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Servicio diario - 12 de junio de 2011

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Santa Sede

La Iglesia siempre ha sido una, católica y apostólica, dice el Papa

Benedicto XVI: El Espíritu Santo es el que da vida a la Iglesia

Reivindicación vaticana para que los cristianos no desaparezcan de Siria

El Papa confía la paz mundial a la intercesión de los mártires del nazismo

Dios llora en la tierra

Un dominico en Pakistán

Mundo

La familia tradicional es la que mejor protege el interés del niño

El juicio a Cristo sería inconstitucional si se hubiese hecho en México

Regina Caeli

Benedicto XVI: El Espíritu, vínculo de la paz

Análisis

El papel de Dios en la vida pública

Testimonio

Será beatificado mañana el padre Alois Andritzki, mártir en Dachau

Documentación

Intervención de la Santa Sede sobre los Derechos del Niño

Homilía del Papa en la Misa de Pentecostés


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Santa Sede


La Iglesia siempre ha sido una, católica y apostólica, dice el Papa
Celebración en la Basílica de San Pedro
CIUDAD DEL VATICANO, domingo 12 de junio de 2011 (ZENIT.org).- La Iglesia es católica desde el primer momento, no es una modificación posterior fruto de la historia, sino que forma parte de su ser original.

Así lo afirmó hoy el Papa Benedicto XVI, durante la homilía hoy en la Misa solemne de Pentecostés, celebrada en la Basílica de San Pedro.

El Papa comentó una por una las lecturas de la liturgia del día, y quiso insistir en cómo en el pasaje de los Hechos de los Apóstoles que narra la venida del Espíritu Santo estaba ya la Iglesia universal como lo es hoy.

Éste es el significado profético del hecho de que los discípulos se pusieran a hablar en varias lenguas, y fuesen entendidos por los peregrinos llegados a Jerusalén desde todo el mundo conocido.

“Desde el primer instante, de hecho, el Espíritu Santo la creó como Iglesia de todos los pueblos; ésta abraza al mundo entero, supera todas las fronteras de raza, clase, nación; abate todas las barreras y une a los hombres en la profesión del Dios uno y trino”, afirmó el Pontífice.

“Desde el principio la Iglesia es una, católica y apostólica: esta es su verdadera naturaleza y como tal debe ser reconocida”, añadió.

La Iglesia, por tanto, “no procede de la voluntad humana, de la reflexión, de la habilidad del hombre y de su capacidad organizativa, ya que si fuese así ya se habría extinguido desde hacía tiempo, como sucede con todo lo humano”, agregó.

También es santa “no gracias a la capacidad de sus miembros, sino porque Dios mismo, con su Espíritu, la crea, la purifica y la santifica siempre”.

Nuevo Pacto

El Papa hizo notar que la fiesta de Pentecostés era originalmente judía, y que en ella, cincuenta días después de la Pascua, Israel celebraba la Alianza establecida con ellos por Dios en el monte Sinaí.

“Las imágenes del viento y del fuego, usadas por san Lucas para representar la venida del Espíritu Santo, recuerdan el Sinaí, donde Dios se había revelado al pueblo de Israel y le había concedido su alianza”, explicó.

Así el acontecimiento de Pentecostés “es representado como un nuevo Sinaí, como el don de un nuevo Pacto en el que la alianza con Israel se extiende a todos los pueblos de la tierra, en el que caen todos los muros de la vieja Ley y aparece su corazón más santo e inmutable, es decir, el amor, que el Espíritu Santo comunica y difunde, el amor que lo abraza todo”.

Al mismo tiempo la Ley “se dilata, se abre, aún haciéndose más sencilla”: es el nuevo Pacto, que el Espíritu “escribe” en los corazones de cuantos creen en Cristo.

Con esto, afirmó, “se nos dice una cosa muy importante: que la Iglesia es católica desde el primer momento, que su universalidad no es fruto de la inclusión sucesiva de comunidades diversas”.

Comunión

El Espíritu Santo es también el que crea la comunión dentro de la propia Iglesia, explicó Benedicto XVI.

Dejarse iluminar profundamente por la revelación de que Jesús es Dios “es el acontecimiento de Pentecostés: del desorden de Babel, de esas voces que resuenan una contra otra, tiene lugar una transformación radical: la multiplicidad se hace unidad multiforme, del poder unificador de la Verdad crece la comprensión”.

“En el Credo que nos une desde todos los extremos de la tierra, que, mediante el Espíritu Santo, hace de forma que nos comprendamos aún en la diversidad de las lenguas, a través de la fe, la esperanza y el amor, se forma la nueva comunidad de la Iglesia de Dios”, concluyó.

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Benedicto XVI: El Espíritu Santo es el que da vida a la Iglesia
El Papa reconoce la labor de los donantes de sangre
CIUDAD DEL VATICANO, domingo 12 de junio de 2011 (ZENIT.org).- El Espíritu Santo es el que guía a la Iglesia y la hace capaz de cumplir su misión, afirmó hoy el Papa, al introducir el rezo del Regina Caeli en la Plaza de San Pedro.

Citando al beato italiano Antonio Rosmini, el Papa explicó que “en el día del Pentecostés de los cristianos Dios promulgó su ley de caridad, escribiéndola por medio del Espíritu Santo no sobre tablas de piedra, sino en el corazón de los Apóstoles, comunicándola después a toda la Iglesia”

El Espíritu Santo, "que es el Señor de la vida” – como recitamos en el Credo –, está unido al Padre por medio del Hijo y completa la revelación de la Santísima Trinidad”.

“Proviene de Dios como aliento de su boca y tiene el poder de santificar, abolir las divisiones, disolver la confusión debida al pecado”.

Él, “incorpóreo e inmaterial”, otorga “los bienes divinos, sostiene a los seres vivientes, para que actúen en conformidad con el bien”.

“Como Luz inteligible da significado a la oración, da vigor a la misión evangelizadora, hace arder los corazones de quien escucha el alegre mensaje, inspira el arte cristiano y la melodía litúrgica”, añadió el Papa.

Este Espíritu es el que crea en los cristianos “la fe en el momento de nuestro Bautismo, nos permite vivir como hijos de Dios, conscientes y consecuentes, según la imagen del Hijo Unigénito”.

Tras el Regina Caeli, el Papa quiso proponer a los presentes el ejemplo de un sacerdote alemán, Alois Andritzki, que con sólo 28 años fue ejecutado en el campo de concentración de Dachau, y que será beatificado mañana en Dresde.

Por último, se dirigió a los jóvenes, recordándoles que el próximo martes se celebra la Jornada Mundial de los Donantes de Sangre.,

Son “millones de personas que contribuyen, de modo silencioso, a ayudar a los hermanos en dificultad. Dirijo a todos los donantes un cordial saludo e invito a los jóvenes a seguir su ejemplo”, concluyó.

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Reivindicación vaticana para que los cristianos no desaparezcan de Siria
El portavoz vaticano pide un diálogo nacional que acabe con la violencia
CIUDAD DEL VATICANO, domingo 12 de junio de 2011 (ZENIT.org).- En medio de la violencia que se vive en Siria desde hace semanas, en el marco de la oleada de protestas que tienen lugar en países árabes, la Santa Sede pide un diálogo que garantice la unidad nacional y con ella la misma existencia de los cristianos.

