16.07.11

El Códice Calixtino y tres reflexiones sensatas

A las 3:39 PM, por Guillermo Juan Morado
Categorías : General

 

La sustracción del Códice Calixtino custodiado en el archivo de la catedral de Santiago de Compostela ha sido un hecho gravísimo que a cualquier persona con sensibilidad religiosa y cultural le causa dolor.

Como no se puede negar lo obvio, parece que, si nos atenemos a lo que se ha podido leer en los medios, la vigilancia sobre el Códice no ha sido eficaz.

Pero esta constatación no puede tampoco dejar de lado otras consideraciones. Estas joyas del patrimonio religioso han nacido en la Iglesia y han sido, y siguen siéndolo, cuidadas por la Iglesia con muy pocos recursos y con enormes sacrificios. Si el Estado fuese a crear un cuerpo de funcionarios dedicados a custodiar las iglesias, las capillas, los monasterios y las catedrales el desembolso para el erario público sería más que notable. Sin duda, cualquiera de estos funcionarios cobraría más que el exiguo sueldo que cobran los sacerdotes.

Por otra parte, los peores atentados contra el patrimonio artístico y documental de la Iglesia han venido de tendencias “secularizadoras”: La invasión napoleónica, Mendizábal y su nefasta desamortización, por no hablar de la Guerra Civil española. Son hechos históricos que nadie puede negar.

Dicho esto, me gustaría destacar algunos textos que estos días he leído en la prensa. Se trata, a mi modo de ver, de opiniones sensatas y, quizá por ello, un poco a contracorriente.

El 12/07/2011 Xosé Manuel Villanueva publicaba en “El País” un interesante artículo titulado: “Códice Calixtino: pecado y penitencia”. Entresaco algunas afirmaciones: “En nuestro caso se puede afirmar, al mismo tiempo, que la Catedral de Santiago tiene graves problemas en la seguridad de sus bienes muebles y en la conservación y uso del monumento, y que han sido el Arzobispado y el Cabildo los que han puesto de relieve esas deficiencias aportando, además, el instrumento técnico necesario para resolverlas: el Plan Director, encargado por la Catedral en el año 2005 y aprobado por las autoridades competentes en materia de Patrimonio a finales de 2009”.

Y sigue diciendo: “El problema es que las medidas propuestas en ese Plan Director tienen coste: para un periodo de 10 años, se necesitan 27 millones de euros de inversión, seis millones para el mantenimiento y conservación del templo (de los cuales dos millones se destinan a medidas de seguridad), y unos ocho millones para dotar y mantener la estructura profesional indispensable para ejercer con competencia las responsabilidades que hoy asumen las autoridades eclesiásticas y que, por su formación y vocación, no pueden asegurar por sí solas. En resumen: cada año la Catedral necesita dos millones de euros para gestionar y proteger eficientemente su patrimonio, y otros 2,5 millones para permitir que en 2021 su fábrica esté en óptimas condiciones. Y ahí surge una incómoda cuestión: ¿quién ha de aportar esos recursos?”.

En conclusión: “La Iglesia lleva tiempo comprometida en este reto, y es importante destacarlo justo ahora. Porque el pecado de la desaparición del Códice Calixtino es de quien lo ha hurtado; y, sin embargo, la penitencia, tan cruel, recae en quien lo ha custodiado con mucho amor, pocos recursos y plena conciencia de lo insuficiente de sus competencias y posibilidades. Y no sería justo, en este momento difícil, acrecentar tal penitencia con escarnios desinformados”.

También Andrés Torres Queiruga se ha pronunciado (“Religión Digital”, 15/07/2011): “Este mazazo brutal en la conciencia pública es un aviso que seguramente tendrá sus efectos positivos. La experiencia muestra que, de ordinario, las curvas peligrosas solo acaban arreglándose cuando se produce un accidente grave. De hecho, cabe alegrarse de que, por fin, el robo del códice ha hecho que las autoridades civiles y religiosas hayan tomado ya la iniciativa de un estudio concreto en busca de medidas eficaces”.

Y una última opinión, de Xosé Luis Barreriro, en “La Voz de Galicia” (16/07/2011): “De repente, cuando aún estamos aturdidos por el secuestro del Códice Calixtino, todo el mundo se ha puesto elucubrar sobre la conservación de los tesoros artísticos y bibliográficos de la basílica compostelana, y, haciendo caso omiso del valioso consejo de Ignacio de Loyola -«en tiempo de tribulación no conviene hacer mudanza»- empiezan a bombardearnos con fórmulas milagrosas paridas al abrigo del «yo ya lo decía»”.

Tras unas advertencias, concluye: “Así que ¡amodiño!, no vaya a ser que la tribulación nos sirva de disculpa para hacer un expolio de símbolos y sentimientos que sería tan grave como el robo material que acaba de producirse. Porque la seguridad inteligente no está reñida con el hecho de tener cada cosa en su sitio y usarla para lo que fue creada. Y eso es, en Santiago, la gloria del Salvador y el culto al Apóstol”.

Queden estas opiniones, sin ningún afán de polémica por mi parte, como invitación a la reflexión. A mí me han ayudado.

Guillermo Juan Morado.