3.06.11

Eppur si muove - Ateísmo vs. creencia

A las 12:23 AM, por Eleuterio
Categorías : General, Eppur si muove
 

Cuando aquel astronauta dijo, al volver del espacio, que había demostrado que Dios no existía porque no lo había visto, hizo, quizá sin quererlo, mucho porque comprendiéramos lo que significa, para un ateo, el Creador.

No creen porque no ven. Por eso, seguramente, deben pensar que respiran algo raro porque tampoco se puede ver el aire e, incluso, que la libertad de la que gozan debe ser algo imaginario porque, hablando de la forma que hablan, tampoco se puede tocar un valor e, incluso, una virtud no puede ser moldeada cual arcilla. Pero existir, existen tanto un como otra.

Pero las personas que nos consideramos creyentes católicos sabemos, muy al contrario que lo que dice San Pablo, en su Epístola a los Romanos 18, 18-25) es no sólo cierto sino que, por decirlo de una forma clara, va a Misa. Y dice esto:

En efecto, la cólera de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que aprisionan la verdad en la injusticia; pues lo que de Dios se puede conocer, está en ellos manifiesto: Dios se lo manifestó. Porque lo invisible de Dios, desde la creación del mundo, se deja ver a la inteligencia a través de sus obras: su poder eterno y su divinidad, de forma que son inexcusables; porque, habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios ni le dieron gracias, antes bien se ofuscaron en sus razonamientos y su insensato corazón se entenebreció: jactándose de sabios se volvieron estúpidos, y cambiaron la gloria del Dios incorruptible por una representación en forma de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos, de reptiles. Por eso Dios los entregó a las apetencias de su corazón hasta una impureza tal que deshonraron entre sí sus cuerpos; a ellos que cambiaron la verdad de Dios por la mentira, y adoraron y sirvieron a la criatura en vez del Creador, que es bendito por los siglos. Amén.

Y, también, de acuerdo con lo que dice el Catecismo de la Iglesia Católica cuando, en sus números 2125 y 2126 deja dicho que:

“En cuanto rechaza o niega la existencia de Dios, el ateísmo es un pecado contra la virtud de la religión. La imputabilidad de esta falta puede quedar ampliamente disminuida en virtud de las intenciones y de las circunstancias. En la génesis y difusión del ateísmo ‘puede corresponder a los creyentes una parte no pequeña; en cuanto que, por descuido en la educación para la fe, por una exposición falsificada de la doctrina, o también por los defectos de su vida religiosa, moral y social, puede decirse que han velado el verdadero rostro de Dios y de la religión, más que revelarlo’".

“Con frecuencia el ateísmo se funda en una concepción falsa de la autonomía humana, llevada hasta el rechazo de toda dependencia respecto a Dios. Sin embargo, ‘el reconocimiento de Dios no se opone en ningún modo a la dignidad del hombre, ya que esta dignidad se funda y se perfecciona en el mismo Dios’. “La Iglesia sabe muy bien que su mensaje conecta con los deseos más profundos del corazón humano".

Por lo tanto, si para el ateísmo Dios o, mejor, creer en Dios, supone algo así como dejarse dominar por Alguien que consideramos (y lo es) superior a nosotros, para el creyente católico es manifestar la más absoluta de las libertades que, por cierto, es donada por el mismo Creador para que hagamos en cuanto a creer, lo que estimemos conveniente que puede ser, por ejemplo, no poner la confianza en Dios o, lo que es lo mismo, no creer.

Y, sin embargo, no podemos quedarnos mirando los toros desde la barrera sino que los creyentes también podemos hacer algo más que decir que no es correcto ser ateo porque se ignora a Quien te crea. Al contrario, lo dice más que bien el punto 212 de la Constitución Pastoral Gaudium et Spes del Concilio Vaticano II cuando deja dicho que

“Hay que llevar un remedio el ateísmo, pero no se logrará sino con la doctrina de la Iglesia convenientemente expuesta y por la integridad de su propia vida y de todos los creyentes. Ciertamente que tiene la Iglesia la misión de hacer presente, visible en cierto modo, a Dios Padre y a su Hijo encarnado, por su incesante renovación y purificación, guiada por el Espíritu Santo. Y esto se obtiene, en primer lugar, con el testimonio de una fe viva y plena, educada precisamente para conocer con claridad las dificultades y superarlas. Un sublime testimonio de esta fe dieron y dan muchísimos mártires. Fe, que debe manifestar su fecundidad penetrando totalmente en toda la vida, aun en la profana, de los creyentes, moviéndolos a la justicia y el amor, especialmente hacia los necesitados. Mucho contribuye, finalmente, a esta manifestación de la presencia de Dios el fraternal amor de los fieles, si con unanimidad de espíritu colaboran en la fe del Evangelio, y se muestran como ejemplo de unidad”

Y tales bases, sólidas, de nuestra fe, nos impulsan a decir que Dios existe y que todo ateísmo supone una voluntad de negar lo evidente que esconde, a lo mejor, una capacidad para ver las cosas como son y algún tipo de ceguera que, francamente, nos debe dar pena porque es como si alguien, que no quisiera ver el sol se tapase los ojos y, por eso sólo, creyese que no existe. Olvidaría otra serie de efectos que produce la estrella enana que nos calienta y, en mucho sentido, nos da la vida.

De todas formas, siempre tenemos que estar preparados para dar razón de nuestra esperanza (1 Pe 3, 15) Es lo mínimo que se nos puede pedir porque antes, justo antes, el primer Papa dice “dad culto al Señor, Cristo, en vuestros corazones”.

Y ya, por terminar, pregunto: ¿Con qué se llena el vacío de Dios que deja, para el hombre, no creer en el Creador?

Eleuterio Fernández Guzmán