El padre Federico Lombardi S.I., director de la Oficina de Información de la Santa Sede, ha hecho esta propuesta en el editorial del último número de “Octava Dies”, semanario del Centro Televisivo Vaticano, recogiendo las propuestas lanzadas por Benedicto XVI y por los jesuitas de Siria.

“Desde hace meses la situación es convulsiva en Siria así como en diversos países del mundo árabe, pero los acontecimientos sirios son de particular preocupación por la persistencia de una violencia que parece sin salida”, reconoce el padre Lombardi.

En Siria, país de 22 millones y medio de habitantes, los cristianos constituyen el 10% en medio de una mayoría musulmana, en particular, sunní.

Los actuales cambios hacen temer a muchos, como es el caso de los jesuitas del país (Cf. Siria: Diálogo y unidad nacional para acabar con los disturbios), que la presencia cristiana pueda verse en peligro según la evolución que tomen los hechos.

“Un país en el que hoy se manifiestan reivindicaciones sociales y políticas que anhelan un mayor nivel de civilización, pero donde en la actual confusión se ha abierto la puerta a la violencia y se intenta desencadenar la subversión y la guerra entre las comunidades religiosas, con un gran riesgo de desintegración de la sociedad”, explica el portavoz.

“Este es el motivo de un llamamiento - a todo nivel- al dialogo, a la libre expresión y a la participación, rechazando la violencia”, aclara.

“Para los cristianos sirios la unidad nacional es condición de vida, y ellos deben y quieren ser puentes activos para un dialogo nacional autentico y serio”, añade.

El padre Lombardi cita también el discurso del Papa al nuevo embajador de Siria (Cf. ZENIT, 9 de junio de 2011), en el que propone el marco de referencia para este dialogo, basándolo en la dignidad de toda persona.

El papa habla con claridad de la “necesidad de verdaderas reformas en la vida política, económica y social”; habla de cambios que no deben realizarse “en términos de intolerancia, de discriminación o de conflicto, y menos aún de violencia, sino en términos de respeto de la verdad, de los derechos de las personas y de la colectividad, de la convivencia, así como de la reconciliación”…

El obispo de Roma insiste en el papel constructivo de los cristianos en la sociedad siria, en su relación positiva con los musulmanes en el recíproco interés por el bien común, pide a las autoridades sirias tener en cuenta las aspiraciones de la sociedad civil y las reivindicaciones internacionales, y amplía el horizonte abarcando la necesidad de soluciones globales para los pueblos de Oriente Medio.

“Es absolutamente necesario oponerse a la desintegración de la región y al multiplicarse sin fin de conflictos, que obligan a las poblaciones a huir de un país a otro, de Irak a Siria, de Siria a Turquía”, concluye el padre Lombardi. “Es necesario convertirse al dialogo de la reconciliación y de la paz”.

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El Papa confía la paz mundial a la intercesión de los mártires del nazismo
Se unió a las celebraciones por la beatificación de un sacerdote alemán
CIUDAD DEL VATICANO, domingo 12 de junio de 2011 (ZENIT.org).- El Papa Benedicto XVI quiso confiar hoy la paz en el mundo a la intercesión de aquellos cristianos que fueron asesinados por su fe en los campos de concentración.

Así lo hizo al concluir el rezo del Regina Caeli, desde la ventana de su estudio, con los peregrinos congregados en la Plaza de San Pedro, hoy solemnidad de Pentecostés.

El Papa quiso mostrar su propia alegría por la beatificación, mañana, en la diócesis de Dresde, de un compatriota suyo, el joven sacerdote Alois Andritzki, que fue martirizado en Dachau en 1943.

El joven presbítero, que tenía sólo 28 años, fue arrestado y asesinado con una inyección letal por sus “opiniones contrarias” al régimen nazi, y por su apostolado con los jóvenes.

Benedicto XVI quiso reconocer a “este heroico testigo de la fe, que se añade a las filas de cuantos dieron la vida en el nombre de Cristo en los campos de concentración”.

Asimismo, confió a la intercesión de estos mártires, “hoy que es Pentecostés, la causa de la paz en el mundo”.

“Que el Espíritu Santo inspire valientes propósitos de paz y mantenga el compromiso de llevarlos adelante, para que el diálogo prevalezca sobre las armas y el respeto de la dignidad del hombre supere los intereses de parte”, afirmó.

“Que el Espíritu, que es vínculo de comunión, vuelva a encaminar los corazones desviados por el egoísmo y ayude a toda la familia humana a redescubrir y custodiar con vigilancia su unidad fundamental”.

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Dios llora en la tierra


Un dominico en Pakistán
El padre Patrick Peter habla sobre la persecución contra los cristianos
ROMA, domingo 12 de junio de 2011 (ZENIT.org) – Los cristianos en Pakistán se enfrentan a una grave persecución, pero el problema no está en que sean una pequeña minoría en un país con una abrumadora mayoría musulmana.

De hecho, afirma el padre dominico Patrick Peter, los católicos y musulmanes forjan amistades que duran toda la vida en los colegios católicos del país. Los problemas, cuenta, surgen sólo con los estudiantes de una tipo particular de escuela.

El programa de televisión “Dios llora en la Tierra” de la Catholic Radio and Television Network (CRTN) en colaboración con Ayuda a la Iglesia Necesitada ha hablado con el padre Peter sobre su propia vocación y la situación de los católicos en Pakistán.

- ¿Usted es de Pakistán, pero su nombre es Patrick?

Padre Peter: Fui educado en la religión; mi familia es muy católica. El nombre de mi padre es Peter y él me puso mi nombre porque comienza con la letra “P”. Pensó que era el mejor nombre y también por los padres dominicos.

- ¿Por qué se hizo dominico?

Padre Peter: Cuando era niño conocí a los padres dominicos en la diócesis de Faisalabad porque mi padre trabajaba para los dominicos. Mi tía, por parte de mi padre, era una hermana dominica de Santa Catalina de Siena, y un tío, por parte de mi madre, era también sacerdote dominico. Por lo que gracias a estas personas, tuve el deseo de ser dominico.

En aquella época no sabía la diferencia entre un sacerdote diocesano y uno religioso. En 8º y 9º curso dije que quería ser sacerdote. Cuando estaba en la universidad llegué a comprender un poco mejor la vida religiosa y, por ello, hablé con mi tío, que era dominico, que me dijo: “Ven, ven y únete a nosotros”. Así que, en Faisalabad, me uní a los dominicos.

- ¿Quiénes son los cristianos de Pakistán? ¿Son los pobres?

Padre Peter: La mayoría de los cristianos de Pakistán son pobres. A menudo viven en el umbral de la subsistencia. Es un gran reto para los cristianos de Pakistán – incluso para los educados. La mayoría de los cristianos suelen ser tan pobres que no tienen para pagar los sobornos para acceder a buenos puestos de trabajo, mientras que los musulmanes tienen más posibilidades porque sí pueden – y la ley da preferencia a un musulmán.

- ¿Los cristianos son perseguidos por su fe?

