23.05.11

Primeras comuniones

A las 10:43 PM, por Guillermo Juan Morado
Categorías : General

 

Recibir la primera comunión es, para un niño, un momento muy importante en su itinerario de iniciación cristiana. Un camino que comienza con el bautismo, que debería seguir con la confirmación y que tendría como cumbre la comunión. Lamentablemente, este proceso se ve alterado, ya que se suele posponer – sin que uno acabe de entender muy bien el motivo – la confirmación hasta los catorce años.

Pero no debo distraerme. Vayamos a lo que, de momento, tenemos. La primera comunión se prepara mediante una cuidadosa catequesis. Pero la catequesis ni empieza ni termina con la primera comunión. La catequesis es muy necesaria antes e, igualmente, después. Es muy fácil comprender que solo dos años de preparación para comulgar no proporcionan un armazón básico para adentrarse en el conocimiento y en la vivencia de la fe.

En lo que respecta a la celebración misma de la primera comunión, creo que debemos apostar por la sensatez. ¿Qué significa una “primera comunión”? Significa que, en el contexto de la celebración de la misa, normalmente el domingo o un día festivo, unos niños se acercan por vez primera a comulgar. Nada menos, pero tampoco nada más.

No hay un ritual de la primera comunión. Sí está prevista una mención en el canon de la misa. Sí está bien que ellos, los niños o sus padres, presentes las ofrendas. Sí está bien que se les tenga presentes en la oración de los fieles y en la homilía. Pero nada más o muy poco más. La primera comunión no es una fiesta de graduación. Lo esencial no tiene lugar “fuera”, sino “dentro”. No en el escenario externo, sino en el misterio de sus almas. Dios viene a ellos y ellos acogen a Dios, recibiendo el sacramento de la eucaristía.

Sería contraproducente montar un “show” o inventar a saber qué añadidos, cuanto no hay que montar nada. Hay que ayudar a que comulguen por primera vez y a que, con la ayuda de Dios, sigan haciéndolo a lo largo de sus vidas. Todo lo externo debe contribuir a lo interno; a que reciban al Señor en gracia, habiendo guardado el ayuno eucarístico y, sobre todo, sabiendo a quien reciben.

Tampoco la comunidad que celebra la fe – el domingo u otro día de fiesta – debería verse alterada por el hecho de que, en esa misa, comulguen unos niños. Lo esencial es el domingo, o la fiesta, no las primeras comuniones. Que se resalten algunos elementos es bueno. Que se haga del día del “Corpus”, o de la solemnidad que sea, el “día de las primeras comuniones” es, a mi modo de entender, desenfocar las cosas.

Los niños casi nunca son el problema. Ellos, pese a todo, tienen un alma sensible a la llamada de Jesucristo. Pero, a veces, quienes asisten a la celebración, no por mala fe, sino por falta de costumbre, pueden desenfocar las cosas.

Conviene tomar precauciones, según las circunstancias. En cualquier caso, hay medidas eficaces: consensuar previamente con los padres algunos asuntos básicos. Por ejemplo, evitando un enjambre de fotógrafos. También cabe, si se ve que hay “riesgo”, escalonar un poco las primeras comuniones, de modo que los eventuales “invitados” no prevalezcan sobre los asiduos asistentes a la santa misa.
En todo, verdad y prudencia; es decir, respeto al misterio que se celebra y perspicacia para que, sin herir a nadie, no se desvirtúen las cosas.

Guillermo Juan Morado.