Benedicto XVI con la Pontificia Academia Eclesiástica

El servicio de la diplomacia vaticana al Evangelio, al Papa y a la catolicidad de la Iglesia

 

Al recibir ayer a los superiores y alumnos de la Pontificia Academia Eclesiástica, Benedicto XVI explicó la importancia de la diplomacia del Vaticano, cuya actividad a lo largo de los siglos «ha contribuido en gran medida a plasmar en los tiempos modernos la fisonomía misma de las relaciones diplomáticas entre los Estados». El Papa resaltó las virtudes humanas y la vida espiritual que sacerdotes y obispos diplomáticos deben cultivar para cumplir bien su tarea.

11/06/11 10:02 AM


 

(Aci/EWTN) Hablando de la diplomacia pontificia, el Papa explicó que "tiene una gran tradición y su actividad ha contribuido en gran medida a plasmar, en los tiempos modernos, la fisionomía misma de las relaciones diplomáticas entre los Estados". 

"Las virtudes fundamentales de cualquier enviado son la lealtad, la y la profunda humanidad. Está llamado a poner no sólo su trabajo y sus cualidades, sino, de alguna manera, toda la persona al servicio de una palabra que no es suya". 

Sobre la tarea de cada uno de los que participan en la diplomacia del Vaticano en todo el mundo, el Papa destacó que "en primer lugar es un sacerdote, un obispo. (…) Es un servidor de la Palabra de Dios, que como sacerdote ha recibido una misión que no se puede realizar a tiempo parcial, sino que debe ser, con toda su vida, un eco del mensaje que se le ha confiado, el mensaje del Evangelio".

Identidad y tarea de los diplomáticos

"Precisamente sobre la base de esta identidad sacerdotal, bien clara y vivida profundamente, se incluye, con naturalidad, la tarea específica de ser el portador de la palabra del Papa, del horizonte universal de su ministerio y de su caridad pastoral, ante las Iglesias particulares y las instituciones en las que se ejerce legítimamente la soberanía en el ámbito estatal o de las organizaciones internacionales".

Benedicto XVI señaló que "en el ejercicio de un ministerio tan delicado, el cuidado de la propia vida espiritual, la práctica de las virtudes humanas y la formación de una sólida cultura se compenetran y sostienen mutuamente". "Son dimensiones que permiten mantener un equilibrio interior profundo, en un trabajo que requiere, entre otras cosas, capacidad de apertura a los demás, ecuanimidad de juicio, distancia crítica de las opiniones personales, sacrificio, paciencia, constancia, y, a veces también firmeza en el diálogo con todos".

Finalmente el Pontífice explicó que el servicio al Sucesor de San Pedro, "permite vivir en constante y profunda referencia a la catolicidad de la Iglesia. Donde existe apertura a la objetividad de la catolicidad, también existe el principio de la auténtica personalización: la vida dedicada al servicio del Papa y de la comunión eclesial, es en este sentido, muy enriquecedora".