Padre Peter: Sí. En Pakistán, los cristianos estamos siendo perseguidos. Tenemos dificultades sobre todo con esta ley de la blasfemia: una ley según la cual, cualquiera que diga algo contra el profeta Mahoma o cualquiera que deshonre una página del Corán puede ser acusado y sometido a juicio.

- ¿Ha experimentado usted personalmente la discriminación o la persecución?

Padre Peter: Yo no, pero, tras mi ordenación, cuando era joven, fui testigo de un caso. En mi primer día como sacerdote, tras oficiar una misa de acción de gracias, me encontré con un grupo de cristianos, de 16 a 17 familias, que habían sido acusados de decir algo contra el profeta. Todos habían sido expulsados de sus aldeas y le habían quemado sus casas.

- El obispo de Faisalabad ha dicho que los cristianos juegan un papel determinante en el progreso del país. ¿Qué quería decir con esto?

Padre Peter: Decía esto sobre todo para hacer hincapié en que los cristianos tienen las mismas obligaciones que los musulmanes. Todos somos paquistaníes. Todos nos enfrentamos a dificultades. Contribuimos igualmente al progreso de Pakistán en el campo de la educación y la medicina. En Pakistán, la Iglesia católica tiene muchas instituciones educativas y acepta a todos. Los hospitales católicos también aceptan a todos. Así que los cristianos, y en particular los católicos, tenemos que dar un testimonio especial de fe entre los musulmanes viviendo nuestros valores cristianos, tanto en cómo somos testigos de nuestra fe a través de nuestro apostolado del servicio como en la forma en que vivimos nuestras vidas diarias.

- ¿Hasta qué punto juegan un papel importante los colegios católicos en Pakistán?

Padre Peter: Tenemos dos categorías de colegios: los colegios de inglés medio y los colegios urdu. La mayoría de los paquistaníes que pueden pagar el coste de escolarización envían a sus hijos a los colegios de inglés medio. Los colegios misioneros, los colegios católicos incluidos, están en esta categoría. La mayoría de los paquistaníes, que son en su mayor parte musulmanes, prefieren estos colegios misioneros.

- ¿Cómo se puede explicar la persecución contra los cristianos cuando tantos musulmanes van a los colegios católicos?

Padre Peter: El problema no es el musulmán medio en general. Los problemas vienen de los estudiantes de las madrazas (las escuelas religiosas y seminarios islámicos) a cargo de algunas mezquitas. Los estudiantes que vienen de nuestras colegios tienen muy buenas relaciones entre ellos y suelen desarrollar amistades de por vida.

- ¿Hay alguna posibilidad de diálogo con la comunidad musulmana?

Padre Peter: Por supuesto que la hay y el diálogo se está desarrollando. En mi pueblo, cuando era niño, nosotros, cristianos y musulmanes, teníamos una relación muy buena. Conversábamos y manteníamos amistad.

- ¿Cómo va a ayudar a su país?

Padre Peter: Ya estoy involucrado en la formación y una de mis tareas es la preparación de los sacerdotes del mañana. Voy a ayudar a prepararlos para que cuando estén en su ministerio tengan una buena actitud hacia la gente - para que la preparen y la eduquen.

* * *

Esta entrevista fue realizada por Marie-Pauline Meyer para “Dios llora en la Tierra”, un programa semanal producido por la Catholic Radio and Television Network en colaboración con la organización católica internacional Ayuda a la Iglesia Necesitada.

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Más información en: www.ain-es.orgwww.aischile.cl

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Mundo


La familia tradicional es la que mejor protege el interés del niño
Intervención de monseñor Tomasi en la ONU
GINEBRA, domingo 12 de junio de 2011 (ZENIT.org).- “En consonancia con la Convención que reconoce la esencialidad de la familia, la Santa Sede cree que los intereses supremos del niño son servidos en primer lugar, en el contexto de la familia tradicional”.

Así lo afirmó monseñor Silvano Tomasi, observador permanente de la Santa Sede en las Naciones Unidas, el pasado 6 de junio en la XVII Sesión Ordinaria del Consejo de los Derechos del Hombre, que ha tenido lugar en Ginebra (Suiza).

“Los supremos intereses del niño” deberían llevar, señaló, a una mayor asistencia y protección a la propia familia, “como grupo fundamental de la sociedad y el entorno natural para el crecimiento y bienestar de todos sus miembros, en particular los niños”.

El representante vaticano alabó también el borrador del Protocolo Facultativo de la Convención sobre los Derechos del Niño), el cual, afirmó, “provee de una palabra de esperanza y de aliento a aquellos niños y jóvenes cuya inocencia y dignidad humanas se han visto afectados por la crueldad que está presente en el mundo de los adultos”.

“Si todos los estados, las agencias de las Naciones Unidas, la sociedad civil y las instituciones religiosas trabajan juntas en una asociación más eficaz, serán capaces de asegurar el amor, los cuidados y la asistencia a aquellos afectados por la violencia o los abusos. Más aún, se fomentará un mundo donde estos niños puedan perseguir sus sueños y aspiraciones de un futuro libre de violencia”, añadió.

El prelado recordó en este sentido recordó el llamamiento que el Papa Benedicto XVI hizo en el año 2009, a la comunidad internaciona, para que ofrezca “una respuesta adecuada a los trágicos problemas que experimentan demasiados niños”

“Que no falte el compromiso generoso de todas las partes para que los derechos del niño sean reconocidos y su dignidad reciba cada vez más un mayor respeto”, concluyó.

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El juicio a Cristo sería inconstitucional si se hubiese hecho en México
Se habrían cometido contra Jesús 42 violaciones constitucionales y 54 delitos
CIUDAD DE MÉXICO, domingo 12 de junio de 2011 (ZENIT.org - El Observador).- Ha salido al mercado un nuevo libro que aborda, desde el punto de vista jurídico, el proceso que se le siguió a Jesús para determinar su muerte. Se trata de El proceso de Cristo, escrito por el jurista José Elías Romero Apis.

Este libro se suma a una tradición mexicana iniciada por la monografía jurídica sinóptica también llamada El proceso de Cristo, del abogado mexicano Ignacio Burgoa Orihuela. En el nuevo libro, Romero Apis, egresado de la Universidad Nacional Autónoma de México y quien se ha desempeñado siete veces como subprocurador de justicia, tanto a nivel federal como en la capital del país, demuestra que hubo hasta 42 violaciones constitucionales si Cristo hubiese sido juzgado con las leyes mexicanas actuales.

El texto fue prologado por el cardenal Norberto Rivera Carrera, arzobispo primado de México, quien expresa su deseo para que “el Señor infunda deseos de justicia en todos, tanto en los ciudadanos como en los jueces y gobernantes”, y advierte que “manipulando la realidad podremos librarnos del juicio humano y salir absueltos, pero no podremos evitar la comparecencia ante el Señor de la vida”.

El nuevo libro no se limita al análisis de acontecimientos pasados bajo las costumbres y normas que prevalecieron en el Imperio Romano y entre el pueblo de Israel, sino que la publicación trae consigo oportunas moralejas, útiles para un México corrompido y ensangrentado por la violencia.

