18.06.11

¿Vocación de secta?

A las 12:20 AM, por Guillermo Juan Morado
Categorías : General

 

Sigo con preocupación la deriva que, en ocasiones, se observa en algunos blogs pretendidamente católicos. Sin ir más lejos, me fijaré en el mío. Parece que, por momentos, hemos perdido, quienes entramos en este juego de internautas, el sentido común.

El detalle, lo secundario, lo opcional, se diría que pretende ocupar todo el espacio. Pequeñas batallas, o batallitas, se erigen en grandes guerras. Disputas muy secundarias, y a la postre irrelevantes, captan, siquiera sea por momentos, una atención que objetivamente no les corresponde.

Hoy los cristianos, hablo desde Europa, estamos situados en un mundo que tiende a dejar de ser cristiano por completo. No es nada fácil encontrar un lenguaje común que permita a la fe acreditarse en medio de la sociedad, y a la mentalidad secular – o secularista, más bien – llegar a comprender, aunque sea de lejos, las coordenadas según las que se orienta un creyente.

Sin una base común el diálogo resulta prácticamente imposible. Podemos hablar de las mismas cosas, quizá, pero no decimos lo mismo. Ni el emisor ni el receptor usan un código compartido. Tantas veces tenemos que conformarnos con coexistir, los unos yuxtapuestos a los otros, sin atrevernos a traspasar las fronteras de la cortesía, de una convivencia puramente formal, que jamás puede afrontar a fondo un tema porque no se sabe ya ni cómo abordarlo ni cómo aproximarse a él.

Cada vez más los lenguajes se vuelven esotéricos, particularistas, endogámicos. Lo triste del caso es que incluso dentro de la Iglesia católica, universal por definición, sucede lo mismo. No somos capaces de entendernos con los no católicos y, a muy duras penas, nos entendemos con los que, teóricamente al menos, comparten nuestra misma visión del mundo y de la vida.

La pérdida de la confianza en la razón es, posiblemente, una de las causas de esta comunicación no lograda. La razón sería lo común - cabría pensar- , lo que nos aglutina, lo que nos permite escuchar, ponderar y responder. Pero la razón se ha hecho sectorial, parcial, en buena medida “sectaria”. Ha dejado de ser una lengua inteligible para transmutarse en un dialecto con cada vez más variantes.

Y, privada de razón, la “fe”, supuesta fe, colabora a la disgregación. La fe remite a la “autoridad”: de la revelación, de la palabra de Dios, de la Iglesia. Pero, ¿dónde está la autoridad en un conglomerado amorfo de múltiples microcosmos en el que cada mónada aislada se siente del todo autosuficiente?

La Iglesia debería ser, en medio del mundo, signo e instrumento de unidad. En Pentecostés, dice el Nuevo Testamento, los discípulos, procedentes de lugares muy diversos, consiguieron hablar una lengua común; al menos, una lengua que, con sus peculiaridades, podía ser entendida por otros.

Hoy esto no sucede, o sucede cada vez menos. Ni siquiera compartimos, quienes teóricamente formamos parte de la Iglesia una, un solo idioma. Y lo peor, quizá, es que, con modos más o menos displicentes, rechazamos que pueda haber algo así como una “Real Academia”. Cada vez más se relativiza todo, hasta la figura del papa.

Puede que tenga un día sombrío, puede. Pero la carrera absurda de desprestigiarnos por sistema los unos a los otros, y casi todos a las autoridades de la Iglesia, no contribuye a que la Iglesia sea Iglesia; es decir, a que la humanidad pueda encontrar su reconciliación mirando hacia lo alto, hacia Dios.

Guillermo Juan Morado.