15.07.11

¿Nueva evangelización?

A las 3:07 AM, por Guillermo Juan Morado
Categorías : General

 

Sí, claro. Juan Pablo II lo veía como una absoluta prioridad. La Iglesia tiene que evangelizar, que anunciar el Evangelio. La “Buena Noticia” no es una noticia caducada, sino viva.

En las sociedades secularizadas, como la nuestra, esa tarea, volver a anunciar el Evangelio, se vuelve una tarea prioritaria.

Me remito, ahora, a un documento de la Conferencia Episcopal Española, a un plan pastoral para el trienio 1990-1993.
Decía ese plan:

Objetivo general

“El presente Plan propone un nuevo objetivo general como meta concreta y como principio unificador de todos los esfuerzos y actividades de la Conferencia Episcopal para los tres próximos años. Se propone como continuación lógica de la anterior Plan pastoral cuya formulación decía: “Anunciar a Jesucristo en nuestro mundo con obras y palabras":

IMPULSAR UNA NUEVA EVANGELIZACIÓN

Al fijarnos esta meta, común a todos, los obispos españoles queremos convocar y ayudar a todas nuestra Iglesias para que lleven a cabo nuevos esfuerzos con las miras puestas en que la Buena Nueva alcance a todos los ámbitos de la sociedad española y al objeto de que el Evangelio, con su influjo, logre transformarla y renovarla desde dentro.

Toda acción evangelizadora de la Iglesia -su dicha, su vocación propia y su identidad más profunda-, intenta siempre “convertir al mismo tiempo la conciencia personal y colectiva de los hombres, la actividad en la que están comprometidos, su vida y ambientes concretos” y busca “alcanzar y transformar con la fuerza del evangelio los criterios de juicio, los valores determinantes los puntos de interés, las líneas de pensamiento, las fuentes inspiradoras y los modelos de vida de la humanidad que están en contraste con la palabra de Dios y con el designio de salvación".

Nuestras Iglesias han realizado esta misión a través de los siglos. La fe cristiana ha conseguido sellar el alma de nuestro pueblo. La concepción cristiana de la vida, con sus valores propios, ha pasado a ser el estilo de nuestra existencia colectiva. Se manifiesta en los criterios de actuación, en no pocas de sus instituciones e, incluso, en su más radical identidad histórica…, lo que quiere decir que, ante el desafío de la nueva evangelización, no partimos de cero. Arrancamos de una cultura fundamentalmente evangelizada. Ante nosotros, una sociedad en la que la fe cristiana sigue siendo un punto de referencia inesquivable y fuente de inspiración de criterios, valoraciones y conductas. El hecho de la innegable vitalidad de nuestras Iglesias y su propósito de responder a los desafíos -nuevos- de este momento, son frutos de la fe transmitida por quienes nos han precedido.

Gran parte de los desencantos y búsquedas del hombre de hoy y de la sociedad de este tiempo serían inexplicables sin el legado cristiano recibido del ayer. Pero, aún así la nueva evangelización se fija nuevas metas personales y colectivas.

La vida de oración de todos los evangelizadores es hoy, como lo ha sido siempre, de capital importancia. El evangelizador no llama a la conversión únicamente con su palabra; ha de hacerlo con el testimonio claro e impactante de su vida, expresión de su fe en el mensaje de conversión que proclama. La oración y el sacrificio de las comunidades contemplativas son una singular contribución a este proceso de conversión para la nueva evangelización. La comunidad creyente ha de tomar mayor conciencia de esta aportación y las comunidades contemplativas deberían renovar su propio testimonio para hacerlo significativo ante cristianos y no-cristianos.

Al mismo tiempo, la evangelización ha de subrayar su compromiso con la promoción humana. Este compromiso avala la autenticidad de la caridad de los creyentes y testifica el amor a los hombres.
Pero ¿cómo ignorar que la fe está padeciendo un fuerte debilitamiento en amplios sectores de los hombres y mujeres de nuestros días? ¿Cómo cerrar los ojos ante la patente incoherencia de los comportamientos de numerosos bautizados con relación a la fe que dicen profesar? ¿Cómo advertir la aparición de importantes minorías que, de modo más o menos consciente y expreso, prescinden de la fe cristiana en cuanto referencia inspiradora y unificadora de sus vidas?.

Somos conscientes que el actual debilitamiento de la fe en amplios sectores de nuestro pueblo está condicionado por una creciente descristianización de la cultura, de los ambientes sociales y hasta de los mismos principios e instituciones que rigen la vida colectiva.

Ante este panorama, reiteramos la invitación que ya hicimos los obispos españoles en 1985: “La hora actual de nuestras Iglesias tiene que ser una hora de evangelización". Aprovechando los inmensos tesoros que la fe cristiana ha ido depositando en la conciencia viva de nuestro pueblo, hemos de aprestarnos a hacer resonar la Buena Nueva en nuestra sociedad; y hacerlo, además, con nuevo ardor, nuevos métodos, nuevas expresiones. Así será evangelización nueva”.

Guillermo Juan Morado.