¿Cuál debe ser el equilibrio adecuado entre los derechos humanos y las justas acciones punitivas? ¿Cómo exigir la rendición de cuentas a quienes tienen por responsabilidad impartir justicia? ¿Cómo evitar los abusos de poder?, son algunas de las interrogantes que busca responder el autor en esta nueva obra.

Editorial Porrúa coronó los esfuerzos de una intensa investigación multidisciplinaria que tuvo como escenarios algunas bibliotecas especializadas de Washington, Jerusalén y Roma.

José Elías Romero Apis comentó que su libro no es cosa del pasado: “El verdadero drama es que este asunto, en el fondo, no ha terminado. Porque esa centena de injusticias cometidas en contra de un solo hombre en apenas la mitad de un solo día, son un reflejo de las miles o millones de injusticias que a diario se cometen en contra de miles o millones de seres humanos".

Más adelante, el abogado mexicano reconoció que "todos los días son incontables los hombres que, en todas partes del planeta, son acusados sin motivo, son enjuiciados sin reglas y son sentenciados sin pruebas".

José Elías Romero Apis argumentó en la presentación del texto que "todos los días reaparece Caifás que persigue a los que no la deben, y los Judas Iscariote que venden todo por monedas. Todos los días renacen los Poncio Pilatos que se acobardan ante el deber. Y todos los días reviven las crucifixiones de quienes nada han hecho para merecerlas. Ese es el verdadero drama de la injusticia de La Pasión y es el verdadero drama de la justicia de nuestros días.”

En El Proceso de Cristo, el juicio a Jesús es contemplado y enlazado en casi 300 páginas bajo la óptica del sistema jurídico mexicano: el Derecho Constitucional, el Código Penal Federal, el Código Federal de Procedimientos Penales, el Código de Justicia Militar y otras leyes secundarias, además de referencias de importantes juristas.

Así las cosas, José Elías Romero Apis encontró que en el proceso de Cristo, al amparo de las leyes de México, se hubieran cometido 42 violaciones constitucionales y la comisión de 54 delitos, todo ello en contra de un solo individuo y en muy pocas horas, desde su aprensión en el Huerto de los Olivos hasta la crucifixión en el Gólgota.

Estas violaciones a las garantías individuales de Cristo, en México, hubiera conducido al enjuiciamiento político de altos funcionarios, su destitución y el encarcelamiento de sus cómplices hasta por un período que en total sumaria mil años de prisión.

El especialista relata que cuando inició la investigación, el número de violaciones jurídicas en contra del acusado eran 90, pero que ahora suman 96 porque la legislación mexicana ha avanzado en cuanto a las garantías y requerimientos procesales que no existían hace seis años.

Algunos de los delitos cometidos en el proceso de Cristo, bajo la óptica de las leyes de México, son el haber atentado contra la libertad de manifestar sus ideas, la de reunión, incumplimiento de formalidades procesales, la de no haber sido aprehendido sin mandamiento por escrito y sin orden judicial, la libertad para no declarar, el desahogo de careo, evasión de presos, coalición de servidores públicos, abuso de autoridad, entorpecimiento malicioso del proceso, asociación delictuosa, lesiones calificadas, robo, asesinato, etc.

En resumen, hubo violaciones a tres principios elementales: la dignidad en el trato; la inmediación, es decir, el hecho de que el juez conociera por vía directa las circunstancias y pormenores de ambas partes y, finalmente, la equidad procesal.

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Regina Caeli


Benedicto XVI: El Espíritu, vínculo de la paz
Hoy durante el rezo del Regina caeli
CIUDAD DEL VATICANO, domingo 12 de junio de 2011 (ZENIT.org).- Ofrecemos a continuación las palabras que el Papa Benedicto XVI pronunció hoy durante la meditación introductoria al rezo del Regina Caeli, con los peregrinos presentes en la Plaza de San Pedro.

* * * * *

Queridos hermanos y hermanas,

La solemnidad de Pentecostés, que hoy celebramos, concluye el tiempo litúrgico de Pascua. En efecto, el Misterio pascual – la pasión, muerte y resurrección de Cristo y su ascensión al Cielo – encuentra su cumplimiento en la potente efusión del Espíritu Santo sobre los Apóstoles reunidos junto con María, la Madre del Señor, y los demás discípulo. Fue el “bautismo” de la Iglesia, bautismo en el Espíritu Santo (cfr Hch 1,5). Como narran los Hechos de los Apóstoles, en la mañana de la fiesta de Pentecostés, un fragor como de viento embistió el Cenáculo y sobre cada uno de los discípulos descendieron lenguas como de fuego (cfr Hch 2,2-3). San Gregorio Magno comenta: “Hoy el Espíritu Santo ha descendido con sonido repentino sobre los discípulos y ha cambiado las mentes de seres carnales dentro de su amor, y mientras aparecían en el exterior lenguas de fuego, en el interior los corazones se hicieron llameantes, pues, acogiendo a Dios en la visión del fuego, ardieron suavemente de amor” (Hom.en Evang. XXX, 1: CCL 141, 256). La voz de Dios diviniza el lenguaje humano de los Apóstoles, los cuales se volvieron capaces de proclamar de modo "polifónico" al único Verbo divino. El soplo del Espíritu Santo llena el universo, genera la fe, arrastra a la verdad, predispone a la unidad entre los pueblos. “A este ruido la muchedumbre se acercó y se quedó turbada, porque cada uno les oía hablar en su propia lengua” de las “maravillas de Dios” (Hch 2,6.11).

El beato Antonio Rosmini explica que “en el día del Pentecostés de los cristianos Dios promulgó … su ley de caridad, escribiéndola por medio del Espíritu Santo no sobre tablas de piedra, sio en el corazón de los Apóstoles, comunicándola después a toda la Iglesia” (Catechismo disposto secondo l’ordine delle idee…n. 737, Turín 1863). El Espíritu Santo, "que es el Señor de la vida” – como recitamos en el Credo –, está unido al Padre por medio del Hijo y completa la revelación de la Santísima Trinidad. Proviene de Dios como aliento de su boca y tiene el poder de santificar, abolir las divisiones, disolver la confusión debida al pecado. Él incorpóreo e inmaterial, otorga los bienes divinos, sostiene a los seres vivientes, para que actúen en conformidad con el bien. Como Luz inteligible da significado a la oración, da vigor a la misión evangelizadora, hace arder los corazones de quien escucha el alegre mensaje, inspira el arte cristiano y la melodía litúrgica.

Queridos amigos, el Espíritu Santo, que crea en nosotros la fe en el momento de nuestro Bautismo, nos permite vivir como hijos de Dios, conscientes y consecuentes, según la imagen del Hijo Unigénito. También el poder de perdonar los pecados es don del Espíritu Santo; de hecho, apareciéndose a los Apóstoles la tarde de Pascua, Jesús sopló su aliento sobre ellos y dijo: “Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis lospecados, les serán perdonados”(Jn 20,23). A la Virgen María, templo del Espíritu Santo, confiamos la Iglesia, para que viva siempre de Jesucristo, de su Palabra, de sus mandamientos, y bajo la acción perenne del Espíritu Paráclito anuncie a todos que “¡Jesús es el Señor!” (1 Cor 12,3).

