31.05.11

¿Por qué soy católico? - Una respuesta para mi hijo…y para quien sea

A las 6:47 AM, por Eleuterio
Categorías : General, Sobre el autor, Muy personal
 

Tengo que decir que la pregunta que encabeza este artículo no es nada original. Antes otras personas se han preguntado lo mismo y se han respondido, haciéndolo para que pudiera servir a los demás, acerca de lo mismo.

Sin embargo, mi hijo mayor me ha preguntado, reiteradamente, la razón de por qué siempre me estoy dedicando a las cosas de Dios porque es lógico pensar que a ciertas edades se vean las cosas de otra manera muy distinta.

Por eso voy a responder, como buenamente pueda y con las luces que me dé el Espíritu Santo, a tal pregunta.

En su libro “Paradoja y misterio de la iglesia”, H. De Lubac dice, entre otras cosas que “Incluso los que la (iglesia) desprecian, si todavía admiten a Jesús, ¿saben de quién lo reciben? … Jesús está vivo para nosotros. Pero ¿en medio de qué arenas movedizas se habría perdido, no ya su memoria y su nombre, sino su influencia viva, la acción de su evangelio y la fe en su persona divina, sin la continuidad visible de su iglesia?… ‘Sin la iglesia, Cristo se evapora, se desmenuza, se anula’. ¿Y qué sería la humanidad privada de Cristo?

La Iglesia católica, pues, nos da a Jesucristo y, por tanto, la presencia de Cristo en la humanidad no se puede encontrar contra la Iglesia católica.

Así,es una razón poderosa, fuerte y, a la vez, conmovedora sostenerse en el Hijo de Dios, hermano nuestro, para saberse miembro, piedra vida, de lo que Él mismo creó entregándole las llaves a Pedro (“A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos”-Mt 16, 19- le dijo Jesús a Pedro antes de que al primer Papa le entrara Satanás y quisiera negar que pudiera pasar lo que Jesús le decía acerca de su prendimiento y muerte, cuando, al contrario, todo estaba establecido en el Plan de Dios).

Es Cristo quien nos reúne, en una verdadera fraternidad de Amor a los que estamos de acuerdo en que a través del Hijo de Dios, en el seno de su Esposa, conformamos nuestra vida según un mensaje dejado por Aquel que entregó su vida, precisamente, para que nuestra salvación se consumara.

Soy católico porque, por ejemplo, separarse de Cristo, de la Iglesia que fundó es, en una manera cierta y exacta, abandonar la vid de donde nace la vida que es necesaria al sarmiento y quedar, entonces, apartado para ser quemado (Jn 15, 6: ”Si alguno no permanece en mí, es arrojado fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen, los echan al fuego y arden”).

También soy católico porque cuando Jesús, en la Última Cena, instituyó la Santa Misa no dijo, esto es “como” mi cuerpo o “como” mi sangre” sino, exactamente (Mc 14, 22-24): “Y mientras estaban comiendo, tomó pan, lo bendijo, lo partió y se lo dio y dijo: ‘Tomad, este es mi cuerpo.’ Tomó luego una copa y, dadas las gracias, se la dio, y bebieron todos de ella. Y les dijo: ‘Esta es mi sangre de la Alianza, que es derramada por muchos’”. Por eso no se trata de una presencia que está pero no está sino que, tras la transubstanciación, las especies pan y vienen a ser el Cuerpo y la Sangre de Cristo, Su Cuerpo y Su Sangre. Él lo dijo, con toda claridad, en aquel momento… ¿Quiénes somos nosotros para cambiar eso?

Por eso, además, para que no hubiera duda al respecto de lo que diría después, estando en la sinagoga de Cafarnaúm dijo “Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí, y yo en él. Lo mismo que el Padre, que vive, me ha enviado y yo vivo por el Padre, también el que me coma vivirá por mí. Este es el pan bajado del cielo; no como el que comieron vuestros padres, y murieron; el que coma este pan vivirá para siempre” (Jn 6, 55-58) y ha de valer la pena comer tal pan a sabiendas de que es alimento para la eternidad porque de la eternidad viene, antes de todos los tiempos fue hecho, antes de nada.

También soy católico porque entiendo que, junto a la insustituible importancia de las Sagradas Escrituras, la Tradición y el Magisterio nos ayudan a comprender, lo mejor posible, nuestra fe y lo que la misma significa para los que nos consideramos herederos, en cuanto creencia, del Mesías y porque tanto una como otro son herramientas espirituales que no podemos desdeñar ni dejar de lado, por ejemplo, aplicando la llamada Sola Scriptura. Sería suficiente, a tal respecto, considerar lo dicho por San Pablo en la segunda Epístola a los Tesalonicenses cuando dejó escrito “Así pues, hermanos, manteneos firmes y conservad las tradiciones que habéis aprendido de nosotros, de viva voz o por carta”.

Pero esto sería, seguramente, materia de otro momento… Baste, ahora, con apuntar que dejar de lado todo lo que no sea Sagrada Escritura es hacer muy de menos a Quien iluminó la misma y como si el Creador no permitiese que su semejanza pudiera argumentar sobre el sentido, para cada tiempo, que podía tener aquello que se escribió sin, por eso, desvirtuar nada de lo que se fijó por escrito.

Por eso y, seguramente, por otras razones más, yo soy católico.

Y con esto se acaba el mes de mayo. Próximo, ya, el mes dedicado al Sagrado Corazón de Jesús.

Quizá, seguramente, estoy más que seguro, que tal mes lo explica todo… ¿Para qué más?

Eleuterio Fernández Guzmán