"El Dios de Israel no se ocupa de relojes sino de pobres"

"El único objetivo digno de la democracia es la justicia"

"La cultura moral en el mundo entero somete al capricho de los fuertes la vida de los débiles"

Santiago Agrelo, 17 de mayo de 2011 a las 09:22
 

(Santiago Agrelo, arzobispo de Tánger).- Supongo que soy de los que "sólo entienden del palo". Me confieso indigno de verme asociado a los apaleados que en la historia han sido, desde Abel el justo hasta la última víctima de la "cultura jurídica" aplicada en Libia, de la "cultura política" vigente en las fronteras de Europa, de la cultura moral que en el mundo entero somete al capricho de los fuertes la vida de los débiles.

Constato sin sorpresa que un ilustrado, hijo de "un mundo moderno secularizado", encierra ese mundo en la categoría de "aparato" y, de paso, devalúa a Dios hasta identificarlo con "el relojero que ha construido ese aparato, que funciona por sí mismo".

Un Dios relojero es una caricatura de Dios, y con esa caricatura la sabiduría pretende desplazar a Dios fuera del mundo: fuera de la política, del derecho, de la moral.
Pero el Dios de la revelación, por mucho que se intente falsear su imagen, no cabe en los trazos de una caricatura ilustrada.

El Dios de Israel no se ocupa de relojes sino de pobres. El de Israel es un Dios que "hace justicia al huérfano y a la viuda, y ama al forastero".

El Dios de Jesús de Nazaret, llegado el tiempo a su plenitud, no se hizo reloj para medirlo, sino que se hizo fuente de agua viva para sedientos, pan del cielo para hambrientos, luz para ciegos, libertad para cautivos, gracia para pecadores, resurrección para muertos.

El Dios de los discípulos de Jesús no es un relojero, sino un padre que busca hijos, un pastor que busca ovejas, un Dios que se ha hecho hombre para que lo roben los ladrones, lo besen las prostitutas, lo toquen endemoniados y enfermos, lo conozcan cercano y solidario los esclavos del pecado y de la muerte.

Y esta relación de Dios con el hombre, a huérfanos, viudas y forasteros, a sedientos, hambrientos, y ciegos, a cautivos, pecadores y muertos, los coloca en el centro de la política, del derecho y de la moral.

Y mientras eso sea así, los que "sólo entendemos del palo", seguiremos hablando de pobres, también a quienes sólo quisieran oírnos hablar de relojes.
El único objetivo digno de la democracia es la justicia.