[Después del Regina Caeli dijo]

Queridos hermanos y hermanas, estoy contento de recordar que mañana en Dresde, en Alemania, será proclamado Beato Alois Andritzki, sacerdote y mártir, asesinado por los nacional-socialistas en 1943, a la edad de 28 años. Alabemos al Señor por este heroico testigo de la fe, que se añade a las filas de cuantos dieron la vida en el nombre de Cristo en los campos de concentración. Quisiera confiar a la intercesión de ellos, hoy que es Pentecostés, la causa de la paz en el mundo. Que el Espíritu Santo inspire valientes propósitos de paz y mantenga el compromiso de llevarlos adelante, para que el diálogo prevalezca sobre las armas y el respeto de la dignidad del hombre supere los intereses de parte. Que el Espíritu, que es vínculo de comunión, vuelva a encaminar los corazones desviados por el egoísmo y ayude a toda la familia humana a redescubrir y custodiar con vigilancia su unidad fundamental.

Pasado mañana, 14 de junio, se celebra la Jornada Mundial de los Donantes de Sangre, millones de personas que contribuyen, de modo silencioso, a ayudar a los hermanos en dificultad. Dirijo a todos los donantes un cordial saludo e invito a los jóvenes a seguir su ejemplo.

[En español dijo]

Saludo con afecto a los peregrinos de lengua española que participan en esta oración mariana, en particular a los fieles de la parroquia de Moral de Calatrava y al grupo de Oficiales de la Escuela Militar de Colombia. Celebramos hoy, cincuenta días después de la Pascua, la solemnidad de Pentecostés, en la que la liturgia revive el inicio de la misión apostólica a todos los pueblos. Invito a todos a perseverar junto con María, Madre de la Iglesia, en ferviente oración y a poner al servicio de toda la humanidad los diversos dones y carismas que el Espíritu Santo nos ha concedido, para continuar así anunciando la buena nueva de la resurrección de Cristo. Muchas gracias y feliz domingo.

[Traducción del original italiano por Inma Álvarez

©Libreria Editrice Vaticana]

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Análisis


El papel de Dios en la vida pública
Construir un marco moral para la propia vida
Por el padre John Flynn, L. C.

ROMA, domingo 12 de junio de 2011 (ZENIT.org) – En un momento en que se suele presentar la religión como algo perjudicial o nocivo para la sociedad moderna, el cardenal Francis George de Chicago ha publicado un libro en el que sostiene con firmeza que la religión puede hacer una contribución única al bien común.

En God in Action: How Faith in God Can Address the Challenges of the World (Dios en Acción: ¿Cómo la Fe en Dios puede afrontar los Retos del Mundo) (Doubleday), publicado en mayo, aclara desde el principio que no habla de religión en el sentido de su influencia sobre cómo piensa y actúa la gente, o como filosofía de vida.

El libro, por el contrario, es un intento de discernir cómo actúa Dios en nuestra época. En otras palabras, se trata de seguir la recomendación del Vaticano II a los católicos de que lean los “signos de los tiempos”.

Puesto que la autonomía humana se ha convertido en el valor más importante, y el progreso ha sustituido a la providencia, el papel de Dios en gran parte ha desaparecido de la conciencia popular, señalaba el cardenal George.

También explicaba que la tendencia de la filosofía moderna de exaltar la voluntad por encima de la razón ha influido en la reacción antes situaciones en las que la voluntad de Dios se enfrenta con nuestros deseos. En vez de de ver el seguimiento de la voluntad de Dios como un modelo de santidad y alegría, dicha sumisión a Dios se considera como una servidumbre a un poder arbitrario.

A partir de los siglos XVII y XVIII los pensadores modernos redujeron a Dios a la causa primera que no juega papel vital alguno en la sociedad. De este modo, la religión se convierte en un asunto privado sin valor normativo.

Una vez en este camino, se ha dado un inevitable deslizamiento hacia el deísmo y a presentar a Dios como un símbolo vacío. De ahí a ver a Dios como una amenaza al progreso humano sólo hay un paso, como ha ocurrido con Feuerbach, Marx y Freud.

"Más tarde o más temprano, quienes están seguros de ser totalmente libres para determinar su propia identidad y sus acciones sin Dios, negarán su existencia", afirmaba el cardenal George.

Libertad

Preguntaba después cómo es posible considerar que la actuación de Dios fortalece la libertad humana en vez de ser una amenaza para ella.

A partir de Tomás de Aquino, el cardenal George explicaba que Dios no sólo crea sino que también sostiene lo que ha creado. Además, las criaturas actúan de una manera determinada porque Dios les ha dado esa determinada naturaleza".

Un acto libre cuyo fin está en consonancia con la naturaleza humana se realiza bajo la providencia de Dios, no importa lo trivial o profundo que sea dicho acto. Vista bajo esta luz, la influencia de Dios no está fuera de la estructura de nuestro actuar ni es una imposición sobre nuestra libertad.

Actuar, en cambio, con un fin contrario al bien de nuestra naturaleza humana no es libertad verdadera, ya que, según Tomás de Aquino, la libertad se ordena hacia el bien.

El cardenal George recomendaba además que, si redescubrimos la perspectiva bíblica de un Dios que habla y actúa, podemos llegar a ver a Dios como un amigo de la libertad humana. Un Dios que se encarnó en Jesús y en el que dos voluntades, la divina y la humana, actúan en unión.

"La libertad humana de Jesús debidamente ordenada no bloqueaba la libertad divina sino que era una imagen de ella", afirmaba.

Tras la presentación inicial de su postura, el cardenal George dedicaba la mayor parte del libro, capítulo tras capítulo, a diversas consideraciones que exploran el papel de Dios en la sociedad, la búsqueda de la verdad, el cuerpo humano, y las áreas de la economía y de las relaciones internacionales.

En el capítulo sobre la libertad y la verdad, señalaba que Dios actúa libremente al crear a los hombres y a las mujeres. Los seres humanos, a su vez, participan de este don al actuar libremente. Sin embargo, si la mentira nos atrapa, nuestro actuar humano impedirá colaborar con Dios, que es la verdad.

Verdad

En contraste con la persona autónoma, que se autodefine por sus decisiones basadas únicamente en el deseo individual, existe otro sentido de persona, basado tanto en la fe como en la razón, sostenía el cardenal George.

La ciencia y la tecnología pueden dar respuestas a muchas preguntas, pero debemos también lograr un conocimiento de nosotros mismos que viene de hacer preguntas como: ¿Quién soy? ¿Qué debo hacer? Las respuestas a estas cuestiones no se pueden deducir de las leyes de la física, sino que deben venir de una fuente espiritual regida y perfeccionada por la verdad.

En esa fuente espiritual, continuaba el cardenal George, encontramos una verdad que nos convence y nos abre a nosotros mismos, a los demás y a nuestro mundo.

"Nuestra dignidad como personas tiene sus raíces en la libertad que refleja a Dios y que llega a la propia conciencia desde la razón natural y desde la respuesta a la autorrevelación gratuita de Dios", afirmaba.

