Pide humildad a los gobernantes y considera que la veleidad es un mal argentino

El Cardenal Bergoglio afirma que la patria argentina no se cimentó con delirios de grandeza desafiantes

 

El arzobispo de Buenos Aires, cardenal Jorge Bergoglio, advirtió ayer que «la Patria no se cimentó con delirios de grandeza desafiantes», al presidir el Tedeum en la catedral de Buenos Aires con motivo de la celebración del aniversario de la Revolución de Mayo. El purpurado advirtió que «los maquillajes y vestidos del poder son una cáscara que llenan su vacío triste» y llamó a imitar a quienes «lucharon por la patria más allá de las diferencias».

26/05/11 11:19 AM


 

(Aica/InfoCatólica) El cardenal aseguró delante del jefe de gobierno porteño, Mauricio Macri, y otras autoridades que "desde el camino de 200 años, el día de hoy nos invita a despertar una vez más a la humildad, a la humildad de aceptar lo que podemos y somos. A tener la grandeza de compartir sin engaños ni apariencias porque no olvidemos que las ambiciones desmedidas sólo lograrán que el supuesto vencedor sea el rey de un desierto, de una tierra arrasada o el capataz de una propiedad foránea".

El prelado alabó a quienes “recurren a Jesús, aquel que los alivia, al abrazo tierno en el perdón o en la entrega solidaria de muchos que en las distintas actividades dan de la riqueza de sí”.

El primado argentino reclamó, además, “humildad” a los gobernantes y criticó la “veleidad” como un contravalor “que carece de toda propuesta”, y al que consideró “un mal argentino”.

Antes de finalizar la homilía, el cardenal Bergoglio invitó a los presentes en la catedral a rezar “desde el corazón” esta oración:

“Jesucristo Señor de la historia, danos la gracia de saber gozar de nuestra hermandad y amistad humilde que nos motive a construir juntos, porque nos sentimos hijos de tu Padre y Padre nuestro. Despierta nuestro corazón dormido en rivalidades y mezquindades, antes que sea tarde. Que no escuchemos con soberbia y ambición los miedos que nos vacían y ahuecan, sino que carguemos el yugo suave del compartir sin manipular, porque es un deber de justicia con nuestros hermanos, con nosotros mismos, y contigo.

“María de Luján, que te quedaste como Madre en nuestra tierra para que la sintamos como un don, y transmites la ternura de Dios con tu presencia, tus manos, tu silencio; escucha el gemido de tu pueblo por una “justicia largamente esperada”. Escucha el lamento silencioso de los que se destruyen porque no sienten la esperanza, de los que se esfuerzan a diario y les pagamos con sobras, de los que ya no tienen memoria de la ‘alegría de ser’”.

“Tu rostro nos dice que no hay agobio que nos hunda, porque mirando a tu hijo Jesús como tú lo miras, encontramos la paz hasta en los momentos más duros. Desde allí queremos recuperar la humildad que Él tanto nos enseñó, y que nos reaviva la confianza”.