31.05.11

 

Aunque soy y seré siempre madrileño con sangre cántabra, llevo una década viviendo con mi familia en tierras oscenses. Mis hijos, sobre todo la pequeña, son más fatos que otra cosa y la verdad es que estamos la mar de contentos viviendo aquí. La parroquia a la que pertenecemos es muy maja y mi mujer es una catequista valorada por nuestro párroco. Personalmete no estoy muy involucrado en las actividades diocesanas, pero tanto el actual obispo como el anterior saben de mi disponibilidad para colaborar en aquello que crean oportuno.

¿A qué viene esa presentación si el post va a tratar sobre el obispo de Lérida? Pues porque quiero que quede claro que en relación al conflicto por los Bienes de la Franja, se pueden ver los toros desde el lado oscense de la barrera sin necesidad de caer en el sectarismo -si, he dicho sectarismo- y la simplificación. Y me temo que eso es lo que ha ocurrido al juzgar la labor de Mons. Piris en este berenjenal. He procurado informarme bien de todos los aspectos del conflicto que afectan a la actuación don Joan. Así que creo que sé bien de lo que escribo.

Lo primero de todo, hay que recordar que no fue Mons. Piris quien empezó la feria. Es decir, no fue él quien se negó a acatar la voluntad de Roma manifestada en las diversas sentencias que la Santa Sede emitió sobre los Bienes. Tampoco fue él quien dispuso que el guirigay eclesial pasara al ámbito de la política y el de los tribunales civiles. Es decir, no es el prelado que se saltó el mandato que San Pablo dio a los cristianos en el capítulo 6 de la primera epístola a los Corintios. Muy al contrario, está sufriendo las consecuencias de las malas acciones de otros.

Antes de seguir adelante, quiero dejar bien clara mi postura sobre los Bienes. Es exactamente la misma que la de la Iglesia. Es decir, las obras deben ser devueltas a sus legítimos dueños, que son las parroquias de la diócesis de Barbastro-Monzón. Pero tengo clarísimo que no está en manos del actual obispo de Lérida lograr tal cosa. Está atado de pies y de manos. Ha manifestado su intención de que se cumpla lo dictaminado por Roma, pero a menos que la Santa Sede le envíe un batallón de la Guardia Suiza para, en una noche sin luna y tormentosa, entrar por las bravas en el Museo de Lleida y sacar a toda velocidad las piezas de arte religioso para llevarlas hacia la frontera aragonesa, no veo en qué manera se puede cumplir la voluntad de la Sede Apostólica.

En otras palabras, por más que Mons. Piris quiera que los Bienes regresen a Aragón, y él ya ha dicho en repetidas ocasiones que eso es lo que quiere, no tiene capacidad alguna de lograr que ocurra tal cosa. La Generalidad catalana se lo impide. Los tribunales, aunque van dando la razón a la diócesis oscense, no han dicho su última palabra.

Y aunque el cirio montado en relación a otras piezas pertenecientes a las parroquias de la diócesis de Huesca -vecina de la de Barbastro- es independiente del asunto de los Bienes de la Franja, la situación del obispo ilerdense es más o menos la misma. El problema lo ha heredado pero no está en sus manos la solución. Por tanto, no tiene sentido alguno la denuncia canónica que los alcaldes de los pueblos oscenses afectados han presentado ante Roma contra el obispo. Quien no puede hacer algo, no puede ser acusado de no hacer ese algo. Es puro sentido común.

Hoy el obispo ha mostrado su hartazgo ante lo que le toca vivir. Para los oscenses, es el Alí Babá que comanda a los cuarenta ladrones catalanes. Y para los catalanes, es el traidor que se somete a una potencia extranjera, Roma, y está dispuesto a devolver algo que ellos consideran suyo. Pues miren ustedes. Ni lo uno ni lo otro. Mons. Joan Piris es, sobre todo, víctima de los errores de sus antecesores en el cargo y de la falta de autoridad eclesial por parte de quien pudo haber zanjado esta batalla absurda hace ya muchos años.

¿Podría hacer algo más? ¿podría realizar algún gesto que demostrara aún más claramente que no quiere que los bienes sigan en Lérida? Sí, podría hacer todos los gestos a la galería que se quieran. Pero la solución, desgraciadamente, sólo puede llegar de los políticos o de los tribunales. O sea, tendrá que llegar de los tribunales, porque nadie puede esperar que los políticos que gobiernan Cataluña y Aragón vayan a ponerse de acuerdo. No lo hicieron ni cuando pertenecían al mismo partido político y no lo van a hacer ahora que pertenecen a partidos distintos.

Sería un detalle que mientras llega o no llega esa solución, todos los católicos -fieles, sacerdotes y obispos- dejáramos de amargar la existencia a don Joan.

Luis Fernando Pérez Bustamante

PD: Mañana empieza mi periodo vacacional. Por tanto, mi actividad en este blog se verá muy reducida.