Desgraciadamente, comentaba, en la sentencia del Tribunal Supremo de Planned Parenthood contra Casey, que establecía el derecho constitucional al aborto, los jueces afirmaron que la esencia de la personalidad es la capacidad de controlar y definir por uno mismo el significado y el propósito de la vida.

Este pasaje consagra por ley el precepto de la libertad como algo separado de toda relación. "Es la libertad separada de la verdad de las cosas", observaba.

Recuperar esta verdad es vital para trata con los desafíos que plantean muchas cuestiones de bioética, afirmaba en otro capítulo.

No podemos esperar tener una conversación sobre la dignidad humana si partimos de una visión que ve a la persona como una mera colección de genes.

Por el contrario, necesitamos encontrar la dignidad humana como una característica de la naturaleza humana que no puede perderse. La dignidad nos viene también de la aceptación del don de la salvación de Dios y de la vida en él.

Negocios

La separación de la fe de los asuntos ordinarios de la vida no es un problema nuevo para los cristianos, señalaba el cardenal George al inicio del capítulo dedicado a la economía.

Si viéramos los negocios como una vocación, podrían convertirse en un camino para lograr la santificación personal y ayudar a los demás a lograrlo también. De esto modo el trabajo llega a ser mucho más que cumplir con las normas y protocolos de una empresa.

El trabajo se hace dentro de una comunidad de personas, y sirve también a la comunidad, defendía el cardenal George. Las personas se unen al servicio de la sociedad. El mercado ofrece muchas oportunidades de ser creativos y productivos y de crear riqueza. Esto es bueno, admitía, pero hay también un orden de importancia.

Los manuales de negocios aconsejan que las mejores empresas son las que respetan y cuidan de sus empleados, observaba. Esto, sin embargo, es una reflexión y una verdad profunda, es decir, que hemos sido creados por Dios como seres sociales.

Es erróneo interpretar que el libro del Génesis considera el trabajo una maldición. Por el contrario, insistía el cardenal George, es una actividad creativa y trabajamos imitando la actividad creativa de Dios. Para un creyente, por tanto, el trabajo es participar en el plan de Dios para el mundo.

"El trabajo es parte de nuestro ser criaturas de Dios, de trabajar en consonancia con su propósito y establecer el objetivo de lograr lo que es bueno para nosotros y para los demás", explicaba.

La reciente crisis económica ha llevado a algunas personas religiosas a hablar como si fuera malo obtener beneficios. Esto está mal, sostenía el cardenal George, porque cuando una empresa logra beneficios ha utilizado sus recursos de manera correcta y se han satisfecho necesidades humanas.

Aún así, el beneficio no es el criterio para juzgar la situación de una empresa. Es posible que las cuentas estén en orden y, al mismo tiempo, la personas que conforman la comunidad de trabajadores pueden ser humillados y ofendidos.

Dios no dicta nuestras decisiones en el orden social, económico y político, pero a medida que avanzamos en nuestras vidas la actividad humana más importante es la búsqueda de Dios, concluía el cardenal George. Una llamada de atención oportuna en una época en la que la gente se pone con demasiada frecuencia como centro de atención.

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Testimonio


Será beatificado mañana el padre Alois Andritzki, mártir en Dachau
Asesinado en 1943 por la Gestapo
BERLÍN, domingo 12 de junio de 2011 (ZENIT.org) Ser sacerdote católico fue lo que llevó al padre Alois Andritzki de sólo 28 años a ser arrestado y luego asesinado en el campo de concentración de Dachau en Alemania, en 1943.

Este sacerdote será beatificado mañana en la diócesis de Dresden-Meissen Alemania, en una ceremonia presidida por el cardenal Angelo Amato, prefecto para la Congregación de la Causa de los Santos, en representación del Papa Benedicto XVI.

El propio Papa se refirió hoy al testimonio del padre Andritzki, al concluir el rezo del Regina Caeli en el Vaticano (ver www.zenit.org/article-39578?l=spanish).

“Sus compañeros de prisión han testimoniado que pasó entre ellos como un santo y que murió con esta fama”, dijo a ZENIT el postulador para su causa de beatificación, el abogado Andrea Ambrosi. “Su actitud fue la de cimentar su fe en una actitud siempre alegre. Por esto todos lo amaban y seguían prontamente”, asegura el abogado.

Su vida

El padre Alois nació en 1914 en Radibor, una pequeña población ubicada al oriente de Alemania limitando con Polonia. Su familia parte de un pequeño porcentaje de católicos que vivía en ese lugar compuesto por inmigrantes de los países eslavos.

A los 20 años ingresó a la facultad de teología de la academia arzobispal de Paderborn. Allí mostró sus intereses por la filosofía y la pedagogía.

Luego ingresó al seminario de Meißen a Schmochtitz en Bautzen. En 1938 se ordenó como diácono y un año más tarde, como sacerdote. Trabajó como capellán en la parroquia Hofkirchede Dresda. Allí se encargaba especialmente del apostolado con los jóvenes.

“Fue un sacerdote humilde, simple y siempre disponible a ayudar al prójimo”, cuenta el abogado Ambrosi. “Además amaba el deporte, y decía constantemente que un espíritu sano habita en un cuerpo vigoroso”, dice.

Pero en invierno de 1941 llegó una orden de arresto, luego de que él promoviera una representación teatral donde mostraba cómo iban a terminar los cristianos en la Segunda Guerra Mundial.

“Por un testigo ocular se sabe que al terminar la representación llegó la Gestapo, y él tuvo que anotar los nombres de todos los presentes. El capellánAndritzki estaba ya siendo particularmente vigilado, tanto que a la amenaza siguió la convocatoria en el cuartel y después el arresto”,anota el abogado Ambrosi.

“El texto demuestra que la causa fue su fe y el peligro que su ministerio sacerdotal representaba para el nazismo”, dice.

Después del arresto el padre Alois permaneció bajo custodia cautelar.

“Sin embargo considera que Andritzki rindió declaraciones hostiles contra el Estado infringiendo de esta manera el 2 capítulo de la Ley contra la perfidia. Desde este momento este crimen no podía permanecer en la impunidad, y era necesario disponer para el acusado una acción penal”, cuenta el postulador.

“La acusación del procudador se basó en pruebas inexitentes” dice el abogado Ambrosi. “Pero en las cuales él hizo de todo por construir una especie de castillo acusador que silenciara un sacerdote que testimoniaba con muchísimo ardor su fe, y esto era intolerable para el régimen nacional socialista”.

Así fue remitido por la Gestapo a la carcel política de Dresde, donde permaneció dos meses. Supuestamente ya había pagado su condena pero en lugar de salir, fue llevado al campo de concentración de Dachau.

La familia mandó apelar a la justicia. Su padre Johann Andritzki escribió una conmovedora carta a la oficina de alta seguridad de Reich de Berlín, en la que pedía que su hijo fuese liberado porque ya no había más cargos contra él. Pero el esfuerzo fue en vano.

Así fue asesinado el 3 de febrero de 1943. La causa de la muerte, según los informes de la Gestapo fue el tifus abdominal, pero en realidad después de que se recuperó en la enfermería le pusieron una inyección letal.

