sagradas Escrituras, la persona que se les había unido en el camino de vuelta a Emaús (de vuelta y no retorno al inmediato pasado) era Jesús.

Y corrieron a Jesusalén a contar lo sucedido a los discípulos que, seguramente, estaban escondidos, como sabemos, por miedo a los judíos.

Vieron y creyeron. Mejor les hubiera ido si hubieran creído sin ver.

PRECES

Por todos aquellos que demandan pruebas de la existencia de Dios.

Roguemos al Señor.

Por todos aquellos que ni conociendo las Sagradas Escrituras reconocen a Jesucristo.

Roguemos al Señor.

ORACIÓN

Padre Dios; ayúdanos a hacer presente a Cristo en nuestro corazón.

Gracias, Señor, por poder transmitir esto.

El texto bíblico ha sido tomado de la Biblia de Jerusalén.
Eleuterio Fernández Guzmán