4.07.11

 

Aunque el número de bautizados todavía sigue siendo aplastantemente mayoritario, cada vez son menos los españoles que se consideran a sí mismos católicos. Y entre los que todavía aceptan llamarse así, cada vez son menos los que realmente llevan una vida sacramentalmente católica.

Los datos de la encuesta que ha realizado IPSOS para Paix Liturgique y que publica en exclusiva InfoCatólica, muestran una realidad que no debe sorprender a nadie. Y si se nos compara con otros países tradicionalmente católicos, salimos bastante mal parados. Es decir, la secularización de la sociedad española, en buena medida fruto de una secularización interna de la Iglesia no combatida por quienes tenían la posibilidad de enfrentarla, va camino de convertir esta nación en un páramo espiritual.

Ahora que tenemos encima la JMJ de Madrid, es bueno saber que entre los jóvenes de 15 a 24 años, sólo el 45% dice ser católico. Y de entre ellos, sólo el 20,8% es católico practicante. O sea, menos de un 10% de nuestros jóvenes son realmente católicos. Es lógico que el número de vocaciones esté en niveles bajos. Si a la bajada de la natalidad le unimos el desplome del catolicismo entre las generaciones jóvenes, lo que sorprende es que haya en España el número de seminaristas que hay. Es señal de que el Señor sabe sacar de donde casi no hay.

Con todo, si mimáramos a ese 10% de jóvenes que son verdaderamente católicos, tendríamos todavía una base muy buena desde la cual actuar. El joven que acude hoy a misa va contra-corriente. Es políticamente incorrecto y actúa fuera del borreguismo cultural que asola a la juventud española. Aunque en muchas ocasiones se les presenta como pijos y repipis -modelo “Amo a Laura”- de clase media-alta, no creo que los jóvenes católicos sean sociológicamente muy diferentes del resto de su generación. En determinados movimientos eclesiales, su presencia es más que notable. Eso es debido a diversas razones, pero una de ellas, en mi opinión la fundamental, es que las parroquias no actúan como verdaderas comunidades “familiares” que den la identidad de grupo que tanto busca la juventud. Esa identidad se encuentra mucho más fácilmente entre los carismáticos, los kikos, el Opus, CyL, etc.

Lo mismo digo del resto de católicos españoles. Si nuestras parroquias fueran en verdad fuentes de formación, santificación y evangelización, con un 10% de católicos practicantes podríamos revertir la tendencia paganizante de nuestra sociedad. Para ello haría falta que los sacerdotes predicaran el evangelio en su integridad -eso incluye doctrinas poco “populares"-, que los catequistas lo fueran de verdad, que los seglares comprometidos ocuparan el lugar que les corresponde, sin clericalismos estériles y sin reduccionismos populistas incompatibles con la naturaleza jerárquica de la Iglesia.

¿Con esto quiero decir que ningún sacerdote hace tal cosa? ¿que todos los catequistas se dedican a enseñar a sus catecúmenos a jugar al badminton? ¿que no hay seglares que viven verdaderamente la condición real y sacerdotal que adquirimos por el bautismo? No, obviamente no. Pero, a las pruebas me remito, queda mucho por hacer en ese terreno. Para ello es esencial que los nuevos sacerdotes, los que hoy están formándose en los seminarios, reciban las herramientas -sobre todo que aprendan el papel de la gracia- que puedan convertirles en verdaderos agentes de evangelización y no en meros continuadores de un modelo pastoral y eclesial que nos ha llevado a la situación actual.

Dejo para Germinans germinabit el análisis de los datos en Barcelona. Hablan por sí solos. El que siembra vientos, recoge tempestades. El que siempre secularismo interno, recoge una iglesia moribunda. Roma debe de tenerlo en cuenta a la hora de elegir al pastor que suceda al cardenal Sistach.

La verdad nos hace libres. Aunque las encuestas siempre tienen un margen de error, sirven para hacernos una idea de cuál es la situación. Es más, yo creo que en algunas diócesis la situación es aún peor de lo que parece. Por ejemplo, en la mía el porcentaje de jóvenes que van a misa debe rondar el 3-4%, siendo generosos. En mi parroquia son muchas las misas en las que el único chaval de 14 a 25 años presente es uno de mis hijos. A los niños se les ve cuando están preparándose para la comunión. Luego, ni eso. De los colegios católicos mejor no hablo porque puedo acabar llorando desconsoladamente. Y lo peor de todo, es que hay una sensación de derrotismo, de “esto es así y no lo podemos cambiar", que tiene muy poco que ver con la esperanza cristiana.

Acabo señalando una cuestión sobre la que advertí con fuerza al poco de regresar a la Iglesia, pero hace cierto tiempo que no la menciono. Si los católicos no evangelizamos este país, lo harán otros cristianos. Especialmente los evangélicos. Es cierto que la secularización de la sociedad española impide que ellos tengan el “éxito” numérico que están logrando en el continente americano. Es decir, no parece previsible que acá se dé ese gran “avivamiento” que llevan profetizando desde hace décadas. Pero mientras nosotros estamos partiéndonos la crisma con polémicas sobre Pagolas, Queirugas, religiosos secularizados y demás farándula progre, el evangélico español mantiene un patrón de actuación muy similar al de sus hermanos allende los mares. Ni dan pie al liberalismo teológico -su presencia en el protestantismo español es ridícula- ni se cortan un pelo a la hora de evangelizar cara a cara, casa por casa. Antes o después, dejarán de ser estadísticamente irrelevantes. Veremos entonces si la Iglesia Católica en España tiene la más mínima capacidad de reaccionar ante un protestantismo evangélico que desecha el ecumenismo -por una mera cuestión de coherencia interna- y que crece numéricamente entre los que una vez fueron bautizados católicos.

Luis Fernando Pérez Bustamante