Un testigo ocular dijo que el joven sacerdote estaba moribundo, dos camas más allá de la suya “por ello dio fe del hecho que el capellán de Dresda era un chico muy dotado, además de ser un buen deportista”, dice el abogado Ambrosi. Su cuerpo fue arrastrado y después incinerado.

Su testimonio parecía un bálsamo para los que estaban en el campo de concentración: “En el terror en el cual todos vivían en el campo de concentración de Dachau se decía de Alois que quien lo veía en la mañana, permanecía lleno de alegría toda la jornada”, concluye el abogado Ambrosi.

Por Carmen Elena Villa

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Documentación


Intervención de la Santa Sede sobre los Derechos del Niño
En la 17ª sesión ordinaria del Consejo de Derechos del Hombre
GINEBRA, viernes 10 de junio de 2011 (ZENIT.org).- A continuación ofrecemos la intervención de monseñor Silvano Tomasi, Observador Permanente de la Santa Sede en las Naciones Unidas, el pasado 6 de junio en la XVII Sesión Ordinaria del Consejo de los Derechos del Hombre, que se está celebrando en Ginebra.

* * * * *

Señor Presidente,

En primer lugar, mi Delegación quería felicitar a los interesados involucrados en la preparación del borrador del Optional Protocol to the Convention on the Rights of the Child to provide a communication procedure (OPC),  (Protocolo Facultativo de la Convención sobre los Derechos del Niño), que se convertirá en un importante instrumento del sistema de derechos humanos.

Más allá del aspecto jurídico, el Protocolo Facultativo del CRC provee de una palabra de esperanza y de aliento a aquellos niños y jóvenes cuya inocencia y dignidad humanas se han visto afectados por la crueldad que está presente en el mundo de los adultos. Si todos los estados, las agencias de las Naciones Unidas, la sociedad civil y las instituciones religiosas trabajan juntas en una asociación más eficaz, serán capaces de asegurar el amor, los cuidados y la asistencia a aquellos afectados por la violencia o los abusos. Más aún, se fomentará un mundo donde estos niños puedan perseguir sus sueños y aspiraciones de un futuro libre de violencia.

“Los supremos intereses del niño, serán la consideración primordial”1 y la condición previa para llevar a cabo el futuro previsto. De hecho, estamos “convencidos de que la familia, como grupo fundamental de la sociedad y el entorno natural para el crecimiento y bienestar de todos sus miembros, en particular los niños, debería recibir la protección necesaria y la asistencia para que pueda asumir sus responsabilidades dentro de la comunidad”2. En consonancia con la Convención que reconoce la esencialidad de la familia, la Santa Sede cree que los intereses supremos del niño son servidos en primer lugar, en el contexto de la familia tradicional.

Señor Presidente,

Hace más de cincuenta años, en la Declaración de los Derechos del Niño, la Asamblea General proclamó que “el niño debería disfrutar de una protección especial, y dispondrá de oportunidades y facilidades, a través de la ley y otros medios, para permitirle desarrollarse físicamente, mentalmente, moralmente, espiritualmente y socialmente de un modo normal y saludable y en las condiciones de libertad y de dignidad3. Esto continúa siendo de gran importancia ahora, como entonces, y señala la responsabilidad de la comunidad internacional en su conjunto para proseguir su labor esencial de promoción de la dignidad y del bienestar de todos los niños y adolescentes de todo el mundo.

En 2009, el Papa Benedicto XVI hizo un llamamiento a la comunidad internacional a que aumentase sus esfuerzos para ofrecer una respuesta adecuada a los trágicos problemas que experimentan demasiados niños: “Que no falte el compromiso generoso de todas las partes para que los derechos del niño sean reconocidos y su dignidad reciba cada vez más un mayor respeto”.

Señor Presidente, la Santa Sede ve en su nuevo Optional Protocol to the Convention of the Rights of the Child to provide a communication procedure (Protocolo Facultativo de la Convención de Derechos del Niño para establecer un procedimiento de comunicación), una contribución oportuna para fortalecer el sistema de derechos humanos. Que esto nos lleve cada vez más cerca del objetivo final: la preservación y respeto incondicionales a cada persona, mujer o hombre, adulto o niño.

Gracias, Señor Presidente.

_____________________________

1 GENERAL ASSEMBLY, Art.3 al. 1 of the Convention on the Rights of the Child, 1989, p.1.

2 GENERAL ASSEMBLY, Preamble of the Convention on the Rights of the Child, 1989, p.1.

3 GENERAL ASSEMBLY, Declaration of the Rights of the Child, 1959, p.1.

[Traducción del inglés por Carmen Álvarez]

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Homilía del Papa en la Misa de Pentecostés
Celebración en la Basílica de San Pedro
CIUDAD DEL VATICANO, domingo 12 de junio de 2011 (ZENIT.org).- Ofrecemos a continuación la homilía que el Papa Benedicto XVI pronunció hoy, Solemnidad de Pentecostés, durante la celebración en la Basílica de San Pedro.

* * * * *

Queridos hermanos y hermanas,

Celebramos hoy la gran solemnidad de Pentecostés. Si, en un cierto sentido, todas las solemnidades litúrgicas de la Iglesia son grandes, esta de Pentecostés lo es de una forma singular, porque marca, llegado al quincuagésimo día, el cumplimiento del acontecimiento de la Pascua, de la muerte y resurrección del Señor Jesús a través del don del Espíritu del Resucitado. La Iglesia nos ha preparado en los días pasados para Pentecostés con su oración, con la invocación repetida e intensa a Dios para obtener una renovada efusión del Espíritu Santo sobre nosotros. La Iglesia ha revivido así lo que sucedió en sus orígenes, cuando los Apóstoles, reunidos en el Cenáculo de Jerusalén, “íntimamente unidos, se dedicaban a la oración, en compañía de algunas mujeres, de María, la madre de Jesús, y de sus hermanos” (Hch 1,14). Estaban reunidos en humilde y confiada espera de que se cumpliese la promesa del Padre comunicada a ellos por Jesús: “Seréis bautizados en el Espíritu Santo, dentro de pocos días... recibiréis la fuerza del Espíritu Santo que descenderá sobre vosotros”. (Hch 1,5.8).

En la liturgia de Pentecostés, en la narración de los Hechos de los Apóstoles sobre el nacimiento de la Iglesia (cfr Hch 2,1-11), corresponde el salmo 103 que hemos escuchado: una alabanza de toda la creación, que exalta al Espíritu Creador que hizo todo con sabiduría: “¡Qué variadas son tus obras, Señor! ¡Todo lo hiciste con sabiduría, la tierra está llena de tus criaturas! … ¡Gloria al Señor para siempre, alégrese el Señor por sus obras!” (Sal 103,24.31). Lo que quiere decirnos la Iglesia es esto: el Espíritu creador de todas las cosas, y el Espíritu Santo que Cristo hizo descender desde el Padre sobre la comunidad de los discípulos, son uno y el mismo: creación y redención se pertenecen mutuamente y constituyen, en el fondo, un único misterio de amor y de salvación. El Espíritu Santo es ante todo Espíritu Creador y por tanto Pentecostés es la fiesta de la creación. Para nosotros los cristianos, el mundo es fruto de un acto de amor de Dios, que hizo todas las cosas y del que Él se alegra por que es “algo bueno”, “algo muy bueno”, como nos recuerda el relato de la Creación (cfr Gen 1,1-31). Por ello Dios no es el absolutamente Otro, innombrable y oscuro. Dios se revela y tiene un rostro. Dios es razón, Dios es voluntad, Dios es amor, Dios es belleza. La fe en el Espíritu Creador y la fe en el Espíritu que Cristo Resucitado dio a los Apóstoles y nos da a cada uno de nosotros, están entonces inseparablemente unidas.

La segunda Lectura y el Evangelio de hoy nos muestran esta conexión. El Espíritu Santo es Aquel que nos hace reconocer en Cristo al Señor, y nos hace pronunciar la profesión de fe de la Iglesia: "Jesús es el Señor" (cfr 1 Cor 12,3b). Señor es el título atribuido a Dios en el Antiguo Testamento, título que en la lectura bíblica tomaba el lugar de su nombre impronunciable. El Credo de la Iglesia no es otra cosa que el desarrollo de lo que se dice con esta simple afirmación: “Jesús es Señor”. De esta profesión de fe, san Pablo nos dice que se trata precisamente de la palabra y de la obra del Espíritu Santo. Si queremos estar en el Espíritu, debemos adherirnos a este Credo. Haciéndolo nuestro, aceptándolo como nuestra palabra, accedemos a la obra del Espíritu Santo. La expresión “Jesús es Señor” se puede leer en los dos sentidos: Jesús es Dios, y, al mismo tiempo, Dios es Jesús. El Espíritu Santo ilumina esta reciprocidad: Jesús tiene dignidad divina, y Dios tiene el rostro humano de Jesús. Dios se muestra en Jesús, y con ello nos da la verdad de nosotros mismos. Dejarse iluminar profundamente por esta palabra es el acontecimiento de Pentecostés: del desorden de Babel, de esas voces que resuenan una contra otra, tiene lugar una transformación radical: la multiplicidad se hace unidad multiforme, del poder unificador de la Verdad crece la comprensión. En el Credo que nos une desde todos los extremos de la tierra, que, mediante el Espíritu Santo, hace de forma que nos comprendamos aún en la diversidad de las lenguas, a través de la fe, la esperanza y el amor, se forma la nueva comunidad de la Iglesia de Dios.

El pasaje evangélico nos ofrece después una imagen maravillosa para aclarar la conexión entre Jesús, el Espíritu Santo y el Padre: el Espíritu Santo es representado como el soplo de Jesús resucitado (cfr Jn 20,22). El evangelista Juan retoma aquí una imagen del relato de la creación, allí donde se dice que Dios sopló en la nariz del hombre un aliento de vida (cfr Gen 2,7). El soplo de Dios es vida. Ahora, el Señor sopla en nuestra alma un nuevo aliento de vida, el Espíritu Santo, su más íntima esencia, y de este modo nos acoge en la familia de Dios. Con el Bautismo y la Confirmación se nos hace este don de modo específico, y con los sacramentos de la Eucaristía y de la Penitencia se repite continuamente: el Señor sopla en nuestra alma un aliento de vida. Todos los Sacramentos, cada uno a su propia manera, comunican al hombre la vida divina, gracias al Espíritu Santo que opera en ellos.

En la liturgia de hoy captamos aún una conexión ulterior. El Espíritu Santo es Creador, es la mismo tiempo Espíritu de Jesucristo, pero de modo que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son un solo y único Dios. Y a la luz de la primera Lectura podemos añadir. El Espíritu Santo anima a la Iglesia. Ésta no procede de la voluntad humana, de la reflexión, de la habilidad del hombre y de su capacidad organizativa, ya que si fuese así ya se habría extinguido desde hacía tiempo, como sucede con todo lo humano, Esta en cambio es el Cuerpo de Cristo, animado por el Espíritu Santo. Las imágenes del viento y del fuego, usadas por san Lucas para representar la venida del Espíritu Santo (cfr Hch 2,2-3), recuerdan el Sinaí, donde Dios se había revelado al pueblo de Israel y le había concedido su alianza; "la montaña del Sinaí estaba cubierta de humo – se lee en el libro del Éxodo –, porque el Señor había bajado a ella en el fuego" (19,18). De hecho Israel festejó el quincuagésimo día después de la Pascua, después de la conmemoración de la fuga de Egipto, como la fiesta del Sinaí, la fiesta del Pacto. Cuando san Lucas habla de lenguas de fuego para representar al Espíritu Santo, se recuerda ese antiguo Pacto, establecido sobre la base de la Ley recibida por Israel en el Sinaí. Así el acontecimiento de Pentecostés es representado como un nuevo Sinaí, como el don de un nuevo Pacto en el que la alianza con Israel se extiende a todos los pueblos de la tierra, en el que caen todos los muros de la vieja Ley y aparece su corazón más santo e inmutable, es decir, el amor, que el Espíritu Santo comunica y difunde, el amor que lo abraza todo. Al mismo tiempo la Ley se dilata, se abre, aún haciéndose más sencilla: es el nuevo Pacto, que el Espíritu “escribe” en los corazones de cuantos creen en Cristo. La extensión del Pacto a todos los pueblos de la tierra la representa san Lucas a través de un conjunto de poblaciones considerable para aquella época: (Hch 2,9-11). Con esto se nos dice una cosa muy importante: que la Iglesia es católica desde el primer momento, que su universalidad no es fruto de la inclusión sucesiva de comunidades diversas. Desde el primer instante, de hecho, el Espíritu Santo la creó como Iglesia de todos los pueblos; ésta abraza al mundo entero, supera todas las fronteras de raza, clase, nación; abate todas las barreras y une a los hombres en la profesión del Dios uno y trino. Desde el principio la Iglesia es una, católica y apostólica: esta es su verdadera naturaleza y como tal debe ser reconocida. Es santa no gracias a la capacidad de sus miembros, sino porque Dios mismo, con su Espíritu, la crea, la purifica y la santifica siempre.

Finalmente, el Evangelio de hoy nos entrega esta bellísima expresión: “Los discípulos se llenaron de alegría cuando vieron al Señor” (Jn 20,20). Estas palabras son profundamente humanas. El Amigo perdido está presente de nuevo, y quien antes estaba turbado se alegra. Pero dicen mucho más. Porque el Amigo perdido no viene de un lugar cualquiera, sino de la noche de la muerte; ¡y la ha atravesado! No es uno cualquiera, sino que es el Amigo y al mismo tiempo Aquel que es la Verdad y que hace vivir a los hombres; y lo que da no es una alegría cualquiera, sino la propia alegría, don del Espíritu Santo. Sí, es hermoso vivir porque soy amado, y es la Verdad la que me ama. Se alegraron los discípulos, viendo al Señor. Hoy, en Pentecostés, esta expresión está destinada también a nosotros, porque en la fe podemos verle; en la fe Él viene entre nosotros, y también a nosotros nos enseña las manos y el costado, y nosotros nos alegramos. Por ello queremos rezar: ¡Señor, muéstrate! Haznos el don de tu presencia y tendremos el don más bello, tu alegría. Amén.

[Traducción del original italiano por Inma Álvarez

©Libreria Editrice Vaticana]

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